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11/11/22

HISTORIA CRIMINAL DEL TRUJILLATO (tercera parte)

(63-100)

Pedro Conde Sturla

Índice:


La bestia sigue a caballo (1)

La bestia sigue a caballo (2)

Los inmigrantes 

Meditaciones morales (1)

Meditaciones morales (2)

El círculo del poder (1)

El círculo del poder (2): El ascenso de Paulino

El círculo del poder (3): El ascenso de Paulino

El círculo del poder (4): El ascenso de Paulino

El círculo del poder (5): El derrumbe de Paulino

El círculo del poder (6): el derrumbe de Paulino

El círculo del poder (7): Vicisitudes y venturas de Paulino

El círculo del poder (8): La danza de los favoritos    

El círculo del poder (9): La danza de los favoritos

El círculo del poder (10): La danza de los favoritos

El círculo del poder (11): La danza de los favoritos

El círculo del poder (12): La danza de los favoritos

El círculo del poder (13): La danza de los favoritos

El encanto indiscreto de Manuel de Moya Alonso (1)

El encanto indiscreto de Manuel de Moya Alonso (2 de 2)

Un monstruo llamado Bernardino

Bernardino y Bernardina (1).              

Bernardino y Bernardina (2).                                                 

El otro Bernardino.                                                           

La venganza de los Bernardino (1).              

La venganza de los Bernardino (2) 

La venganza de los Bernardino (3 de 3)

El monstruo en su madriguera (1)

El monstruo en su madriguera (2 de 2)

RUBIROSA (1–11)





La bestia sigue a caballo (1)

Pedro Conde Sturla

15 octubre, 2021


El día 15 de noviembre de 1940 quedó registrado en la historiografía trujilloniana como uno de los más grandes acontecimientos de la historia patria. En ese magna fecha se anunció la creación de un nuevo partido político que al parecer correspondía al más auténtico clamor de la nación dominicana: el Partido Trujillista.

En realidad era un apéndice del Partido Dominicano, una especie de círculo interior, un grupo de élite del que sólo formarían parte los auténticos trujillistas. Aquellos sobre cuya lealtad no había la menor sombra de duda. De hecho, el Partido Trujillista sería como un Monte Olimpo, un paraíso terrenal donde la bestia se rodearía de los más intachables cortesanos. Muchos se sentirían llamados, pero no todos serían elegidos.

Desde su fundación, en 1931, el Partido Dominicano celebraba con vehemencia la entereza de aquel prócer que había dicho: “Mis mejores amigos son los hombres de trabajo”. Ahora se sumaba al coro el nuevo Partido Trujillista. Un Partido Trujillista que pretendía ser un reducto moral donde se pretendía honrar la pretendida moral de la bestia. Un príncipe, un gobernante —como decía Maquiavelo— no tiene que tener virtudes, pero debe aparentar que las tiene. El acróstico de Rafael Leónidas Trujillo Molina (Rectitud, Libertad, Trabajo y Moralidad) exaltaba, en efecto, un dechado de virtudes que la bestia no poseía y que además despreciaba y no le interesaba poseer. Era una oración cínica, en grado superlativo, que había sido escrita y se escribía en caracteres indelebles en paredes y fachadas de los edificios públicos y que se repetía diariamente en los medios de comunicación de todos los rincones del país. Una consigna machacona, oprobiosa.

Ahora bien, ser miembro del Partido Dominicano era obligatorio, pero ser miembro del Partido Trujillista era un privilegio.

Los miembros de la directiva del Partido Dominicano se contaron entre los primeros que solicitaron la admisión en el Partido Trujillista y fueron admitidos. Casi de inmediato se formó un tremendo avispero. Un enjambre de fogosos trujillistas se manifestó en los días siguientes a favor de incorporarse a la nueva organización y fueron incorporados. Ni los trujillistas sinceros ni los trujillistas de mala gana querían quedarse fuera, pero no fueron pocos los rechazados. Tenían que ganarse la admisión demostrando su lealtad al régimen de modo más fehaciente. En cambio Trujillo solicitó humildemente la aceptación y fue de inmediato aceptado y fue de inmediato nombrado, celebrado, elevado a la condición de jefe único de la organización.

Lo cierto es que la bestia parecía estar impaciente. No le hacía tanta gracia, quizás, ejercer el poder sin ostentar en todo momento el glorioso título de Presidente de la República, el signo del poder que le confería la más alta magistratura del Estado. Se estaba preparando para recuperar el valioso símbolo que había depositado en las manos de un gobernante de mentirilla.

Desde el nuevo Partido Trujillista y desde el viejo Partido Dominicano se lanzaría su candidatura en las elecciones de 1942 y el pueblo dominicano lo llevaría otra vez a la Presidencia de la República.

Como dice Crassweller, no se produjo ninguna diferencia en las boletas electorales del Partido Dominicano y el Partido Trujillista. El nombre de la bestia y los de los demás candidatos eran coincidencialmente los mismos.

Los líderes de ambos partidos, que eran también más o menos coincidencialmente los mismos, no ocultaban su complacencia ni ocultaban su impaciencia. Exultaban, nerviosos, ante la idea de ser los primeros en llevar a la bestia la grata noticia. Sorprenderlo quizás con la grata noticia.

La bestia no se sentiría sorprendida, pero se mostraría complacida cuando en febrero de 1942 recibió en la Estancia Fundación a un distinguido séquito de connotados dirigentes políticos que venían a decirle que había sido designado candidato a la presidencia por el Partido Dominicano y el Partido Trujillista.

Estaban todos vestidos o más bien enfundados en calurosos trajes de lana, de casimir inglés, con ajustados chalecos, con corbatas anudadas como sogas de ahorcar. Algunos de los más emperifollados vestían chaqué, una especie de frac, el traje de máxima etiqueta para eventos formales y ceremonias diurnas. El agobiante traje de pingüino.

La bestia, en cambio, vestía deportivamente un traje de montar y montaba un soberbio caballo, uno de los muchos que tenía. La bestia era un magnífico jinete. Montar caballo, violar mujeres, malograr doncellas era algo que había aprendido a la perfección desde su temprana juventud.

Los distinguidos dirigentes exhibían en presencia de la bestia una extraña dignidad (la dignidad o indignidad de los cortesanos) y la bestia exhibía una extraña indiferencia, una especie de desdén o de desprecio.

Al frente de la delegación estaban Porfirio Herrera, Paíno Pichardo, Cucho Álvarez Pina y otros encumbrados personajes, pero la bestia no les prestó mayor atención. Empezó a pavonearse en su caballo árabe pura sangre: un encabritado semental árabe de pura sangre, como dice Crassweller.

Mientras los delegados discurseaban, lo aclamaban, se deshacían en elogios y felicitaciones, la bestia exhibía su destreza a lomo del cuadrúpedo imponente, maniobraba con su consumada habilidad, lo espoleaba, le hacía tascar el freno, lo hacía recular, caracolear, encabritarse, lo obligaba a embestir y frenar de golpe. Le imponía su dominio. Lo sometía a la obediencia.

Al final del acto se encaró por primera vez en serio con los nerviosos y acalorados miembros de la delegación. Sólo el caballo que montaba la bestia sudaba más que ellos.

Los miró, se miraron, se quedarían probablemente unos segundos en silencio. Luego, con su tenebrosa vocecita chillona, la bestia pronunció unas palabras que la historia recogería en letras mayúsculas, letras de tinta y plomo, letras de piedra y bronce que quedarían grabadas en la memoria de los siglos:

—Y seguiré a caballo...
Esa fue su manera de aceptar la candidatura que tan complacientemente le ofrecían y que celebró de inmediato con gran estruendo de fuegos artificiales que tenía reservados para la ocasión, el inicio más o menos oficial de la campaña. Una descomunal campaña de prensa y radio que se hizo eco de la frase que la bestia había pronunciado desde la altura heroica de su pura sangre árabe. Es posible que ni siquiera el Cid Campeador ni Alejandro el Conquistador hubieran sido tan celebrados en su época como lo fuera la bestia en esos días. Las fotos del intrépido jinete aparecían como por magia en todas partes. La frase de la bestia, la vanidad sin fondo de la bestia, las fotos de la bestia a lomo de briosos corceles pasarían a la historia.

(Historia criminal del trujillato [61])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

La bestia sigue a caballo (2 de 2)

Pedro Conde Sturla

22 octubre, 2021




Las elecciones del 16 de mayo de 1942 fueron precedidas por un gran despliegue de propaganda y movilizaciones de masa, por un aparente derrame de entusiasmo visceral en todo el país, una entrega aparentemente incondicional del pueblo dominicano a los encantos de la bestia. Prácticamente no había oposición, pero la contienda parecía reñida.
Como era de esperarse, la bestia ganó, efectivamente, como tenía que ganar. Ganó por abrumadora mayoría, casi por unanimidad, casi por aclamación, y con un total de 509,999 votos. Un triunfo limpio, avasallador, que no dejaba lugar ni para dudas.



Los más ilustrados cortesanos habían vaticinado el triunfo, desde luego. Nada tenía de raro que un candidato que se había ganado todos los corazones ganara también las elecciones. La bestia volvería a lucir sobre su pecho la banda presidencial que nunca debió haberse quitado, ocuparía la magistratura que le correspondía

Pero la bestia estaba impaciente. Había ganado las elecciones y aún tenía que esperar unos largos meses para tomar posesión del cargo y no se aguantaba las ganas. Faltaba mucho tiempo para la juramentación, que tendría lugar el 16 de agosto, y la bestia estaba impaciente. Para peor, la patria también estaba impaciente. Sus cortesanos estaban tan nerviosos como impacientes y se desvelaban tratando de encontrar una solución.
Hasta que finalmente intervino la providencia y se le encontró salida a un callejón que no parecía tenerla.

En realidad, la providencia había intervenido graciosamente, se había manifestado con tres semanas de antelación en su divina gracia desde la cámara de diputados que presidía en ese momento Manuel Arturo Peña Batlle.

Durante muchos años, Manuel Arturo Peña Batlle había sido —como es sabido— un fiero opositor de la bestia, hasta que la bestia lo quebró —quebró su espíritu el miedo—, y lo redujo a la condición de cortesano, uno de sus más arrastrados cortesanos, pero la bestia nunca le perdonó sus años de oposicionista y lo sometió hasta el final de su vida a un régimen terrible de humillaciones y sobresaltos. Es posible que Peña Batlle tampoco se perdonara a sí mismo y terminara perdiendo —como algunos afirman— el equilibrio emocional y la cordura. El hecho es que en esa época detentaba y ostentaba la presidencia de la Cámara de Diputados y, anticipando de alguna manera el resultado de las elecciones, tuvo de repente una idea brillante, una feliz ocurrencia, una inspirada iniciativa que le permitiría al querido jefe y a toda nación dominicana colmar sus aspiraciones.

Lo que el visionario Peña Batlle había propuesto desde antes de las elecciones era tan simple como brillante, quizás incluso legal de alguna manera indefinible. Pero era además una cosa lógica... Dado el grado de consenso que se preveía que la bestia alcanzaría en las urnas, era imperativamente indispensable que ocupara de inmediato la presidencia y se obviara el intervalo, el innecesario intervalo que mediaba entre el 16 de mayo y el 16 de agosto.

Aparte de manipular o hacer picadillo las leyes, había que contar, por supuesto, con el consenso de presidente putativo de la nación, Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, pero el presidente se mostró de acuerdo inmediatamente, quizás incluso antes de que se lo propusieran, si acaso se lo propusieron.
Además, siguiendo su ejemplo, los dos partidos políticos que sustentaron la candidatura de la bestia, el Partido Dominicano y el Partido Trujillista, dieron asimismo su aprobación.

De hecho —según lo que cuenta Crassweller— Troncoso fue en cierta manera el artífice de la transición. Una transición que fue facilitada enormemente por su desprendimiento y gran idealismo y sobre todo por las ganas que de seguro tenía por quitarse del medio. A él le tocaría poner en marcha el sencillo mecanismo que de seguro formaba parte del proyecto que había concebido Peña Batlle para facilitar el supuesto cambio de mandos.

Según las leyes de la época, el cargo de Secretario de guerra, marina y aviación era el primero en la línea de sucesión a la presidencia, un cargo que, coincidencialmente, estaba en manos de Héctor Bienvenido Trujillo Molina, alias Negro, el hermano favorito, el consentido de la bestia. Pero Negro, por extraña casualidad, había renunciado al cargo el día anterior a las elecciones. Dos días más tarde, el presidente Troncoso tuvo la feliz ocurrencia de nombrar a la bestia en su lugar y poco tiempo más tarde presentó patrióticamente su renuncia. La bestia ocupó de inmediato la presidencia y de inmediato restituyó a su hermano mimado en el preciado cargo de Secretario de guerra, marina y aviación. Es decir, cambiaron un poco todas las cosas en el mejor estilo lampedusiano o gatopardiano para que todo siguiera igual que antes. O mejor dicho peor.

Troncoso abandonó, pues, la Presidencia con la frente en alto y no pudo contener la emoción cuando pasó por el Palacio Nacional a despedirse. Pronunció entonces unas palabras históricas que han quedado registradas en los anales de la más vergonzante adulonería. Dijo que nunca había visto ni volvería a ver un espectáculo tan democrático como el de esa transición de la bestia a la presidencia de la República. Era, en efecto —según sus propias palabras—, el más reconfortante espectáculo democrático que registraba su memoria. Pero Troncoso también pasaría a la historia como el presidente bajo cuyo gobierno el país le declaró la guerra a Japón después del ataque a Pearl Harbor.

Por lo demás, en las elecciones de 1942 se hizo realidad el sueño de las feministas trujillistas dominicanas: las mujeres adquirieron el derecho a voto, el derecho a votar por la bestia, desde luego, y votaron masivamente, unánimemente por la bestia. La rama feminista del Partido Dominicano se había fundado en 1940 y una de las más destacadas activistas respondía al nombre de Isabel Mayer, la gran amiga de la bestia, la prestigiosa Celestina en cuya casa de Montecristi la bestia anunció el inicio del corte, la matanza haitiana, una mujer de horca y cuchilla que se convertiría en la primera senadora dominicana. De hecho, su fama y prestigio sólo han sido parcialmente opacadas por las de Minerva Bernardino, la feroz hermana del monstruoso Felix W. Bernardino, la destacada diplomática, “el cerebro siniestro detrás del secuestro del catedrático de la Universidad de Columbia Manuel de Jesús Galíndez”.

(Historia criminal del trujillato [62])
Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Los inmigrantes 

Pedro Conde Sturla

29 octubre, 2021


Mis hermanas y yo —las hijas del conocido general Bonilla— no podíamos estar más contentas. El querido Jefe había vuelto a ocupar la presidencia de la República, que nunca debió abandonar, y permanecería en el cargo durante diez años inolvidables, entre 1942 y 1952. Hubiera podido retirarse después y disfrutar de su merecido reposo de guerrero, pero su sentido de responsabilidad y su amor a la patria iban más allá del deber cumplido, más allá de lo que nadie podía suponer. En consecuencia, para que el destino de la nación no volviera a torcer su rumbo, como lo había hecho tantas veces en nuestra historia, encauzó a su hermano Héctor por los senderos de la política y no descansó, no tuvo reposo hasta no verlo instalado, mediante elecciones libres, en la llamada silla de alfileres. La primera magistratura de la nación.


Nadie mejor que el generalísimo Héctor Bienvenido Trujillo Molina para sustituirlo. Un hermano y un hijo a la vez, su hijo hermano, el más cercano y afectuoso, el que más se identificaba con sus principios e ideales, con su titánica tarea de estadista.

Nada habría podido salir mejor. Un generalísimo en el poder y otro generalísimo gravitando como figura tutelar, ejerciendo su benéfica influencia, su autoridad moral para esquivar las jugarretas del azar, para evitar que el país volviera a ser víctima del azar. Para que el rumbo del país no se descarriara.

Al regreso del querido Jefe a la Presidencia, la nación empezó a encarrilarse casi de inmediato por la ruta del desarrollo. De la noche a la mañana surgieron fábricas de todo tipo en el sector industrial y agroindustrial. Fábricas de zapatos y fábricas de cemento, de alcohol, de pinturas, de baterías, incluso de armas para uso del Ejército, procesadoras de café y cacao, carne y leche, sal y aceite. Florecieron por igual las industrias textiles y manufactureras, las marmolerías, innumerables compañías dedicadas a la exportación e importación.

Hubo también un renacimiento y modernización de la construcción que dio origen a una nueva ciudad de sólidas edificaciones de bloques y cemento. Además, en el año de 1947 fue construido el monumental Palacio Nacional, un verdadero motivo de orgullo para todo el país y un motivo de asombro y hasta de envidia para el resto del mundo. El progreso se hacía sentir entre las grandes masas, que eran las que más se beneficiaban.

Más que una época de prosperidad, los años del querido Jefe en el poder fueron una época de felicidad. En su condición de estadista, puso siempre especial empeño en proyectar la imagen del país en los términos más favorables hacia el exterior. Se dedicó en cuerpo y alma a establecer tratados de amistad con naciones del lejano oriente, incluyendo a Japón y China, y hasta ofreció ayuda a Finlandia en su desigual contienda contra Rusia y se ofreció como mediador en el conflicto del Chaco, la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay.

Algo a lo que el querido Jefe puso especial atención, y a lo que todos debemos estar agradecidos, fue al peligro haitiano. Conjurar el peligro haitiano y mejorar la raza, sobre todo en la frontera, fue su más grande anhelo. Fruto de esa preocupación, esos desvelos, fue la humanitaria naturaleza de la dichosa, la generosa iniciativa política de acoger en esta tierra a millares de europeos desplazados de sus tierras por la guerra civil española, la segunda guerra mundial y otras catástrofes.

A principios de los años cincuenta Ciudad Trujillo se convirtió en un hervidero de españoles y húngaros y ciudadanos de otras nacionalidades. Más tarde llegarían centenares de agricultores japoneses destinados, en su mayoría, a la zona fronteriza.

Los japoneses llegaron por primera vez a la deslumbrante Ciudad Trujillo el 26 de julio de 1956, a bordo del vapor Brazil Maru. Veintiocho familias, ciento ochenta y seis personas en total, que fueron trasladas casi de inmediato a Dajabón. Habían llegado a lo que ya se conocía internacionalmente como “El paraíso del Caribe” y se les había dotado con todas las comodidades. Una casa y trescientas tareas por familia, sesenta centavos diarios para cada miembro de cada familia, exoneración de impuestos gubernamentales a los artículos que los inmigrantes trajeran de Japón.

El asentamiento fue tan exitoso que los japoneses siguieron llegando en oleadas, hasta completar unas doscientas cuarenta y nueve familias compuestas por más de mil quinientos inmigrantes, que fueron ubicados en varios asentamientos a lo largo de la frontera con Haití, desde el extremo norte hasta el extremo sur de la isla, pero también en Constanza y Jarabacoa, en la misma Cordillera Central de la que nacen nuestros más importantes ríos. En poco tiempo el territorio nacional se poblaría de asentamientos agrícolas de japoneses, de numerosos españoles y húngaros que producirían prácticamente una revolución en la producción de alimentos.

Además, en su noble cruzada por mejorar la raza de los dominicanos, el querido Jefe trasladó a centenares de cibaeños blancos de los alrededores de Santiago —de sus lomas y montañas adyacentes— a la región de San Cristobal, donde la población era mayoritariamente de piel oscura.

El carácter solidario de la política exterior de la República a favor de los inmigrantes cosechaba aplausos en las más vastas regiones del globo, pero nadie estaba preparado para lo que sucedió en 1938 en la conferencia internacional que tuvo lugar en la ciudad francesa de Evian. Allí se reunieron del 6 al 15 de julio delegados de treinta y dos países para tratar de encontrar solución al drama o mejor dicho tragedia de los refugiados judíos alemanes. Todos los delegados se condolían, pero ningún país se mostraba dispuesto a aceptar refugiados. Cuando el delegado dominicano anunció la disposición del gobierno del país para acoger en las mejores condiciones a cien mil judíos, la audiencia recibió una especie de choque eléctrico. Era la más deslumbrante, generosa y sorprendente propuesta que jamás recibirían los judíos de cualquier país del mundo, una que dejó al mundo entero con la boca abierta y que consagró el singular carácter humanitario del gobernante que dio su nombre a la bien llamada Era de Trujillo.

Consagraría, asimismo, el carácter visionario del querido Jefe. La redistribución de los cibaeños blancos, la nueva sangre de los extranjeros españoles, húngaros, japoneses y los cien mil judíos diseminados por el territorio nacional habrían dado a la República una nueva y mejorada identidad racial. El Padre de la Patria Nueva se convertiría en el Padre de la Raza Nueva.

Lamentablemente, los judíos se mostraron ingratos o por lo menos indiferentes. Apenas unos tres mil se acogieron al ofrecimiento y no tuvieron motivos de arrepentirse. Fueron instalados en los predios de Sosúa en condiciones inmejorables. A cada uno le fueron entregadas trescientas tareas de tierra, casa, vacas, mulas y caballos.

(Historia criminal del trujillato [63])
Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Inmigración Japonesa a la República Dominicana
http://www.discovernikkei.org/es/journal/2015/11/13/dominican-republic/.


Meditaciones morales (1)

Pedro Conde Sturla

5 noviembre, 2021




En aquellos años felices en que el país se convertía en la Meca de miles de refugiados, no sólo repuntó la economía, no fue sólo una época de progreso material sino también espiritual, cultural, intelectual, literario. Una verdadera especie de renacimiento. La literatura y las artes plásticas florecieron como nunca habían florecido en el país. Los poetas cantaban a Trujillo, las poetisas cantaban a Trujillo, los estudiantes dedicaban sus tesis a Trujillo. Todos querían a Trujillo. Todos se turnaban para mostrar su lealtad y su amor a Trujillo.




Uno de los poetas que con más acierto recogió el sentimiento de desamparo que embargaba a los capitaleños cuando, por cualquier motivo, el querido Jefe faltaba a su cotidiano paseo vespertino por el malecón, escribió alguna vez estas palabras desconsoladamente poéticas que nos hacían vibrar de pura emoción:


“Qué tristes son, que solas, las tardes sin Trujillo.”

Mis hermanas y yo —las hijas del conocido general Bonilla—  nunca olvidaríamos esa época. Quizás la más gloriosa de la bien llamada era gloriosa. Muchos autores dominicanos alcanzaron entonces fama internacional, pero la figura más prominente de las letras dominicanas era mujer. Respondía al nombre de María Martínez. María Martínez de Trujillo, la amada esposa del querido Jefe, que hubiera sido también un fino escritor si se hubiese dispuesto a serlo y en cierta manera lo fue. De hecho, en el año de gracia de 1937 el querido Jefe dio a conocer un portentoso libro que llevaba su firma. Era un respetable volumen de 329 páginas, de esos que se paran solos, al decir de un prestigioso poeta contemporáneo. Tenía por título “Reajuste de la deuda externa” y desde el título anunciaba su importancia capital. Se trataba de un informe exquisitamente detallado y en el mejor estilo literario sobre asuntos jurídicos y legales. Un libro de pasmosa erudición que mostraba además el conocimiento del querido Jefe en torno a los más variados asuntos, incluyendo historia, economía, estadística. La obra colosal de un coloso, de un genio que concitó la envidia de muchos especialistas.

Sin embargo, y en honor a la verdad, desde el punto de vista literario las obras de María Martinez de Trujillo opacaban a las de todos sus contemporáneos.

Lo cierto es que cuando Doña María Martínez de Trujillo, nuestra venerada primera dama, empezó a escribir sus primeros ensayos nos dejó a todos con la boca abierta. La ilustre primera dama era una mujer culta, aficionada a la lectura y de una moral intachable, por supuesto, pero nada hacía sospechar que tenía semejante talento literario y tanto dominio de la filosofía. Semana tras semanas comenzaron de repente a aparecer en el prestigioso vespertino “La Nación” sus memorables y amenos escritos con el título de “Meditaciones morales”. Era cada uno mejor que el otro y concitaron de inmediato la más espontánea admiración. La primera dama se conocía al dedillo a los grandes pensadores clásicos y en cada entrega entablaba con alguno de ellos una especie de diálogo crítico. Nada humano le era ajeno, ningún conocimiento escapaba a su dominio. Disertaba magistralmente sobre uno u otro tema. El éxito fue tan abrumador que la primera dama se vio prácticamente compelida a recoger sus ensayos en un volumen que sería publicado en 1948 y que la lanzaría a la fama continental. Tanto así que sería prontamente traducido al inglés en 1954 por la editora newyorquina Caribbean Library con el título de “Moral Meditations”. Una soberbia traducción de René Rasforter.

Además, el doctor Joaquín Balaguer —que era un ferviente admirador de María Martinez y a la sazón ocupaba el cargo de embajador en México—, desde que tuvo conocimiento del proyecto puso especial empeño en darlo a conocer a sus muchos amigos y conocidos escritores. Uno de ellos, el célebre José Vasconcelos, quedó virtualmente deslumbrado y se ofreció humildemente a escribir un prólogo que sería como el engarce de una piedra preciosa. Un prólogo que lo dice todo. Pero no es María Martinez la que se honra, sino el propio Vasconcelos. En rigor, es mucho más lo que dice de él que de la autora del libro.

PRÓLOGO

Continuando una noble tradición literaria de su país, la señora María Martínez de Trujillo presenta en estas páginas de “MEDITACIONES MORALES” fuerte y sana doctrina para uso de las madres dominicanas. Desde luego es obvio que será benéfica esa doctrina también para todas las madres del continente hispánico. Suele la madre cuidar con esmero la ropa, el abrigo y los alimentos del pequeñuelo; pero hay pocas madres capaces de prestar atención eficaz al ser de espíritu que en cada niño aparece y aguarda desamparado la guía de sus ancestros. El cuidado moral del niño se cumple entonces inspirándole el amor de la conducta recta, el conocimiento de los principios que norman la vida de la conciencia.

Doña María Martínez de Trujillo pone de su cosecha buenos y claros consejos para cada una de las circunstancias de la conducta y en seguida, con tino singular, reafirma sus apreciaciones en textos escogidos de la obra de las más grandes mentalidades contemporáneas. Eça de Queiroz en su aspecto poco conocido de moralista, Pi Margall, Ricardo León, Zola, Francisco de Castro, Constancio C. Vigil, el gran moralista uruguayo; Cicerón y autores infantiles menos famosos desfilan por el texto de la autora, dándole prestancia. El lector, por otra parte, se sorprende al descubrir el (!con- ciones?) de la señora de Trujillo con los textos ilustres que comenta.

En nuestro ambiente literario tan escaso de literatura infantil que no sea producto de traducciones, el libro de la señora Trujillo contribuye a llenar ese vacío y está llamado a perdurar como lectura escolar de la más firme calidad.

Su moral es valiente, no niega, proclama la necesidad que toda moral tiene de ser cristiana para ser valiosa y fecunda; y moral sin laicismo es la única que merece pasar a manos de los niños. La alta posición social de la autora en su patria, añade autoridad a sus juicios; pero el libro vale de por sí, para todo el que lo lea sin preguntar la posición de quien lo escribe.

Aparece además en tiempo muy oportuno, puesto que una de las exigencias del momento presente es que la mujer intervenga en la vida pública y no precisamente para actuar en ella, pero sí para defender, dentro de la política, los intereses del hogar. El hombre abandona pronto la casa; la índole de sus tareas lo llevan a menudo, tan lejos, que la infancia se le vuelve un dulce sueño y nada más. Cuando le llega la hora de formar hogar propio el hombre cree cumplir si da atención económica y cariño, pero absorbido como está por las luchas de afuera, tiende a olvidar los deberes de mentor de los hijos. En cambio la mujer, más reconcentrada en la vida privada, tiene siempre delante la imagen del hogar ideal y la visión de los riesgos que lo amenazan desde el exterior.

El error del feminismo consistió en movilizar a la mujer para llevarla a competir con el hombre. aun en terrenos en que todas las ventajas estaban en su contra. El esfuerzo resultó infructuoso y dejó rencor y disgusto en hombres y mujeres. El feminismo moderno es muy distinto: no quiere mujeres como hombres, sino mujeres cabales. Y puesto que, tan mal lo hemos hecho los hombres, en las últimas décadas, por lo que hace a la administración de los asuntos públicos, es natural que la mujer sienta la obligación de venir a salvar lo que nosotros estamos dejando perecer: la riqueza de sentimientos del niño, riqueza de cuyo aprovechamiento dependen la paz y el futuro del mundo.

La mujer, en su gran mayoría, ha sabido mantenerse limpia y extraña a las corrupciones del tiempo, y se presenta ahora a las urnas, no precisamente para disputar el cargo de representante o de jefe, sino para exigir que sean bien escogidos los representantes y los jefes. La mujer como autora, y este es el caso de la señora de Trujillo, ya no se presenta incitando pasiones que no han menester de estímulo, sino recordando al niño y al hombre las exigencias del patriotismo, que tienen por base la intención y la fuerza de almas educadas en la austeridad y la rectitud. Gracias al esfuerzo de estas almas de selección, la sociedad no acaba, deshecha en la guerra sin cuartel, o hundida en las viciosas sensualidades de la decadencia.
José Vasconcelos.

(Historia criminal del trujillato [64])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Cómo los Trujillo entraron en la bibliografía literaria dominicana

Franklin Gutiérrez

(https://issuu.com/uprhumacao/docs/cuadrivium/s/11211459)


Meditaciones morales (2 de 2)

Pedro Conde Sturla

12 noviembre, 2021


“Meditaciones morales” (el libro de la españolita como todos le decían porque era blanca y bonita), se convirtió en un best seller, un verdadero éxito de venta. Las numerosas ediciones se sucedían unas tras otras sin que el interés del público diera señales de desfallecer. No sólo los intelectuales, sino también los empleados públicos mostraban un interés inusitado. Era el libro de moda, el que nadie quería quedarse sin leer, el libro que todos compraban y todos llegaron a tener, el libro con el que muchos se paseaban orgullosamente bajo el brazo. El libro del que todos hablaban. De hecho, los comentarios y reseñas que aparecían en los periódicos ocupaban páginas y más páginas, y la radio también se hacía eco del fenómeno.



Por su gran acogida, aparte de sus valores éticos y estéticos, no pasó mucho sin que fuera incorporado como libro de texto del bachillerato. Era la obra que mis hermanas y yo —las hijas del general Bonilla—, poníamos a leer a los estudiantes en las clases de moral y cívica y de lectura comprensiva en la Escuela Normal de Varones Presidente Trujillo y en el Instituto de Señoritas Salomé Ureña, las dos mejores escuelas del país.


En las brillantes páginas de “Meditaciones morales” desfilaban los nombres de los pensadores más ilustres, docenas de fragmentos escogidos de las obras de Séneca, Cicerón, Kempis, Lamartine, Emilio Zola y Juan Luis Vives, José Enrique Rodó, Isaac Gondin y tantos otros.

Con ellos se medía María Martínez en un continuo conversar profundo sobre filosofía, pedagogía, política, religión, todo lo relacionado con la moral, la generosidad, la pureza de alma y de corazón. María Martinez podía ser sublime, pero sin desdeñar los espinosos temas: la ira y la mentira, la traición, la maldad y otras bajas pasiones que alentaba a evitar.

No sólo la cultura de la fina dama era sorprendente, sino también el brillo de su prosa, pero sobre todo el hecho de que la altura de sus reflexiones se mantenía siempre al nivel de los autores que citaba, cuando no los opacaba ventajosamente.

Su pasmosa erudición nunca fue un lujo con el que se adornaba su personalidad, sino un instrumento de transformación. Todo lo puso esta dama al servicio de su pueblo. Ella, la que sería madre de dos hijos y una hija ejemplares (Ramfis, Angelita y Radhamés), se desvivió por inculcar a todos los hijos de todas las madres los valores con que crió a los suyos propios:

“¡Eduquemos, pues, a nuestros hijos, de manera que nos enorgullezcamos mañana de haber modelado sus almas a semejanza de Dios!

La paz de la conciencia es don divino porque nos prepara el camino de la dicha y nos acerca más al triunfo señalado por nuestro destino.

¡No hay buena ni mala suerte!... Las luchas, el buen proceder, la constancia o perseverancia, voluntad y alma diáfana, eso es todo en la vida; porque Dios nos creó iguales a todos y puso en todos su amor al lanzarnos a la vida. Unos escogimos un sendero; otros, otro y así triunfamos o fracasamos para luego decir: “mi mala suerte o mi buena suerte”.

A pesar de sus múltiples y filantrópicas ocupaciones como Primera Dama, María Martinez de Trujillo encontró tiempo para escribir y publicar otro libro que tuvo un éxito tan clamoroso como el primero y quizás más desde el punto de vista estrictamente literario. Era una obra de género más ligero en apariencia, una obra de teatro que tocaba sin embargo unos de los grandes temas de todos los tiempos, el de la amistad y la traición, la deslealtad y la envidia en un contexto universal: la simulación de los sentimientos. Su título es casualmente “Falsa amistad”, publicado en 1939, un ensayo escénico en dos actos y seis cuadros que no tiene nada que envidiarle a los más excelsos escritores satíricos, a las obras de los grandes dramaturgos de la Grecia Clásica.

La deliciosa comedia fue llevada a la escena con un enorme éxito de público por la famosa compañía teatral española María Montoya y presentada en los mejores escenarios del país. Nadie, prácticamente nadie, se quedó sin verla

El juicio del lúcido intelectual Juan Bautista Lamarche sobre esta joya de pura orfebrería literaria es de antología. Si “Meditaciones morales” representaba un hito en la historia del pensamiento filosófico y moralizador criollo, “Falsa amistad” anunciaba “el renacer del teatro dominicano”, los más auspiciosos “Signos de la nueva era”.

Junto a Lamarche, otros muchos hombres de letras exaltaron la trascendencia, el valor de la obra de la distinguida primera dama, su proyección al ámbito internacional, y organizaron de la manera más espontánea un movimiento para promover su candidatura al Premio Nobel de literatura de 1955. Una distinción similar habían recibido el querido Jefe y el Dr. Stenio Vincent, el presidente de Haití, en1936, al haber sido candidatos al Nobel de la Paz por la firma del tratado que zanjó el problema de la cuestión fronteriza.

Sin embargo, desde el momento en que las obras de Doña María Martinez de Trujillo aparecieron en el escenario nacional y empezaron a cosechar triunfos tras triunfos, las lenguas de los envidiosos empezaron a salivar todo tipo de calumnias. Al árbol que da frutos todos le tiran piedras.

Como de costumbre, la envidia, la envidia que todos saben que se esconde en el corazón humano como una víbora en su agujero, la envidia que al decir de Quevedo es tan flaca y amarilla porque muerde y no come, la envidia que le impide al envidioso tener un corazón tranquilo y que le impide ser feliz y envidioso a la vez, la envidia que como decía J. K. Rowling engendra rencor y el rencor que genera mentiras se cebaron, se ensañaron encarnizadamente contra la obra y el honor de la familia Trujillo Martínez.

Los más cobardes detractores esparcieron desde el principio un rumor maligno. José Almoina Mateos, un exiliado gallego que el querido Jefe había recibido en el país con los brazos abiertos —preceptor de su hijo Ramfis Trujillo y confidente de la misma María Martínez—, habría sido el autor, el muy remunerado y supuesto autor de las obras que se le atribuían a ella. Aún más indignante era el rumor, la acusación indigna de que el ilustre escritor mexicano José Vasconcelos había cobrado una millonada por escribir el prólogo de “Meditaciones morales” y que el intachable Dr. Joaquín Balaguer habría sido el encargado de negociar el precio y canalizar el pago.

La campaña de infamias no parecía tener límites. El más retorcido argumento que pudieron inventarse para denigrar o tratar de denigrar a la Primera Dama pretendía identificar en las iniciales del libro “Falsa amistad” el nombre del verdadero autor. “Fue Almoina” el autor y no María Martínez, decían sus detractores.

El más perverso de todos los rumores, quizás la más baja y pervertida insinuación, la más maligna invención tenía que ver con el argumento de “Falsa amistad”. María Martínez, al parecer, habría querido castigar, zaherir la inconducta de una supuesta amiga, la intachable esposa de un intachable funcionario que se acostaba o coqueteaba con el querido Jefe.

Los detractores del querido Jefe pretendían y todavía pretenden hacernos creer que tanto él como su dilecto hermano Héctor se refocilaban con las esposas de los funcionarios civiles y militares, e incluso con las hijas y las hermanas, y que algunos eran tan atentos, tan amables y tan serviciales que al querido Jefe se las ofrecían o prestaban de buena gana.

“Honi soit qui mal y pense”, dice en el escudo de armas del Reino Unido. Vergüenza sea para quien mal piense, para todos los que tienen el pensamiento sucio o mejor dicho podrido.

(Historia criminal del trujillato [65])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Cómo los Trujillo entraron en la bibliografía literaria dominicana

Franklin Gutiérrez

(https://issuu.com/uprhumacao/docs/cuadrivium/s/11211459)


El círculo del poder (1)

Pedro Conde Sturla

19 noviembre, 2021






La tercera reelección de la bestia como presidente de la República Dominicana —en el gracioso año de 1942— coincidió en gran parte con la segunda guerra mundial y con un período de bonanza económica, sobre todo para la bestia y su familia. La constitución había sido revisada y modificada y el período presidencial había sido extendido de cuatro a cinco años. Además, el cargo de vicepresidente fue abolido, se ampliaron discrecionalmente los poderes del mandatario para declarar el estado de emergencia y su querido hermano Negro ostentaba el cargo militar más importante, el de secretario de guerra, de marina y de aviación y de cualquier otra cosa que hiciera falta.



La situación era, como quien dice, inmejorable en aquella época de oro. La bestia infundía cada día más respeto y cada vez mas pavor, incluso entre sus más fieles cortesanos. La relación con sus servidores, a excepción de unos pocos, continuaba y continuaría siendo la misma. Un permanente tira y jala. Una política de atracción y rechazo, de premios y castigos. Los mantenía, como de costumbre, en un permanente estado de incertidumbre, una permanente disputa entre ellos mismos, en permanente disputa por el favor que les dispensaba. Una eterna zozobra. Con razón o sin ella decía Virgilio Díaz Ordoñez que “un cargo público era un suspiro entre dos sirenazos”.

Con algunos de sus allegados —como el coronel Charles McLaughlin, que se convertiría en suegro de su hermano negro—, mantuvo una relación especial. McLaughlin fue, de hecho uno de los consejeros y asociados más valiosos que jamás tuvo la bestia. El coronel había venido al país como sargento con las tropas de ocupación de 1916 y se había aplatanado. Se fue y volvió, la bestia lo premió con un cargo de coronel en las fuerzas armadas y la suerte lo premió con una distinguida esposa criolla de origen inglés: Zaida Simó Clark. Una de sus hijas, la muy agraciada Alma McLaughlin, se hizo famosa por su largo e intenso noviazgo de veintidós años con Negro Trujillo.

El tórrido romance había iniciado en el año de 1937 y durante el tiempo que duró, Negro Trujillo dio muestras de una constancia amorosa fuera de serie. Todas las noches, casi todas las noches, Negro acudía impecablemente vestido y posiblemente con un ramillete de flores en las manos a la mansión McLaughlin-Simó de la calle Doctor Delgado a profesar su amor imperecedero por la dulce Alma. Habían querido casarse en los mismos días en que se conocieron, pero la boda se posponía año tras año. La impedía el amor filial, la devoción de Negro a su anciana madre, las expresas órdenes del generalísimo... Por su condición de hijo menor, Negro Trujillo tenía el sagrado deber de vivir junto a su madre y cuidar amorosamente de ella: la llamada Excelsa Matrona Julia Molina de Trujillo. Mientras tanto, para matar el tiempo, Negro se entretenía y consolaba con las esposas de sus oficiales y con cualquier mujer que se le pusiera al alcance de la mano.

Cuando por fin se casaron (el 12 de diciembre de 1959) él era presidente putativo, tenía 51 años y ella 38, la Excelsa Matrona tenía 93 y la era gloriosa tocaba a su fin.

Dicen las buenas y malas lenguas que Negro y Alma se enteraron de la fecha de su matrimonio por un anuncio que salió en un periódico una semana antes de la ceremonia. La bestia les había dado su bendición y su permiso para casarse, aunque no les dio permiso ni para fijar la fecha del glorioso enlace matrimonial.

En la boda (celebrada en el Salón de Embajadores del nuevo Palacio Nacional)se congregaron mil seiscientos invitados, la crema y nata de la alta suciedad. Todos los hombres llevaban una impecable corbata blanca y trajes formales de la más estricta formalidad. El testigo del novio, el llamado best man o mejor hombre, fue por supuesto el generalísimo, la misma bestia en persona. Según las crónicas de la época, Alma desfiló bajo un arco de espadas y Negro la recibió en el altar con su habitual galantería. Un espectáculo deslumbrante, que pondría roja de envidia a Maria Martínez de Trujillo. Negro era presidente y Alma sería primera dama, igual que ella y la matrona excelsa.

El flamante suegro de Negro Trujillo se había convertido para esa época en uno de los más estrechos asociados de la bestia y del mismo Negro Trujillo. No era un simple hombre de paja, un testaferro, era un consejero (o mejor dicho un consigliere), un militar con libertad de movimiento que de seguro mantenía las mejores conexiones con el imperio, casi una línea directa. Las relaciones entre McLaughlin y la bestia eran muy especiales y no estaban probablemente sujetas, por lo menos hasta un cierto punto, a sus vaivenes temperamentales.

Crassweller lo define como un asistente y un confidente, un oficial que se mantuvo activo en lo que respecta a cuestiones militares y que le prestó en este sentido a la bestia servicios inestimables. Fue además un habitual compañero de viaje, un miembro prominente de su corte personal, del llamado círculo interior que rodea a todas las personas con poder.

Pero Charles McLaughlin era además y sobre todo un marine, el arquetipo del marine que la bestia admiraba y quería ser, alguien que le traía el placer de la nostalgia —como dice Crassweller—, sus días de entrenamiento en un campamento militar. Sus años de entrenamiento en un campamento militar de la Guardia Nacional formada por el gobierno de ocupación yanqui. La bendita y dichosa ocupación yanqui a la cual se lo debía todo.

Paradójicamente Charles Mclaughlin llegó a ser, entre muchas otras cosas, presidente administrador de la Compañía Dominicana de Aviación (CDA), “la línea bandera nacional”. Allí trabajaba como piloto un personaje llamado Lorenzo Berry, alias Wimpy, que había venido al país a servir a la bestia (contrabandeando aviones de guerra) y terminó formando parte del complot que se orquestó para darle muerte. Tenía un supermercado —el único de la capital— en la Avenida Bolívar casi esq. Pasteur, que se convirtió en un importante punto de encuentro de los conspiradores: El Supermercado Wimpys —con aire acondicionado central— del suntuoso barrio de Gascue.

(Historia criminal del trujillato [66])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Cómo los Trujillo entraron en la bibliografía literaria dominicana
Franklin Gutiérrez
(https://issuu.com/uprhumacao/docs/cuadrivium/s/11211459)
DOMINICAN REPUBLIC: Presidential Wedding
(http://content.time.com/time/subscriber/article/0,33009,865135,00.html)
Juan Ventura, “El cuadragésimo quinto presidente RD: general Héctor Bienvenido Trujillo Molina”.
(https://acento.com.do/opinion/cuadragesimo-quinto-presidente-rd-general-hector-bienvenido-trujillo-molina-8461928.html)
Fernando Infante. La Era de Trujillo. Cronología histórica. 1930—1961, tomo II.
Santo Domingo, Editora Collado, 2007, página 750.


El círculo del poder (2): El ascenso de Paulino


Pedro conde Sturla

26 noviembre, 2021


Anselmo Paulino Álvarez

La bestia tenía buen ojo para elegir a sus servidores, igual que para el ganado. Elegía con fino acierto a los mejores juristas, a los mejores administradores, a los peores asesinos. Supo elegir también o asociarse a hombres con capacidad empresarial que le ayudaron a crear y dirigir sus múltiples negocios. Uno de sus grandes asesores en materia económica, alguien que lo había conocido y tratado desde antes de llegar al poder y que sobreviviría a su caída, era José María Bonetti Burgos, alias Santanita. Se dice que tanto él como su hermano Ernesto fueron los que apadrinaron a la bestia, los que lo presentaron en sociedad cuando fue trasladado a la capital en 1924 y era todavía coronel de la policía.


Crassweller describe a Bonetti Burgos en términos casi elogiosos, como una persona de recia personalidad y sin los defectos de carácter que eran comunes a otros servidores. Llegó a ser diputado, secretario de Estado de la Presidencia, secretario personal de la bestia y más o menos frecuente compañero de viaje. Pero Bonetti Burgos —al decir de Crassweller— no tenía ambiciones políticas y si las tenía prefería disimularse. Era, sobre todo, un hombre de negocios, entregado a los negocios y preferentemente a los negocios. En calidad de hombre de negocios, asesor y asociado de la bestia logró, a diferencia de la mayoría, mantenerse en la cuerda floja del poder. Mantener estable o más o menos estable su productiva relación con la bestia durante todo su régimen.

Sin embargo, ningún otro servidor tuvo para la bestia la importancia casi desproporcionada que llegó a tener Anselmo Paulino Alvarez, sobre todo en materia económica. Nadie, en la corte de la bestia, llegó a acumular el poder y la influencia de Paulino ni a ejercer la prepotencia de la manera en que lo hizo.

Dicen que cuando Negro Trujillo era presidente de la República y le preguntaban y le pedían ciertas cosas, respondía un poco a la manera de Peynado, escurriendo el bulto. Decía que no sabía nada, que no podía hacer nada, que él sólo era presidente. Paulino, en cambio, hacía uso discrecional del poder, tenía iniciativa propia, ordenaba, resolvía, y quizá en algún momento se creyó equivocadamente imprescindible.

La influencia de Paulino sobre la bestia se tradujo en la creación y eficiente administración de un importante número de empresas y un ambicioso programa de expansión económica, desarrollo industrial y comercial que convirtió a la bestia en el dueño de casi todas las riquezas de país. Algunas de esas empresas eran monopolios y no se permitía la competencia, y cuando algo andaba mal y empezaban a dejar pérdidas se vendían jugosamente al Estado.

Paulino no se ocupaba solamente de economía y de los grandes asuntos del gobierno, podía viajar por órdenes de la bestia a Filipinas para comprar un ingenio azucarero y podía viajar por órdenes de Angelita (la hija mimada de la bestia) a comprarle ropa a Nueva York. Ningún asunto del Estado le era ajeno. Paulino fue el hombre en que la bestia delegó su confianza para zanjar a golpe de papeletas el conflicto diplomático que había surgido entre Santo Domingo y Haití a raíz de la matanza haitiana, y en 1941 fue negociador para la compra del National City Bank, que se convertiría en el Banco de Reservas de la República Dominicana. Era, pues, un servidor multifacético y un adicto al trabajo.

Anselmo Paulino representaba, de muchas maneras, el polo opuesto de Peña Batlle. Carecía de formación intelectual o militar y no parecía sentir ningún tipo de fobia o animadversión hacia los haitianos. Había nacido en Montecristi y se había criado en la frontera, en contacto permanente con los habitantes del otro lado, hablaba con fluidez el creol y se había casado con una haitiana llamada Andree, que le rendía culto a los luases tutelares del santoral vudú y tenía poderes. Paulino había perdido un ojo, le habían puesto uno de vidrio y le decían el tuerto, por supuesto, pero también le decían el ojo mágico y también tenía poderes o por lo menos se los atribuían, que viene siendo lo mismo en el imaginario popular. El hecho es que Anselmo Paulino lo veía todo, lo escuchaba todo y lo sabía todo. Mucha gente juraba que el influjo que ejercían él y su esposa sobre la bestia a través de los infalibles rituales mágicos del vudú había sido el factor determinante en los logros de sus grandes éxitos. De hecho, la misma bestia —según se comentaba— era un devoto de lua Candeló, un espíritu del fuego cuyo distintivo es el color rojo. Por eso la bestia exhibía con frecuencia un pañuelo de ese color en su vestimenta y recibía protección.

La carrera de Paulino no fue precisamente meteórica. Consiguió lo que consiguió en un lapso de veinte años, escalando posiciones, una tras otra, pero a un ritmo sostenido y demostrando extraordinarias habilidades en la solución de problemas políticos, económicos y diplomáticos. Su primer cargo en el gobierno —gracias a los buenos oficios de su padre, que era alcalde del Distrito Municipal de Restauración—, fue el de cónsul en Cabo Haitiano. Después sería embajador de Haiti y gobernador de la Provincia Libertador. En 1943 fue nombrado en el delicado cargo de comisionado especial en la frontera y finalmente, en 1947, empezó a formar parte del codiciado gabinete del gobierno como secretario de Interior y Policía.

En 1949 fue nombrado secretario de estado sin cartera, luego supervisor de la Policía Nacional y carreteras, luego inspector general del poder ejecutivo. También ostentó el rango más o menos honorario de general de brigada y estuvo en el congreso como representante de la provincia Libertador (Dajabón). Para esa época tenía 39 años y la vida le sonreía.

Sin embargo —como dice Crassweller— nada era tan simple, ni siquiera para Paulino, en la era de la bestia. Paulino, de repente, fue relegado a un puesto de menor importancia, como sucedía regularmente con casi todos los servidores del régimen.

Poco tiempo después, todos los cargos que le habían conferido en 1949 fueron confirmados y desde 1951 hasta 1954 ejerció —como dice Crassweller— el poder en nombre de La bestia hasta el punto de que su voz llegó a ser o confundirse con la voz de la propia bestia.

Paulino lo tenía todo en ese momento y de seguro sentía que el mundo estaba en sus manos, pero había perdido —como Macbeth— el derecho al sueño, aunque por razones diferentes. No era la conciencia lo que le impedía dormir o dormir tranquilo. La bestia podía llamarlo y lo llamaba a cualquier hora y lo presionaba constantemente. De tal suerte, Paulino había hecho instalar teléfonos hasta en el baño de su casa para poder responder a sus intempestivos reclamos, órdenes, solicitudes. Y se sobresaltaba de tal manera que una vez, mientras se duchaba, sonó el timbre y Paulino procedió con tal torpeza o nerviosismo que se rompió un diente al llevarse el auricular al oído.

(Historia criminal del trujillato [67])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Crónica del presente — El Nacional

(https://elnacional.com.do/cronica-del-presente-190/ de

Reynaldo R. Espinal, , “Anselmo Paulino Álvarez: Ascenso y caída del principal valido de Trujillo” (2-2)

(https://acento.com.do/opinion/anselmo-paulino-alvarez-ascenso-y-caida-del-principal-valido-de-trujillo-1-2-2-9007765.html).

El círculo del poder (3): El ascenso de Paulino



Pedro Conde Sturla

4 diciembre, 2021




Anselmo Paulino no había tenido una vida fácil. Nada era fácil en la desolación de aquella región prácticamente despoblada en el límite fronterizo de la llamada linea noroeste. Paulino sólo cursó la escuela de educación primaria donde apenas adquirió conocimientos elementales. Lo que nunca le faltó fue inteligencia, una aguda y quizás extraordinaria inteligencia y un sentido práctico, pragmático, por lo menos superior al promedio y una total falta de escrúpulos, que era quizás su más valiosa virtud. Lo demás lo aprendería en la universidad de la vida en la medida en que se aguzaba su instinto de supervivencia, mientras desempeñaba variados oficios. Alguna vez fue dependiente en algún colmado o almacén en la diminuta localidad fronteriza de Restauración (fue en esa época que, según se dice, perdió el ojo cuando le salpicó un chorro de salmuera al abrir un barril de macarela), luego ascendió a chofer de camión, empezó a viajar con frecuencia a Santiago y la capital, a familiarizarse con el mundo que existía más allá de La línea, la línea noroeste. Pero su mayor golpe de suerte fue entrar al servicio de Isabel Mayer, la que sería de alguna manera dueña política de Montecristi y se convertiría en la Celestina y cancerbera favorita de la bestia. En casa de Isabel Mayer se conocieron Paulino y la bestia y todo parece indicar que desde el primer momento surgió entre ellos una especie de afinidad o simpatía o entendimiento, como quien dice amor a primera vista. Paulino había nacido en 1909, pero volvió a nacer ese día. El día en que conoció al monstruo al que dedicaría en cuerpo y alma los mejores años de su existencia. El hombre al que serviría incondicionalmente y al que debería el poder y la fortuna que acumularía en su larga carrera de insaciable trepador, el hombre del que se convertiría en mano derecha, portavoz y alter ego, y que alguna vez pensó quizás en sustituir o suplantar.



Tenía 23 años cuando lo nombraron cónsul en Cabo Haitiano, gracias a sus conocimientos de creol y francés. El cargo parecía insignificante y sin duda lo era, pero Paulino se dio a valer y le prestó un servicio importante a la bestia, logrando que las autoridades haitianas exilaran a los exiliados dominicanos que vivían en la región a una remota y pequeña comunidad, el poblado costero de Jérémie, donde quedaron prácticamente aislados, incomunicados y a más prudente distancia de la frontera.


Además, fue en Cabo haitiano que conoció a Madame Andree García, haitiana de familia influyente y de fino linaje que sería su primera esposa, su inefable confidente espiritual, la sacerdotisa del vudú de cuyos poderes obtendría tantos beneficios.
Para la boda escogió a la bestia como padrino, algo que no era opcional, sino más bien obligatorio, y el afortunado evento contribuiría, más que muchas otras cosas, a fortalecer las relaciones entre ambos. Como dice Crassweller —y como todos sabían y repetían —, de las creencias mágico religiosas derivaría en gran parte la afinidad entre Paulino y la bestia. Paulino era un creyente sincero, un iniciado, un practicante de oscuros y extraños ritos y rituales, alguien que junto a toda su familia había absorbido desde su nacimiento lo que Crassweller describe poéticamente como coloridas supersticiones de las colinas y valles de Haití. Más temprano que tarde le endilgarían a Paulino exóticos apodos. Le llamarían brujo, le llamarían piogán, que es una plaga que ataca a los cultivos de batata, le llamarían magia negra, le llamarían rayano, que es una forma despectiva de referirse a los habitantes de la frontera o de llamarle haitiano.

El hecho es que muy pronto empezarían a lloverle cargos y nombramientos y todo tipo de encomiendas que cumpliría a carta cabal. Empezaba a tener fama y poder y su fama empezaba a precederlo, y en la misma medida en que ganaba fama y poder se iba volviendo altanero, arrogante, e iba ganando ojeriza. A la larga terminaría haciéndose de un selecto fan club de poderosos enemigos.Virgilio Álvarez Pina, Paíno Pichardo y muchos altos oficiales se contarían entre ellos. Pero también se ganó el desafecto, el odio limpio y desnudó de los miembros de la misma familia de la bestia, empezando por la celosa primera dama.
Dice Crassweller que Paulino era un hombre notable en muchos sentidos, que era un mulato claro (o quizás, mejor dicho, un indio lavado como se dice por estos predios), que físicamente era una persona que no pasaba desapercibida y que tenía las características externas aunque no internas de un matón. Esto último parece de alguna manera exagerado, pero lo cierto es que —un poco menos por su altura que por su anchura— era un tipo imponente. Una especie de cachalote o algo parecido. Se le atribuían 250 libras de peso, pero en las fotos que se conservan parecería por lo menos de 300 o 350. No era un gordo fofo como Logroño (ni llegaría a pesar nunca lo que pesaba Logroño), sino más bien macizo, sólido, más cuadrado que redondo, de carnes y huesos firmes.

Paulino era además un personaje siniestro y de muchas maneras impresionante e intimidante. Impresionaba en primer lugar el ojo, el ojo de vidrio que nunca lograba disimular por completo detrás de su gafas oscuras y que parecía tener vida propia, el ojo mágico que traspasaba las paredes y las distancias y todo lo veía. Impresionaba e intimidaba a la vez su corpulencia, su talante y corpulencia.

Dice Crassweller que su piel morena, brillante, tersa, daba a todos aquellos que eran convocados a su despacho la viva sensación de una amenaza nítida y sebácea, sebosa, seborreica.
Mientras paulino se asomaba y derramaba pesadamente su corpulenta y voluminosa humanidad detrás de su escritorio, muchos de los visitantes voluntarios o involuntarios no podían dejar de sentirse inquietos al escuchar el tono siempre desagradable de su voz y las preguntas tramposas y mucho menos al advertir el movimiento caprichoso del ojo maligno. Además, por si las dudas, Paulino andaba siempre armado, con un par de pistolas que llevaba colgando simétricamente de la cintura en lo que Crassweller llama “fundas gemelas”.
(Historia criminal del trujillato [68])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Crónica del presente — El Nacional
(https://elnacional.com.do/cronica-del-presente-190/ de fo
Reynaldo R. Espinal, , “Anselmo Paulino Álvarez: Ascenso y caída del principal valido de Trujillo” (2-2)
(https://acento.com.do/opinion/anselmo-paulino-alvarez-ascenso-y-caida-del-principal-valido-de-trujillo-1-2-2-9007765.html)
Victor Gómez Bergés
https://tribunalsitestorage.blob.core.windows.net/media/10423/palabras_vgb_anselmo_paulino_alvarez_241017.pdf
Anselmo Paulino…
(https://hoy.com.do/anselmo-paulino-3/)

El círculo del poder (4): El ascenso de Paulino


Pedro Conde Sturla

11 diciembre, 2021


Anselmo Paulino Álvarez y la bestia eran almas gemelas. Había entre ellos —como ya se ha dicho— una gran afinidad, una empatía profunda y algo parecido a una gran amistad, a una especie de complicidad, de espiritualidad criminal. Lo cierto es que tenían muchas cosas en común. Ambos venían de abajo, aunque no tanto él primero como el segundo, y las estrecheces económicas del medio en que se criaron —aparte del rechazo y las humillaciones que de seguro recibieron—, dieron origen a un exacerbado resentimiento social y a una sed de revancha que saciarían, si algunas vez la saciaron, desde las alturas del poder.


Paulino era (o se volvió cuando pudo) dominante en grado extremo, era prepotente, altanero, alguien que encajaba a la perfección en todas las definiciones de la palabra arrogante. La dominante arrogancia natural que le atribuye Crassweller.


Con la bestia compartía desde luego el desmesurado amor por el poder y el dinero, la vanidad sin límites, la codicia y la lujuria, la fascinación por la fina ropa y el buen vestir. La ostentación del lujo y la riqueza, el boato, la pompa iban de la mano con su obsesión por los uniformes y todos los símbolos de la autoridad. Hay quien dice que Paulino tenía entre trescientos y quinientos trajes e innumerables zapatos y corbatas en su guardarropa, e incluso un bicornio emplumado como el que usaban la bestia y su hermano Negro. Un improbable y ridículo bicornio emplumado que —supuestamente y sólo supuestamente— se atrevió a exhibir en algunas ocasiones solemnes.

Al igual que la bestia, Paulino era un incurable, un enfermizo mujeriego. La bestia tenía un harén, una cantidad indeterminada de mujeres de reserva diseminadas en la capital y varias ciudades del país. Si se le antojaba cualquier otra que no formara parte de la colección (lo cual, ocurría a menudo), sólo tenía que señalarla con el dedo y mandarla a buscar, pero a veces sus mismos cortesanos le ofrecían sus hijas o la bestia se las pedía con su particular manera de pedir. Además, tanto Trujillo como su hermano Negro disponían ocasionalmente de las esposas de sus oficiales y funcionarios. No era sorprendente ni extraño, aunque sí discretamente escandaloso, que en alguna de las muchas fiestas que se celebraban en esa época, después de abundantes libaciones y bailes, la bestia se hiciera acompañar, a la salida, de la feliz consorte de alguno de los felices invitados.

Paulino quizás nunca tuvo las intenciones y tampoco el poder para cometer ese tipo de bellaquerías, pero también llegó a tener un respetable número de amantes o queridas, en su mayoría haitianas. Amantes o queridas jóvenes y fogosas y desde luego robustas, prácticamente irrompibles, capaces de resistir el peso y el volumen, la corpulenta humanidad que a manera de aplanadora derramaba sobre ellas.

La cosa más común que tenían en común Paulino y la bestia era la costumbre, el impulso obsesivo y compulsivo de humillar a sus propios servidores, el placer que les proporcionaba humillar a sus propios servidores, sobre todo si eran de clase alta, sobre todo si eran profesionales y de algún tipo de prestigio. A Jesús María Troncoso, cuando era director de desarrollo, Paulino lo trataba peor que a los camioneros que recibía en su despacho, le decía mentiroso, lo irrespetaba menos que a un muchacho de mandado y se divertía haciéndolo.

La gran habilidad de Paulino consistió en aplicarse al trabajo productivo en beneficio de la bestia y en el suyo propio, desplegando —como dice Crassweller— toda su inteligencia, su asombrosa memoria, una memoria fotográfica y su prodigiosa capacidad de trabajo. Paulino no parecía conocer el descanso, no parecía conocer la fatiga y se mantenía ajeno a cualquier tipo de diversión. Subrepticiamente organizó su propia maquinaria de gobierno y su propio servicio de inteligencia, de espías personales en los altos y medios estratos sociales, hasta el punto de llegar a convertirse en el hombre mejor informado del país y en el mejor informante de la bestia. De hecho, Trujillo prácticamente se desayunaba con el menú de noticias y chismes que le preparaba Paulino todos los días, algo que incluía informaciones sobre funcionarios de la capital, de gobernadores de provincia e incluso del exterior. En algún momento de su vida la bestia llegó a considerar que Paulino era indispensable, quizás insustituible.
Paulino llegó a tener influencia y poder sobre los estamentos militares y contribuyó a levantar y administrar un emporio económico. Nadie le dedicó a la bestia tantos sacrificios, tantas horas de sueño y calidad de vida. Nadie como él llegó a subir tan alto en la estimación y confianza de la bestia, nadie tuvo en sus manos los medios que tuvo Paulino, nadie concentró a su alrededor el poder que concentraría Paulino. Cierto es también que nadie como él fue tan generosamente retribuido.

Anselmo Paulino Álvarez —dice Crassweller— no tenía conciencia. Era un calculador frío, un alma de hielo. Cosechó beneficios a la más grande escala y logró incontables ganancias con el otorgamiento de licencias y permisos que se establecieron durante la segunda guerra mundial. Además, y aunque parezca increíble e increíblemente atrevido, Crassweller afirma que algunos agentes de Paulino cobraban sin registro escrito ciertas sumas destinadas a la cuenta de la bestia que se desviaban en el camino e iban a parar a sus manos. A manos de Paulino. Lo cierto es que de un modo u otro hizo una gran fortuna.

Paulino, en fin, desplegó las más finas artes para mantenerse en la corte de la bestia como el indiscutible favorito, pero se enemistó al mismo tiempo con todos los que la rodeaban. La popularidad de este hombre siniestro era inversamente proporcional a la altura que había escalado. Lo odiaban todos o casi todos los miembros del gobierno, los militares no lo soportaban, los líderes políticos no lo podían ver. Paíno Pichardo y Cucho Alvarez Pina —dos de los más notables cortesanos— lo detestaban tanto como él a ellos. Se hablaba incluso del “cuchipaineo” para definir el accionar de estos oscuros personajes en la vida política del país y contra Paulino en particular. Pero la bestia lo defendía.

Para peor, tanto Ramfis como Negro, el hijo dilecto de la bestia y su dilecto hermano tampoco lo toleraban. Se quejaban constantemente del comportamiento prepotente de Paulino. Pero la bestia lo defendía.

La que más odio le tenía era, probablemente, la primera dama, la prestigiosa escritora María Martinez de Trujillo. Pero la bestia lo defendía contra viento y marea, incluso disfrutaba provocando escenas de celos, provocando —como dice Crassweller— animosidad entre Paulino y María Martínez, deleitándose perversamente con lo que sucedía. La María rabiaba hasta más no poder, le decía maldito tuerto, y en una ocasión lo botó de la casa. Pero la bestia defendía a Paulino, siempre lo defendía. Hasta que un día dejó de defenderlo.

Paulino triunfaría en todo lo que se propuso, escaló poco a poco la segunda cima del poder, hasta que ocurrió lo inevitable, lo que para él parecería impensable. Triunfo tras triunfo —como dicen que se decía en esa época— lo conducirían a La Victoria. La cárcel de La Victoria.

(Historia criminal del trujillato [69])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Crónica del presente — El Nacional
(https://elnacional.com.do/cronica-del-presente-190/
Reynaldo R. Espinal, , “Anselmo Paulino Álvarez: Ascenso y caída del principal valido de Trujillo” (2-2)
(https://acento.com.do/opinion/anselmo-paulino-alvarez-ascenso-y-caida-del-principal-valido-de-trujillo-1-2-2-9007765.html)
Victor Gómez Bergés
https://tribunalsitestorage.blob.core.windows.net/media/10423/palabras_vgb_anselmo_paulino_alvarez_241017.pdf
Anselmo Paulino…
(https://hoy.com.do/anselmo-paulino-3/)
El “cuchipaineo” de Hipólito y Danilo, las obras públicas y la JCE
https://prensalibrenagua.blogspot.com/2016/10/el-cuchipaineo-de-hipolito-y-danilo-las.html

El círculo del poder (5): El derrumbe de Paulino


Pedro Conde Sturla 

8 enero, 2022


Anselmo Paulino Álvarez probablemente nunca tuvo indicios de que había caído en desgracia. El ojo mágico que todo lo veía y todo lo sabía le falló en el momento en que más falta le hacía, no pudo ver el abismo que estaba a punto de abrirse bajo sus pies. Y lo peor es que quizás había sucedido porque en esa época ya se había divorciado de Madame Andree García. El divorcio de la Madame haitiana y su matrimonio con Maria Alida Aguilar debilitaron —como todos sabían y decían— sus vínculos con el vudú y contribuyeron a su desgracia.

Nadie como él había perseverado en la gracia, en el favor y la gracia del querido jefe, nadie como él se había encumbrado tanto al servicio de la bestia y nadie caería de forma tan abrupta y desde tanta altura como cayó Paulino, al cabo de más de veinte años de exitosa carrera de trepador político. Cayó como guanábana, cayó exactamente como una guanábana madura.


Cayó desde la más alta cima, del más encumbrado pedestal, cayó de la gracia del Jefe, pero no hizo plof ni hizo plaf. Hizo un ruido terrible, el ruido sorpresivo de un bombazo que se escuchó y se sintió en todo el territorio, estremeció literalmente al país político.
Y sin embargo, todo parecía estar bien o mejor que nunca entre Paulino y la bestia, en especial durante los últimos meses. De hecho, la buena estrella de Paulino parecía brillar en el firmamento con mayor intensidad en el momento de su derrumbe. Apenas unas semanas antes, en el mes de junio de 1954, la misma bestia lo había enviado a España a ultimar los pormenores de un viaje que la bestia realizaría por invitación de su amigo Francisco Franco, el generalísimo caudillo por la gracias de Dios, a quien Paulino conoció personalmente. Después había regresado al país para hacerse cargo del gobierno durante la ausencia de la bestia.

Por si fuera poco, Paulino había sido uno de los pocos llamados, de los pocos elegidos para formar parte de la selecta comisión de hombres públicos que poco tiempo después asistió al Vaticano con motivo de la firma del Concordato, el flamante tratado internacional de colaboración entre la Santa Sede y el gobierno dominicano que se firmaría en Roma el 16 de julio de 1954.
La comisión, de la que Paulino formaba parte, estaba integrada por unos personajes ilustres, una élite, la más selecta crema política y militar del régimen de la bestia, y fue generosamente recibida en una audiencia de unos diez minutos en la cámara personal del santo padre, su ilustrísima santidad Pío XII.

Una foto memorable recoge la solemnidad del evento, uno de los grandes momentos que se vivieron en esos históricos minutos. Allí aparecen el papa, entre la bestia y Paulino, entre el generalísimo Trujillo, vestido elegantemente de etiqueta, y el mayor general honorífico Anselmo Paulino Álvarez, vestido de militar. Al lado de Trujillo, a mano izquierda, figura Joaquín Balaguer, su santidad Joaquín Balaguer, el engendro demoníaco que Crassweller define como un dechado de moralidad y piedad profunda. También estuvieron presentes el coronel Pedro Trujillo, hermano de la bestia y miembro de su guardia personal, y estaba presente el capitán Fernando Sánchez y el Sr.Atilano Vicini. Pero además estaba presente, justo detrás de Balaguer, un oficial con gafas oscuras, un personaje tenebroso que daría mucho de que hablar en los peores tiempos de la bestia: el coronel Arturo Espaillat, el célebre asesino y torturador que se ganaría muy merecidamente el apodo siniestro de Navajita.

Todo, en apariencia, salvo algunas señales agoreras a las que Paulino no le prestó mayor atención, había salido como quien dice a pedir de boca en la última etapa de su carrera ascensionista, y su regreso al país parecía reservarle los más auspiciosos acontecimientos. Pero entre la bestia y el caudillo, entre el generalísimo dominicano y el generalísimo caudillo de todas las Españas había pasado algo que Paulino ignoraba. Fue algo que sucedió en el momento en que la bestia se despedía del caudillo, en el momento crucial en que Trujillo le preguntó a Franco, quizás de manera retórica y casual, que cuándo le haría su excelencia el gran honor de visitar la República Dominicana. Franco le respondió en un tono que parecía ser de disculpa, de lamentación y de advertencia a la vez. Le dijo a la bestia unas palabras aladas. Le dijo, generalísimo, lamentablemente yo no tengo un hombre como el general Paulino en el que pueda delegar el poder como lo hace usted. Un hombre como Paulino —había dicho Franco— exactamente Paulino. Un hombre capaz de sustituirlo.

Parecía una respuesta desmaliciada y hubiera sido desmaliciada en boca de otra persona, pero no en boca de Franco ni en los oídos de la bestia, y de inmediato incendió la llama de la sospecha. Una persona como Franco, que destilaba veneno por la piel y que probablemente cuidaba cada palabra que decía, un ser correoso, tóxico, intrigante como él no hubiera pronunciado aquellas palabras a la ligera. La bestia y el caudillo se entendían.
Aquellos seres monstruosos simpatizaron desde el primer momento en que se conocieron y quizás mucho antes de conocerse, hablaban en el código del poder y muchas de las cosas que tenían que decir no tenían necesidad de palabras explícitas.
Aparentemente Paulino se había ido de boca, se había jactado libremente de la confianza que en su persona depositaba la bestia. ¿Pero era simple jactancia o su ambición al desnudo? ¡Acaso no estaba alimentando y manifestando sus propias ambiciones?

El hecho es que —como dice Crassweller—durante el resto del viaje e incluso después del regreso a Ciudad Trujillo, Paulino fue víctima de algunos desaires, desplantes, desconsideraciones a las que sin embargo ya estaba acostumbrado de alguna manera, las rutinarias desconsideraciones con que el querido jefe solía recordar, incluso a los más encumbrados personajes, quién era el pato macho del corral.

Paulino, pues, al parecer, no sabía nada, no sospechaba nada. No vio venir ni vería lo que le caería encima hasta que le cayó encima.

Una noche—según se dice—la bestia le pidió que lo acompañara en uno de sus acostumbrados paseos nocturnos. Los paseos que realizaba casi diariamente en compañía de sus más íntimos cortesanos, desde la casa de su madre, la excelsa matrona, hasta el malecón. Le había pedido, además, que estuviera presente a las siete y media —precisamente a las siete y media— y uniformado de general. Precisamente de general. Por lo demás, la velada había transcurrido con normalidad, la hipertensa normalidad con que ocurrían las cosas si Trujillo estaba presente.
Cuando Paulino se quedó solo alguien se acercó a decirle algo y le dijo algo. Le preguntó si no había escuchado lo que estaban diciendo de él en la radio. Paulino se quedaría estumefacto y estupefacto. Al poco rato sabría que ya no era nadie, ni siquiera general, que lo estaban despojando de todos sus cargos y privilegios, que lo están desmantelando, que lo estaban desplumando como a un pollo, que lo estaban encuerando públicamente y que iría a parar a la cárcel.

(Historia criminal del trujillato [70])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.


14/1/22


El círculo del poder (6): El derrumbe de Paulino


Pedro Conde Sturla

14 enero, 2022


Paulino no lo podía creer, estaba claro que no lo podía creer. El querido Jefe lo había invitado, le había pedido que se pusiera su elegante uniforme de mayor general provisional, le había dicho que fuera a las siete en punto, lo había tratado con deferencia, habían conversado, habían pasado un tiempo juntos y en ningún momento el querido Jefe le había dado una señal, una muestra de disgusto, se habían separado amigablemente y habían quedado en verse al día siguiente y ahora no era nadie, peor que nadie: se había convertido en el enemigo público número uno del país.


Escuchaba a la distancia, como algo ajeno que no tenía nada que ver con él, aquellas cosas que en la radio estaban diciendo de un tal Paulino que le resultaba extraño, que no era el Paulino que conocía. Empezó a sentir, poco a poco, la insoportable levedad del ser o, mejor dicho, la insoportable levedad del no ser en carne propia, en toda la mucha carne que le era propia.

Le pareció que iba a perder el control de su cuerpo, que estaba levitando como un globo y que estaba a punto de desinflarse. Una extraña sensación lo invadió. Se sentía cosas raras y sin sentido, se sentía absurdo, se sentía inmaterial y como fuera de sí mismo, perdido como en el vacío.

Además, algo por allá abajo estaba demasiado apretado, algo en las tripas se estaba aflojando demasiado. Apresuraría el paso para llegar al automóvil. De alguna manera, casi sin darse cuenta, conseguiría regresar a su casa. La casa que ya no sería suya. Por todas partes se escuchaba claramente la vocinglería de la radio hablando del tal Paulino que le resultaba extraño. Pensó en cómo estarían gozando y celebrando sus enemigos.

Supuestamente fue Miguel Ángel Báez Díaz (uno de los cercanos colaboradores de la bestia que terminaría formando parte del complot para darle muerte), quien le llevó a Paulino la infausta noticia de su caída en desgracia.

Cuenta Reynaldo R. Espinal —con mucho lujo de detalles— que Miguel Ángel Báez Díaz había regresado cansado de su finca de Yamasá, que se tomaba unos tragos de whisky, cuya marca no identifica, en la terraza de su hogar y en compañía del arquitecto Antonio Ocaña y que escuchó la noticia en su radio transoceánico marca Zenith. El radio transoceánico decía que al segundo hombre fuerte del país, Anselmo Paulino Álvarez, se le estaban cancelando todos los nombramientos, todos los decretos civiles y militares expedidos a su favor. Cancelaciones sobre cancelaciones que hacían suponer que hasta el propio Paulino Álvarez podía ser eventualmente y a su debido tiempo igualmente cancelado.

Después vendrían los oprobios, una larga lista de oprobios, los insultos al granel las acusaciones de malversación de fondos públicos, acusaciones de haber recibido comisiones de contratistas de obras públicas y muchas cosas peores que hundirían a Paulino en el abismo de la degradación y la humillación.

Miguel Ángel Báez Díaz —cuenta Reynaldo R. Espinal— no pensaba acompañar esa noche al querido Jefe en su cotidiana caminata nocturna, pero cambió de idea al escuchar las noticias, se vistió elegantemente, como era de rigor, y salió para el malecón, rumbo a la playa de Güibia, donde terminaba habitualmente la caminata nocturna, para ver lo que quedaba de Paulino, si acaso quedaba algo.

Pero en el malecón, sentado junto a la bestia, estaba el general Paulino con su uniforme de militar. El jefe parecía cordial, extrañamente cordial, incluso jovial y cordial, con Paulino y todos los integrantes de su séquito. Paulino lucía tranquilo, contento, completamente en ayunas de noticias. Creía que todavía era gente. Hasta que Báez Díaz le dio la noticia, después de que todos los demás se habían retirado.

—Se salieron con la suya —dijo un lacónico Paulino a Báez Díaz—, por eso el jefe me dijo que estuviera esperándolo a las siete y media aquí en la avenida y uniformado de general”. (1)
De acuerdo con la versión de Crassweller todo lo anterior puede haber sucedido de otra manera, aunque los resultados seguirían siendo los mismos. Fue un ayudante de Paulino el que se precipitó a comunicarle la noticia en su oficina palaciega. No estaba, pues, en el malecón. Estaba en su oficina el día de la caída, pero igualmente cayó.

Su reacción, al recibir la noticia—como ya se ha dicho y sugerido—, fue de incredulidad, de sorpresa, de espanto. Eso no podía ser. Paulino había estado almorzando con el querido Jefe unos minutos antes. El jefe no podía haberlo invitado a almorzar y mandarlo al carajo al mismo tiempo sin manifestar la menor muestra de enojo ni resentimiento. Pero era exactamente lo que había hecho.

Así terminó la carrera y comenzó el via crucis de la persona que Eduardo Sánchez Cabral definió en términos muy precisos como “…el dominicano en quien más poder delegó Trujillo. El que sin ser un intelectual dictó normas a hombres de leyes y a hombres de pensamiento. El que sin tener rango ni carrera militar influyó en los militares. El que sin ser economista, administró con eficacia todo un imperio económico. El que tras una relampagueante carrera política concluye en el ostracismo y sólo por un milagro se salva de las iras del dictador…Anselmo, solo, realizaba para Trujillo las tareas que hubieran precisado de muchos otros hombres, tenía una memoria fotográfica y su propio y eficiente servicio de información; era espléndido y el funcionario mejor informado del régimen, sus informaciones las ponía todas, contrario a Fouché, al servicio de su jefe.” (2)

(Historia criminal del trujillato [70])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Nota
(1) Anselmo Paulino Álvarez: Ascenso y caída del principal valido de Trujillo (1-2) Reynaldo R. Espinal

https://acento.com.do/opinion/anselmo-paulino-alvarez-ascenso-y-caida-del-principal-valido-de-trujillo-1-2-9005349.html

(2) Ibid

El círculo del poder (7): Vicisitudes y venturas de Paulino


Pedro Conde Sturla

21 enero, 2022


Central Río Haina.

Lo que se le vino encima a Paulino fue como una especie de aplanadora y de trituradora a la vez. Todos los bienes de Paulino, todas sus muchas propiedades, toda su labor al frente de las empresas de la bestia y su desempeño en cargos públicos fueron sometidos al público escrutinio. Se abrió, pues, una exhaustiva investigación, una investigación en regla concerniente a todos y cada uno de los asuntos o manejos que tenían que ver con Paulino.

Nada quedaría en pie de la reputación de aquel hombre prepotente, que maltrataba a los más encumbrados funcionarios y que se pavoneaba con aire de superioridad hasta en presencia de los familiares de la bestia, a los que hablaba incluso con irrespeto o condescendencia. Nada quedaría de sus títulos de gloria, reconocimientos y nombramientos.


Para empezar, sólo para empezar, el 28 de agosto de 1954 fue cancelado como mayor general honorario del Ejército y destituido del cargo de secretario de Estado sin cartera que ocupaba tan diligentemente. Más adelante las condecoraciones nacionales y extranjeras que se le habían otorgado le fueron retiradas. Un hijo suyo, el capitán Cristóbal Paulino Álvarez, fue condenado a dos años de prisión.

De la noche a la mañana se empezó a sospechar y a difundir la sospecha de que Paulino tenía en algún rincón oculto de su casa un bicornio emplumado, el adefesio emplumado que sólo usaban, con carácter de exclusividad, la bestia y su hermano Negro, que a la sazón era presidente putativo. El bicornio era un símbolo de la más alta dignidad, el mismo símbolo del poder absoluto que había lucido en otra época el tirano Lilís. En las manos de Paulino, el emplumado bicornio sólo hubiera podido significar una cosa: ambiciones sucesorales al desnudo, intenciones golpistas, traición a la patria, desde luego, una muerte segura.

El bicornio, por suerte, no parece haber existido más que en la imaginación de los enemigos de Paulino, algo que algún delator demasiado fantasioso habría confundido quizás con un plumero. En cambio, las investigaciones sobre la forma en que se manejaba al frente del Central Río Haina y otras grandes empresas comprometieron o empañaron seriamente su buen nombre, si acaso alguna vez lo tuvo.

Paulino debía en gran parte el favor de la bestia y sus incontables logros a la creación y exitosa administración de estas industrias. Lo paradójico es que a Trujillo no le había interesado el negocio azucarero (uno de los pocos en que no había incursionado), hasta mediados de su tercer período oficial como Presidente de la República. Fue en el año de 1947, probablemente a instancias del mismo Anselmo Paulino, cuando se dieron los primeros pasos en este sentido con la formación de una dependencia en el mismo Palacio Nacional, presidida por Anselmo Paulino.

Paulino jugó un papel de primer orden en la construcción del ingenio Catarey y Río Haina, que fueron los primeros, y fue también su primer administrador. La inmensa empresa estuvo desde el primer momento bajo su jurisdicción.

El central Río Haina fue inaugurado en 1951 y muy pronto se convirtió en una de las industrias más prósperas del país y en la principal fuente de ingresos de la bestia. El lugar elegido para su instalación fue una enorme extensión de tierra en la margen occidental del río homónimo, en las cercanías de la desembocadura. Dichas tierras no fueron, por supuesto adquiridas legalmente, sino con los mismos métodos particularmente expeditos que empleaba la bestia y sus hermanos. Mediante la expropiación pura y simple. Paulino jugó también un papel importante en el despojo y expulsión de sus legítimos dueños: los grandes y medianos y pequeños propietarios. De esta suerte, la mayoría de los campesinos, que anteriormente se ganaban la vida cultivando pequeñas parcelas y criando animales, fueron a parar a los numerosos barrios miseria que rodeaban desde la misma rivera del río Ozama la capital, y pasaron a formar parte del muy miserable proletariado urbano. Las industrias de la bestia, aunque generaban empleos y bienestar para unos pocos, eran una fábrica de pobres. Fabricaban pobres a escala industrial y producían una sobreexplotación inmisericorde de los braceros que en principio, y durante mucho tiempo, ganaban apenas un peso con veinticinco centavos diarios.

La industria del azúcar resultó ser tan productiva que unos cuantos años después, más o menos a mediados del 1955, Trujillo era propietario de siete ingenios: Catarey, Río Haina, Amistad, Monte Llano, Ozama, Porvenir y Santa Fé. Posteriormente trataría de apoderarse de los ingenios azucareros de los Vicini y con su ambición desmedida empezaría sin saberlo a cavar su propia propia tumba. Trujillo nunca entendió lo que Lilís había entendido lucidamente. Que con los Vicini no se podía ni se puede jugar. Que los Vicini eran más presidentes que cualquier presidente de la República.

Fueron esos grandes logros económicos, entre muchas otras cosas, los que en en algún momento hicieron pensar a la bestia que Paulino le era de alguna manera indispensable. Pero lo peor es que Paulino también llegó creerse indispensable...

Sin embargo, en cuanto el proceso judicial contra Paulino se puso en marcha y las investigaciones penetraron en profundidad, empezaron a aparecer pruebas, verdaderas o falsas, y la imagen de Paulino se fue resquebrajando, se fue hundiendo en el lodo. Se determinó que Paulino había incurrido en gastos excesivos, que había empleado en la construcción de un molino unas costosísimas vigas de acero que no parecían tener ninguna función desde el punto de vista estructural. Además descubrieron incontables fuentes de financiamiento privado que Paulino había desviado a su favor. Paulino sería acusado de incontables desfalcos, trapacerías, incontables abusos, incontables truchimanerias, negocios turbios, etc.

En fin que, el 17 de diciembre de 1954 fue sentenciado a una generosa pena de treinta días de cárcel y una multa de cinco mil pesos. Pero cuatro meses más tarde, en el mes de abril de 1955 —cuando ya se encontraba en libertad— el gobierno reinició su ofensiva, una ofensiva en serio que no presagiaba nada bueno. Desde la infame columna “Foro publico” del diario El Caribe (de la cual el mismo Paulino había sido colaborador asiduo en otra época) llovieron nuevas acusaciones y lo embarraron de pies a cabeza con insultos y calumnias mezcladas con verdades y medias verdades de a puño. Sus más cercanos amigos negaron cualquier tipo de relación con él. Sus mejores enemigos, como Cucho Álvarez y Paíno Pichardo estaban de plácemes. Los familiares de la bestia y muchos altos oficiales y connotados intelectuales y dirigentes políticos estaban de plácemes.

Esta vez Paulino volvió a prisión el día primero de mayo del 1955, condenado a diez años de trabajos forzados y a la restitución de cuantiosos bienes. Pero la bestia, al parecer, seguía teniéndole aprecio y le concedió lo que no le hubiera concedido a nadie.
Paulino se hizo el enfermo o se enfermó de verdad. y el 10 de junio del mismo año interpuso un recurso de apelación contra la sentencia que había recibido y su querido jefe lo dejó en libertad. Paulino escribió cartas, pronunció discursos en los que se deshizo en elogios, expresó su eterno agradecimiento y se siguió quizás sintiendo enfermo, cada vez más enfermo, hasta que su querido jefe lo autorizó a salir del país, probablemente en viaje de salud, y le permitió disfrutar por el resto de su vida de la cuantiosa fortuna de cinco o siete millones de dólares que había puesto a salvo en Suiza.

Su gran amigo Balaguer —cuando fue nombrado presidente por las tropas de ocupación yanquis en el año de 1966—, premiaría sus servicios a la patria nombrándolo embajador en Francia.

(Historia criminal del trujillato [72])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Los ingenios del dictador — El NacionalLos ingenios del dictador

Sergia Mercado
Central Río Haina, gran motor de la economía dominicana de los años 50

Central Río Haina, gran motor de la economía dominicana de los años 50

Alejandro Paulino Ramos
Mecanismos de Trujillo para la represión política: Un “Foro público” para perseguir, difamar y destruir moralmente

https://acento.com.do/cultura/mecanismos-de-trujillo-para-la-represion-politica-un-foro-publico-para-perseguir-difamar-y-destruir-moralmente-18-8678549.html .



El círculo del poder (8): La danza de los favoritos


Pedro Conde Sturla

28 enero, 2022


Boda Trujillo- Ricardo. 

Poca gente se alegró tanto y se benefició tanto de la caída de Paulino como Cucho Álvarez Pina y Paíno Pichardo. Ambos eran estrellas en ascenso en la época en que Paulino empezó a alcanzar el cenit de su carrera, pero Paulino encontró la forma de hacerlos a un lado y troncharles el camino, aunque también fueron víctimas (y beneficiarios) del sistema de premios y castigos intermitentes que la bestia aplicaba a todos sus funcionarios. Subían y caían rutinariamente del poder, y cuando caían, el infame Foro Público hacía de ellos picadillo. Algunos se mantuvieron a flote durante toda la era, pero en posiciones diplomáticas o burocráticas más o menos decorativas y secundarias, no en posiciones de mando. La gran hazaña de Paulino consistió en haber escalado y haberse mantenido en una posición tan cercana al poder y haber ejercido el poder junto a la bestia durante un periodo que superó todas las expectativas.
Muchos dicen que en algunas ocasiones Trujillo llegó a lamentarse en voz alta de haber prescindido de Paulino. No hay que dudar que resintiera la ausencia de Paulino, que le hiciera falta el agudo juicio de Paulino, el hombre que le resolvía todos los problemas y que también, lamentablemente, podía sustituirlo.


Paíno Pichardo y Cucho Álvarez Pina nunca fueron rivales de consideración para Paulino, pero a la larga se salieron con la suya y nunca dejaron de ser enemigos peligrosos. En la práctica formaron una alianza, una “mancuerna” política que se enrocó en el Foro Público y causaba terror: la alianza de Cucho y Paíno que dio origen al término “cuchipaineo” en la década de los cincuenta.
Fue una alianza nefasta de intrigantes y chismosos, bellacos y delatores que se dedicaban a desacreditar, calumniar y vejar a los enemigos políticos e influir en la repartición de cargos y prebendas. Sin embargo, lo cierto es que también se les atribuyó más poder que el tenían.

Ricardo Paíno Pichardo y Virgilio Álvarez Pina, alias Cucho o Don Cucho, eran amigos de la bestia o por lo menos conocidos de vieja data, y eso facilitó mucho sus carreras políticas, aunque Don Cucho no se rindió desde el primer momento a los encantos de la bestia.

En cambio Paíno Pichardo se estrenó en el segundo año de su primer gobierno (1932), como Secretario de estado de finanzas. Pero el estreno no fue muy auspicioso, Paíno no tuvo un muy feliz desempeño. También le fue mal como representante del país en la Convención internacional del azúcar que tuvo lugar en Londres y como representante de Trujillo en la coronación del rey Jorge VI de Inglaterra. Luego fracasaría como secretario de estado de Industria y Comercio y se desempeñó quizás de igual manera como embajador en Chile, Perú, Bolivia y Ecuador y Canadá. Los cargos le llovían y le hubieran seguido lloviendo porque sus relaciones con la bestia eran muy cercanas. De hecho, había sido –junto a J. M. Bonetti Burgos y J. A. Ricardo—, uno de los padrinos de la boda de Trujillo con Bienvenida Ricardo. Pero Paíno era inestable y nervioso y tenía problemas con la bebida, y tras tanto fracasar o perseverar en el fracaso, la bestia lo sometió a un proceso disciplinario, a un período de abstinencia política, sin acceso a cargos públicos.

Por lo que dice Crassweller, Paíno era un tipo impresionante, alto, bien parecido, con “pelo bueno”, como se decía una vez por estos rumbos. Tenía, además, un extraño sentido del humor, combinado con cierta dosis de cinismo, y de ambos se sirvió en su carrera política. Por lo demás —dice Crassweller—, aparte de inteligente y sociable era el tipo de hombre que nunca se hubiera permitido sufrir la enfermedad del idealismo ni vivir de ilusiones. Su lealtad a Trujillo era incuestionable. Amaba el poder y por amor al poder, a las mieles del poder, y por amor a la bestia estaba dispuesto a sufrir todas las humillaciones, todos los altibajos, todos los desplantes. Por el amor a las mieles del poder y su lealtad o veneración del querido jefe lo daría todo. Paíno era, en efecto, uno de esos cortesanos liberales que le prestaba ocasionalmente su mujer a la bestia cuando la pobre bestia no tenía tiempo para buscarse una. Almoina, por el contrario, sostiene que ella se prestaba sola y de buena gana y que una vez Paíno tuvo un arranque de celos y la esposa tuvo que quejarse ante la bestia. Sólo estaba cumpliendo con su deber.

Dicen que a la esposa de Paíno dedicó María Martínez todos lo malos pensamientos que la animaron a escribir o pedirle a Almoina que escribiera “Falsa amistad”. De hecho la mujer de Paíno era, supuestamente, la falsa amiga que se metía en la cama con el amante esposo de María Martínez.

De cualquier manera Paíno llegaría a convertirse a la corta o a la larga en el hombre de confianza de Trujillo durante varios años a partir de su nombramiento como Presidente del comité central del Partido Dominicano en el mes de diciembre de 1938. El cargo le quedaba como un traje, a las mil maravillas. Ahora podía empezar a disfrutar de todos los atractivos que brindaba el poder. El poder lo atraía, lo enceguecía con su atracción fatal. El poder lo excitaba, lo excitaban los asuntos públicos, el poder le ofrecía la fascinación del mando, las innumerables fiestas y recepciones, ponía al alcance de sus manos a las más bellas mujeres. Aunque también lo expondría, por desgracia, a todos los peligros y asechanzas que se cernían sobre los servidores de la bestia.

(Historia criminal del trujillato [73])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

El “cuchipaineo” de Hipólito y Danilo, las obras públicas y la JCE
https://prensalibrenagua.blogspot.com/2016/10/el-cuchipaineo-de-hipolito-y-danilo-las.html

José Almoina, “Una satrapía en el Caribe”
(http://www.memoria-antifranquista.com/wp-content/uploads/2014/10/JOSE-ALMOINA-UNA-SATRAPIA-EN-EL-CARIBE.pdf).

El círculo del poder (9): La danza de los favoritos



Pedro Conde Sturla

4 febrero, 2022


Los llamados tres golpes de la era de Trujillo

Entre 1938 y 1944 —como Presidente del Comité Central del Partido Dominicano— Paíno Pichardo se convirtió en la mano derecha de la bestia, el favorito indiscutible de la bestia. Durante ese período tuvo en sus manos la poderosa maquinaria del partido más poderoso del país, el único del país. Un partido que estaba presente en todos los rincones, que llegaría a tener en su mejor momento una cifra millonaria de afiliados y docenas de juntas provinciales, comunales y municipales. Un partido omnipresente en el paisaje urbano y rural.


Algunas de las funciones más importantes que desempeñaban los miembros del Partido Dominicano consistían en promover el culto a la personalidad de la bestia, promover elecciones y reelecciones a favor de la bestia, organizar actos a favor de la bestia, hacer cualquier tipo de propaganda a favor de la bestia, organizar desfiles en honor a la bestia, publicidad a favor de la bestia, exaltar a la bestia, adular a la bestia, adorar sin misericordia a la bestia por sobre todas las cosas. Pero asimismo, el Partido Dominicano era parte del mecanismo de represión, vigilancia, espionaje, parte del mecanismo de regulación del consenso social, parte de la maquinaria de coerción y terror de la bestial tiranía.

Para la realización de sus importantes labores recibía la contribución involuntaria del diez por ciento de los sueldos de los empleados públicos. Además, ser miembro del Partido Dominicano no era una opción, era una obligación. Para los dominicanos mayores de edad era indispensable tener siempre a mano la “palmita” (el carnet de miembro del Partido Dominicano con la foto de Trujillo y una palma), al igual que la cédula personal de identidad y otro carnet del servicio militar obligatorio. Eran los llamados tres golpes, que la guardia pedía en cualquier esquina, con los que atosigaba sobre todo a los habitantes de pueblos pequeños y de las zonas rurales. La falta de estos documentos acarreaba penas de prisión que constituían un lucrativo negocio.

A pesar de su buen desempeño al frente del Partido Domicano, Paíno sufrió una abrupta e inesperada caída en 1945, cayó de golpe, cayó de mala manera a causa de una intriga que a juicio de Crassweller fue orquestada por Peña Batlle, quien era secretario de Estado de Relaciones Exteriores y por Vicente Sánchez Lustrino, director del vespertino La Nación. Paíno fue destituido de su alta posición y de su alta remuneración como presidente del Partido Dominicano y reposicionado en un cargo menor, pero no tardaría en volver a la gracia del poder con un flamante nombramiento de Secretario de Estado de la Presidencia en 1946, y en el enfrentamiento con Peña Batlle y Sánchez Lustrino se saldría con la suya. Mientras tanto, su amigo y canchanchán, su compinche Cucho Álvarez Pina pasó a ocupar su lugar como presidente del Partido Dominicano.

Dice Crassweller que poco tiempo después de la destitución de Paíno, Peña Batlle y Sánchez Lustrino fueron asignados a cargos en el extranjero y que cuando regresaron fueron recibidos por una ingrata sorpresa. De hecho, para Sánchez Lustrino resultó ser la más amarga de las sorpresas. Por iniciativa de Paíno, se había puesto en marcha una investigación sobre el manejo de las finanzas de La Nación, las finanzas del periódico que Sánchez Lustrino dirigía. Para peor, Sánchez Lustrino sufría de una afección cardíaca —tenía corazón, después de todo—y durante el proceso fue sometido a fuertes emociones. Por un momento logró salir airoso. Fue descargado, pero el trámite había sido superior a sus fuerzas. El corazón también se le descargó y dejaría de latir al cabo de una semana.

Peña Batlle recibiría otro tipo de sorpresa, que también le supo amarga, pero no fue una sorpresa letal, aunque pudo haber sido. Muy pronto se vería sometido a la máxima humillación, a un castigo tan denigrante como no se había soñado en sus peores sueños. Peña Batlle —todos lo sabían—, era un antihaitiano furioso, un antihaitiano enfermizo, patológicamente antihaitiano. Alguien que sufría —según dice Crassweller— de violentas pulsiones o tensiones emocionales, tensiones incontrolables que se desataban en cuanto le mencionaban algo que tuviera que ver con Haití o con las creencias religiosas haitianas o con los animales y dioses del panteón haitiano. La palabra culebra (y las culebras mismas), le producían un problema especial, una incurable repulsión. Todo lo que tenía que ver con Haití lo sacaba de quicio... Y he aquí que, de repente, el día que menos pensaba, a finales de 1946, le llegó un nombramiento y no cualquier nombramiento. El de Embajador en Haití. Dicen que Peña Batlle no lo podía creer y quizás nunca lo creyó, pero la bestia lo nombró, lo conminó, lo obligó a aceptar el nombramiento de Embajador en Haití, y Peña Batlle tuvo que desempeñar de alguna manera el cargo de Embajador en Haití, aunque no por mucho tiempo.

Paíno disfrutaría su venganza, por supuesto, y su regreso a la cúspide del poder. Disfrutó por lo menos durante un año. En el mes de junio de 1947 cayó de nuevo en caída libre, cayó hasta fondo, como dice Crassweller, hasta la humilde condición de Inspector de embajadas y legaciones. Pero Paíno era un tipo pragmático, acomodaticio. Un cargo en el Gobierno era siempre un cargo y era mejor que nada, ya volvería a subir y volvería a bajar

Paíno subiría y caería, en efecto, y volvería a subir y a caer, pero se mantendría en el favor de la bestia hasta el final. Alguna vez sería, entre muchas otras cosas, presidente del Consejo Administrativo de Ciudad Trujillo, y cuando ajusticiaron a la bestia el día 30 de mayo de 1961 era senador da la República.
(Historia criminal del trujillato [74])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

El “cuchipaineo” de Hipólito y Danilo, las obras públicas y la JCE
https://prensalibrenagua.blogspot.com/2016/10/el-cuchipaineo-de-hipolito-y-danilo-las.html

José Almoina, “Una satrapía en el Caribe”
(http://www.memoria-antifranquista.com/wp-content/uploads/2014/10/JOSE-ALMOINA-UNA-SATRAPIA-EN-EL-CARIBE.pdf



El círculo del poder (10): La danza de los favoritos


Pedro Conde Sturla

11 febrero, 2022


Virgilio Álvarez Pina —solemnemente Don Cucho— empezó su carrera al servicio de la bestia en la misma época que Paíno Pichardo, pero con anterioridad había sido un fiero y breve oposicionista y con mayor anterioridad había sido uno de los mejores o el mejor amigo de infancia de la bestia. Era el mismo Cucho que alguna vez había sido un ferviente y leal partidario de Horacio Vázquez, alguien que —según cuenta Crassweler—, le llevaba el desayuno a la cama y que había sido candidato a Senador por el Partido Nacional de Horacio Vázquez en las elecciones de 1930. Se trataba, en esencia del mismo Cucho que, al igual que otros, le había advertido en su debido momento a Horacio Vásquez que Trujillo estaba conspirando y que le aconsejó destituirlo, el consejo de varios colaboradores y de un Cucho Álvarez que ya le temía a su amigo de infancia y que por cierto dio lugar a un celebre episodio en la Fortaleza Ozama, una especie de desencuentro en el que Horacio no dejó de darse cuenta de que era más un prisionero que un Presidente en presencia del brigadier Trujillo.


La amistad de Virgilio y la bestia había comenzado en San Cristobal desde cuando la bestia tenía siete años. Se dice que eran parientes lejanos, aunque más bien parecería que Cucho era pariente de Plinio y Teódulo Pina Chevalier, los tíos maternos de la bestia, hijos de la segunda unión de Luisa Ercina o Erciná Chevalier, que era a vez la madre de la futura excelsa matrona y era la abuela materna de Trujillo, una consagrada y respetada maestra de origen haitiano.

La bestia mantuvo con sus tíos las mejores relaciones, pero su amistad con Virgilio (o lo que la amistad podía significar para la bestia) fue algo más trascendente. Virgilio solía ir de vacaciones a San Cristobal y con el tiempo se volvieron inseparables. Peinaban la zona en busca de aventuras, montaban caballos de palo, se entregaban al goce de los baños de río. Diariamente disfrutaban de la mejor diversión que ofrecían a los niños aquellos parajes, los baños de mar y río, aparte de cualquier diablura que se les ocurriera eventualmente.

La muy temprana amistad del futuro Don Cucho con la bestia no siempre lo mantuvo a salvo de sus intemperancias. Su militancia en el Partido Nacional y el célebre consejo que le diera a Horacio Vázquez no quedaron impunes, sufrió persecución y cárcel.

El miedo y la cárcel, y los muchos consejos que le dieron sus amigos en su etapa de oposicionista, hicieron que Cucho Álvarez se ablandara, se enterneciera, perdonara a la bestia por la traición, por el golpe de Estado que le había dado a Horacio y a solicitud de la misma bestia, según se dice, entró a su servicio en los tempranos años treinta. Desde entonces, y durante toda la era gloriosa, estuvo sometido al mismo régimen de premios y castigos que la bestia dispensaba a todos sus servidores. Con sus altas y sus bajas, conoció períodos de bonanza y otros más y menos tormentosos, períodos de bonanza y periodos de desgracia. Vivió, como todos los demás, en el saludable temor del jefe, y en los años finales fue su más fiel consejero. Uña y carne. Uña y mugre. Tuvo además la suerte de sobrevivirlo, de estar presente para ver su cadáver convertido en colador, en una masa sangrienta y mugrosa. Vivió para contarlo, como decía García Márquez, y lo contó todo un poco a su manera en un libro de anécdotas desangeladas, un libro cortesano, guabinoso, taimado, condescendiente.

Durante los años cuarenta, tanto Cucho Álvarez como Paíno Pichardo fueron agraciados y desgraciados con cargos y descargos, y a la larga llegaron a convertirse en la pareja de políticos más notoria del país. El llamado cuchipaineo, la mancuerna formada por Cucho y Paíno, estuvo en su mejor momento. Don Cucho retuvo el puesto de Presidente del Partido Dominicano durante cinco años, la segunda posición política más influyente del país, la del favorito número uno, y además recibió el título de general honorario en 1948. Paíno también había vuelto a ascender y hasta Peña Batlle había salido del exilio haitiano y había sido nombrado en un cargo honorífico de relumbrón. De manera que todo parecía marchar sobre ruedas, y sin embargo, al final de la década se produjo lo que Crassweller llama un eclipse mayor para Don Cucho y Paíno. Ambos fueron nombrados en cargos donde apenas permanecieron un mes. Nombrados y luego renombrados e intercambiados en cargos de poca relevancia y durante muy poco tiempo. En lugar de penas y castigos recibían castigos sobre castigos. Para Paíno empezaba su tercera y más larga caída, su más brusco descenso, y su amigo Cucho Álvarez corrió la misma suerte, lo acompañó en su misma desgracia. La carrera política de uno y otro entraba en un largo período de sequía que duró unos cinco o seis años. Años sin empleos, sin remuneración, alejados por completo del favor de la bestia.

La peor parte le tocó a Don Cucho, que tuvo que refugiarse durante casi todo ese tiempo en su finca y que sólo por milagro conservó su libertad.

La ingrata suerte de estos personajes coincidía, y no por casualidad, con el ascenso de Paulino Álvarez, el nuevo favorito. Paulino había contribuido desde luego a serrucharles el palo, y mientras Paulino estuviera en el poder ninguno de los dos levantaría cabeza, pero Don Cucho había contribuido espontáneamente a su caída con una metida de pata monumental que tuvo que ver con la construcción de famosa casa o Castillo del cerro. La mansión ideal que Don Cucho había concebido para halagar a su querido jefe, el adefesio monumental, la monumental barrabasada arquitectónica, la apología del mal gusto llamado Castillo del cerro del que Trujillo nunca quiso saber y donde no pasó o no durmió un sólo día de su vida.
(Historia criminal del trujillato [75])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

El “cuchipaineo” de Hipólito y Danilo, las obras públicas y la JCE
https://prensalibrenagua.blogspot.com/2016/10/el-cuchipaineo-de-hipolito-y-danilo-las.html

José Almoina, “Una satrapía en el Caribe”
(http://www.memoria-antifranquista.com/wp-content/uploads/2014/10/JOSE-ALMOINA-UNA-SATRAPIA-EN-EL-CARIBE.pdf).

El libro de Don Cucho Álvarez

(https://hoy.com.do/el-libro-de-don-cucho-alvarez/). l



El círculo del poder (11): 

La danza de los favoritos y la casa del cerro 

Pedro Conde Sturla

19 febrero, 2022


Parece que alguna vez Don Cucho Álvarez tuvo una revelación o por lo menos una anunciación, una visión idílica. Vio en sueños o en su imaginación algo que se le pareció a un paraíso en la tierra, o mejor dicho en un cerro. Un cerro que todo el mundo llamaba cerro. En ese lugar se construiría una mansión, un prodigio arquitectónico que deslumbraría a los visitantes por los siglos de los siglos y convertiría a su propietario, a su querido jefe, en el más feliz de los mortales.



San Cristobal era la cuna del jefe, la cuna del Benefactor de la Patria, y el benefactor pasaba en el lugar más tiempo que en ninguna otra parte y no le faltaban casas ni le faltaban fincas. Prácticamente todos los predios de su infancia los había convertido en fincas y en ingenios azucareros. En San Cristobal tenía la Hacienda Fundación, tenía la Hacienda María, tenía el Central Río Haina, tenía la fastuosa Casa de Caoba, tenía la casa de playa de Najayo, a la que llamaban Casa de Marfil, tenía la de Hacienda María, a la que le decían Casa Blanca y otras más. Aun así, el glorioso Partido Dominicano, bajo la dirección de Don Cucho Álvarez Pina y otros alcahuetes, tomó espontáneamente (aunque quizás también por insinuación de la bestia) la decisión de honrar con una nueva honra —una mansión palaciega—, al hombre más honrado de esta tierra.

El hecho es que lo que sería llamado y mal llamado Castillo del Cerro, el adefesio del cerro, se financió generosamente con fondos del Partido Dominicano y además fue construido en un terreno escogido por Virgilio Álvarez Pina en un lugar privilegiado, una colina ventilada, peinada por frescas brisas, con una vista maravillosa. Desde ahí se contemplaban todos los alrededores, el querido jefe tendría al alcance de sus ojos vastísimo paisajes, todos pertenecerían a sus dominios, San Cristobal y Ciudad Trujillo quedaban a sus pies. Con un poquito de imaginación y esfuerzo se podría ver hasta el fin del mundo.

Hasta ahí todo estuvo bien. La ubicación del lugar no podía ser más acertada, todos los cortesanos se felicitaron, la visión idílica de Don Cucho empezaba a hacerse realidad. Ahora lo que hacía falta era un ingeniero o un arquitecto —o un ingeniero-arquitecto como los de antes— y la elección, en principio, pareció afortunada. Designaron a un ingeniero-arquitecto de origen francés, llamado Henry Gazón Bona, que había estudiado en Francia y tenía una sólida formación y que además era guardia, un mayor del llamado Ejército Nacional. Gazón estaba pegado como un chicle al gobierno y había sido favorecido con varios contratos para diseñar o construir importantes obras. Gazón Bona fue el diseñador de los locales del Partido Dominicano, del Monumento a la  paz de Trujillo en Santiago, del  Matadero industrial de Ciudad Trujillo, del Mercado Modelo de la Avenida Mella, de la Casa Vapor, que fue su residencia en Gascue...

Sin embargo, a pesar de su fama y prestigio, la designación de Gazón Bona convertiría la visión idílica de Cucho Álvarez en pesadilla

Dice Crassweller que aparte de la elección del sitio todo lo demás fue un desastre, empezando por la fachada. El diseño tal vez pretendía imitar de alguna manera la proa de una nave que desde el cerro parecería estar a punto de navegar por los aires, de ahí la pretenciosa forma redondeada en un lado y algunas ventanas semejantes a claraboyas. Una nave de guerra, en todo caso, con profusión de estrellas, una abrumadora y vulgar profusión de las cinco estrellas indicativas del rango de almirante o general grabados en bajo relieve en los muros exteriores y en los trabajos de herrería. Una nave tan pesada que parece encallada, una mole desprovista de toda gracia arquitectónica, cuatro niveles con enormes ventanales curvos en el lado redondeado y ventanas excesivamente pequeñas y mal ubicadas y distribuidas en el otro.

Líneas de diseño torpe en conjunto. Todo resulta ser un poco descomunal y masivo, pesado en grado extremo, quizás abrumador y amenazante, algo sencillamente feo pero no alarmante. Uno de tantos adefesios. En cambio en el interior, o mejor dicho en los interiores de los diferentes niveles el mal gusto era de antología. Uno de los salones pretende, quizás el salón principal, ser una réplica de los salones del Palacio Nacional. La decoración pretende ser barroca y a veces clásica y a veces de estilo oriental, el peor barroco posible, con abrumadoras masas de oscuridad, madera mal tallada en intrincadas y absurdas formas, treinta habitaciones de tamaño desproporcionado, unas muy grandes y otras muy pequeñas, ocho salones de juego y fiesta, quince o veinte baños, columnas de mármol de color rojo, verde o amarillo, paredes y techos abarrotados con diseños en lo que Crassweller define como un frenesí decorativo: “diseños dorados serpenteantes que fluyen en bajorrelieve, sobre fondos de rojo, amarillo, verde o azul, que dejan espacio para más bajorrelieves de cestas de flores o cupidos presumiblemente clásicos”.

En cada salón, cada nivel, los techos tienen un motivo diferente y hay lugar un poco para todo tipo de cosa curiosa, incluyendo un Buda en las cuatro esquinas, pero también hay techos con forma de pagodas. Además, junto al comedor o uno de los comedores hay una sala de fumadores de estilo Chino que se antojaría ser una sala de fumadores de hachis.

Todo era rosado y verde, marrón y rojo vino en el llamado palacio del cerro: una pesadilla de colores y motivos aberrantes.
(Historia criminal del trujillato [76])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
El “cuchipaineo” de Hipólito y Danilo, las obras públicas y la JCE
https://prensalibrenagua.blogspot.com/2016/10/el-cuchipaineo-de-hipolito-y-danilo-las.html

José Almoina, “Una satrapía en el Caribe”
(http://www.memoria-antifranquista.com/wp-content/uploads/2014/10/
JOSE-ALMOINA-UNA-SATRAPIA-EN-EL-CARIBE.pdf).
El libro de Don Cucho Álvarez
(https://hoy.com.do/el-libro-de-don-cucho-alvarez/)

El palacio que Trujillo no quiso
Evelin Germán | 6 septiembre, 2014
https://www.elcaribe.com.do/sin-categoria/palacio-que-trujillo-quiso/ La Casa de Caoba y el Castillo del Cerro Marcos Rodríguez | 11 agosto, 2018



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El círculo del poder (12): 

La danza de los favoritos y la casa del cerro 

Pedro Conde Sturla

25 febrero 2022


Mural de Vela Zanetti en el comedor privado de la Casa del Cerro

Había infinidad de maravillas en el Palacio del Cerro, un derroche de imaginación pantagruélica, escabrosa, una apetencia por los colores más estridentes, un desborde alucinante de extravagancias por todos los rincones.

De acuerdo a la detallada descripción de Crassweller, aparte de los cuatro Budas en bajorrelieve (un Buda de color rojo y verde en las cuatro esquinas de uno de los techos), aparecían dragones y espadas y colmillos de elefante entrecruzados. Pero lo peor era el piso, un fatídico piso brillante a manera de complemento, un brillante piso de mármol con incrustaciones que duplicaba la existencia del techo, toda la decrepitud del techo, dos veces techo, como si con una no bastara.



Los dormitorios eran de pesadilla, habitaciones espeluznantes —dice más o menos Crassweller—, que producían una sensación de inquietud e inducirían en los posibles huéspedes un sueño de penitencia.

Los baños —añade Crassweller—eran otra de las cosas notables que sorprendían al visitante. Un baño principal con vidrios negros, demoníacos vidrios negros de mal agüero, y también vidrios azules de un azul brillante, aparte de una horrible bañera empotrada, con mosaicos de color negro y dorado (¡mosaicos de color negro y dorado!) y además una pared revestida de cerámica con bizarros motivos. Un pez espada saltando detrás de otro, diseños de colores igualmente negros y dorados, toda una fijación con los colores negros y dorados entremezclados con colores grises, verdes y naranja. Un desconcertante concierto de colores chillones. Y para colmo de remate, unos herrajes vulgares enchapados en oro.

Lo peor de lo peor es que además el edificio estaba mal construido y se había tragado una fortuna. El ascensor, por ejemplo, se atascaba en el tercer piso a causa de una falla en la construcción del hueco o en la instalación, pero los costos ascendían a unos cinco millones de pesos, quizás más. Es muy probable que se ocultaron o trataron de ocultar o por lo menos disimular. Aunque parezca mentira, se hablaba de sobornos, sobrevaluaciones, manejos turbios, de cosas que supuestamente nadie se atrevía a hacer o hacía con mucho tiento bajo el régimen de la bestia. Lo impedían, en lo posible, sus inspectores que estaban presentes en todas las construcciones de obras públicas y privadas. A la bestia le encantaba robar, pero no le gustaba que le robaran lo que consideraba suyo y todo el país era suyo.

En la medida en que la obra avanzaba, y sobre todo cuando tocaba a su fin, aumentaba el número de cortesanos curiosos que acudían en peregrinación para husmear, para hacerse una idea, para ver y comprobar con sus propios ojos lo que por todos lados se decía: el rumor público que se extendía como una mancha de aceite sobre papel.Nada de lo que se hacía y se decía era, por cierto, ajeno a las intrigas de Paulino ni a su deseo de provocar la caída de Cucho Álvarez, uno de sus mejores enemigos íntimos.

Alguna gente comenzó a decir que era el edificio más feo del mundo, incluso lo rebautizaron con el nombre de Casa de orates. Se decía por lo bajo y por lo alto que semejante adefesio era indigno de la dignidad de la bestia, indigno de ser habitado por el querido jefe, por el benefactor de la patria. Ni siquiera un mural del afamado pintor español José Vela Zanetti (en lo que debía ser el comedor privado) se salvaba de los chismes y las críticas. El mural representaba una fiesta campesina, pero era muy poco festivo y nadie parecía estar divirtiéndose, según los peores comentarios.

Se dice, sin embargo (o lo dice específicamente Cucho Álvarez en sus memorias), que el arquitecto Garzón Bona había presentado a Trujillo y María Martínez, a solicitud del mismo Trujillo, varias propuestas de diseño para dar inicio al proyecto y que al cabo de unos meses la Martínez le dio su entusiasta aprobación a una que parecía un castillo, pero con modificaciones antojadizas que la Ilustre dama consideraba pertinentes y que desfiguraban en gran medida el proyecto de Gazón Bona.

Durante el acelerado proceso de construcción, y bajo la estricta supervisión de María Martínez, Gazón Bona se reunió con ella en incontables ocasiones y de cada reunión salían nuevos cambios, modificaciones, ampliaciones, todo tipo de distorsiones.

Tanto María Martínez como la bestia visitaban con cierta regularidad la obra e incluso ordenaban cambios de los que el arquitecto se enteraba cuando ya se habían llevado a cabo.

Al parecer Cucho Álvarez, que era él responsable de la construcción, y el arquitecto Gazón Bona se limitaron a obedecer, a aceptar las “sugerencias” que impartía la esposa de la bestia y que volvieron a la larga irreconocible la propuesta original.

La doña y la bestia, pero sobre todo la doña, parecían, pues, estar satisfechos con la ejecución del proyecto. Pero un día, después de una visita en compañía de varias selectas amigas, cambió repentinamente de opinión. Las damas que la acompañaban no escatimaron burlas, críticas, intercambiaron risitas, denostaron el mal gusto, la decoración sobrecargada.

La doña se quejó entonces con su marido y el marido visitó el lugar que ya había visitado varías veces, pero en compañía del intrigante Anselmo Paulino, que estaba a punto de convertirse en el primer favorito.

Trujillo y su séquito —guiados por Don Cucho— recorrieron la edificación que ya estaba prácticamente terminada y las críticas de Trujillo no se hicieron esperar. En la habitación principal notó con disgusto que había un exceso de puertas, sin que Don Cucho se atreviera decirle que las puertas se habían puesto de acuerdo a las instrucciones recibidas de parte suya o de María Martínez. En algún momento se detuvo la bestia frente al mural de la fiesta campesina de Vela Zanetti y dijo que lo que parecía era un velorio. Nadie lucía contento en aquel mural, la mayoría de la gente estaba aburrida.

Cuando estaban a punto de salir, la bestia le preguntó a Paulino qué le parecía semejante disparate, el edificio en conjunto, y Paulino dijo que le parecía una verdadera casa de orates. Una casa de locos.

Tanto derroche de extravagancias era insultante, era una afrenta, no congeniaba, según los entendidos, con el carácter,  con el supuesto estilo o carácter espartano que le atribuían a la bestia, y la pundonorosa y noble bestia rechazó de plano la obra que nunca fue amueblada ni habitada por él.

Poco tiempo después Don Cucho recibió un nombramiento envenenado. Lo nombraron diputado en el mes de mayo de 1950, lo relevaron del cargo de Presidente del Partido Dominicano y lo nombraron diputado. Pero en agosto le retiraron el cargo de diputado, lo dejaron en el limbo, sin pito y sin flauta.

(Historia criminal del trujillato [77])

Nota: En la entrega anterior de esta serie apareció una información errada sobre la formación profesional de Henry Gazón Bona, del cual se dijo “que al parecer era autodidacta”, un “arquitecto práctico”. Por el contrario, Henry Gazón Bona había estudiado en Francia y tenía una sólida formación. Gazón Bona fue el diseñador de los locales del Partido Dominicano, del Monumento a la Paz de Trujillo en Santiago, del Matadero Industrial de Ciudad Trujillo, del Mercado Modelo de la Avenida Mella, de la Casa Vapor, que fue su residencia en Gascue....

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
El “cuchipaineo” de Hipólito y Danilo, las obras públicas y la JCE
https://prensalibrenagua.blogspot.com/2016/10/el-cuchipaineo-de-hipolito-y-danilo-las.html

José Almoina, “Una satrapía en el Caribe”
(http://www.memoria-antifranquista.com/wp-content/uploads/2014/10/JOSE-ALMOINA-UNA-SATRAPIA-EN-EL-CARIBE.pdf).
El libro de Don Cucho Álvarez
(https://hoy.com.do/el-libro-de-don-cucho-alvarez/)

El palacio que Trujillo no quiso
Evelin Germán | 6 septiembre, 2014

El palacio que Trujillo no quiso

La Casa de Caoba y el Castillo del Cerro
Marcos Rodríguez | 11 agosto, 2018

La Casa de Caoba y el Castillo del Cerro

Arquitecto Bienvenido Pantaleón Hernández.
LA CASA QUE TRUJILLO NUNCA HABITO....
Virgilio Álvarez Pina

La Era de Trujillo, narraciones de Don Cucho”. 

El círculo del poder (13): 

La caída de Don Cucho y otros favoritos 

Pedro Conde Sturla

4 marzo, 2022


La caída de Cucho Álvarez fue estrepitosa. Cayó de la presidencia del Partido Dominicano a la humilde condición de diputado, y de diputado pasó a ser desempleado, le retiraron el rango de general honorario y desde luego todos sus privilegios.


Las cosas empezaron a ponerse color de hormiga para Don Cucho apenas unos días después de la visita de Trujillo y Paulino a la Casa del Cerro, cuando la prensa abrió fuego contra él y Gazón Bona en particular, pero también contra el español Vela Zanetti, que sólo tenía culpa de no saber pintar merengues. Lo que se armó contra Don Cucho y Gazón Bona fue una pelotera monumental. Una primera filípica, titulada “Casa de Orates en El Cerro”, apareció en la primera página del diario El Caribe, y en los días siguientes desde el Foro publico los plumíferos más abyectos empezaron a vomitar improperios, se produjo una andanada, un aluvión de improperios, de frases injuriosa a granel, todo tipo de insultos, una antología de denuestos, dicterios, vituperios... ataques desalmados contra la moral y el buen nombre de Cucho y Gazón


Salieron a relucir los desaciertos arquitectónicos reales e imaginarios del pretencioso Castillo del Cerro, la pobreza creativa del plano, el derroche y los turbios manejos que tuvieron lugar durante la construcción. Se dijo que ni la bestia ni la María Martínez vieron jamás el diseño ni conocieron de su existencia, que el dinero se había dilapidado graciosamente a manos llenas y que para lo único que podía servir la decrépita edificación era para poner un manicomio.

La deshonra del honorable Don Cucho Virgilio Álvarez Pina tocó fondo. La cosa más gentil que decían de él los medios de comunicación es que era un ladrón y un loco.

Para peor, mucho de lo que se decía parecía ser cierto y Don Cucho tuvo que marcharse al exilio, un pesaroso exilio, el exilio interior en alguna propiedad seguramente confortable y lujosa, un exilio que le pareció “un largo calvario, con reclusión doméstica voluntaria”, desde 1950 hasta 1954. Adoptó, entonces, durante esos años, un bajo perfil, el perfil que le permitía conservar el pellejo. Pero no estaba solo en su desgracia. Lo acompañó en su caída, no en su exilio, aunque por razones diferentes, su amigo Paíno Pichardo. El cuchipaineo, la mancuerna de Cucho y Paíno, permanecería en receso durante la mayor parte del reinado de Anselmo Paulino.

El español José Vela Zanetti, el muralista oficial del régimen, cayó también de la gracia del jefe y fue relegado durante un tiempo, apartado de las esferas oficiales por complicidad en la comisión del adefesio del cerro, pero no sufrió, no fue víctima de mayores consecuencias.

A Garzón Bona le fue mucho peor que a Don Cucho. Dicen que la bestia le dio en principio veinticuatro horas para salir del país, pero la verdad es que prefirió, como era su costumbre, desconsiderarlo, humillarlo, a pesar de su fama y gloria, a pesar de haber sido el diseñador del Monumento a La Paz de Trujillo que se levantó en la ciudad de Santiago de los Caballeros, a pesar de su dedicación, a pesar de su innegable contribución y su entrega total como arquitecto a su magna obra de gobierno durante más de veinte años.

A Gazón lo difamaron por todos los medios, naturalmente, como era de rigor, y también lo acusaron o levantaron sobre él de alguna manera la sospecha de malversación de fondos en la construcción del engendro del cerro. Lo amenazaron de muerte, lo amenazaron con meterlo en prisión, convirtieron su vida y la de su familia en una pesadilla y tuvo que irse al exilio, el verdadero exilio en el extranjero, no el exilio dorado que padeció Cucho Álvarez. Lo peor de todo es que se vio obligado a dejar a sus mujer y a sus hijos en el país durante lo que de seguro fue el más angustioso período de su existencia. Finalmente lo acusaron de desertor, de abandonar las filas del glorioso ejército en el cual ostentaba el rango de mayor más o menos honorífico.

A juicio de Crassweller, la principal razón de la caída de Cucho Álvarez y Paíno fueron las intrigas y la ascensión atropelladora de Anselmo Paulino Álvarez. Paulino se jactaba en voz alta de que la bestia le había pedido que tratara como un hermano a Cucho Álvarez, como un amigo fraterno, y Paulino lo complació de una forma tan peculiar que al cabo de un año había destruido (provisionalmente) su carrera. En esa misma época también se llevó de paso a Paíno Pichardo y logró apartar, por cierto tiempo, a Manuel de Moya Alonso, un personaje singular a quien la bestia apreciaba de una manera igualmente singular. El muy querido Manuel de Moya Alonso.

Por fortuna, y como dice el refrán, no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. El reinado de Paulino, entre 1951 y 1954, llegó a su fin de una manera imprevista y mucho más estrepitosa que la de Cucho Álvarez.

Al poco tiempo, Paíno Pichardo regresó a la cumbre, recuperó las perdidas gracias del poder y fue de nuevo nombrado Presidente del Partido Dominicano.

Álvarez Pina regresó al círculo íntimo de la bestia donde permaneció hasta el fin de la era. Bajo su nefasta influencia harían carrera varios de sus descendientes, empezando por Virgilio Álvarez Sánchez, un personaje oscuro que parecía sacado de una película del cine negro. Crassweller lo describe como un tipo corpulento y de modales muy poco refinados, que se destacaba, por su impopularidad, por intrigante, por su notoria incapacidad y por el cigarrillo que a todas horas pendía de sus labios.

Dicen las malas lenguas que cuando por fin Don Cucho volvió a encontrarse con la bestia, después del plácido exilio, la bestia se mostró alegre y jovial, le dijo a boca de jarro en son de broma o de sarcasmo, “Pero carajo, Cucho, ¡dónde te habías metido?”.

(Historia criminal del trujillato [78])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

El “cuchipaineo” de Hipólito y Danilo, las obras públicas y la JCE
https://prensalibrenagua.blogspot.com/2016/10/el-cuchipaineo-de-hipolito-y-danilo-las.html

José Almoina, “Una satrapía en el Caribe”
(http://www.memoria-antifranquista.com/wp-content/uploads/2014/10/JOSE-ALMOINA-UNA-SATRAPIA-EN-EL-CARIBE.pdf).

El libro de Don Cucho Álvarez

(https://hoy.com.do/el-libro-de-don-cucho-alvarez/)

El palacio que Trujillo no quiso

Evelin Germán | 6 septiembre, 2014

El palacio que Trujillo no quiso

La Casa de Caoba y el Castillo del Cerro

Marcos Rodríguez | 11 agosto, 2018

La Casa de Caoba y el Castillo del Cerro

LA CASA QUE TRUJILLO NUNCA HABITO....

Casa del Cerro

El Castillo del Cerro o “ Casa de Orates”

La Residencia que Trujillo nunca habitó, motivo de la desgracia de varios de sus más estrechos colaboradores.

Por: Arquitecto Bienvenido Pantaleón Hernández.


El encanto indiscreto de Manuel de Moya Alonso 

Pedro Conde Sturla

11 marzo, 2022







Manuel de Moya Alonso era un tipo lindísimo, elegantísimo, refinadísimo, educadísimo, un play boy y un dandy, un hombre de mundo que se sabía mover en sociedad, y que además hablaba fluidamente inglés y era modelo profesional, modelo y maestro de danza en el Arthur Murray studios. Desde que la bestia oyó hablar de él lo quiso conocer y lo conoció, se conocieron, se reconocieron, y aquello fue como quien dice amor a primera vista. Amor a primera vista entre la bestia y un encantador de serpientes. Amor plausiblemente platónico a primera vista. O quizás no. Quizás fue un amor prohibido, un amor escondido: ambixesual , según lo que dice Almoina:

“Para lo ambisexual —jura Almoina—, el hombre de confianza de Trujillo es Manuel de Moya, que se desnuda ante su Jefe y juntos realizan las más indescriptibles combinaciones”.



Pero Almoina era un exagerado. No siempre se puede creer lo que dice. La verdad es que resulta demasiado cuesta arriba imaginarse a Trujillo y Manuel de Moya peleando espadas. Sin embargo, hasta el mismo Joaquin Balaguer afirma que la bestia sucumbió a los encantos de Manuel de Moya Alonso:

“Se trataba de una especie de Adonis que supo conquistar el corazón de Trujillo con su belleza varonil y con su limpia sonrisa”.
En realidad, por la manera en que lo describe, el que parece haber sucumbido fue Balaguer. Balaguer habla con palabras emocionadas de la gran simpatía que unió a la bestia con el adonis durante todos sus días. Insinúa que De Moya Alonzo fue para el tirano (y quizás para el mismo Balaguer) “como una flor exquisita nacida al borde de un lodazal”. Los seducía, sin duda (¿a Balaguer y a la bestia?) la sonrisa de Manuel, “la sonrisa que llevaba cosida a sus labios”. La dulcísima sonrisa de un hombre que “hizo todo el bien que pudo” y que “no le abandonó ni aun en las horas trágicas en que el régimen vaciló, golpeado por las invasiones de Constanza, Maimón y Estero Hondo y por la conmoción que produjo en el país el asesinato de las Hermanas Mirabal”.

Lo cierto, sin embargo, es que en el entorno palaciego había otros personajes (de cuyos nombres no quiero acordarme), que bailaban en privado para la bestia con ropa de mujer y hacían todo tipo de porquerías, pero la especialidad de Manuel de Moya era otra.

Dice Crassweller que los más connotados cortesanos, tanto civiles como militares, aparte de los rasgos distintivos de su personalidad tenían un talento, una especialidad en cierta área específica de competencia. Pero en Manuel de Moya, las cualidades personales eran su área de competencia. Su encantadora personalidad y magnetismo personal eran su especialidad. Su profesión era ser encantador. El tal De Moya se dedicaba, en efecto, a ser encantador a tiempo completo. A ser encantador y a encantar. Pero no sólo para su beneficio. De Moya era un tipo generoso, desprendido, esplendido en su magnificencia. Se dedicaba a fondo, lo que se dice a fondo, con todos los atractivos que describe Balaguer, con todos sus finos modales, con toda su refinada elegancia y educación sentimental, con su conocimiento de idiomas, con su belleza etérea y deletérea, con todos los dones con que lo había agraciado la naturaleza a conquistar o, más bien, a cosechar doncellas para la bestia, doncellas para el minotauro. Su verdadera vocación era la de alcahuete, de chulo o celestino, de proxeneta o maipiolo como decimos en esta tierra.

Hasta la aparición de Manuel de Moya Alonso en la escena política no había, por lo que dice Almoina, una proveedora de mujeres más eficaz, “conspicua y asidua” que Doña Isabel Mayer. La Mayer había sido premiada por sus buenos servicios con cargos de gobernadora de provincia y senadora. Por donde quiera que pasaba arrasaba con las muchachas más atractivas y con frecuencia se presentaba en la Casa de Caoba de la Hacienda Fundación con un atado de doncellas que la bestia pasaba y repasaba por las armas, hasta que se aburría de ellas. La Mayer no reclutaba únicamente entre la gente humilde, no la intimidaban las barreras de clase y era capaz de hostigar a muchachas de cualquier nivel social con el propósito de arrearlas al redil, al cubil de la bestia.

Con Isabel Mayer competía Fefita Sánchez de González y el mismo Cucho Álvarez Pina, de acuerdo con lo que dice Almoina. Fefita pertenecía a la rama femenina del Partido Dominicano que presidía Don Cucho y era especialista en organizar concursos de belleza que tenían gran resonancia en el país. Había premios y otros incentivos para la reina y las finalistas, pero el premio mayor, el premio que algunas incautas no imaginaban, era conocer a la bestia, el honor de acostarse con la bestia.

Muchos otros cortesanos, como La Julia y La Calderona, rivalizaban con la Mayer y la Fefita, pero ninguno estuvo jamás a la altura de Manuel de Moya, el celestino por antonomasia. Nunca hubo nadie más esforzado, más entregado, más consagrado que él a su tarea. Manuel de Moya parecía incapaz de enamorar a una mujer sin pensar en la bestia. De hecho, hubo ocasiones en que se lo sacaron en cara, en que le preguntaron si no le daba vergüenza enamorar a una mujer para otro hombre. Pero la vergüenza, así como el menor sentido de dignidad o decoro, era algo que Manuel Moya no tenía.

El hecho es que de una u otra manera, aparte de celestino compulsivo, Manuel de Moya era un mujeriego empedernido. Eran las mujeres y no la cundanguería lo que lo unía a la bestia. 


(Historia criminal del trujillato [79])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
José Almoina, “Una satrapía en el Caribe”
(http://www.memoria-antifranquista.com/wp-content/uploads/2014/10/JOSE-ALMOINA-UNA-SATRAPIA-EN-EL-CARIBE.pdf).
Joaquín Balaguer  

Memorias de un cortesano de la era de Trujillo


El encanto indiscreto de Manuel de Moya Alonso (2 de 2)

Pedro Conde Sturla18 marzo, 2022


Trujillo conoció, probablemente, a Manuel de Moya Alonso durante su primer viaje a los Estados Unidos en 1939. El glorioso viaje y la gloriosa estadía en la que fue agasajado a cuerpo de rey. Agasajado, homenajeado y recibido por Franklin Delano Rooselvelt en la Casa Blanca. Invitado más bien a tomar el té de las cinco de la tarde en la Casa Blanca. Colmado de honores y reconocimientos apenas dos años después de la matanza haitiana, como si de un premio o un incentivo se tratase.

Son muchos los que dicen y repiten (incluyendo a Balaguer) que la bestia mostró interés en conocer a Manuel de Moya cuando vio unos anuncios con su gallarda efigie, haciéndole promoción a la pasta de dientes Colgate. Afirma Balaguer, con palabras temblorosas por la emoción, que a la bestia “le llamó la atención la elegancia y la apostura del sujeto” y que cuando supo que era dominicano y miembro de una familia ilustre se redobló su interés, hizo que lo invitaran a venir a su presencia, que le hicieran una de esas invitaciones que no se pueden rechazar y que Manuel de Moya nunca habría rechazado.

Quizás se encontraron por primera vez en la guarida neoyorquina de la bestia, en el lujoso Hotel Carlyle, y de ese encuentro nació la simpatía que siempre se tuvieron y la cordialidad con que se trataron hasta “la tragedia del 30 de mayo”, como dice Malaguer. Joaquín Amparo Maldaguer Ricardo.

Lo cierto es que a Trujillo le informaron que aparte de modelo y maestro de danza, aparte de ser dominicano y de abolengo, el joven Manuel de Moya era un playboy y un dandy que conocía muchísimas mujeres, que vivía rodeado de bellas mujeres y que podría facilitarle el acceso a bellas mujeres. Desde el momento en que se conocieron, el adonis y la bestia congeniaron y, más que congeniar, intimaron.

Dice Crassweller que De Moya era un tipo buenmozo, complaciente, obsequioso y que la bestia estableció con él lazos de amistad tan profundos como su naturaleza se lo podía permitir. De hecho, lo admitió en una especie de “inusual intimidad”, lo convirtió en su protegido y le tomó un aprecio, un cariño casi paternal.

En su larga estadía en los Estados Unidos De Moya había adquirido o perfeccionado el buen manejo del inglés y disfrutaba de cierto éxito en el frívolo mundo de las vanidades. Incluso llegó a tomar parte, una parte insignificante, en una obra en Broadway, y en 1939, durante la primera visita de la bestia a los Estados Unidos, trabajaba como guía en el edificio de la General Motors de la Feria Mundial de Nueva York. Trujillo lo convertiría en hombre de estado y en su más confiable proveedor de mujeres.

Manuel de Moya le proveía mujeres en abundancia, y al parecer era muy refinado y selectivo en su oficio, pero también demostró ser un hombre útil, que se desempeñaba hábilmente en otros menesteres. Aunque no era un hombre formado ni interesado en asuntos políticos, era un diplomático natural. Cuando fue nombrado embajador en los Estados Unidos supo mantener las mejores relaciones, repartiendo su tiempo entre las ciudades de Washington y Nueva York, y se sabía mover con habilidad en los intrincados círculos superficialmente amables de aquel mundo frívolo y engañoso a la vez, en el cual se sentía como un pez en el agua.

En principio —dice Crassweller— el cargo de embajador no requería de mayor experiencia o conocimiento técnico sino más bien de contactos y relaciones y de los medios para ejercer influencia. Pero todo eso estaba cambiando. Trujillo estaba creando un complejo entramado político a base de mucho dinero, un mecanismo de presión, un eficiente lobby en el que figuraba un amplio círculo de congresistas y funcionarios del gobierno de los Estados Unidos que respondían a sus intereses. Cada vez más, los políticos que figuraban en la nómina de la bestia tenían que darle frente a las feroces críticas que se hacían contra su régimen y el inexistente estado de los derechos humanos en el país. En la medida en que la bestia se descontrolaba, se producían asesinatos e incluso raptos de distinguidas personalidades en la misma ciudad de Nueva York y era cada vez más difícil y mucho más costoso asumir su defensa. En ese mundo tenebroso de intrigas y ocultamientos, compra de conciencias y sobornos, Manuel de Moya no se mostró incompetente, resultó ser —a juicio de Crassweller—un representante muy apropiado.

Aparte de su cargo no oficial, el de celestino personal de la bestia, Manuel de Moya fue, a partir de 1943, Diputado al Congreso Nacional, Ayudante Civil del Presidente de la República, Ministro Consejero de la Embajada en Washington, director general de Obras Públicas, Secretario de Agricultura, Gobernador del Distrito de Santo Domingo, coronel honorario, diputado al Congreso, general del Ejército, Embajador en Washington (entre 1953 y 1954), Secretario de Estado sin Cartera, secretario de Agricultura y Recursos Hidráulicos, embajador en Washington (1957), Secretario sin Cartera.

Curiosamente, en algunos lugares públicos de Ciudad Trujillo había, por cierto, algunos afiches y anuncios publicitarios con la efigie de Moya Alonso que serían prudentemente retirados para no deslucir su carrera cuando fue nombrado diputado en 1943.

Con Manuel de Moya, por lo que se sabe, no tuvo la bestia ningún tipo de contratiempo ni parece haberlo sometido nunca a las típicas vejaciones que imponía rutinariamente a casi todos sus cortesanos. El cariño casi paternal que le profesaba fue en aumento, hasta el punto de demostrar en público la más sincera preocupación cuando se quebrantaba su salud.

Dice Balaguer, en sus memorias de cortesano, que “Cualquier quebranto de De Moya Alonzo, por ligero que fuera perturbaba a Trujillo como si se tratara de uno de sus hijos.Emilio García Godoy (le) refirió que una vez halló al dictador enternecido hasta las lágrimas, mientras recibía informes de uno de los facultativos personales. Creyendo que se trataba de alguna enfermedad de Ramfis, interrogó al medico y supo por labios de éste, que se trataba de un quebranto que parecía iniciarse sospechosamente en el organismo de De Moya Alonzo”.

Balaguer derrama, sobre el infortunio de Manuel de Moya Alonso, palabras tan tiernas como emocionadas, tan superficialmente tiernas y desconsoladas que hasta parecerían sinceras, si no fueran hipócritas. Al final, sin embargo, esas palabras sugieren un lamento en sordina, un lamento sincero, un dolor no resignado por la perdida belleza del fascinante adonis.

“Cuando se le descubrió a De Moya Alonzo un tumor debajo de la lengua, Trujillo lo envió a los Estados Unidos y durante varios días vivió pendiente del teléfono en espera del resultado de las pruebas correspondientes. Trujillo murió sin conocer la verdad. La tragedia del 30 de mayo le ahorró el dolor, de ver con sus propios ojos , los estragos hechos por la cirugía en el cuello y en parte del rostro del único tal vez de sus colaboradores a quien quiso con el afecto entrañable”.

(Historia criminal del trujillato [80])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

José Almoina, “Una satrapía en el Caribe”
(http://www.memoria-antifranquista.com/wp-content/uploads/2014/10/JOSE-ALMOINA-UNA-SATRAPIA-EN-EL-CARIBE.pdf).

Joaquín Balaguer “Memorias de un cortesano de la era de Trujillo”

NAYA DESPRADEL E HIBRAIN SOSA (Ma­nuel de Mo­ya Alon­zo (https://www.pressreader.com/ )


UN MONSTRUO LLAMADO BERNARDINO  (1-8) 

Un monstruo llamado Bernardino

Pedro Conde Sturla

25 marzo, 2022

Al inicio de su fatídico gobierno, en la fatídica década de 1930, la bestia incorporó a su servicio a uno de los personajes más oscuros de la muy oscura era gloriosa, alguien que se destacó por su oscuridad entre los muchos tipejos oscuros del régimen tenebroso. No era un simple sicario, un verdugo, un torturador, un asesino vesánico, era un hombre instruido, tan malo como instruido, y respondía al nombre de Felix W. Bernardino. Orgullosamente Félix Wenceslao Bernardino Evangelista. Todo un Evangelista. Además le decían Buchilai, alias Buchilai o Buchilay.




Paradójicamente, en esos tempranos años de 1930, Bernardino había estudiado leyes como estudiante libre cuando estaba preso en la Fortaleza Ozama por haber dado muerte a un munícipe del Seibo llamado Amable Dalmasí, un miembro muy apreciado de una apreciada familia. Se había graduado, pues, de abogado en el sitio más impensado con un flamante título de la Universidad de Santo Domingo, pero el título lo utilizó, si acaso lo utilizó, mayormente como adorno en alguna pared de su casa. Las leyes sólo le interesaban para quebrantarlas y las quebrantó casi todas, al igual que los mandamientos de las tablas mosaicas, empezando por el sexto.

Bernardino también era músico, tocaba el piano y el clarinete, y aunque seguramente no se distinguía por su virtuosismo ni hizo carrera como músico, alguna vez se ganó la vida tocando decentemente en un prostíbulo de la zona este del río Ozama. Uno de esos lugares donde se armaban con cierta frecuencia balaceras y reyertas de pronóstico reservado.

La música lo llevó a Nueva York y en el momento más alto de su carrera musical llegó a tocar en una banda de cierta categoría. Pero la música, como la abogacía, tampoco era lo suyo.

Bernardino tenía inclinación para el mal en grado superlativo y al mal se dedicó en cuerpo y alma. Al servicio de la bestia y de sí mismo.

Dice Crassweller que era un hombre muy leído, muy inteligente y a la vez disoluto, inmoral, irresponsable. Era sin duda un tipo tétrico, retorcido, desalmado, escabroso, un hombre en el que predominaban la pasión animal y los bajos instintos. Y sobre todo violento. Era boxeador, era pendenciero, era abusador, alguien que se divertía vejando y maltratando a los más débiles, cometiendo por gusto cualquier tipo de atropello y sobre todo matando sin remordimiento. Era un perfecto sicópata, si es que por casualidad puede ser perfecto un sicópata.

Trujillo había trabajado en alguna ocasión con el padre y un tío de Bernardino en una plantación de caña del Distrito Nacional y Bernardino lo conocía o lo había visto varias veces desde que tenía once años. Trujillo dejó de trabajar con los Bernardino para convertirse en jefe de guardias campestres del central azucarero de Boca Chica y luego se enganchó a la guardia, al llamado Ejército Nacional que fundaron los yanquis durante la primera ocupación, pero mantuvo con la familia vínculos que se transmitirían a los hijos.

Desde la Fortaleza Ozama, donde guardaba prisión, Bernardino vio el cielo abierto cuando la bestia llegó al poder. A su debido tiempo le escribió una carta en la que presentaría sus credenciales y lo colmaba de elogios, le agradecía sin duda la oportunidad de haber podido estudiar, de graduarse de abogado en virtud del avanzado sistema carcelario que permitía la plena rehabilitación de los presos y su eventual y exitosa reincorporación a la sociedad. Ese fue el origen de una imperecedera relación.

Bernardino —como dice Crassweller— le prestaría a la bestia servicios inestimables, los de un criado eficiente y devoto en una extraordinaria variedad de funciones. Se desempeñó como diplomático, político y espía, trabajó en las Naciones Unidas, en turismo, y sobre todo como encargado de limpieza en sentido figurado, en el peor sentido figurado.

En el decenio de 1950 Bernardino fue cónsul en Nueva York, fue cónsul en La Habana y fue cónsul en Caracas, y durante todos esos consulados los enemigos de la bestia en el exterior fallecían como por encanto. Minervino era un maestro en el arte del sigilo y de seguro tenía vínculos con el crimen organizado. Bajo su atinada dirección desaparecieron o fueron ejecutados públicamente varios conocidos y rabiosos opositores.

Durante su fructífera estadía como cónsul en La Habana, el día 8 de diciembre de 1950 se produjo el secuestro y posterior asesinato y la desaparición de Mauricio Báez, el más grande dirigente sindical en la historia de la República Dominicana. Báez había sido el organizador de la huelga azucarera de 1946, la única que le hicieron a la bestia en su gobierno, y a raíz de la terrible represión que se desató había tenido que emprender la vía del exilio y en el exilio vivió hasta el día en que en su casa se presentaron unos agentes encubiertos y no volvió a saberse nada de él.

Otra de las víctimas de Bernardino (en colaboración con su hermana Minerva), fue el escritor Andrés Francisco Requena.

Bernardino era Cónsul General de la República Dominicana en Nueva York y el asesinato ocurrió en esa ciudad la noche del 2 de octubre de 1952 en la calle Madison del bajo Manhattan.

A Bernardino y su hermana Minerva también se le atribuyen participación en el secuestro y desaparición del escritor español Jesús de Galíndez Suárez, que tuvo lugar en su apartamento de la Quinta Avenida de Nueva York el 10 de octubre de 1956 y provocó un escándalo internacional.

Una de las grandes hazañas de Bernardino (esta vez en combinación con el luciferino Johnny Abbes García, jefe del Servicio de Inteligencia Militar de Trujillo), fue su participación en la trama para asesinar al presidente de Guatemala. Un asesinato que se realizó en la propia casa presidencial el 26 de julio de 1957 y que al parecer fue una venganza personal de la bestia por haberse negado el mandatario guatemalteco a concederle una distinción honorífica. La orden del Quetzal, que la bestia apetecía como un suculento bocado.

En la cúspide de su carrera, el nombre de Felix W Bernardino también sería asociado, junto al de Johnny Abbes, al atentado en el que estuvo a punto de perder la vida el presidente venezolano Rómulo Betancourt. El atentado, que se llevó a cabo el 24 de junio de1960 en la Avenida de Los Próceres, de Caracas, causó la muerte de un alto oficial y un estudiante, quemaduras en todo el cuerpo de primer y segundo grado a Betancourt, al ministro de defensa, a su esposa, al chofer del vehículo y otros más.

Betancourt quedó casi tuerto del ojo derecho y parcialmente sordo.

Las consecuencias, para el país y la bestia, fueron desastrosas. Esta vez la bestia se había extralimitado y perdería definitivamente el favor de sus amos.

(Historia criminal del trujillato [81])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Dictador Trujillo fue subalterno de la familia del influyente Félix W. Bernardino

(https://almomento.net/el-temible-felix-w/ de d

https://elnacional.com.do/dictador-trujillo-fue-subalterno-de-la-familia-del-influyente-felix-w-bernardino/)

Naya Despradel, “Félix W. Bernardino”, (https://www.elcaribe.com.do/gente/cultura/felix-bernardino-4/)

Sebastián del Pilar Sánchez, “El temible Felix W”,(https://almomento.net/el-temible-felix-w/)

Santiago Estrella Veloz, “FELIX BERNARDINO ( BUCHILAY ) Y SU HERMANA , MINERVA BERNARDINO”, Historia Dominicana en Gráficas, (https://es-la.facebook.com/historiadominicanaengraficas/posts/felix-bernardino-buchilay-y-su-hermana-minerva-bernardinopor-santiago-estrella-v/355646504633839/)


Bernardino y Bernardina (1)

Pedro Conde Sturla

1 abril, 2022


La familia de Felix W. Bernardino tenía vínculos de vieja data con la familia Trujillo Molina. Tanto el padre como el tío eran amigos de Pepito, el hombre que sería José Trujillo Valdez, el que sería esposo de la Excelsa Matrona y padre del Doctor Honorio, como decía la gente del pueblo, padre del Doctor Honoris Causa.

Algún día sería enterrado en la catedral primada de América y su memoria sería honrada por los siglos de los siglos con parques, avenidas, monumentos. Pero Pepito era entonces un notorio sinvergüenza que mantenía precariamente a su familia y, para aliviar la situación, de vez en cuando mandaba a alguno de sus hijos a la finca de los Bernardino en Yamasá. La bestia —como ya se ha dicho— vacacionó y trabajó en aquel lugar durante su juventud y de seguro se relacionó superficialmente con algunos de los hijos, tres varones y dos hembras. Años más tarde los incorporaría a su servicio y fueron tan eficientes servidores que mucha gente todavía siente escalofrío al escuchar sus nombres o mejor dicho el apellido.

Felix Bernardino no fue el único que se destacó. Aparte de Felix, en su gobierno ganaron fama su hermana Minerva y su hermano Luis. Quizás todos. Minerva brilló con luz propia como dirigente feminista y sigue todavía brillando. Luis brilló intensamente, pero sólo en el momento en que se apagaba.

El movimiento feminista a nivel internacional alcanzó un gran auge entre los años de 1940 y 1942. En los países más avanzados se reconoció a las mujeres formalmente, y quizás sólo formalmente en muchos casos, la igualdad de derechos civiles mediante enmiendas constitucionales que son todavía en parte letras muertas, pero se produjo en general un cierto progreso. Tanto así que hasta en el Partido Dominicano se fundó una rama feminista bajo la dirección de Isabel Mayer. De Isabel Mayer precisamente.

Es decir, que la más acreditada y devota celestina de la bestia, la principal encargada de proveerle a la bestia las más tiernas doncellas en flor, sería la defensora de los derechos de la mujer dominicana, la persona que lucharía por el pleno reconocimiento de la igualdad de derechos de la mujer en el país. Una de las más connotadas maipiolas dominicanas estaría al frente del movimiento feminista del Partido Dominicano. Parecía un chiste malo e indudablemente lo era.

Isabel Mayer era un cancerbero y había sido escogida por su fidelidad a la bestia, para asegurarse de que las cosas permanecieran en el terreno de las apariencias. Como miembro del movimiento Acción Feminista Dominicana luchó a brazo partido y con mucho éxito para que las mujeres obtuvieran el derecho y el privilegio de votar por la bestia en las elecciones del 16 de mayo de 1942. La constitución sería modificada y se le concedería a la mujer el derecho al sufragio, a elegir y ser elegida. Casualmente, Mayer sería la primera mujer dominicana que ocupó una posición política. En las ejemplares elecciones de 1942 fue nombrada senadora de la provincia de Montecristi, la primera senadora de la República. Junto con ella fueron designadas como diputadas otras cuatro mujeres. El Congreso quedó conformado por dieciséis senadores y treinta y tres diputados y las mujeres dominicanas quedaron por primera vez dignamente representadas por un grupo de cinco fieles cortesanas.

Isabel Mayer estaba destinada a grandes cosas y sólo permaneció dos años en el Senado. La patria reclamó sus servicios para cargos más importantes. la nombraron en una secretaría de estado, la designaron presidente de la Comisión Nacional de Frontera, finalmente fue designada gobernadora de Santiago y le fue dado su ilustre nombre al municipio de Villa Vásquez.

Terminó, en fin, convirtiéndose en una de las más destacadas personalidades. Pero ni ella ni ninguna otra mujer ocupó durante la era de la bestia un cargo de primera importancia. Además, al final de la tiranía su carrera se vio empañada por la inconducta de un nieto que se convertiría en un feroz oposicionista del régimen. Uno de los fundadores del Movimiento Revolucionario 14 de junio.

La que triunfó como feminista oficial del régimen de la bestia en el extranjero fue Minerva Bernardino. Minerva fue durante años una connotada dirigente feminista trujillista de la República Dominicana, una activista visible y reconocible en la escena internacional. Alguien que al decir de Crassweller obtuvo innegables reconocimientos y todo tipo de merecidas distinciones, merecidísimas al parecer. Alguien que jugó un papel de primer orden como delegada de la República Dominicana en las Naciones Unidas y que aparece en fotos junto a Eleanor Roosevelt, la esposa del presidente que había recibido a la bestia en la Casa Blanca para tomar el té de las cinco.

De hecho, son incontables las publicaciones que celebran a esta oscura figura, a esta mujer malvada que vivió de la apariencia, fingiendo ser lo que no era.

Asombra todavía y da vergüenza que en honor a esta verduga exista una placa de reconocimiento en la ciudad de Nueva York, colocada en el año 2006 en la Avenida Amsterdam del alto Manhattan.

La fatídica placa honra o pretende honrar a la deshonrosa “embajadora y feminista Minerva Bernardino (1907-1998), una de las cuatro únicas mujeres que firmaron la Carta de las Naciones Unidas en 1945. Representó a la República Dominicana en la primera Asamblea General de la ONU y dedicó su vida adulta al progreso de las mujeres y los niños del mundo”.

(Historia criminal del trujillato [82])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Dictador Trujillo fue subalterno de la familia del influyente Félix W. Bernardino

(https://almomento.net/el-temible-felix-w/

https://elnacional.com.do/dictador-trujillo-fue-subalterno-de-la-familia-del-influyente-felix-w-bernardino/)

Naya Despradel, “Félix W. Bernardino”, (https://www.elcaribe.com.do/gente/cultura/felix-bernardino-4/)

Sebastián del Pilar Sánchez, “El temible Felix W”,(https://almomento.net/el-temible-felix-w/)

Santiago Estrella Veloz, “FELIX BERNARDINO ( BUCHILAY ) Y SU HERMANA , MINERVA BERNARDINO”, Historia Dominicana en Gráficas, (https://es-la.facebook.com/historiadominicanaengraficas/posts/felix-bernardino-buchilay-y-su-hermana-minerva-bernardinopor-santiago-estrella-v/355646504633839/)

Minerva Bernardino, la diplomática dominicana que luchó contra la opresión y el maltrato hacia las mujeres - Billiken (https://billiken.lat/interesante/minerva-bernardino-la-diplomatica-dominicana-que-lucho-contra-la-opresion-y-el-maltrato-hacia-las-mujeres/)

Minerva Bernardino - Wikipedia, la enciclopedia libre (https://es.wikipedia.org/wiki/Minerva_Bernardino)

Primera mujer en formar parte del Senado de la República, Isabel Mayer - Periódico El Caribe (https://www.elcaribe.com.do/gente/cultura/zona-retro/primera-mujer-en-formar-parte-del-senado-de-la-republica-isabel-mayer/).


Bernardino y Bernardina (2 de 2)

Pedro Conde Sturla

8 abril, 2022

A juzgar por las tantas cosas elogiosas que se han escrito y escriben sobre Minerva Bernardino, parecería que fue una especie de heroína, una persona de sólidos principios éticos, morales. Gran cantidad de artículos de opinión la describen en términos que no son simplemente elogiosos, sino de carácter apologético, hagiográfico. Se habla de ella en forma encendida, fogosa, vehemente. Estaríamos, pues, en presencia de una benefactora de la humanidad que —como dice en la mencionada placa de reconocimiento de Nueva York—, “dedicó su vida adulta al progreso de las mujeres y los niños del mundo”. La Bernardino sería casi una santa.

El único problema es que Minerva Bernardino vivió y hubiera muerto gustosa al servicio de la bestia, igual que sus hermanos, y el papel principal que jugó fue como miembro del temible cuerpo de espionaje de la tiranía trujillista, del gobierno de la bestia. Se desempeñó como espía, como delatora, como organizadora y cómplice (junto a su hermano Bernardino) de más de un asesinato y hasta de un rapto. En sus manos está la sangre del escritor Andrés Francisco Requena, de Jesús de Galíndez y otros exilados antrujillistas. Incluso de Tavito de la Maza.

Suele decirse que la verdad está siempre tirada por el suelo mientras que la mentira está sentada en un trono y que el papel lo aguanta todo, Esto es particularmente cierto e indignante en el caso de Minerva Bernardino.

La abundante bibliografía, —tanto en inglés como en español, en alemán y en francés—, presenta a la Bernardino como una incansable luchadora, un ser excepcional, una consumada diplomática a la que el movimiento feminista internacional debe importantes contribuciones.

Ella misma escribió y publicó un modesto libro, una autobiografía titulada “Lucha, agonía y esperanza: trayectoria triunfal de mi vida”. Pero no es que le hiciera falta la promoción. A la Bernardino le sobran admiradores.

Dice en Wikipedia y otros medios que Minerva Bernardino era miembro de una familia liberal, progresista y que su “atención se centró en la desigualdad de las mujeres tras la experiencia vivida cuando trabajó en el servicio civil, pero no recibió ningún aumento en el sueldo porque el gobierno rechazó pagar a cualquier mujer un estipendio mayor que el de sus compañeros hombres”. En su autobiografía dice que “fue éste el impacto que me lanzó a la lucha por los derechos de la mujer.”

Pero eso no es todo y es casi nada en comparación con otros honores que se le han concedido a Minerva Bernardino. La distinguida cancerbera es figura estelar en el libro “100 Grandes Mujeres Latinoamericanas”, de la autoría de Lauren Rea, Regina Solis y Ariela Kreimer. Solo queda esperar, a manera de consuelo, que las otras grandes mujeres que figuran en la obra no sean como la Bernardino.

Pero lo peor de lo peor no es el libro, sino el artículo que la revista Billiken publicó sobre Minerva Bernardino basado en lo que dice el libro. El artículo, firmado por Julieta Escat, lleva por título “Minerva Bernardino, la diplomática dominicana que luchó contra la opresión y el maltrato hacia las mujeres”. Desde este título se anuncia la desproporción, el ensarte de mentiras, la falsedad, la falsificación de la historia.

Además, para engalanar el texto, se recurrió a una foto muy retocada de Minerva Bernardino y a una sofisticada ilustración de Emily Cuthbert. De modo que en el articulo la enaltecieron y en la foto y la ilustración la embellecieron en la medida de lo imposible, quizás también la emblanquecieron.

He aquí lo que dice la revista Billiken sobre esta heroína nacional:

27 agosto, 2021

Minerva Bernardino nació el 7 de mayo de 1907 en la República Dominicana. Tuvo que aprender a valerse por sus propios medios desde muy joven. A los 15 años quedó huérfana. Completó su educación y comenzó a trabajar en el Servicio Civil. Fue promovida a cargos cada vez más altos, pero con el mismo sueldo: ¡el gobierno sostenía que no podía pagarle a una mujer más que a un hombre!

Ese hecho despertó la conciencia de Minerva y la llevó a luchar contra la opresión y el maltrato hacia la mujer. Comenzó a militar en la “Acción Feminista Dominicana”, de la que pronto se convirtió en líder. Y tuvo resultados: la reforma de la Constitución de República Dominicana de 1942 reconoce la igualdad de las mujeres. Una de sus frases célebres fue: “El hombre ya no representa a la especie: la especie está representada por el ser humano, hombre y mujer”.

Uno de sus grandes méritos fue haber sido una de las cuatro mujeres que firmaron la “Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas” en 1945. En aquel entonces, luego de la Segunda Guerra Mundial y los crímenes que se cometieron durante el conflicto, el tema de los Derechos Humanos era vital. Y Minerva hizo su aporte al exigir que quedara por escrito que los derechos humanos debían garantizarse a todas las personas “sin diferencia de raza, sexo, condición o credo.

Más tarde se convirtió en una brillante diplomática, que trabajó para asegurar en su país los derechos de las mujeres y los niños. Pero había un problema: el gobierno al que representaba era la dictadura de Rafael Trujillo, quien gobernó en la República Dominicana por treinta años y cometió innumerables crímenes contra sus opositores. El rol y el legado de Minerva han sido cuestionados debido a su vínculo con aquel régimen dictatorial.

Murió el 29 de agosto de 1998.

•••

Leyendo cosas cómo estás uno se explica que a la feroz Minerva Bernardino le hayan dedicado una placa de reconocimiento en un lugar público de Nueva York y que una fundación para ayudar a la mujer y a los niños lleve su nombre. Por si esto fuera poco y para aumentar la confusión y contribuir a la desinformación, en un artículo de Wikipedia alguien se atrevió a decir sobre la siniestra Bernardino algo que parece un chiste de mala leche: “Aunque mantuvo la conexión con la República Dominicana nunca regresó al país a causa de su oposición a Trujillo”.

La falsificación y distorsión de los hechos permite entronizar la mentira y presentar a los canallas como héroes . Lo esencial en la vida y obra de la Bernardino —el vínculo de Minerva con el régimen de la bestia y su participación en crímenes horrorosos— aparece en los textos citados y en otros medios como algo secundario, como un rumor, un chisme, algo no confirmado, infundado tal vez. Insignificante, quizás, respecto a su labor en el frente diplomático y feminista.

Pero lo que pudo haber hecho a favor de la mujer no es lo esencial. No es como diplomática y feminista que merece ser recordada, esa era su máscara, su careta.

La siniestra Minerva Bernardino merece ser recordada, entre otras cosas, por su devoción a la tiranía, por el secuestro, tortura y asesinato del catedrático de la Universidad de Columbia Manuel de Jesús Galindez en una calle de Manhattan, por su complicidad en otros varios hechos de sangre, por su pervertida humanidad, por sus incontables bellaquerías.

(Historia criminal del trujillato [83])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Dictador Trujillo fue subalterno de la familia del influyente Félix W. Bernardino (https://almomento.net/el-temible-felix-w/ https://elnacional.com.do/dictador-trujillo-fue-subalterno-de-la-familia-del-influyente-felix-w-bernardino/)

Naya Despradel, “Félix W. Bernardino”, (https://www.elcaribe.com.do/gente/cultura/felix-bernardino-4/)

Sebastián del Pilar Sánchez, “El temible Felix W”,(https://almomento.net/el-temible-felix-w/)

Santiago Estrella Veloz, “FELIX BERNARDINO ( BUCHILAY ) Y SU HERMANA , MINERVA BERNARDINO”, Historia Dominicana en Gráficas, (https://es-la.facebook.com/historiadominicanaengraficas/posts/felix-bernardino-buchilay-y-su-hermana-minerva-bernardinopor-santiago-estrella-v/355646504633839/)

Minerva Bernardino, la diplomática dominicana que luchó contra la opresión y el maltrato hacia las mujeres - Billiken (https://billiken.lat/interesante/minerva-bernardino-la-diplomatica-dominicana-que-lucho-contra-la-opresion-y-el-maltrato-hacia-las-mujeres/)

Minerva Bernardino - Wikipedia, la enciclopedia libre (https://es.wikipedia.org/wiki/Minerva_Bernardino)

Primera mujer en formar parte del Senado de la República, Isabel Mayer - Periódico El Caribe (https://www.elcaribe.com.do/gente/cultura/zona-retro/primera-mujer-en-formar-parte-del-senado-de-la-republica-isabel-mayer/)


El otro Bernardino

Pedro Conde Sturla

22 abril, 2022

Aparte de Felix y Minerva hubo otro Bernardino que se destacó a su manera, o mejor dicho a la manera de los Bernardino, por la complicidad o participación en hechos de sangre. Más bien un hecho de sangre, específicamente de sangre, en el que hubo dos ensangrentados y provocó un escándalo internacional. Esta vez, sin embargo, a los Bernardino —para variar—, les tocaría la peor parte.

Ese otro Bernardino se llamaba Luis y era, según se dice, el hermano favorito de Minerva y a lo mejor también el favorito de Felix, y compartía con ambos los mismos instintos criminales. Era, probablemente, un engreído, y demostró ser un abusador, un ventajoso, un matón, un pendenciero, igual que su hermano Felix. Pero los últimos tiros que tiró le salieron metafóricamente por la culata.

Luis Bernardino ocupaba el cargo de primer secretario o cónsul de la embajada dominicana en Londres y en la misma embajada estaba como agregado militar el joven piloto (mayor piloto) Octavio de la Maza, alias Tavito. Se dice que eran amigos o por lo menos compañeros de trabajo o que simplemente se toleraban. En alguna ocasión habían tenido ciertas diferencias y Tavito había golpeado a Luis con el puño en la cara. Supuestamente se reconciliaron y aparentemente siguieron siendo amigos o lo que quiera que fuesen, pero los hechos demostrarían lo contrario.

Luis Bernardino no solo había recibido un golpe sino también una humillación, un desprecio, tal vez un hiriente rechazo. A la luz de los acontecimientos, es evidente que no pudo superar la ofensa.

Por más que intentara disimularlo, lo más probable es que a Luis Bernardino se lo estaba comiendo y carcomiendo un rencor, un reconcomio, una incómoda desazón. Algo en verdad perverso le bailaba maligno entre pecho y espalda. El odio que alimentaba desembocaría en tragedia, una tragedia y un escándalo y una vergüenza. Una de esas tantas vergüenzas que ocurren tan a menudo en el desvergonzado mundo de la diplomacia.

Gran parte de lo que sucedió entre Octavio de la Maza y Luis Bernardino nunca ha podido ser ni será probablemente determinado. Lo que se sabe, se dice y se repite es que el día 10 de julio de 1953 Tavito y su esposa Altagracia salieron en compañía de un amigo y en compañía de Luis Bernardino. Se dice que fueron al supermercado, que hicieron compras, qué más tarde irían Bernardino, Tavito y el amigo a algún otro lugar, quizás un bar, y que tomaron tragos y escucharon tangos. El efecto amargo y nocivo de los tangos podría explicar muchas cosas.

O bien pudo suceder que los tangos y los tragos se los dieran en el apartamento de soltero de Luis. Que los ánimos empezaran a caldearse. Que alguien diría algo o que no dijera nada. Que los ánimos nunca se caldearon, que todo formaba parte de una venganza fríamente premeditada.

Luis subiría al baño, supuestamente al baño, en el piso de arriba, si había un piso arriba, bajaría despacito las escaleras... Bajaría calladito (alevoso y taimado, premeditado y nervioso, ventajoso en extremo), con un arma en la mano. No dijo una palabra o diría muchas, disparó a quemarropa, probablemente a quemarropa. Le metió cinco tiros en el cuerpo al sorprendido mayor piloto Octavio de la Maza, alias Tavito. Eso es lo único en esta historia que no se presta a especulación.

Luis Bernardino le vació a Tavito una pistola o revólver y le metió en el cuerpo cinco plomazos. Un plomazo tras otro, uno tras otro... Algo que se parece mucho a un crimen pasional, a la típica reacción de un pretendiente desdeñado.

Esta vez, sin embargo, un Bernardino había agredido a un hombre que sabía defenderse y se defendería. Tavito cayó al piso, tenía que haber caído al piso, pero a pesar de la desventaja —y en lo que de seguro pensó que eran sus últimos momentos—, lograría sacar su pistola y sacar apenas fuerzas para disparar un tiro. Sentiría que se hundía en un pozo profundo, perdería la conciencia. Quizás nunca escuchó la sirena de las ambulancias en que fueron llevados de urgencia al hospital. El hospital al que llegó más muerto que vivo, con cinco agujeros de bala y desangrado. Pero Tavito sobreviviría. Sobrevivió de puro milagro a la congestión de plomo. Contra todos los pronósticos sobreviviría y empezaría su lenta recuperación. En cambio Luis Bernardino al día siguiente estaba muerto. El disparo de Tavito se hizo valer y puso fin a su vida.

Como agregado militar de la embajada dominicana, Octavio de la Maza gozaba de inmunidad diplomática y no tuvo mayores problemas con la justicia inglesa ni los habría tenido en cualquier caso porque había actuado en legítima defensa. Además, el gobierno de la bestia empleó sus buenos oficios para protegerlo e impedir que prosperara cualquier acusación en contra suya.

Otra versión de los hechos, que no aparenta tener mucho sentido, es la que sostiene Hortensia Bernardino en un confuso comentario al calce de un artículo de Tony Raful. Hortensia Bernardino, que se declara hija del occiso y de su esposa Graciela Pichardo, asegura que la autopsia que supuestamente realizó Scotland Yard, prueba que su padre tenía en el cuerpo varios “balasos ...y golpe con removedor de chinenea en su nuca...” (sic). (1). Es decir, un golpe con un hierro para atizar que le habría propinado De la Maza a Minervino ¡antes o después de recibir los cinco balazos!

Todo parece indicar que Scotland Yard hizo investigaciones, pero las conjeturas de la hija de Luis Bernardino no tienen asidero, son absurdas, por no decir delirantes.

Tavito regresaría después de su recuperación al país y trabajaría durante tres años en la Compañía Dominicana de Aviación. Pero las cosas no terminarían bien para Tavito. Felix Bernardino y su hermana Minerva habían jurado vengarse y se vengaron. La bestia les permitiría vengarse. Y la venganza le costaría la vida a la bestia.

(Historia criminal del trujillato [84])

Nota:

(1) Hortensia Bernardino: Joshua D’Baron. Yo tengo la prueba de Scotland Yard de su autopsia y relatos emitido por la Sra...que estaba en habn..su ama de lleves.. senora mayor espanola que preparaba equipaje de papa porq. se iba de Londres.... Afeminado miembr@s de la flia De la Maza....y quien no sabe eso..........ATREVIDO...Raful.... ya me he visto en 2 ocaciones...peridista y ex Emb en Vaticano (y escritor)??????ufff....y se han tanto que disculpar....Raful es conicido de Filito mi esposo...y al igual que yo.....piensa que porque no nos busco antes de escribir.....esa ASQUEROSA E IRREAL ...como ...ABSURDA ....historia......quien murio....quien tenia en su cuerpo los balasos ...y golpe con removedor de chinenea en su nuca...y .... En que fecha.....fue ..ASESINADO....el Consul Dominican en Londres......LUIS BERNARDINO....casado con GRACIELA PICHARDO .....MI MADRE

Bibliografía: 

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Tony Raful, La venganza fue de “espanto y brinco” (2) (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2015/03/24/361032/la-venganza-fue-de-espanto-y-brinco)

“Tavito y Antonio de la Maza… principio y fin” (https://hoy.com.do/tavito-y-antonio-de-la-maza-principio-y-fin/).


La venganza de los Bernardino (1)

Pedro Conde Sturla

29 abril, 2022


La venganza de los Bernardino se consumaría uno tres años después de la muerte de Luis, a raíz de un incidente que provocó uno de los más grandes escándalos internacionales de la era de la bestia. El famoso caso Galíndez.

Minerva Bernardino insistió desde el primer día para que la bestia castigase a Octavio de la Maza por lo que consideraba y llamaba el asesinato de su querido hermano Luis, el indefenso e inofensivo Luis Bernardino que había metido cinco plomos en el cuerpo de Octavio. Durante mucho tiempo insistió y persistió y nunca desistió en su clamor de venganza, pero la bestia no le prestó mayor atención. O por lo menos la postergó.

El tenebroso y tétrico y retorcido y escabroso Felix W. Bernardino secundó los deseos de su no menos tenebrosa, tétrica, retorcida y escabrosa hermana, emprendieron juntos una cruzada para tratar de convencer a su querido generalísimo de que les concediera la vida de Tavito. Solamente la vida de Tavito, como si de un conejo o un pollo se tratara.

Minerva, sobre todo, intrigó, cabildeó, envió cartas casi de súplica a la bestia, citó mentirosos testimonios, pruebas amañadas, mostró documentos que narraban una versión sesgada de los hechos, acusó al embajador dominicano en Londres de complicidad y encubrimiento, se empleó a fondo, definitivamente a fondo, tratando de ablandar el corazón de la bestia para que accediera a sus deseos, pero durante mucho tiempo la bestia se negó a complacerla y ni siquiera a responder a sus reclamos. La bestia la había escuchado, sin embargo, había escuchado sus ruegos y los había almacenado en su memoria. No los había desestimado del todo.

Luis Bernardino, según el informe del embajador dominicano en Londres, había muerto “en una reyerta entre amigos”, pero también se decía que en el trasfondo había un componente homosexual. Era un secreto a voces que el incidente había tenido lugar por el rechazo de Tavito a las pretensiones de Luis. El mismo guión, el mismo argumento daría base a una posterior acusación contra Octavio de la Maza y lo pondría en bandeja de plata en manos de los Bernardino. Le costaría la vida.

Tavito se había ganado, por desgracia, a unos enemigos poderosos e implacables, que gozaban del favor casi ilimitado de la bestia. Eran amigos y se trataban, al menos superficialmente, como familia. Minerva formaba parte del cuerpo diplomático del gobierno de la bestia y del servicio de espionaje, y Felix era su cancerbero, su más eficaz perro de presa en el extranjero, o por lo menos uno de los mejores, el de más fino olfato.

Ambos eran incondicionales, devotos de “su generalísimo”, y habían señalado, denunciado, entregado en manos de la bestia a un buen número de oposicionistas, habían colaborado en tramas criminales en el país y en el exterior, y tenían en sus manos la sangre de Mauricio Báez y muchos otros. Eran probablemente dos perfectos sicópatas. Dos consumados delatores.

Fue, incidentalmente, y sin que nadie se lo propusiera, una delación, una denuncia de Minerva contra Jesús de Galíndez la que hizo posible la venganza de los Bernardino.

Galíndez era un exiliado vasco que había venido al país en el año de 1939 y había servido a la bestia y también al FBI como informante de las actividades falangistas y comunistas de sus propios compatriotas. Al cabo de seis años, cuando llegó a conocer las interioridades del régimen, empezó a temer por su salud y en 1946 decidió prudentemente abandonar esta tierra y establecerse en Nueva York. No hizo más que llegar para ingresar a la nómina de informantes del FBI, el FBI del tenebroso Hoover, John Edgar Hoover.

Aparte de su labor de informante —informante a sueldo, asalariado, dedicado a suministrar incontables reportes sobre actividades comunistas o procomunistas de varias organizaciones—, Galíndez se desempeñó como catedrático de Derecho Público Hispanoamericano e Historia de la Civilización Iberoamericana en la Universidad de Columbia.

Pero el espía estaba siendo espiado por el servicio de inteligencia de la bestia. Ciertas actividades y contactos con exiliados dominicanos lo habían puesto en la mira, lo vigilaban, lo estudiaban, pero nadie lo molestó hasta que no empezó a escribir una tesis titulada “La Era de Trujillo: Un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana”. Su tesis doctoral para la Universidad de Columbia.

La redacción y el contenido de la tesis no pasó y no podía pasar desapercibido. En la obra se decían cosas terribles que llegaron a los oídos de los agentes de la bestia y llegaron a oídos de Minerva Bernardino.

Entre muchas otras cosas, Galíndez afirmaba que el primogénito de la bestia —el niño de sus ojos, el mimado Ramfis Trujillo Martínez—, no era hijo de la bestia.

Minerva Bernardino dio la voz de alarma, escribió un informe poniendo a la bestia en conocimiento de las labores curriculares y extracurriculares de Galíndez y la bestia se encabritó. Quizás pataleó, daría berridos de indignación. Había sufrido en lo más hondo una afrenta que no quedaría impune. Esta vez se atrevería a hacer algo que nunca había hecho y que pondría en peligro sus relaciones con el imperio. Pero lo hizo.

Una operación, en el más puro estilo mafioso o gansteril —con el propósito de raptar a Galíndez—, se puso en marcha poco tiempo después. En la misma jugaron un papel protagónico Felix Bernardino, el escalofriante Arturo Espaillat, alias Navajita, la entusiasta Minerva y un selecto grupo de sicarios. También participaron de alguna manera el prestigioso presbítero Oscar Robles Toledano, que se encontraba en Nueva York en esa época, y hasta el mismo Porfirio Rubirosa, que algún día sería interrogado por el Fiscal del Distrito de Nueva York en relación al hecho.


(Historia criminal del trujillato [85])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Tony Raful

La venganza fue de “espanto y brinco” (2) (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2015/03/24/361032/la-venganza-fue-de-espanto-y-brinco) “Tavito y Antonio de la Maza… principio y fin” (https://hoy.com.do/tavito-y-antonio-de-la-maza-principio-y-fin/)

Juan Daniel Balcácer,

El caso Galíndez- Murphy: Una crónica de terror (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2019/08/14/578159/el-caso-galindez-murphy-una-cronica-de-terror)

José del Castillo Pichardo

El Sino Trágico de Galíndez

(https://www.diariolibre.com/opinion/columnistas/2022/04/14/a-la-pluma-de-galindez-se-debe-la-era-de-trujillo/1770330)



7/5/22

La venganza de los Bernardino (2)

Pedro Conde Sturla

6 mayo, 2022


Galíndez nunca vio venir el terrible golpe que le deparaba el destino, o mejor dicho la bestia. El 12 de marzo de 1956 desapareció de la faz de la tierra. Una hermosa mujer lo engatusó, le tendió una trampa en su propio apartamento de Manhattan. El apartamento donde lo drogaron y de donde lo llevaron al aeropuerto. El aeropuerto donde lo esperaba un avión que lo trajo drogado a Montecristi, haciendo escala en Miami. El avión que pilotaba el joven Gerald Murphy. El avión en que también viajaba el médico Miguel Rivera, el médico que drogó a Galíndez y lo mantuvo drogado durante el vuelo. El vuelo en que además venía el inefable Felix W. Bernardino.

Desde Montecristi Galíndez fue trasladado en ambulancia u otro tipo de vehículo adecuado al fronterizo pueblo de Dajabón y desde Dajabón a Ciudad Trujillo en un avión de la CDA, la célebre compañía dominicana de aviación.

Según se sabe, el piloto Murphy, de apenas 22 años, había sido contratado, comisionado discretamente para que trajera a un supuesto enfermo terminal a Montecristi, y Octavio de la Maza, aliasTavito, había sido enviado a buscarlo a Dajabón, a buscar “un paquete”. Eso fue lo que les dijeron. Eso era todo lo que sabían o creían saber. Ninguno de ellos tuvo conocimiento de lo que estaba ocurriendo.

Cuando Galíndez recuperó la lucidez tenía 41 años de edad y estaba en el infierno, quizás en Hacienda María, en manos de la bestia, la bestia que lo encaraba y lo encuadraba, la bestia con sus ojos de fiera y su sonrisa de hiena. La bestia que lo devoraba con la mirada, como hacen las lechuzas con sus presas antes de consumirlas. El hombre que lo había irrespetado, desconsiderado y calumniado estaba a sus pies. Con él se tomaría su tiempo, todo el tiempo del mundo, lentamente, sin prisa... Le quebraría el alma antes que el cuerpo.

Dicen que le hizo comer un ejemplar de la tesis que habían encontrado en su apartamento de Manhattan o por lo menos unas cuantas hojas. dicen que probablemente lo sometieron a todos los horrores imaginables, dicen que lo desollaron, dicen que lo quemaron a fuego lento, dicen que le sacaron las uñas y que le sacaron los ojos y que le habrían aplicado picanas en los genitales, dicen o pueden decir que le arrancaron la lengua, que le machacaron los testículos, y que le fueron rompiendo los huesos despacito, uno por uno, todos los huesos del cuerpo, desde los pies a la cabeza, pulverizándolos más bien uno por uno.

Dicen que finalmente lo echaron a los tiburones cuando todavía estaba quien sabe si medio vivo o medio muerto.

Crassweller afirma que la desaparición de Galíndez pasó varios días inadvertida y que cuando los primeros investigadores visitaron su apartamento encontraron que todo estaba en orden y que las pesquisas no señalaban en ninguna dirección. Cualquiera podía haber sido el culpable. Pero al poco tiempo empezaron a encenderse las alarmas y aunque lo que se sabía o sospechaba no podía ser demostrado, la opinión pública apuntaba en una dirección, señalaba a un responsable.

El escándalo que se armó en Estados Unidos y otros países fue algo parecido a un estallido, un estallido de indignación y cólera que sorprendió al gobierno de la bestia. Otras veces habían matado a un exiliado dominicano en ese país (empezando por Sergio Bencosme en 1935), y la prensa y las organizaciones democráticas habían protestado, algún funcionario se había pronunciado en contra de la bestia, pero en poco tiempo la noticia desaparecía de los titulares y el hecho no tenía mayores consecuencias. Quizás una amonestación, una advertencia de los altos mandos para que el SOB favorito del imperio mantuviera la compostura.

Pero Galíndez no era dominicano y tenía dolientes en el FBI y la CIA y a nivel del aparato gubernamental, y los medios de prensa no parecían agotar su caudal de noticias y empezó a cundir el nerviosismo entre los que tenían hecha y tenían sospechas.

Entonces la bestia ordenó que se realizara una operación de limpieza, un chapeo bajito, como se decía por estos rumbos, y en el curso de unos meses empezaron a desaparecer y morir en el país y en el extranjero algunos de los implicados en el rapto que menos confianza merecían. Unos siete u ocho en total.

Eliminaron, en primer lugar, según informes del FBI, a la persona que le echó gasolina en un aeropuerto de Long Island a la avioneta en que se llevaron a Galíndez. Eliminaron, en un accidente de tráfico en las cercanías de Villa Altagracia, a la criolla que había seducido y conducido a Galíndez a la trampa mortal.

En otro accidente de tráfico, ocurrido también en el país, eliminaron y desaparecieron a un demoníaco, un personaje que llamaban el Cojo, un cojo y bizco, con un ojo averiado, un oscuro delincuente internacional, un matón que estaba al servicio de Trujillo, un paisano de Galíndez que se hacía pasar por su amigo y jugó un papel de primer orden en el rapto.

El médico que lo drogó también murió de muerte innatural. No murió, sin embargo, en un accidente. Se optó por el suicidio con cianuro, algo más creativo.

Otro de los esbirros, un coronel cubano que sabía demasiado, optó asimismo por el suicidio. Se suicidó de varios disparos en su despacho.

El joven piloto Gerald Lester Murphy fue igualmente víctima de la pandemia de accidentes de tráfico y desapariciones. El día 3 de diciembre de 1956 su automóvil Ford, aparentemente abandonado, fue encontrado cerca de unos acantilados, en el malecón, a poca distancia del matadero municipal, pero de su cadáver todavía se ignora el paradero.

(Historia criminal del trujillato [85])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Tony Raful

La venganza fue de “espanto y brinco” (2) (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2015/03/24/361032/la-venganza-fue-de-espanto-y-brinco) “Tavito y Antonio de la Maza… principio y fin” (https://hoy.com.do/tavito-y-antonio-de-la-maza-principio-y-fin/)

Juan Daniel Balcácer

El caso Galíndez- Murphy: Una crónica de terror (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2019/08/14/578159/el-caso-galindez-murphy-una-cronica-de-terror)

Juan Daniel Balcácer

¿Por qué mataron al piloto Murphy? (y II) | Listín Diario (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2019/07/31/576234/por-que-mataron-al-piloto-murphy-y-ii)

José del Castillo Pichardo

El Sino Trágico de Galíndez (https://www.diariolibre.com/opinion/columnistas/2022/04/14/a-la-pluma-de-galindez-se-debe-la-era-de-trujillo/1770330)

Tony Pina

El asesinato de Galíndez provocó otros crímenes - Noticiario Barahona (http://www.noticiariobarahona.com/2011/05/el-asesinato-de-galindez-provoco-otros.html)

Secuestro y asesinato de Jesús de Galíndez — El Nacional (https://elnacional.com.do/secuestro-y-asesinato-de-jesus-de-galindez/)

La trágica historia de Jesús Galíndez. Portal Carta de España. Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones (https://www.inclusion.gob.es/cartaespana/es/noticias/Noticia_0349.htm).


La venganza de los Bernardino (3 de 3)

Pedro Conde Sturla

13 mayo, 2022


El asesinato de Murphy permitió a los servicios de seguridad del imperio establecer al poco tiempo una conexión con el rapto de Galíndez y empezar a atar cabos. Muy pronto —siguiendo el rastro de sangre— comenzarían los investigadores a relacionar con el mismo caso las demás muertes y procederían a armar el rompecabezas y a señalar al culpable con nombres y apellidos y se complicó mucho más la situación. La bestia quedó envuelta en su propia telaraña.

Además, ahora era culpable de la muerte de dos ciudadanos estadounidenses. Ahora la indignación de la prensa iba en aumento, numerosas voces exigían justicia y pedían una sanción ejemplar. El escándalo y las acusaciones le saldrían muy caras a la bestia en términos contantes y sonantes. No se sabe cuánto tuvo que pagar en sobornos o coimas para tratar de acallar a la prensa, aparte de lo que pagaba a ciertos funcionarios, diputados, senadores y periodistas, pero el dinero corrió olímpicamente.

Aún así, varios congresistas, junto a la novia y al padre y familiares de la víctima y hasta el mismo gobierno, el gobierno de Eisenhower, tomaron cartas en el asunto y no dejaban de presionar y la bestia no toleraba presiones.

Había, pues, que fabricar una solución, encontrar con carácter de urgencia un culpable y no fue difícil encontrarlo. Dicen que Felix Bernardino pidió a Octavio de la Maza, alias Tavito, y la bestia no pudo negárselo.

Sin embargo, Crassweller afirma que fue William Pheiffer, el embajador usamericano en el país, quien por primera vez involucró a Tavito en el espinoso asunto. Si lo hizo de buena o mala fe (quizás por iniciativa propia o en combinación con la bestia), no es algo que pueda establecerse. Muchos creen que el embajador cayó en una trampa, aunque no se puede descartar que él mismo haya tendido la trampa, que se haya plegado a la bestia por razones de simpatía pecuniaria o tal vez por órdenes superiores.

El hecho es que que el embajador sugirió, se limitó a sugerir de alguna manera que tenía conocimiento de que entre Murphy y Tavito había rencillas y rencores y una supuesta enemistad que convertía a Tavito en sospechoso y justificaba una investigación. Pidió una investigación.

A la bestia y a Bernardino les encantó la idea, por supuesto, una idea que facilitaba muchísimo las cosas, y acogieron la petición de inmediato. Había que complacer al señor embajador. No faltaba más.

Tavito y Murphy trabajaban como pilotos en la CDA, tenían por lo tanto una relación armoniosa o conflictiva, pero tenían una relación y Tavito tenía un antecedente funesto. Había una vez dado muerte a un compañero de trabajo que lo había acosado y baleado sexualmente y la historia en parte se repetiría. Le endosarían un expediente similar y lo acusarían de la muerte de Murphy.

Tavito fue arrestado el 17 de diciembre, el mismo día que el embajador presentó su petición, y no saldría vivo de la cárcel. Se le exigiría, en principio, que se declarase culpable, que confesara algo así como que Murphy lo había molestado y en forma probablemente agresiva y que él se había limitado a defenderse, que le había dado muerte, que lo había arrojado al mar, que los tiburones habrían dispuesto de sus restos. Es probable que si Tavito hubiese cedido a las presiones, si se hubiera reconocido culpable del crimen que no había cometido, hubiera sido condenado formalmente, lo habrían encarcelado durante algunos años en condiciones privilegiadas hasta que el caso se enfriara y entonces recobraría su libertad.

A Tavito, sin embargo, no le hizo gracia la propuesta y la rechazó vigorosamente. Empezaron entonces a presionarlo de la manera en que los esbirros de la bestia acostumbraban presionar a los prisioneros, pero Tavito no cedió. Se dice que Ramfis Trujillo, el hijo mayor de la bestia, había intervenido en su defensa cuando se produjo la muerte de Luis Bernardino en Londres, unos tres años antes, y volvió a intervenir en esta ocasión. Tavito pertenecía a la fuerza aérea, de la cual Ramfis era comandante y además era su amigo, su jefe y su amigo, pero su intervención no sirvió de nada. El día 7 de enero de 1957, Octavio de la Maza, alias, Tavito, a los 38 años de edad, amaneció sin vida en su celda del cuartel central de la Policía Nacional. Se había ahorcado, según la versión oficial, con un mosquitero, extrañamente un mosquitero, y había dejado una nota de suicidio donde lo confesaba todo.

El montaje no podía haber sido más burdo, burdo y descarado, desfachatado, y prácticamente nadie se lo creyó. Incluso el mismo FBI consideró que era falso, pero por lo menos se había cumplido con las formalidades de rigor. La versión oficial era esa, la que defendería el gobierno de la bestia cínicamente.

El asesinato de Murphy había puesto, pues, incidentalmente, en manos de los Bernardino la suerte de Tavito. Es posible que la bestia se sintiera compelido a saldar con ellos una deuda de gratitud o se sintiera irritado por la tozudez del inculpado, pero el hecho es que terminó permitiendo a los diabólicos hermanos consumar su venganza. Dicen que un sicario llamado Cesar Oliva García mató a Tavito de uno o varios tubazos en la nuca. Otros aseguran -y eso es lo más probable—que fue Félix Bernardino quien se dio ese gusto.

Paradójicamente, el crédito por el rapto no le corresponde solamente a Felix Bernardino (y quizás, sobre todo, al célebre Navajita) y al servicio secreto de la bestia. Hay quien opina —como Carlos Piera Ansuátegui— que Jesús de Galíndez no fue simplemente raptado, sino entregado en manos de bestia, “sacrificado en el altar mayor de la guerra fría cuando el peligro comunista sustituyó como fantasma al derrotado nazismo y el Gobierno norteamericano pactó con el régimen de Franco en un elocuente ejercicio de la máxima: ‘”El enemigo de mi enemigo es mi amigo’”. (1)

Una opinión parecida e igualmente desoladora sostiene José Luis Barbería:

“A estas alturas parece ya evidente que si Jesús Galíndez fue entregado a los esbirros trujillistas el 12 de marzo de 1956 en el centro de Manhatan no fue sólo para satisfacer la conocida vesania criminal de su jefe, sino también para eliminar a un testigo incómodo, un obstáculo en el espectacular giro estratégico que llevó a Estados Unidos a quebrar su actitud frente al régimen de Franco. En el documental Galíndez, el abogado norteamericano Stuart A. McKeever, viejo investigador del caso, apuntala la teoría de que su desaparición fue una operación urdida por gentes vinculadas a los servicios secretos norteamericanos. Los policías que investigaron el caso y los fiscales que intervinieron en la vista contra los agentes norteamericanos implicados comparten ese juicio”. (2)

(Historia criminal del trujillato [87])

NOTAS:

(1) Carlos Piera Ansuátegui, “La trágica historia de Jesús Galíndez”. (https://www inclusión Govea/cartaespana/es/noticias/Noticia_0349.htm)

(2) Jose Luis barbería “Las últimas verdades sobre el agente Galíndez”| Domingo | EL PAÍS (https://elpais.com/diario/2002/09/22/domingo

Bibliografía: por

Robert D. Crassweller, “The se hay and times of a caribbean dictator



El monstruo en su madriguera (1)



Pedro Conde Sturla

20 mayo, 2022


La bestia no lo sabía entonces ni tenía porque saberlo, pero la venganza de los Bernardino terminaría costándole finalmente la vida. Había permitido o propiciado la muerte de Octavio de la Maza para complacer a la familia Bernardino y había tenido la cachaza de darle formalmente el pésame a la familia De la Maza. Dicen que llamó a Antonio, hermano de Octavio, para expresarle sus condolencias y hacerlas extensivas a todos sus deudos. Para afrentarlo más bien, escarnecerlo, mofarse de su dolor y desafiarlo impunemente. La bestia estaba acostumbraba a humillar e injuriar a sus súbditos sin temer a las consecuencias, pero esta vez habría consecuencias. Esta vez la bestia se había extralimitado. La bestia había firmado, sin saberlo, su sentencia de muerte.


En los años finales de la tiranía la bestia estaba fuera de sus cabales, fuera de control. Tenía serios problemas de próstata, tenía incontinencia urinaria y alguna vez se orinó en los pantalones cuando participaba en una fiesta. Su hombría estaba comprometida, comenzaba a fallar y le fallaba con más frecuencia, pero su instinto criminal, su naturaleza de fiera enardecida iba en aumento.

Algunos de sus más cercanos colaboradores —como Cucho Álvarez, por ejemplo— dan cuenta de que en esos años la bestia se había vuelto más difícil que nunca de tratar. “Tanto a Anselmo como a mí –dice Don Cucho en sus memorias—nos tocó lidiar un toro bravo”. Sin embargo, “sólo a algunos pocos nos tocó lidiar al toro herido en los albores de su agonía”. Varias de las más abominables atrocidades (aunque ninguna de la magnitud de la matanza de haitianos) las cometería la bestia en esa época, incluyendo el exterminio casi total de los 198 expedicionarios del 14 y 20 de junio de 1959, el atentado del 24 de junio de 1960 contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt (que finalmente lo indispuso con sus amigos del imperio), la brutal represión a que fueron sometidos los integrantes del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, el brutal asesinato de las hermanas Mirabal el 25 de noviembre de 1960… Añádase a lo anterior el incremento de la intolerancia, el espionaje, el ensañamiento contra el pueblo durante esos últimos años del gobierno de la bestia.

Fue en el inicio de ese período, cuando el escándalo por la muerte de Galíndez estaba en su apogeo, que Bernardino consideró prudente regresar al país y colgar los hábitos diplomáticos. Había vivido en las entrañas del imperio y conocía mejor que nadie los juegos pesados de sus servicios de seguridad y los peligros a que estaba expuesto. El también podía desaparecer o podrirse en una cárcel o caer en malas manos.

Bernardino gozaba de un inmenso desprestigio y era objeto de repudio, un soterrado y público repudio, tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica y su propio país. Pero en su país estaría más seguro, toda la vida estaría seguro en su país, antes y después de la muerte de Trujillo, sin que nadie le tocara prácticamente un pelo.

Para desgracia de sus habitantes el monstruoso personaje se estableció en las cercanías de El Seibo, se enrocó, como quien dice, en una propiedad a la que fue añadiendo nuevas tierras que dedicó a la ganadería y a la siembra de caña y que llegó a tener más de treinta mil tareas. Treinta mil tareas que de seguro adquirió con malas artes y probablemente con ayuda del demonio.

En el lugar construyó una confortable residencia, una especie de madriguera, propia de un señor casi feudal, y se convirtió en poco tiempo en uno de los más ricos e importantes hacendados del lugar, en una especie de líder o cacique de los ganaderos y granjeros, un poderoso y temido señor de horca y cuchilla que durante años daría rienda suelta a sus instintos criminales y cometería todo tipo de desmanes y fechorías. Alguien odiado, aborrecido, y sobre todo temido.

En sus tierras utilizaba principalmente braceros y peones haitianos a los que pagaba, por supuesto, un salario miserable y dispensaba un trato de esclavos. Haitianos y dominicanos a los que amarraba de un poste y torturaba y azotaba con fuetes mojados y marcaba con hierro candente de marcar ganado cuando le salía de los forros y de cuyas vidas disponía a voluntad. A sus vecinos, eventualmente, también les reservaba un trato vejatorio. Disfrutaba —como ya se ha dicho en otra ocasión— ejerciendo la crueldad, abusando de los débiles y no tan débiles. Incluso los grandes hacendados tenían que andar con cuidado y con recelo. Era un azote. Un azote del diablo. Se le atribuía el envenenamiento de una vecina y otros asesinatos. A un infeliz limpiabotas lo machacó a golpes porque supuestamente se le atravesó, se le puso delante del caballo.

Uno de los mayores motivos de orgullo del monstruoso Bernardino fue la creación de un grupo paramilitar que llamó Jinetes del Este, del cual formaban parte agricultores, ganaderos, comerciantes, profesionales, periodistas y también sus matones e informantes. A Bernardino le encantaba pavonearse y al frente de los Jinetes del Este se pavoneaba todo el tiempo. El grupo surgió a raíz de las expediciones guerrilleras del 14 y 20 de junio de 1959 y tenia supuestamente como propósito la defensa del gobierno de la bestia, del hombre a quien Bernardino siempre llamaba mi generalísimo. Para lo que sirvió fue para que Bernardino se luciera y luciera sus caballos de raza al frente de sus jinetes y para que muchos de sus miembros cometieran abusos.

No todos los participantes eran voluntarios ni se habían adherido de buena gana a los jinetes de Bernardino. Tampoco eran voluntarios todos los que tomaron parte en una agotadora marcha que se inventó Bernardino para exhibirse ante su querido generalísimo con el pretexto de rendirle homenaje o pleitesía en el día de su cumpleaños, que también era día de su santo. La larga marcha a caballo desde el Seibo a Ciudad Trujillo, llenó de terror a muchos de los jinetes, pero el miedo que le tenían a Bernardino era más grande y le sirvió de incentivo a los indecisos.

La organización del evento había sido traumática desde el inicio, desde que Bernardino se molestó por la tardanza de los asistentes a la primera reunión. Bernardino había llegado puntualmente al lugar a la hora señalada y en cuanto pasaron unos minutos sin que se presentaran todos los invitados se le metió el diablo en el cuerpo, si acaso alguna vez salía. Montó en cólera, un cólera profundo, y montó raudo en su caballo. Los retrasados estaban en un restaurante, terminando de desayunar, y al restaurante se metió Bernardino con todo y caballo y causó destrozos, le tiró encima el caballo a los desayunantes, atropelló a varias personas, incluyendo un honorable senador y quizás un gobernador.

La marcha fue todo un éxito a pesar de que muchos se desmayaron y llegaron a la capital más muertos que vivos. Otros no resistieron el viaje y algunos trataron de evadirla y la evadieron. Mandaron en su lugar a un sustituto e hicieron la mayor parte del viaje en automóvil. Al llegar a las cercanías de la capital subieron a sus monturas y llegaron muy orondos al malecón y empezaron a desfilar con los demás jinetes en dirección al lugar donde pasarían con la frente alta frente a la bestia. Pero los chivatos de Bernardino los habían chivateado. Bernardino se había enterado y los hizo detener, los hizo apear vergonzosamente de sus caballos en presencia de la multitud que aplaudía y los veía ahora caminando con el rabo entre las piernas. 


(Historia criminal del trujillato [88])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Sebastián del Pilar Sánchez
“El temible Félix W”
(https://almomento.net/el-temible-felix-w/)
El libro de Don Cucho Álvarez
(https://hoy.com.do/el-libro-de-don-cucho-alvarez/)
Chichi de Js. Reyes
“Los jinetes del Este” (El Nacional, Imágenes de nuestra historia).













28/5/22

El monstruo en su madriguera (2 de 2)


Pedro Conde Sturla

27 mayo, 2022


El nombre de Felix W. Bernardino, alias Buchilai, es algo que la gente del Este de cierta edad todavía recuerda con espanto. Mencionar a Buchilai —un apodo de carnicero— era como mencionar al diablo y verlo venir al mismo tiempo. La presencia de Buchilai en El Seibo y sus alrededores era tal vez más agobiante que la de Petán en Bonao. Es posible que —en comparación con Buchilai— para muchas personas Petán Trujillo podía parecer un angelito. Ni siquiera los Cocuyos de la Cordillera, la organización paramilitar que ideó Petán para combatir a los guerrilleros del 14 y 20 de junio tuvieron tan mala fama como los Jinetes del Este de Bernardino. Petán era por lo menos un abusador, y de seguro era capaz de matar o de mandar a matar y había matado, pero no era un asesino compulsivo como Buchilai, un torturador, un sádico, cuyo nombre todavía produce escalofríos. Y además tuvo, desdichadamente, mucho mejor suerte que Petán. Muy buena suerte.


Bernardino maltrataba a los trabajadores de su hacienda, a los cuales profesaba al parecer un instintivo odio visceral, y maltrataba a sus vecinos y a todo aquel que se le pusiera en el camino. Al estilo de Trujillo y de los hermanos de Trujillo y de los generales de Trujillo, se apropiaba de la tierra, el ganado y todo lo que podía interesarle por los medios más expeditivos y brutales. Con tal de conseguir lo que quería (y a veces quizás simplemente por gusto) recurría al asesinato, a la coerción, a la más desalmada tortura. Bernardino robaba, incendiaba, asolaba, mataba rutinariamente con armas blancas o de fuego, envenenaba, ahorcaba, colgaba a sus víctimas de pies o de cabeza, los hacia despellejar a fuetazos, les metía mangueras por la boca o por el ano, las marcaba con los hierros de marcar ganado, como si fueran de su propiedad, arrasaba con sus cosechas, les sacaría las uñas y los ojos si acaso se le antojaba... No había límites para la maldad de ese demonio.

Sólo el ajusticiamiento de la bestia en 1961 y el llamado proceso de destrujillizacion, que llevó a cabo el Consejo de Estado entre 1962 y 1963, pondría un alto temporal a sus desmanes. Durante este gobierno de transición sucedió algo que muchos habían soñado y todos creían imposible: los asesinos de las hermanas Mirabal y otros cancerberos fueron sometidos a la justicia y condenados a penas de treinta y veinte años de prisión y encerrados en la Fortaleza Ozama (hasta que fueron puestos en libertad por el Coronel Manuel de Jesús Montes Arache durante la revuelta constitucionalista de 1965). Bernardino también sería sometido por una serie de horrorosos crímenes, pero no sería condenado ni sufriría muchas penas.

Al monstruoso Bernardino se le acusaba, entre muchas otras cosas, de haber asesinado a los hermanos Héctor y Pedro Díaz, a Demetrio Castro, a José Báez a Héctor Barón García, a Elías Kelly, a Clemente de la Cruz, a Gervasio Franco, y muchos más. Se le acusaba asimismo del envenenamiento de por lo menos una vecina que respondía al nombre de Ana María Padua, se le acusaba de haber infligido heridas y otros daños corporales a numerosas personas, se le acusaba de haber torturado a más gente de las que posiblemente podía recordar. Entre sus víctimas innumerables se mencionaba a Agustín Lagué, a Marcelino Cordones, a Isidro Morla, a Chichí José, a Domingo Guerrero, a Aquilino Valdez, a Celestino Sarmiento Messina, a José Safí, a Silvestre Sarmiento Messina y quien sabe cuántos otros… Pero igualmente se le acusaba de haber dado muerte en publico (en el momento en que sus compañeros celebraban y lo cargaban en hombros) al joven lanzador de un equipo local de pelota que había derrotado al equipo por el cual apostaba.

Las acusaciones parecían no tener fin. Se le imputaba a Bernardino el incendio de varias casas, el persistente robo de tierras y ganado, los asesinatos sistemáticos. Era un pirómano, un abigeo, un sicópata, un ser humano retorcido y brutal.

Todos en la región celebraron y suspiraron con alivio cuando por fin fue apresado en el mes de febrero del año 1962 y retenido durante varias semanas en una cárcel del El Seibo. De ahí sería trasladado y encarcelado en condiciones inmejorables en la penitenciaria de La Victoria, a poca distancia de la ciudad de Santo Domingo, que ya había recobrado su histórico nombre.
Bernardino no parecía sentirse a disgusto en aquella situación, al poco tiempo empezó a comportarse como si fuera el dueño de la cárcel, hacía galas de un tétrico buen humor, disfrutaba de una cierta libertad de movimientos y de la selecta compañía de los asesinos de las hermanas Mirabal y otros personajes demoniacos.

El proceso judicial y las vacaciones. carcelarias de Bernardino durarían unos cinco años, un período en el cual fue requerido de manera habitual en el llamado Palacio de Justicia, interrogado cientos de veces, visitado por agentes del FBI en relación al caso Galíndez.
Finalmente (el 24 de enero de 1966), fue descargado. Los inefables jueces de la Corte de Apelación de San Cristóbal desestimaron las acusaciones. Bernardino había actuado en todos los casos en permanente estado de locura. La víctima era él.

La farsa judicial culminó en 1966 con la ratificación de la sentencia, la liberación de todos los cargos contra Félix W. Bernardino por insuficiencia de pruebas. La excarcelación de Bernardino. La inmensa indignación y frustración, la manifestación de impotencia del pueblo dominicano.

Los cuantiosos bienes de Bernardino, sin embargo, habían sido confiscados y luego repartidos en 1963 por el Instituto Agrario Dominicano entre los campesinos de la región, pero no por mucho tiempo. Su amigo Joaquín Balaguer llegó al poder en el mismo año de su absolución y liberación y le devolvió todas sus riquezas. Bernardino también había llegado o había vuelto junto con Balaguer al poder, volvería a sus predios de El Seibo y volvería a las andadas bajo un manto habitual de impunidad. Muy pronto se vería envuelto en un escándalo internacional por la tortura y asesinato de un grupo de haitianos. Lo peor es que moriría en su cama, o por lo menos en una cama de los Estados Unidos, el 18 de marzo de 1982.

(Historia criminal del trujillato [89])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Sebastián del Pilar Sánchez

“El temible Félix W”
(https://almomento.net/el-temible-felix-w/)

El libro de Don Cucho Álvarez
(https://hoy.com.do/el-libro-de-don-cucho-alvarez/)

Chichi de Js. Reyes
“Los jinetes del Este” (El Nacional, Imágenes de nuestra historia).



RUBIROSA (1–11)

(Serie completa)

Rubirosa (1)


Pedro Conde Sturla 

3 junio, 2022 



De izquierda a derecha Felix W.Bernardino, Trujillo, Manuel de Moya Alonzo, una persona no identificata y Porfirio Rubirosa 



Es difícil encontrar un personaje tan despreciable y repulsivo, tan inmoral y tan frívolo, y a la vez tan popular y admirado como Porfirio Rubirosa. Porfirio Rubirosa Ariza.


Rubirosa fue el más famoso cortesano de la era de la bestia, quizás el dominicano más vergonzosamente mencionado y glorificado de la historia. Quizás Porfirio Rubirosa, junto a Pedro Henríquez Ureña y Maximo Gómez (guardando, por supuesto, las insalvables diferencias), sean todavía hoy los dominicanos de mayor proyección internacional.





En Europa lo idolatraban, lo celebraban y lo celebran como el más grande play boy del siglo XX, como si fuera algo honroso, como si fuera admirable conquistar y desplumar mujeres ricas y además propinarles de vez en cuando golpizas. El hecho es que Rubirosa (o simplemente Rubí como le decían cariñosamente) aparecía en los noticieros, aparecía de refilón en algunas películas francesas, en las carreras de caballo y de autos, aparecía hasta en la ensalada. Los franceses bautizaron en honor a su miembro los grandes pimenteros de sus restaurantes de lujo con el nombre de Rubirosa, la prensa amarilla celebraba sus conquistas, celebraba al seductor irresistible, celebraba al jugador de polo, al piloto de carreras de autos, al hombre que según decía estaba demasiado ocupado para trabajar… Terminó convirtiendo al vulgar gigoló, al vulgar chulo, al infame prostituto, al detestable falócrata y vividor y maltratador y engañador de mujeres en una especie de modelo a seguir, en un personaje de culto.


De las bellaquerías que cometió en la misma Europa y de los asesinatos en que se vio envuelto al servicio de la bestia raramente se decía una palabra, si acaso se decía algo. Rubirosa estuvo involucrado en escándalos internacionales y en algunos de los peores crímenes que la bestia patrocinó en el extranjero, aparte de los que cometió por cuenta propia.


Por órdenes de la bestia, en el año de 1935 participó en la planificación y tentativa de asesinato del exiliado antitrujillista Ángel Morales, que vivía en Nueva York, y que culminó, por un azar del destino, con la muerte de Sergio Bencosme, hijo del hacendado Cipriano Bencosme, ultimado en 1930 por sicarios de la bestia. Sergio Bencosme se convertiría en la primera víctima de la bestia en el extranjero. El hombre que le quitó la vida era un primo de Porfirio, un desalmado gatillero llamado Chichí Rubirosa. Luis de la Fuente Rubirosa, alias Chichí.


Porfirio Rubirosa estuvo involucrado igualmente —junto a Felix y Minerva Bernardino y el general Arturo (Navajita) Espaillat— en el rapto de Galíndez y en tareas de espionaje y otras cosas sucias que muchos de sus admiradores prefieren no mencionar.


Durante la guerra civil española y el período anterior al estallido de la segunda gran carnicería mundial —amparado en su condición de diplomático— fueron numerosas las canalladas que cometió en perjuicio de exilados y fugitivos que buscaban salir desesperadamente de Europa y pagaban lo que fuera por un pasaporte o cualquier tipo de salvoconducto que les permitiera ponerse a salvo en algún país americano. Además, alguna vez fue mencionado, junto a otros diplomáticos dominicanos, en el robo y contrabando de valiosas piezas arqueológicas provenientes de Grecia. Se le menciona, por igual, en el asesinato de un polaco con el que viajó a España en busca de unas joyas durante la guerra civil, a finales de los años 1930.


Según se dice, el polaco y un joyero español se habían puesto de acuerdo con Rubirosa para que Rubirosa y el polaco fueran a rescatar lo que constituía prácticamente un tesoro, unas valiosas prendas que no habían podido sacar del territorio español. Era un viaje lleno de peligros que Rubirosa logró sortear viajando desde Francia en un automóvil con placas diplomáticas y con sus credenciales de diplomático, por supuesto. Rubirosa hizo el viaje de ida y vuelta y entregó al joyero español una parte del botín, quizás una parte insignificante.


El polaco en cambio desapareció o lo hizo desaparecer Rubirosa. También desapareció en los bolsillos de Rubirosa la mayor parte de las prendas. El polaco, desgraciadamente —de acuerdo con la versión de Rubirosa— fue víctima de la guardia fronteriza, al igual que el resto de las joyas, y Rubirosa no podía estar más compungido.


Lo cierto es que Rubirosa siempre tuvo problemas con las autoridades europeas y si salía bien librado era solo debido a su buena suerte y a su condición de diplomático. Incluso con la bestia tuvo problemas serios que pudieron costarle la vida. Trujillo mandaría a matarlo, supuestamente, para castigarlo por las golpizas que le había propinado a su hija Flor de Oro cuando estuvieron casados. Las golpizas y los cuernos. Rubirosa ya había sido despojado por la bestia de su condición de diplomático, pero sus amigos lo pondrían sobre aviso y se ocultaría durante un tiempo. Quizás no haya nada de cierto en esa historia, quizás se trató de una falsa alarma, pero con la bestia nunca se podía estar seguro.


Lo que sí es cierto es que estuvo a punto de perder la vida en 1946 —cuando recién había terminado la segunda guerra mundial—, por cortesía de unos miembros de la resistencia francesa que le metieron tres balazos en el cuerpo. Pero el blanco, o en este caso el trigueño, no era Rubirosa. Se trataba de un mal entendido, una equivocación o mejor dicho un lamentable accidente. Nadie quería eliminar a Rubirosa, sino a su reciente esposa, la bella actriz Danielle Darrieux, a quien se acusaba de colaboracionista. Rubirosa, según se dice y se repite, recibió heroicamente los balazos destinados a ella y le salvó la vida. Sin embargo, nada tendría de extraño que Rubirosa también fuera colaboracionista o simpatizante del nazismo. Lo extraño sería que no lo fuera. Lo más probable es que ambos eran colaboracionistas y filonazistas y que los erráticos balazos estaban dirigidos sin discriminación a uno y otra con la intención de poner fin a sus días, pero no cumplieron su cometido. Desafortunadamente las balas tuvieron mala suerte. 


(Historia criminal del trujillato [90])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3


Rubirosa (2)


Pedro Conde Sturla 

10 junio, 2022



La celebrada vida de Porfirio Rubirosa —la impresionante y fascinante vida de un seductor como la definieron y definen muchos escritores y periodistas—, fue la vida de un libertino, un tipo vacío, un hombre hueco, hinchado de vanidad, un narcisista poseído de sí mismo en grado extremo, que hacía el mal sin darse cuenta o sin pretender darse cuenta y que tomaba lo que al parecer creía que el mundo le debía. Alguien que tuvo acceso durante una infancia dorada a la mejor educación, a una existencia regalada y placentera, y que pudo ser una persona útil y eligió ser un parásito.


Porfirio Rubirosa Ariza y sus dos hermanos mayores (Ana y César) eran hijos de un general de la época de Concho Primo (Pedro María Rubirosa Rossi), que se cansó de tirar tiros y abrazó la carrera diplomática en cuanto se le presentó la oportunidad. Eso le permitió a la familia dejar atrás el escenario del caciquismo y la montonera, las casas con refugios soterrados donde los habitantes podían protegerse de los muy frecuentes tiroteos, la violencia endémica que se agravó a partir de la muerte de Lilís en 1899 y perduró durante los primeros dieciséis años del siglo XIX.



La diplomacia le permitió, en definitiva, al general Rubirosa partir con su familia hacia Saint Thomas en 1914 y luego establecerse como jefe de la delegación dominicana en París de Francia casi en el mismo momento en que estallaba la primera guerra mundial. Los Rubirosa pasaron, pues, del sartén al fuego, y por un período de más de cuatro años se convirtieron en espectadores de la más feroz carnicería que había conocido la humanidad.

En 1916, a los dos años de la llegada a Francia, se produjo la primera ocupación armada del imperio norteamericano en Santo Domingo, que se prolongaría por ocho años. Ese pudo haber sido el fin de la estadía de los Rubirosa Ariza en Europa, pero los servicios internacionales y las representaciones diplomáticas o consulares se mantuvieron a pesar de la ocupación en países como Francia e Inglaterra. En el gobierno de Horacio Vázquez, que sucedió al de los yanquis, el general Rubirosa fue confirmado en su cargo y posteriormente nombrado como embajador en Londres

De tal manera, la familia Rubirosa Ariza pudo permanecer en el viejo continente durante largo tiempo. Porfirio llegó a París cuando tenía seis años y regresaría contra su voluntad al país cuando tenia diecinueve, un tiempo después que sus padres y hermanos.

Como estudiante no sirvió para nada y ni siquiera pudo terminar la enseñanza media. Pero aprendió inglés y francés, probablemente sin acento, y aprendió según se dice algo de alemán y portugués.
Aprendió a boxear, aprendió a bailar como un profesional, aprendió los más refinados modales, el arte de seducir, de engatusar, de engañar. Aprendió, además, el arte del desdoblamiento, el arte de la doble personalidad y doble moral. Podía ser el tipo más fino, el más atento, el más gentil y galante y podía propinar a una mujer una golpiza, matar por dinero o por órdenes de la bestia.

Lo más importante de todo es que aprendería a jugar polo y se convertiría en un notable jugador. Al polo se dedicaría toda la vida y llegó a tener su propio equipo, el equipo Cibao–La Pampa con el que cosecharía notables éxitos. Incluso llegó a ganar, en lo que sería el último día de su existencia, la Copa de Francia.

El polo le permitió relacionarse, desde su época de estudiante, con gente de alto postín, de un postín tan alto como el de Alí Khan, con el que entabló una especie de amistad que duró toda la vida. Ali Khan era hijo y sucesor de Aga Khan III, un líder religioso musulmán de la India, un tipo obeso, o por lo menos corpulento, al que sus fieles regalaban todos los años su peso en oro, a veces en diamantes, a veces en platino, quizás en piedras preciosas. Alí Khan, desde luego, estaba podrido en dinero y es muy probable que Rubirosa le ayudara con mucho gusto a gastarlo en incontables correrías, en fiestas, en prostitutas de lujo. La vida nocturna se convirtió para Rubirosa en la vida por excelencia, la verdadera vida. En algún momento decidió —si no lo había decidido desde siempre— dedicar su vida a la juerga, vivir de juerga en juerga, dedicarse a tiempo completo a la dolce vita, quizás la más divertida, superficial y estúpida manera de vivir.

Lo malo es que le faltaban los recursos. Su amigo Ali Khan había elegido el mismo estilo de vida y se convertiría con el tiempo en un famoso play boy y conquistaría muchas mujeres, pero a base de papeletas y no de muela, como Rubirosa. Rubirosa no gastaba dinero en mujeres, vivía de las mujeres, invertía en mujeres. Ali Khan se dio a conocer como mujeriego. Porfirio Rubirosa ganó fama como prostituto de alta sociedad. Dicen que un columnista llamado Taki Theodoracopulos decía que cuando Porfirio Rubirosa se emborrachaba, le echaba mano a la guitarra y cantaba “Soy sólo un chulo, soy sólo un chulo”.

En realidad era un poco más que eso. Atraía a las mujeres como dice Juan Luis Guerra, pero al revés: como el panal a la abeja. Como un imán. Pero un chulo era en esencia: un renombrado y exitoso chulo.Uno de esos extraños alborotadores de hormonas, un tipo feromonal. Un cuero macho.

Historia criminal del trujillato (91)

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”
(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)
Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)
Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)
PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)
pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)

Rubirosa (3)


Pedro Conde Sturla

17 junio, 2022




La familia Rubirosa Ariza —con excepción de Porfirio— dejó a Europa en 1928 y regresó al país en un momento de crisis, de gran incertidumbre. El gobierno de Horacio Vázquez se tambaleaba y la bestia preparaba el golpe de mano que lo llevaría al poder. Porfirio había demostrado ser un caso perdido, un bueno para nada, y ahora de repente había perdido el apoyo económico del cual había dependido toda la vida. Aún así decidió tratar de sobrevivir y sobrevivió en París durante un tiempo a base de sus encantos, de sus buenas y malas artes, echando mano a todos los recursos que tenia a su disposición y a otros que improvisaría sobre la marcha, haciendo de tripas corazón. Hay quien dice que se ganó el pan como miembro de un conjunto de baile, que se exhibió en clubes nocturnos de mala muerte y en las calles, como artista callejero, quizás cantando y tocando guitarra. Pero las cosas, y sobre todo las mujeres, no se le dieron tan fácil desde abajo, sin la cobertura y el pedestal y el brillo diplomáticos y fracasó en casi todo lo que intentó, incluso como seductor, como Don Juan y gigoló, y al cabo de un tiempo tiró el guante y decidió regresar al país, al paisaje que había conocido en su infancia y del cual posiblemente no conservaba memoria. Pero lo peor es que ni siquiera tenía dinero para regresar y regresó de contrabando, como polizonte, en un barco mercante que lo dejó en Puerto Plata.

Porfirio había nacido en 1909, se había ido como hijo de diplomático a Europa cuando apenas tenía seis años y ahora regresaba con una mano delante y otra atrás, a fines del gobierno de Horacio Vázquez, cuando tendría unos diecinueve. Para peor, la situación de la familia no era buena y tendía a empeorar. Se agravó definitivamente cuando el padre murió en 1930 en San Francisco de Macorís. El año en el que se estrenaba el régimen de la bestia.

La gente que conoció y trató a Porfirio Rubirosa en esa época cuenta que su situación económica no era nada halagüeña y que se vio obligado a desempeñar oficios humildes. Los sábados y domingos, sin embargo, vestía sus mejores galas y se reunía en el parque con los jóvenes del pueblo, trataba siempre de destacarse, exhibiendo sus finos modales, sus conocimientos de idiomas y de mundo. Haber ido a París era una profesión, como se decía en ese tiempo. Ser blanco también era una profesión. Pero Porfirio hablaba con amargura y desencanto de sus frustrados sueños. A más de un conocido le contó que la gran meta de su vida era conquistar una mujer rica, pero sabía que para lograrlo también tenía que ser rico o por lo menos aparentar cierto nivel de bonanza. Se sentía irrealizado, sentía que no tenía presente ni futuro y no encontró nada mejor que hacer que engancharse a la guardia. 

Obedecer y recibir órdenes, dormir en incómodas literas, levantarse de madrugada y someterse a una disciplina, a una casi dictadura castrense no era lo suyo. Pero la carrera militar le abriría la puerta de sus sueños.Lo que menos pensaba Rubirosa, en el momento en que se puso el uniforme, es que esa mujer rica que había estado persiguiendo en la imaginación, muy pronto estaría al alcance de sus manos.

A la bestia le gustaba rodearse de hombres buenos mozos y gallardos, de gente elegante, atildada, bien vestida, y muy pronto se fijaría en Rubirosa y ese sería el principio de una gran amistad. La bestia lo designó como miembro de su escolta personal y al poco tiempo ostentaba el grado de capitán. Pero no cualquier capitán. El uniforme de Rubirosa estaba hecho a la medida, estrictamente a la medida de Rubirosa, todo en Rubirosa parecía estar hecho a la medida. Rubirosa lo medía y calculaba todo, como si estuviera permanentemente al acecho de una presa. Como en efecto lo estaba.

De una presa, de una codiciada presa había oído hablar y murmurar varias veces, la había oído mencionar, casi en secreto, y de seguro estaba esperando el momento de conocerla, la oportunidad de saltar sobre ella cuando el momento fuera propicio. De hecho, le saltó arriba casi desde el momento en que la vio y el salto estuvo a punto de costarle la vida.

El nombre de la agraciada era Flor de Oro Trujillo Ledesma, la hija superviviente de las dos que había tenido la bestia con una mujer humilde de la cual ahora se avergonzaba, de la madre de la única hija que tenía en esos años. Su hija llamada primorosamente Flor de Oro, la que había estado estudiando en París y regresó en 1932, a los diecisiete años de edad, la flor de la edad.

Semejante acontecimiento no podía ser pasado por alto y la bestia ordenó un recibimiento digno de una princesa. El Puerto de Santo Domingo se llenó de funcionarios y una multitud de curiosos. Toda una comitiva de edecanes, militares y cortesanos (entre los que no podía faltar y no faltaba Porfirio Rubirosa), fueron a recibirla. Flor de Oro bajaría del barco entre aplausos y voces de bienvenida, desfilaría entre filas de admirados admiradores, abrazaría a su amante padre. El padre le presentaría a sus acompañantes. Rubirosa le hablaría en francés, la deslumbraría desde el primer momento. Rubirosa también sufriría o fingiría sufrir un deslumbramiento. Se intercambiarían miradas furtivas. Se comerían con los ojos uno a otro.

Poco tiempo después Rubirosa estaría preso, mal preso, sería dado de baja deshonrosamente y reenviado a San Francisco de Macorís en las más vergonzosas circunstancias. 

(Historia criminal del trujillato (92)

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

Porfirio Rubirosa. Mi vida como playboy (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

Pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ).

Rubirosa (4)


PedroConde Sturla 

24 junio, 2022




Hay que imaginar que desde que conoció a Flor de Oro —y quizás desde antes de conocerla—, Rubirosa no pensaría en otra cosa. La hija de la bestia no era muy agraciada, debía tener un genio de mil demonios (como demostrarían a la larga sus ocho o nueve matrimonios fallidos), era seguramente una engreída, era dientuda o dentona, pero no carecía de encantos, ciertos encantos secretos. Flor de Oro tenía -según decían las matronas de la época- su música por dentro. Tenía, además, en especial, un atractivo que la hacía irresistible a los ojos de Rubirosa, algo inefable que la convertía en la mujer más deseada, la mujer de sus sueños. Era hija de la bestia. Era la gallina de los huevos de oro, era la llave maestra que le abriría la puerta del futuro. La mujer de su vida.


De hecho Rubirosa se lo debería todo a la hija de la bestia, ella sería la más importante de todas sus conquistas, la que le permitiría despegar, volver al mundo de la diplomacia y convertirse en lo que se convirtió.


Lo qué pasó entre ellos desde el día en que se encontraron por primera vez en el puerto, dio origen a múltiples versiones, algunas de ellas sazonadas con una cierta dosis de romanticismo. Lo más probable es que empezarían a verse a escondidas y que la bestia se enteró y sufrió una rabieta. De acuerdo con otra versión más creativa, fue a Flor de Oro que se le ocurrió hacer público el noviazgo. Se presentó un día en el despacho de su padre con los galones de capitán de Porfirio Rubirosa y le pidió que se los regalara de cumpleaños con todo y capitán. Esta versión también termina con una rabieta de la bestia, una rabieta bestial.


A Flor de Oro le prohibieron volver a verlo, fue confinada a sus habitaciones, la harían sufrir y llorar como una Magdalena, le prohibirían sus paseos a caballo. La privarían en fin del equivalente del celular y la tarjeta de crédito.


A Rubirosa lo bajaron del pedestal al que se había subido, lo dieron de baja, lo desconsideraron, lo humillaron, lo encerraron en la Fortaleza Ozama, lo arrojaron más bien en una celda inmunda para que se lo comieran los piojos y las pulgas y allí se estuvo consumiendo durante un tiempo.


La gente que lo conocía cuenta que lo vieron regresar a San Francisco de Macorís en un vehículo militar, que lo bajaron a empujones y que estaba sucio, sucio maltratado y descalzo, sin sus lustrosas botas de oficial, vestido apenas con los pantalones y una camisa ripiosa, andrajosa. Hay quien afirma que parecía un espantajo y que se escurrió por las calles del pueblo y fue a buscar refugio a la finca de un tío y no se le volvió a ver en algún tiempo. También se corrió el rumor de que la bestia lo había mandado a matar con Ludovino.


Cuando reapareció en el parque, vestido de la mejor manera posible, Rubirosa parecía una sombra de sí mismo. Había recibido una paliza sicológica, amenazas y malos tratos. Estaba deprimido y triste, hablaba ahora amargamente de cómo había estado a punto de empezar a cumplir sus objetivos y de cómo todo se había echado a perder. Ahora se encontraba sin dinero, sin profesión y sin oficio y sin esperanzas y con miedo de que le pudiera pasar algo. Como en efecto pasó.


Pasó que un día, al improviso, corrió el rumor de que lo habían venido a buscar. Un rumor que no presagiaba nada bueno. Lo vinieron a buscar a la finca y lo invitaron a subir a un vehículo militar y se lo llevaron de vuelta para la capital y no volvió a saberse de él durante un tiempo. Después se supo que a Rubirosa le habían restituido sus galones, sus botas y su brillo y su uniforme, le habían restituido la sonrisa y la luz de sus ojos y que se iba a casar con su Flor de Oro.


Dicen que la bestia se oponía a la relación entre Flor de Oro y Rubirosa porque Rubirosa se había propasado, porque había traicionado su confianza y le había faltado al respecto, porque le había arruinado la mercancía. Dicen que se había opuesto en principio porque ambicionaba casar a Flor de Oro con una persona de alcurnia, igual que alguna vez pretendería —según dicen las malas lenguas—, casar a su hija Angelita con Juan Carlos I de España, que tanto se la merecía. Dicen que la mamá de Rubirosa intervino, que fue ella la que convenció a la bestia de que los jóvenes se amaban, de que se merecían uno al otro. Dicen que la bestia se hartó de los interminables berridos de Flor de Oro, que se le ablandó el corazón. El hecho es que cambió de parecer y dio el permiso o mejor dicho la orden para que la infeliz pareja se uniera en matrimonio y fuera aún más infeliz. Pero la mamá de Flor de Oro no asistiría al matrimonio, ni siquiera se la mencionaría. La bestia se había casado en 1927 con una distinguida dama de Montecristi llamada Bienvenida Ricardo (aunque ya andaba entrotado con María Martínez, que le había dado un hijo), y ella sería la madre oficial de Flor de Oro. Un anuncio de prensa muy escueto anunciaría que EL GENERAL RAFAEL LEONIDAS TRUJILLO MOLINA, Presidente de la República, y BIENVENIDA RICARDO DE TRUJILLO se complacían en participar a sus amistades el matrimonio de su hija FLOR DE ORO con el Señor PORFIRIO RUBIROSA, y que el acto se celebraría en la mansión Presidencial de San José de las Matas el 3 de diciembre del presente año de 1932 a las 4 de la tarde.


El matrimonio se realizó, en efecto, en el mismo pueblo donde la bestia había hecho matar dos años antes a Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada Altagracia Almánzar.


Cayó por cierto un aguacero, un aguacero monumental (aunque no del tamaño del que cayó en el cuento Dos pesos de agua de Juan Bosch), y el torrente que corría por las calles tenía un tinte rojo que se desprendía de los adornos de papel que se usaron para engalanar las calles…, como si el cielo llorara de indignación.


(Historia criminal del trujillato [93]) 

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Rubirosa (5)


Pedro Conde Sturla 

1 julio, 2022


El enlace de Flor de Oro con Porfirio Rubirosa fue magistralmente descrito con inigualable cursilería por un periodista, un redactor, un plumífero de antología del diario La Opinión de Santo Domingo. Todos los presentes eran caballeros, distinguidas damas, príncipes de la iglesia, y el paisaje era pastoral, idílico, paradisiaco. La pomposa ceremonia transcurrió en “un maravilloso paraje de trópico, sinfonía de luz, de colores y de aromas, que es como decir balada de amor”. Transcurrió en “San José de las Matas, la eglógica Villa de los Pinares, prestigiada con la residencia temporal del Primer Magistrado de la Nación y de la Primera Dama de la República”.


Desde la creación del mundo no parecía haber ocurrido algo tan importante en ese pueblo ni volvería a ocurrir. Se trataba en verdad de un “acontecimiento sin precedentes” y los habitantes de San José de las Matas serían testigos privilegiados. Para eso habían nacido. Para ver semejante prodigio tenían ojos en la cara. Las deslumbrantes bodas del “clubman” Porfirio Rubirosa y la inmaculada Flor de Oro Trujillo fueron un “acontecimiento apoteósico”. Se congregaron en ese lugar, por primera y única vez en la historia, “los más selectos representantes de la sociedad dominicana, las más altas autoridades civiles, militares, eclesiásticas y diplomáticas del país”, los más afamados cortesanos y matarifes, la crema y nata, la espuma del chocolate, las burbujas de la champaña, el bouquet de los más finos vinos.


Lo conmovedor del relato es la forma, la manera edulcorada y empalagosamente descriptiva en que el plumífero de La Opinión recrea el paisaje de la región o lo dibuja al son de una fanfarria de palabras altisonantes que pretenden ser poéticas, un lenguaraje de mal gusto al estilo de lo que estilaba Balaguer:

“Allí, donde canta Natura su himno de triunfo en la deslumbradora exuberancia tropical, celebráronse la última tarde sabática las regias bo­das del joven y caballeroso clubman, señor Porfirio Rubirosa, Secretario de Primera Clase de la Representación Diplomática de nuestro país ante la Corte de St. James, perteneciente a una significada familia dominica­na e hijo del fenecido general y diplomático, don Pedro María Rubiro­sa, con la gentilísima y encantadora señorita Flor de Oro Trujillo, toda hecha de delicadezas y aromas, flor por su nombre perfumado y por los madrigalescos encantos que en ella florecen, hija mimada del Jefe del Estado, General Rafael Leonidas Trujillo Molina, en cuya espléndida mansión veraniega ha tenido efecto este acto matrimonial de la mayor resonancia y en el cual se han congregado representaciones de cuanto vale y significa en todos los sectores de la vida nacional.


“De todo el país concurrieron prestantes caballeros y distinguidas da­mas que hicieron su parada en Santiago, ciudad ésta de donde salieron a medio día para estar a la hora indicada en aquel sitio delicioso que es San José de las Matas. San José de las Matas, que aquella tarde iba a perfumarse con las aromas nupciales de las bodas más suntuosas que ha registrado este año de 1932 en nuestro país.


“Cuatro y media de la tarde. La mansión veraniega del Presidente Trujillo y de la Primera Dama de la República, doña Bienvenida Ricar­do de Trujillo, luce magnífica de buen gusto en artísticos adornos para la celebración de estas bodas de la fina y exquisita Flor de Oro. Flor de Oro, que es poema de todas las delicadezas, verso de madrigal y que lleva en sus ojos todo el caudal de luz embriagante de nuestras maravillosas mañanitas. Guirnaldas, símbolo de triunfo, símbolo de alegría y felici­dad, de juventud y de amor adornaban el salón principal de la mansión donde se iba a celebrar la ceremonia”.



Las bodas se realizaron como tenían que realizarse, primero por lo civil y después por la iglesia, acorde con las buenas costumbres de la época. La parte civil se llevó a cabo en la llamada Mansión Presidencial, en una atmósfera recogida y serena, donde algunos de los presentes apenas se atrevían a respirar. Después el cortejo nupcial (o por lo menos aquellos que podían permitírselo) se trasladó por un difícil sendero a la distante iglesia parroquial. El prestigioso monseñor Adolfo Alejandro Nouel, ex presidente de la República, descendiente de la más rancia nobleza francesa y Arzobispo de Santo Domingo impartió la bendición a los novios.

Porfirio tenía veinticuatro años y Flor de Oro, “hija mimada del general Trujillo Molina”, apenas diecisiete. Ambos se veían nerviosos, temblorosos, emocionados y formaban una linda pareja, la más linda de todas las parejas.

“El enlace fue apadrinado por el general Trujillo, Bienvenida Ricardo, Primera Dama de la República; Hans Frederich Arthur Schoen­feld, Enviado Extraordinario y Minis­tro Plenipotenciario de los Estados Unidos, y por su esposa Mrs. Schoenfeld”.

A la mamá de Flor de Oro, Aminta Ledesma, no la dejaron acercarse aunque de seguro andaba por el lugar, pero el que sí estaba presente era el ilustre caballero don José Trujillo Valdez, el abuelo de la novia.
Cuando el cortejo regresaba desde la iglesia a la mansión presidencial cayó como de maldad un terrible aguacero que aguó literalmente la fiesta y todos llegaron empapados, ensopados en sus lujosos trajes, despeinados y sucios. Pero esto no lo cuenta el plumífero.

De lo que tampoco habla ni podía hablar el genial plumífero de La Opinión es de la noche de bodas, de la luna de miel y acíbar, del kamasutra en que se enfrascaron los amantes en la intimidad. La terrorífica noche de bodas de la inmaculada Flor de Oro Trujillo.

Quizás por suerte o simplemente por descuido, o por la razón que fuese, la pundonorosa Flor de Oro dejó en algún libro de memorias, o grabado en una cinta, un testimonio conmovedor, un relato exquisito de su traumática experiencia. El viacrucis, la dolorosa inmolación de la doncella.

La calumniada Flor de Oro (que según las malas lenguas había adquirido en Paris fama de licenciosa a la que fue fiel toda la vida), ofrece en un divertido relato otra versión de sí misma. Describe delicadamente su indefensión, el pudor que la invadía, el miedo a perder su virginidad, la impresión patibularia que le produjo ver a Rubirosa desnudo, con la bayoneta calada, el arma en ristre y apuntando hacia ella, los ojos encendidos de lujuria, las vueltas que dio alrededor del lecho nupcial para tratar de escapar del acoso del fauno, el daño que le hizo, el tiempo que tomó en recuperarse…

“Todavía llevaba puesto mi vestido de bodas para que mi madre pudiera verme con él antes de perder mi virginidad. Él me llevó al lecho nupcial. Estaba asustada con esa cosa apuntándome. Me asusté y corrí por toda la casa. Me costó una semana recuperarme de esa noche”.

(Historia criminal del trujillato [94])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

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La Opinión, 5 de diciembre 1932, “Constituyeron un acto social esplendoroso las bodas de los jóvenes Rubirosa-Trujillo” (http://pieroespinal.blogspot.com/2012/12/80-anos-de-las-bodas-de-porfirio.html

Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

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Rubirosa (6). El ascenso


Pedro Conde Sturla

8 julio, 2022


La familia de Rubirosa subió como la espuma a raíz de su matrimonio con Flor de Oro y superó rápidamente las estrecheces económicas. Varios parientes ocuparon puestos en la administración pública, se pusieron de moda, recuperaron su estatus, ascendieron socialmente. Rubirosa había dado lo que se llama un braguetazo, pero nunca pareció enterarse cabalmente de que estaba casado, no se dio cuenta, continuó con su vida de soltero, juntándose con sus amigotes, jugando juegos de azar, parrandeando, llegando a deshora a su casa con aliento alcohólico. Pronto empezó a tener problemas con la mujer, problemas en la milicia y con el suegro. Pero además Rubirosa seguía siendo pobre, no le alcanzaba el dinero y nunca le alcanzaría.

La bestia lo había nombrado subsecretario de estado de la presidencia, lo nombró presidente de su compañía de seguros, lo nombró en la Secretaría de relaciones exteriores, lo nombró diputado, lo había nombrado capitán de su cuerpo de ayudantes, pero tanto él como Flor de Oro incurrían en gastos que no podían solventar y se endeudaban cada vez más.

Para peor, en alguna ocasión Rubirosa tuvo la infeliz ocurrencia de probar su suerte en los negocios y salió mal parado, muy mal, parado. El hecho es que dispuso imprudentemente de la jugosa dote de cincuenta mil pesos que la bestia había dado a Flor de Oro y se metió en un negocio con un ingeniero puertorriqueño bisexual que estaba haciendo unos trabajos de dragado en el puerto, el célebre Félix Benítez Rexach. Rubirosa se metió también con la mujer del ingeniero en una extraña relación, engañó al ingeniero con la esposa, pero el ingeniero lo engañó a él con el dinero y lo perdió, lo perdió todo. Una pequeña fortuna en aquella época.

Rubirosa recurrió entonces a la peor amenaza, lo amenazó de muerte. El ingeniero tenía relaciones inmejorables con la bestia y fue a su despacho a quejarse. Rubirosa recibiría una dura reprimenda de parte de su suegro. La bestia le prohibió molestar al boricua y quizás también a la mujer del boricua, le prohibió ir al palacio, le prohibió hasta visitar su casa. Rubirosa se quedó sin pito, sin flauta, sin los cincuenta mil pesos de Flor de Oro.

En otra infausta ocasión Rubirosa y Flor de Oro decidieron ir a probar suerte a Nueva York. De común acuerdo abrieron, según cuenta Flor de Oro, un club nocturno llamado Do Re Mi que hubiera podido tener éxito. Sin embargo, por lo que dice la misma Flor, Rubirosa disponía liberalmente del flujo de caja del club, probablemente se lo jugaba o se lo bebía o lo gastaba con otras mujeres. No pasó, pues, mucho tiempo para que el club quebrara.

Fue en esa época —1934—, que la bestia nombró diputado a Rubirosa y lo hizo volver al país. Ya para entonces había calado a Rubirosa, sabía que su ambición no tenía límites y sabía para lo que daba o podía dar. Apenas un año después lo envió de vuelta a Nueva York con una delicada encomienda.
Organizar o dirigir el asesinato de Ángel Morales, un incómodo exiliado que tenía relaciones con altos funcionarios del Departamento de Estado y se mostraba cada vez más influyente y activo.

Como es sabido, en vez de matar a Ángel Morales, el gatillero (que era primo de Rubirosa) mató por error a otro exiliado llamado Sergio Bencosme, pero la bestia demostraría su agradecimiento. Con Rubirosa se podía contar para lo que fuera necesario y la bestia retribuiría generosamente sus buenos servicios.

Finalmente, en el año 1936 las puertas del paraíso se abrieron de par en par para Rubirosa. La bestia lo envió a Alemania como tercer secretario de la embajada dominicana en Berlín y su llegada coincidió con la celebración de los Juegos Olímpicos. Según se dice, Flor de Oro y Rubirosa ocuparon un palco cercano al de su majestad Adolfo Hitler. Después lo mandarían a representar a la República Dominicana en la fastuosa coronación del rey George VI en Londres y posteriormente a París… De nuevo volvía estar Rubirosa en el lugar al que pertenecía o quería pertenecer.

Por desgracia, en el año 1937, mientras se encontraba en Francia, y en el momento en que su carrera despegaba, el matrimonio con Flor de Oro se fue a pique. Rubirosa era un desconsiderado. Maltrataba a la gallina de los huevos de oro. Parecía olvidarse que a ella y a su padre se lo debía todo y le robaba las prendas, disponía de las joyas de su sufrida esposa, de sus finas pulseras, las vendía o empeñaba, se gastaba el dinero o más bien lo dilapidaba. Lo vaporizaba. Y la golpeaba con frecuencia cuando se quejaba.

Cuentan que entonces Flor de Oro se desesperó, se cansó de las traiciones y malos tratos de su esposo, se cansó de su desprecio y lo abandonó y regresó al país y le contó a su papito lo que pasaba y papito se encolerizó o por lo menos se indignó.

Al igual que los había casado, la bestia los divorció, ordenó el divorcio y el matrimonio se disolvió, despojó a Rubirosa de las propiedades que hubieran podido tocarle y lo canceló. Le quitó su flamante cargo diplomático y supuestamente lo declaró persona no grata en el país. Hay quien dice que lo mandó a matar y que Rubirosa tuvo que esconderse.

Sin embargo, afirma Crassweller que el divorcio, que se efectuó en 1938, no disgustó a nadie, ni a Flor de Oro ni a Trujillo y mucho menos a Rubirosa, Pero lo cierto es que por esa o cualquier otra razón la bestia y Rubirosa se distanciaron,  Rubirosa se quedó de nuevo sin pito y sin flauta durante algo menos de un par de años en los que se dedicó a estafar judíos y otras cosas peores, mucho peores… Pero la providencia no tardaría en acudir en sus auxilio.

En el año 1939, durante la presidencia putativa de Jacinto Peynado, la bestia se tomó unas largas vacaciones y viajó a los Estados Unidos y viajó a Francia. Peynado lo había investido y revestido como Embajador extraordinario en misión especial ante los gobiernos de Francia e Inglaterra, pero los maleducados franceses y los gélidos ingleses no se dieron por aludidos. No obstante, en París le esperaba desde el día 10 de junio una adorable bebé, su casi recién nacida hija Angelita y su ahora adorable esposa María. María Martínez de Trujillo, a la que llamaban la españolita.

La estadía de la bestia en Francia pasó prácticamente desapercibida. Ni la prensa ni el gobierno se dieron realmente por enterados, no hubo recepciones ni agasajos oficiales, ni ceremonias conmemorativas. Los únicos que de verdad mostraron interés por su visita fueron unos izquierdistas revoltosos que se manifestaron frente a la embajada dominicana en su contra y que fueron sometidos al orden por una turba pagada por Porfirio Rubirosa. Quizás dirigida en persona por Rubirosa, que tomaría parte en la riña, luciéndose como boxeador. Ese acto heroico, según se dice, le permitió reconciliarse con el querido jefe. Rubirosa recibiría honores de héroe cuando regresó a Santo Domingo.

Todo lo demás vendría después por inercia. Los cargos diplomáticos, aunque con ciertas interrupciones y contratiempos, empezarían a lloverle casi hasta el fin de sus días. Muy pronto empezarían a lloverle las mujeres famosas y la riqueza.

(Historia criminal del trujillato [95])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor(https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

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Rubirosa (7). El ascenso a la cumbre


Pedro Conde Sturla 

15 julio, 2022



Después de su reconciliación con la bestia, Rubirosa ocuparía todo tipo de cargos en las embajadas dominicanas de varios países europeos y sudamericanos. Alguna vez sería secretario de primera clase en París, consejero en Bélgica y Holanda y Francia, secretario de la legación en Francia y Bélgica, encargado de negocios en Francia, embajador en Argentina, encargado de negocios en Roma. embajador y ministro plenipotenciario en Roma, encargado de negocios en Francia, consejero de la embajada en Francia y ministro consejero, embajador en La Habana, inspector de embajadas y muchas otras cosas. Todo lo que se le pudiera antojar a la bestia.


Rubirosa —no se olvide nunca— estuvo siempre al servicio incondicional de la bestia y no sólo como diplomático. El sería su espía, un informante que siempre se declaró trujillista y se movía a sus anchas entre personas de alto vuelo, entre Nueva York y Miami y París y otras urbes europeas. Rubirosa era un delator, un desalmado que formaría parte del servicio secreto de la bestia y sería su cómplice en varios asesinatos. Una crápula.


Rubirosa—no se olvide nunca— estuvo a cargo de la planificación del atentado contra Ángel Morales en la ciudad de Nueva York, el mismo que culminó con el asesinato de Sergio Bencosme, y también estuvo involucrado en el rapto de Galíndez. El rapto y desaparición de Galíndez y muchas cosas sucias. También estuvo envuelto en escándalos internacionales y en algunos crímenes que cometió por cuenta propia. Nunca se olvide que a Rubirosa se le menciona junto a otros diplomáticos dominicanos en el robo y contrabando de valiosas piezas arqueológicas provenientes de Grecia. Se le acredita ciertamente el asesinato de un polaco con el que viajó a España en busca de unas joyas durante la guerra civil, a finales de los años1930. Para peor, durante la Segunda Guerra Mundial, mientras se desempeñaba como encargado de negocios en la Francia ocupada por los nazi, hizo grandes ganancias vendiéndoles visa a los judíos a precios onerosos, estafando y engañando a judíos fugitivos y a otros refugiados que huían del horror de la Alemania hitleriana. De hecho, Rubirosa traficó con numerosos judíos que intentaban escapar por España y en muchos casos posiblemente los traicionó. Rubirosa fue de hecho un colaboracionista, al igual que su esposa de esa época, la actriz Danielle Darrieux. Tanto así que —como bien se sabe— al final de la guerra unos miembros de la resistencia intentaron matarlos en un atentado en el que Rubirosa, y sólo Rubirosa, recibió infortunadamente apenas tres o cuatro heridas de bala en la espalda.


Danielle Darrieux y las demás mujeres, los cargos diplomáticos y el dinero llegaron prácticamente juntos. Dice Crassweller que Rubirosa siempre tuvo un talento especial, un natural instinto, una especie de sexto sentido para impresionar y engatusar mujeres tontas y superficiales y para deslumbrar a zánganos ricos con exceso de dinero y tiempo libre, y que además supo manejar la publicidad de una manera muy astuta, que fue un excelente relacionista público de sí mismo. Rubirosa aprovechó el favor de una cierta prensa que exaltaba sus hazañas amorosas y excusaba sus bellaquerías. De ahí surgió o se fabricó un poco en parte la leyenda del seductor irresistible. Rubirosa pasaba y posaba ante el mundo como el más consumado y consumido galán, como un galán que exhibía la más fina cortesía y refinamiento (aunque de vez en cuando se le pasara la mano con sus parejas), como un fauno perfectamente dotado con los mejores atributos sexuales. La prensa, en efecto, lo mimaba y celebraba y todavía celebra y se complace en celebrar hasta el descomunal tamaño de una hombría que Rasputín envidiaría. La misma que describió con especial delectación Truman Capote.


Después de su fructífero matrimonio con Flor de Oro, Rubirosa se procuró una mujer bonita y con dientes menos prominentes y mejor temperamento: la mencionada actriz y colaboracionista francesa Danielle Darrieux, con la que estuvo cinco años casado a su manera. Infielmente casado.


El matrimonio se realizó en 1942 y sobrevivió a duras penas, entre infidelidades y discordias, hasta que apareció en escena Doris Duke en Roma.


Doris Duke era supuestamente periodista, colaboradora de la muy sofisticada revista Harper’s Bazaar. Pero el periodismo era más bien un hobby. Doris Duke era millonaria de profesión. Su profesión era ser heredera de la multimillonaria firma American Tobacco. Era una de las mujeres más ricas del mundo y era también coleccionista. Doris Duke coleccionaba amantes. Era tan hombreriega como Rubirosa mujeriego.


Rubirosa y Danielle se establecieron en Roma en 1945 y poco tiempo después de su llegada la feliz consorte recibió una solicitud de Doris Duke para entrevistarla. La entrevista se llevó a cabo en el lujoso hotel en que los Rubirosa se hospedaban. Daniel Darrieux era una artista conocida y una película suya acaba de estrenarse. En cambio Rubirosa era prácticamente desconocido. Sin embargo, durante la entrevista parece que Doris Duke perdió todo interés en Daniel Darrieux y se concentró en Rubirosa. Sucumbió casi de inmediato a sus encantos, a sus halagos y fina cortesía, quizás a sus miradas insinuantes, a la curiosidad que despertaba el exótico trigueño caribeño. Dicen que ofreció comprarlo, que le ofreció un millón de dólares a Daniel Darrieux para que se divorciara o se lo vendiera y de alguna manera Daniel Darrieux se lo vendió o se lo cedió. Dos años después, en 1947, el matrimonio llegaba a su fin y Doris Duke se quedaba con Rubirosa. Estuvieron casados desde 1947 hasta 1951. Mundialmente casados.


Esta vez Rubirosa había dado, sin el menor esfuerzo, lo que se llama un golpe de suerte. Su fama de conquistador se elevaría de la noche a la mañana a pesar de haber sido él el conquistado. De hecho lo habían comprado por capricho como se compra un juguete, un oso de peluche. Lo habían adquirido por antojo, para probarlo y exhibirlo como un trofeo, pero a Rubirosa probablemente no le importaba. Probablemente estaba feliz y realizado. Muy realizado.


(Historia criminal del trujillato [96])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

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Rubirosa (8) En la cima del mundo


Pedro Conde Sturla

22 julio, 2022


Doris Duke no era una mujer bonita como Daniel Darrieux y tampoco era artista. Era más bien una belleza atípica, alta, elegante, con facciones de tipo caballuno, ojos rasgados, sonrisa maliciosa y desafiante. Pero como inversión era inmejorable. La relación con Danielle Darrieux no le reportó a Rubirosa mayores beneficios, a excepción de unas joyas con las que dicen que se se quedó. En cambio el matrimonio (y sobre todo el divorcio) con Doris Duke lo convertirían en millonario, lo lanzarían además a la fama, la verdadera fama.


Mientras estuvieron casados, e incluso desde antes, Doris Duke no se cansaba de hacerle regalos, a los que Rubirosa correspondía en general con sus acostumbradas escapadas e infidelidades. Gracias a la fortuna de Doris Duke y a la generosidad con que la dispensaba, Rubirosa pudo adquirir su propio equipo de polo y sus lujosos Ferraris. Muy pronto se lo vería participando en carreras de autos, ocupando cada vez más lugar en las páginas de los diarios y en los noticieros, convirtiéndose en toda una estrella del jet set y engañando por supuesto a Doris Duke cada vez que se le presentaba la oportunidad.


Dicen que la bestia se sintió muy complacida con la publicidad que generó la boda de Porfirio con Doris Duke y le ofreció asignarlo como embajador en el país que quisiera y Rubirosa quiso que lo nombraran en Argentina por su afición al polo, un deporte en el que los jugadores de ese país sobresalían. También dicen que la bestia simplemente lo designó sin consultarlo para que organizara una red de espionaje y le enviara información sobre los exiliados dominicanos y el posible apoyo financiero que les daba el gobierno de Juan Domingo Perón. Lo cierto es que Rubirosa prefirió dedicar su valioso tiempo al juego de polo —ahora con su propio equipo Cibao-La Pampa— y a perseguir o dejarse perseguir por las mujeres. Además constantemente viajaba de Argentina a Francia, pero permanecía en Francia más tiempo que en Argentina y la bestia lo despojó de su cargo o amenazó con despojarlo. En general, cuando se molestaba con Rubirosa por motivos personales —por incumplimiento, como en este caso, o a causa de los escándalos mediáticos que provocaba su afición a las mujeres ajenas—, la bestia lo cancelaba y lo trasladaba a otro lugar, como hacen hoy en día con los curas pedofilos. Esta vez le ordenó volver al país, a Ciudad Trujillo, y Rubirosa volvió de inmediato, pero en compañía de Doris Duke —nada menos que la famosa millonaria Doris Duke— y la bestia quedó encantada. La bestia no se esperaba recibir una visita de tanta alcurnia y sufrió un deslumbramiento. Se le olvidaron de inmediato o le perdonó sus faltas a Rubirosa y los reproches que pensaba hacerle. Trató a la distinguida invitada como a una reina, se despidió finalmente de la pareja en los mejores términos, casi como familia, y el diplomático volvió a las andadas.


El comportamiento de Rubirosa no era algo que habría debido sorprender a la Duke. Si algo lo precedía era su fama de don Juan y vividor. Doris Duke era una mujer de mundo y de seguro sabía a qué atenerse, pero quizás en algún momento de credulidad pensó que podía domesticar a la fiera. Pensaría ingenuamente que Rubirosa no la traicionaría. Pero Rubirosa era un depredador. Otro hubiera besado devotamente la pródiga mano que lo alimentaba, pero Rubirosa la mordía, lo mordía todo, era un roedor incorregible, no tenía componte, no tenía arreglo. Doris Duke se exhibía orgullosamente con su marido trofeo, pero el trofeo le saldría caro en términos económicos y afectivos. Rubirosa no era ni quería ser un hombre discreto, a él le gustaba darle publicidad a sus conquistas y las conquistas se hacían públicas. La prensa se las restregaba en la cara a Doris Duke, la avergonzaba, avergonzaba y hacía rabiar a la pobre niña rica.


Doris Duke era más o menos igual a Rubirosa en muchos sentidos: amaba la vida bohemia, la aventura, las relaciones pasajeras. Doris Duke amaba —para decirlo en francés pedantemente—, su esprit de vivre, su joie de vivre. Amaba, por supuesto, su desenfrenado amor por lo que los italianos llaman dolce vita. Ella y Rubirosa parecían compatibles en extremo, parecían ser o poder ser la pareja perfecta. Pero ella le pagaba y le pagaba bien a Rubirosa para que Rubirosa le fuera fiel y Rubirosa ni siquiera era discreto, le ponía los cuernos —como ya se dijo— públicamente y con artistas famosas y mujeres muy conocidas, la humillaba públicamente.


La compatibilidad no solucionaba el problema, el problema consistía en que quizás eran en extremo compatibles. Paradójicamente tuvieron que separarse casi como quien dice por compatibilidad de caracteres, eran demasiado compatibles, demasiado concentrados cada uno en sí mismo, demasiado liberales, demasiado parecidos para que pudieran soportarse por mucho tiempo. Muy pronto Doris Duke no aguantaría más, se vería y se vio obligada a deshacerse de su juguete y el juguete se vendió caro.


El matrimonio se había efectuado en base a un contrato que establecía por supuesto la separación de bienes, pero Rubirosa cobraba caro por sus servicios y de seguro exigió una justa retribución. Además a Doris Duke le sobraba el dinero y lo despachó con las manos llenas, sin que su inmensa fortuna se viese afectada sensiblemente. Se dice y se repite que le regaló un millón de dólares, que le concedió una pensión por veinticinco mil dólares al año, que le dejó una mansión del siglo XVII en la Rue de Bellechasse, Paris, una flota de pesca en África, caballos de polo, autos de carrera y otras cosuchas. Le regaló incluso un bombardero B-25 (al que le pusieron por nombre La Gansa): un avión de guerra de la Segunda Guerra Mundial transformado en avión de pasajeros en el que estuvo a punto de matarse en un par de ocasiones. Se dice además que Doris Duke y Rubirosa siguieron siendo amigos, que ella pagaba el arreglo y mantenimiento del avión y que se reencontraron y refocilaron felizmente en varias ocasiones.


(Historia criminal del trujillato [97])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor(https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)



Rubirosa (9) Sobre las olas



Pedro Conde Sturla

29 julio, 2022


Durante casi dos meses, entre 1953 y 1954, Rubirosa estuvo informalmente casado con Barbara Hutton. Mientras duró el matrimonio (y antes y después de haberse matrimoniado), mantuvo una torrentosa relación con Zsa Zsa Gabor, que a su vez mantenía relaciones con su esposo y con amigos de ocasión. La impronunciable Zsa Zsa era una glamorosa y mala actriz húngara que se hizo famosa por su belleza, sus grandes ojos azules y sus numerosos enredos y escándalos amorosos. Era parte de un clan, el clan de las Gabor, al que también pertenecían sus dos hermanas, que eran también artistas o pretendían serlo. La jefa del clan era hasta cierto punto la madre, una ambiciosa mujer que había entrenado a las hijas en el más descarado arte de conquistar y desplumar a millonarios de edad avanzada y darse la gran vida. Zsa Zsa y sus hermanas estuvieron involucradas en por lo menos veinte matrimonios (de los cuales se le atribuyen nueve a Zsa Zsa) y nunca les faltaron pretendientes para seguir casándose, hasta que se retiraron de la profesión.

Dicen que Rubirosa amaba a su manera a Zsa Zsa Gabor, y que cuando se peleaban buscaba consuelo en una de sus hermanas. Zsa Zsa, según se decía, tal vez lo amaba desapasionadamente, pero a pesar de que se casó nueve veces nunca aceptó sus repetidas propuestas de matrimonio. Rubirosa no era suficiente viejo o suficientemente rico y de alguna manera no llenaba sus aspiraciones como marido, aunque las llenaba todas como amante. Zsa Zsa se conocía y lo conocía. Sabía que podía esperar de un esposo como Rubirosa y lo mantenía a raya, a la distancia, lo mantenía como amante. A pesar de lo mucho que decía quererlo, con él no cometería matrimonio.


Se habían conocido en la misma época en que Rubirosa se casó con Barbara Hutton, y pasaron varios años juntos, se divertían en grande, se separaban y se reconciliaban, reían, discutían, peleaban. Eran felices a su manera. En una ocasión Rubirosa le puso un ojo negro y Zsa Zsa declaró muy oronda y muy sonriente a la prensa que era una prueba de amor. Pero todo resultó ser un ardid publicitario.


Alguna vez Zsa Zsa tuvo la idea de introducirlo en el mundo del cine y escribió el guión de una película del oeste en la que ambos serían protagonistas, aunque ella sería la estrella. Incluso se hicieron los aprestos para filmarla. Rubirosa estaba feliz, hinchado de vanidad, ilusionado con lo que ya veía como una prometedora carrera de actor. Sin embargo, el mundo de repente se le puso en contra. En Hollywood se dispararon todas las alarmas. Había cosas que la severa moralina de la industria cinematográfica no se podía y no podía permitir. Rubirosa tenía fama —pero sobre todo mala fama—, hablaba una especie de inglés con acento francés y además era trigueño, “moreno de verde luna” como decía Lorca, indio lavado, muy lavado, discretamente mulato. Ocasionalmente la prensa amarilla preguntaba y se preguntaba con grandes titulares si “el más grande amante del mundo era negro”, y además lo señalaba por su supuesta complicidad en varios crímenes. Para la industria cinematográfica la pareja Rubirosa-Gabor sería étnicamente y éticamente inaceptable. En Estados Unidos Rubirosa era negro, además de asesino. Lo peor que se podía ser en ese país. Su carrera terminó, pues, antes de comenzar y la de Zsa Zsa estuvo a punto de zozobrar, sufrió un serio tropiezo. Pero Zsa Zsa Gabor tropezaba muy a menudo. Daba todo tipo de tropezones y seguía caminando.


Por lo demás , el matrimonio de Rubirosa con Barbara Hutton fue todo un éxito para Rubirosa. Durante los menos de dos meses que estuvieron casados se calcula que obtuvo ganancias no inferiores a los sesenta y seis mil dólares diarios.


Barbara Hutton estaba podrida en dinero y estaba arruinada emocionalmente. Era millonaria por parte de padre y parte de madre y el dinero contribuyó en cierta medida a labrar su desgracia.


La fortuna materna se la debía al abuelo Frank Winfield Woolworth, que se había enriquecido con una cadena de almacenes que vendían mercancías al precio de cinco y diez centavos. Los una vez famosos five-and-dime. Por eso a Bárbara Hutton la llamaban “la cinco y diez” y la llamaban con justa razón “pobre niña rica”. Había sucumbido a las drogas y al alcohol, había sucumbido a una infancia de pesadilla, había sucumbido primero al suicidio de la madre, al encuentro con el cadáver cuando tenía cinco años, había sucumbido al desamor y a la desatención de su padre y otros parientes, a una vida vacía, a la falta de amor y de amistad. Tuvo toda la vida trastornos de anorexia, bulimia, depresión y fue una derrochadora compulsiva.


Barbara Hutton era una coleccionista de fracasos, sobre todo fracasos matrimoniales y sentimentales. Con alguna excepción parecía sentirse atraída por hombres tóxicos y manipuladores, incluyendo uno que otro noble de baja ralea. Estuvo casada con tres príncipes, un conde, un barón, el famoso actor de cine Cary Grant, que era gay y que fue sin duda el mejor de todos sus maridos, y con Porfirio Rubirosa, que no fue el peor.


En los últimos años de su vida, la muerte de su único hijo acentuó su desequilibrio emocional, el alcoholismo, su condición bipolar autodestructiva. La mujer que una vez fue codiciada por multitud de pretendientes se había desquiciado, había tocado fondo. Ahora regalaba dinero a manos llenas a sus amantes de ocasión y hasta llegó a pagar por compañía masculina y alguna vez amaneció con desconocidos en su cama.


Cuando murió, en 1979, sola y enferma, Barbara Hutton había dilapidado o despilfarrado casi toda su fortuna, pero en la época en que se casó con Rubirosa era una de las mujeres más ricas del mundo. Competía, de hecho, con su amiga de infancia y ahora rival Doris Duke. Los celos y resentimientos entre ambas mujeres eran bien conocidos.


Según las malas lenguas, a Doris Duke le dió una pataleta cuando se enteró de que Barbara Hutton se había casado con su exmarido. Se puso histérica, se quejó de que Barbara Hutton se antojaba de todo lo que tenía. Pero el matrimonio, y sobre todo el divorcio, Barbara Hutton lo pagaría caro.


Durante los cincuenta y tres días que duró el matrimonio, Rubirosa no mostró el menor interés en mantener la relación. Como regalo de boda Barbara Hutton le dio un millón de dólares y posteriormente le obsequiaría un avión como el que le había regalado Doris Duke, otro B-25 mucho más moderno y lujoso. Después se enteraría de que Rubirosa tenía o seguía teniendo una fogosa relación con Zsa Zsa Gabor y que la llevaba a pasear en el avión y que con su propio dinero le regalaba joyas costosísimas, y le pidió de inmediato el divorcio que el play boy estaba esperando.


Rubirosa recibiría esta vez, como “compensación de divorcio” por sus cincuenta y tres días de servicio, dos millones y medio de dólares (cuando el dinero valía diez veces más), una plantación de café en La Vega, joyas y caballos de polo y otras cosas que sería prolijo enumerar.


(Historia criminal del trujillato [98])

Bibliografía: 

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”
(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)
Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)
Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)
PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)
pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ).


Rubirosa (10) El principio del fin



Pedro Conde Sturla

5 agosto, 2022


El escandaloso idilio de Rubirosa y Zsa Zsa Gabor —salpicado con historias de adulterio, peleas a puñetazos entre un marido agraviado y su agraviador, demandas de divorcio por infidelidad—, hizo las delicias de los lectores de las revistas del corazón. La llamada prensa rosa o prensa amarilla, que se dedica a avivar la hoguera de las vanidades, a escarbar en la podredumbre, en los asuntos privados de los famosos, se dio banquete con los chismes, rumores o cotilleos a los que daba origen la relación de Porfirio y Zsa Zsa. Incluso hasta provocó que la bestia suspendiera durante un tiempo al conocido play boy del servicio diplomático.


A Rubirosa se le atribuían innumerables conquistas, aunque sin duda no tantas como las que se le atribuyen o se atribuye Julio Iglesias. Cualquier mujer que aparecía o había aparecido a su lado en una foto (Eva Perón, Ava Gardner, Dolores del Río, Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Joan Crawford, King Novak, Judy Garland) pasaba a ser parte de la lista y Rubirosa quizás no lo desmentía. No le interesaba desmentirlo. Si el rumor público le señalaba una nueva conquista, Rubirosa ejercía el derecho al silencio, un ambiguo silencio. Además, también había mujeres que se atribuían haber seducido o haber sido seducidas por el infame Rubirosa para obtener el divorcio.


Por fortuna, o por desgracia, lo de Zsa Zsa y Rubirosa terminó o empezó a terminar cuando Rubirosa conoció a Odile Rodín. En esa época tenía cuarenta y siete años. Ella tenía diecinueve y era todo un bombón. A Zsa Zsa Gabor no le hizo gracia, y con sobrada razón, el interés de Rubirosa por Odile. Difícilmente volvería a mirar Rubirosa en dirección a Zsa Zsa Gabor.


El apellido Rodin se lo había tomado prestado la deslumbrante Odile al famoso escultor Auguste Rodin: una alusión a la belleza de su cuerpo, por ser también ella una escultura. Además de bonita y escultórica parecía tener talento y una prometedora carrera en el cine. Hizo dos películas y en la segunda de ellas trabajó por casualidad con Danielle Darrieux, la que había sido esposa de Rubirosa hasta que se lo vendió a Doris Duke, si acaso es cierta la historia. La actuación y belleza de Odile no pasaron desapercibidas y en 1955 la revista Paris Match le dedicó la portada y todos quedaron prendados de sus encantos. Rubirosa quedaría prendado de sus encantos.


En la primera conversación que tuvieron, durante una partida de polo, Odile le dijo a Rubirosa que había oído decir muchas cosas de él y que ninguna era buena. Sin embargo, y a pesar de lo poco auspicioso del encuentro, Rubirosa lograría ablandar su corazón, inclinó poco a poco la balanza a su favor. Nadie sabe qué maña, que tipo de argucia o brujería empleó Rubirosa para conquistarla. Pero el hecho es que se empleó a fondo, tal vez como nunca en su vida, le hizo en definitiva una corte despiadada, le dio una muela cubana intensiva o algo semejante. El hecho es que en 1956 Odile Rodin abandonó su floreciente carrera para casarse con Rubirosa. Coincidencialmente —en el mismo año en que Rubirosa cortejaba a Odile—, participó activamente en el complot para raptar y desaparecer a Galíndez.


Esta vez no se había casado por dinero aunque es difícil saber sí se casó por amor. Lo cierto es que de Odile amaría por lo menos su juventud y belleza. Odile era una mujer para exhibir y exhibirse, sentirse orgulloso exhibiéndola. Una mujer trofeo igual que Danielle Darrieux, pero mucho más joven.


Dicen que en una o dos ocasiones vinieron de vacaciones al país. Dicen que alguna vez los vieron juntos en la Calle el Conde. Alguna vez un amigo de sus años mozos escuchó una voz de muchacha que decía mon amour en la Calle El Conde. Una belleza a la que muchos vieron con él en la calle El Conde y le decía mon amour. Odile era la muchacha que le decía mon amour, la que algunos de los viejos conocidos de Rubirosa vieron paseando con él en los últimos años de la tiranía, la que los dejó impresionados. Además, dicen que parecían felices.


Después de la luna de miel Rubirosa volvería como era de esperar a las andadas, siguió jugando polo, jugándose la vida en carreras de autos, moviéndose con Odile en los círculos diplomáticos, siendo infiel y pretendiendo ser fiel. Algunas cosas, como las que sucedían entre él y Zsa Zsa, no habían cambiado. Odile también pretendía ser fiel, pero lo cierto es que, según la mala prensa, ella se daba sus escapadas.


La carrera de Rubirosa iba, eso sí, en ascenso. Había conocido a Frank Sinatra y Sinatra lo había introducido en el exclusivo círculo de la familia Kennedy. Había entablado amistad o algo parecido con John Fitzgerald Kennedy, el que sería presidente de los Estados Unidos entre 1961 y 1963. Amistad espontánea entre dos depredadores sexuales, entre un depredador y un obseso.


En algún momento Rubirosa pensó sacar provecho de sus relaciones con Kennedy, sobre todo a favor de la bestia, pero al parecer fue todo lo contrario. Odile Rodin pasó a formar parte, con o sin el consentimiento de Porfirio Rubirosa, del variado repertorio de amantes de ocasión que se le acreditan a Kennedy.


En 1959, el año en que empezaron sus más grandes problemas —mientras se desempeñaba como diplomático, corredor de autos, jugador de polo y espía de la bestia en La Habana—, lo sorprendió la revolución cubana y pasó un mal rato. Se tuvo que refugiar con Odile Rodin en la embajada usamericana y no se sabe si pudo sacar del país su flamante Ferrari y sus caballos de polo, pero al menos pudo salir sin que le afeitaran el pescuezo.


Fulgencio Batista, el destronado dictador cubano, se aparecería al poco tiempo en busca de refugio en la República Dominicana, casi de la misma manera en que lo había hecho un año antes el derrocado dictador argentino Juan Domingo Perón… Ambos con maletas cargadas de dinero que la bestia se encargaría de aligerar alegremente.

Historia criminal del trujillato [99])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)



Rubirosa (11 de 11) El patético final



Pedro Conde Sturla 

12 agosto, 2022


Muchas otras cosas empezarían a salir mal para Rubirosa y la bestia a partir de la revolución cubana. En 1960, a raíz de un fallido atentado contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt, el gobierno del tirano y el tirano mismo cayeron de la gracia de sus amos. Cayeron definitivamente en desgracia con el imperio. Los países de la OEA (la llamada Organización de Estados Americanos), rompieron relaciones diplomáticas con la República Dominicana e impusieron severas sanciones. Aislaron el territorio nacional como si se tratase de una especie de leprosario.


Para peor, la noche del 30 de mayo de 1961 un grupo de conjurados le partió el pescuezo a la bestia y el poder quedó en manos de un presidente títere llamado Joaquín Balaguer y del desquiciado Ramfis Trujillo, el desquiciado y sanguinario hijo mayor de la bestia, de quien Rubirosa era amigo y más que amigo un padrino.


Rubirosa interpuso inútilmente sus buenos oficios a favor del gobierno con el propósito de obtener el levantamiento de las sanciones. Se movió activamente entre los cabilderos, pagaría montañas de dinero a periodistas, tocó a las puertas de senadores y altos funcionarios y hasta trató de lograr un acercamiento con el presidente Kennedy, que había llegado al poder en el mismo año de la muerte de la bestia, pero los resultados fueron contraproducentes. Rubirosa había sido amigo del candidato y el candidato ya era presidente y se manejaba de otra manera. Por consejo de su hermano Robert había tomado prudente distancia de gente como Rubirosa y Frank Sinatra, ya no quería tratos con ellos. Los ingratos hermanos Kennedy rompieron por igual con Sam Giancana y otros conocidos gánsteres, los mismos que a solicitud del padre de los Kennedy habían comprado los ochenta mil votos que se necesitaron para ganar por un pelo las elecciones contra el abominable Richard Nixon.


Lo malo es que lo peor no había pasado todavía para Rubirosa. El glorioso y feliz día del 19 de noviembre de 1961 un alzamiento armado, el bien llamado levantamiento de los pilotos, puso fin a los treinta y un años de absolutismo, provocó la caída de los remanentes de la tiranía y la expulsión del hijo de la bestia y sus hermanos. De hecho, casi todos sus familiares se vieron forzados a abandonar el terruño, su paraíso terrenal. El taimado Joaquín Balaguer quedó al frente de un gobierno provisional, pero también sería expulsado por un movimiento de masas al cabo de unos meses: el día 7 de marzo de 1962. Rubirosa se quedaría, pues, sin pito y sin flauta. Un nuevo gobierno provisional lo despojó de su cargo de inspector de embajadas y de sus propiedades en el país. Pero lo grave no fue perder el cargo y las propiedades sino su inmunidad diplomática, la patente de corso que le garantizaba la impunidad. No mucho tiempo después Rubirosa sería requerido por el fiscal de Nueva York para ser interrogado en relación a los asesinatos de Sergio Bencosme en 1935 y de Jesús Galíndez en 1956. Pero de ahí no pasaría la cosa. Ni Rubirosa ni los Trujillo, con excepción de la bestia, pagarían por sus crímenes.


Rubirosa no tenía, o no debía tener en esa época, preocupaciones económicas. Con lo que le había sacado a Doris Duke y Barbara Hutton hubiera podido vivir varias vidas sin apremios pecuniarios, pero a él apenas le alcanzaría para vivir los pocos años que le quedaban.


Rubirosa era un botarate. Para mantener el ritmo de vida gastaba dinero alegremente, gastaba dinero a manos llenas, como si saliera de un surtidor, como si fuera agua que saliera de la llave de un grifo inagotable. Solamente en trajes, que a veces no se ponía más de una vez, consumía una fortuna. La manutención de los caballos de polo y su mansión de lujo costaba muchísimo dinero, el mantenimiento de los autos de carrera, su colección de Ferraris, costaba un chorro de dinero, el avión sangraba el dinero.

Llegó el día en que se vio obligado a vender la exquisita mansión parisina que le había dejado Doris Duke, las valiosas obras de arte, el avión que le había dejado Barbara Hutton. Igualmente vendió joyas y otra gran parte de sus bienes. El ingente patrimonio empezaba a menguar, quizás solo le quedaban uno o dos milloncejos. Además —no se olvide— vivía ya en el destierro diplomático.


También el mantenimiento de Odile salía caro, carísimo. Odile era una mujer de lujo a la que había colocado en una pedestal del que no podía bajarla sin temor a perderla. Odile fue para Rubirosa un poco lo mismo que Rubirosa había sido para sus ex esposas. Mucha gente dice que de alguna manera le hacía a él lo que él le hacía a otras mujeres. Rubirosa tenía más del doble de su edad aunque mantenía el vigor físico. Cuando cumplió cincuenta y seis años todavía jugaba polo, practicaba boxeo, participaba en carreras de autos, seguía siendo el mismo en apariencia, pero la vejez lo estaba alcanzando y sabía que muy pronto estaría en decadencia. Lo que significaría eso para un hombre que debía casi todo a su apariencia es fácil de imaginar.


Rubirosa se había retirado un poco a medias en la nueva y más modesta villa parisina que había adquirido en las afueras de París. Tal vez quería entregarse al reposo del guerrero y eso es algo que Odile seguramente habría consentido con poco entusiasmo. Ella lo había conocido en el mundo diplomático y Rubirosa ya no pertenecía a ese mundo y tenía que aceptarlo. Difícilmente, sin embargo, la joven y fogosa Odile aceptaría exilarse de la vida a la que estaba acostumbrada. No viviría en el destierro. Rubirosa vivía para Odile. Odile era su vida. Pero la joven y fogosa Odile seguramente creía en otra vida después de Rubirosa.


En esa época Rubirosa intentó darle un nuevo sentido a su existencia, se embarcó en varias empresas, varios negocios fallidos, empezó a escribir una mentirosa autobiografía que dejó inconclusa, se dedicó a buscar tesoros escondidos, se embarcó incluso en la venta de una especie de seudo viagra, un producto criollo para potenciar la virilidad al que se le hizo mucha publicidad en la República Dominicana. El una vez famoso “Pega Palo Fortidom, que pone a los viejos como un cañón”… Sin embargo, ninguna de sus ideas dieron frutos. En cambio empezó a insinuarse en su ánimo la depresión.


El 4 de junio de 1965, en lo que sería el penúltimo día de su vida (y mientras en la República Dominicana se batallaba contra la ocupación yanqui), al frente del equipo Cibao-La Pampa, Rubirosa ganó la copa de polo de Francia. En apariencia seguía siendo el mismo triunfador, pero ya estaba derrotado.


Al sonado triunfo siguió una bacanal, una celebración en regla hasta el amanecer, todo un acontecimiento que debía haber sido feliz para Rubirosa y no lo fue. Dicen que hablaba del terror que le inspiraba la vejez, la decadencia y la vejez. Dicen que decía que no quería llegar a viejo. Dicen que Odile desapareció de la fiesta. Dicen que Rubirosa la llamó un par de veces a su casa en las afueras de Paris para ver si estaba allí y Odile no estaba. Además dicen que Odile se había desaparecido de la fiesta en compañía de un joven jugador brasileño. Dicen que Rubirosa no paraba de tomar y que no permitió que un conductor designado lo llevara a su casa. Que se veía deprimido. Que a las siete de la mañana del 5 de junio de 1965 salió disparado en su Ferrari descapotable. Que iba a ciento sesenta kilómetros por hora en dirección a su casa y que al pasar por el bosque de Bolonia encontró un árbol que venía en vía contraria. El árbol contra el cual se estrelló o quiso estrellarse. 


(Historia criminal del trujillato [100])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” (https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor(https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)





El otro Bernardino

Pedro Conde Sturla

22 abril, 2022

Aparte de Felix y Minerva hubo otro Bernardino que se destacó a su manera, o mejor dicho a la manera de los Bernardino, por la complicidad o participación en hechos de sangre. Más bien un hecho de sangre, específicamente de sangre, en el que hubo dos ensangrentados y provocó un escándalo internacional. Esta vez, sin embargo, a los Bernardino —para variar—, les tocaría la peor parte.

Ese otro Bernardino se llamaba Luis y era, según se dice, el hermano favorito de Minerva y a lo mejor también el favorito de Felix, y compartía con ambos los mismos instintos criminales. Era, probablemente, un engreído, y demostró ser un abusador, un ventajoso, un matón, un pendenciero, igual que su hermano Felix. Pero los últimos tiros que tiró le salieron metafóricamente por la culata.

Luis Bernardino ocupaba el cargo de primer secretario o cónsul de la embajada dominicana en Londres y en la misma embajada estaba como agregado militar el joven piloto (mayor piloto) Octavio de la Maza, alias Tavito. Se dice que eran amigos o por lo menos compañeros de trabajo o que simplemente se toleraban. En alguna ocasión habían tenido ciertas diferencias y Tavito había golpeado a Luis con el puño en la cara. Supuestamente se reconciliaron y aparentemente siguieron siendo amigos o lo que quiera que fuesen, pero los hechos demostrarían lo contrario.

Luis Bernardino no solo había recibido un golpe sino también una humillación, un desprecio, tal vez un hiriente rechazo. A la luz de los acontecimientos, es evidente que no pudo superar la ofensa.

Por más que intentara disimularlo, lo más probable es que a Luis Bernardino se lo estaba comiendo y carcomiendo un rencor, un reconcomio, una incómoda desazón. Algo en verdad perverso le bailaba maligno entre pecho y espalda. El odio que alimentaba desembocaría en tragedia, una tragedia y un escándalo y una vergüenza. Una de esas tantas vergüenzas que ocurren tan a menudo en el desvergonzado mundo de la diplomacia.

Gran parte de lo que sucedió entre Octavio de la Maza y Luis Bernardino nunca ha podido ser ni será probablemente determinado. Lo que se sabe, se dice y se repite es que el día 10 de julio de 1953 Tavito y su esposa Altagracia salieron en compañía de un amigo y en compañía de Luis Bernardino. Se dice que fueron al supermercado, que hicieron compras, qué más tarde irían Bernardino, Tavito y el amigo a algún otro lugar, quizás un bar, y que tomaron tragos y escucharon tangos. El efecto amargo y nocivo de los tangos podría explicar muchas cosas.

O bien pudo suceder que los tangos y los tragos se los dieran en el apartamento de soltero de Luis. Que los ánimos empezaran a caldearse. Que alguien diría algo o que no dijera nada. Que los ánimos nunca se caldearon, que todo formaba parte de una venganza fríamente premeditada.

Luis subiría al baño, supuestamente al baño, en el piso de arriba, si había un piso arriba, bajaría despacito las escaleras... Bajaría calladito (alevoso y taimado, premeditado y nervioso, ventajoso en extremo), con un arma en la mano. No dijo una palabra o diría muchas, disparó a quemarropa, probablemente a quemarropa. Le metió cinco tiros en el cuerpo al sorprendido mayor piloto Octavio de la Maza, alias Tavito. Eso es lo único en esta historia que no se presta a especulación.

Luis Bernardino le vació a Tavito una pistola o revólver y le metió en el cuerpo cinco plomazos. Un plomazo tras otro, uno tras otro... Algo que se parece mucho a un crimen pasional, a la típica reacción de un pretendiente desdeñado.

Esta vez, sin embargo, un Bernardino había agredido a un hombre que sabía defenderse y se defendería. Tavito cayó al piso, tenía que haber caído al piso, pero a pesar de la desventaja —y en lo que de seguro pensó que eran sus últimos momentos—, lograría sacar su pistola y sacar apenas fuerzas para disparar un tiro. Sentiría que se hundía en un pozo profundo, perdería la conciencia. Quizás nunca escuchó la sirena de las ambulancias en que fueron llevados de urgencia al hospital. El hospital al que llegó más muerto que vivo, con cinco agujeros de bala y desangrado. Pero Tavito sobreviviría. Sobrevivió de puro milagro a la congestión de plomo. Contra todos los pronósticos sobreviviría y empezaría su lenta recuperación. En cambio Luis Bernardino al día siguiente estaba muerto. El disparo de Tavito se hizo valer y puso fin a su vida.

Como agregado militar de la embajada dominicana, Octavio de la Maza gozaba de inmunidad diplomática y no tuvo mayores problemas con la justicia inglesa ni los habría tenido en cualquier caso porque había actuado en legítima defensa. Además, el gobierno de la bestia empleó sus buenos oficios para protegerlo e impedir que prosperara cualquier acusación en contra suya.

Otra versión de los hechos, que no aparenta tener mucho sentido, es la que sostiene Hortensia Bernardino en un confuso comentario al calce de un artículo de Tony Raful. Hortensia Bernardino, que se declara hija del occiso y de su esposa Graciela Pichardo, asegura que la autopsia que supuestamente realizó Scotland Yard, prueba que su padre tenía en el cuerpo varios “balasos ...y golpe con removedor de chinenea en su nuca...” (sic). (1). Es decir, un golpe con un hierro para atizar que le habría propinado De la Maza a Minervino ¡antes o después de recibir los cinco balazos!

Todo parece indicar que Scotland Yard hizo investigaciones, pero las conjeturas de la hija de Luis Bernardino no tienen asidero, son absurdas, por no decir delirantes.

Tavito regresaría después de su recuperación al país y trabajaría durante tres años en la Compañía Dominicana de Aviación. Pero las cosas no terminarían bien para Tavito. Felix Bernardino y su hermana Minerva habían jurado vengarse y se vengaron. La bestia les permitiría vengarse. Y la venganza le costaría la vida a la bestia.

(Historia criminal del trujillato [84])

Nota:

(1) Hortensia Bernardino: Joshua D’Baron. Yo tengo la prueba de Scotland Yard de su autopsia y relatos emitido por la Sra...que estaba en habn..su ama de lleves.. senora mayor espanola que preparaba equipaje de papa porq. se iba de Londres.... Afeminado miembr@s de la flia De la Maza....y quien no sabe eso..........ATREVIDO...Raful.... ya me he visto en 2 ocaciones...peridista y ex Emb en Vaticano (y escritor)??????ufff....y se han tanto que disculpar....Raful es conicido de Filito mi esposo...y al igual que yo.....piensa que porque no nos busco antes de escribir.....esa ASQUEROSA E IRREAL ...como ...ABSURDA ....historia......quien murio....quien tenia en su cuerpo los balasos ...y golpe con removedor de chinenea en su nuca...y .... En que fecha.....fue ..ASESINADO....el Consul Dominican en Londres......LUIS BERNARDINO....casado con GRACIELA PICHARDO .....MI MADRE

Bibliografía: 

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Tony Raful, La venganza fue de “espanto y brinco” (2) (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2015/03/24/361032/la-venganza-fue-de-espanto-y-brinco)

“Tavito y Antonio de la Maza… principio y fin” (https://hoy.com.do/tavito-y-antonio-de-la-maza-principio-y-fin/).


La venganza de los Bernardino (1)

Pedro Conde Sturla

29 abril, 2022


La venganza de los Bernardino se consumaría uno tres años después de la muerte de Luis, a raíz de un incidente que provocó uno de los más grandes escándalos internacionales de la era de la bestia. El famoso caso Galíndez.

Minerva Bernardino insistió desde el primer día para que la bestia castigase a Octavio de la Maza por lo que consideraba y llamaba el asesinato de su querido hermano Luis, el indefenso e inofensivo Luis Bernardino que había metido cinco plomos en el cuerpo de Octavio. Durante mucho tiempo insistió y persistió y nunca desistió en su clamor de venganza, pero la bestia no le prestó mayor atención. O por lo menos la postergó.

El tenebroso y tétrico y retorcido y escabroso Felix W. Bernardino secundó los deseos de su no menos tenebrosa, tétrica, retorcida y escabrosa hermana, emprendieron juntos una cruzada para tratar de convencer a su querido generalísimo de que les concediera la vida de Tavito. Solamente la vida de Tavito, como si de un conejo o un pollo se tratara.

Minerva, sobre todo, intrigó, cabildeó, envió cartas casi de súplica a la bestia, citó mentirosos testimonios, pruebas amañadas, mostró documentos que narraban una versión sesgada de los hechos, acusó al embajador dominicano en Londres de complicidad y encubrimiento, se empleó a fondo, definitivamente a fondo, tratando de ablandar el corazón de la bestia para que accediera a sus deseos, pero durante mucho tiempo la bestia se negó a complacerla y ni siquiera a responder a sus reclamos. La bestia la había escuchado, sin embargo, había escuchado sus ruegos y los había almacenado en su memoria. No los había desestimado del todo.

Luis Bernardino, según el informe del embajador dominicano en Londres, había muerto “en una reyerta entre amigos”, pero también se decía que en el trasfondo había un componente homosexual. Era un secreto a voces que el incidente había tenido lugar por el rechazo de Tavito a las pretensiones de Luis. El mismo guión, el mismo argumento daría base a una posterior acusación contra Octavio de la Maza y lo pondría en bandeja de plata en manos de los Bernardino. Le costaría la vida.

Tavito se había ganado, por desgracia, a unos enemigos poderosos e implacables, que gozaban del favor casi ilimitado de la bestia. Eran amigos y se trataban, al menos superficialmente, como familia. Minerva formaba parte del cuerpo diplomático del gobierno de la bestia y del servicio de espionaje, y Felix era su cancerbero, su más eficaz perro de presa en el extranjero, o por lo menos uno de los mejores, el de más fino olfato.

Ambos eran incondicionales, devotos de “su generalísimo”, y habían señalado, denunciado, entregado en manos de la bestia a un buen número de oposicionistas, habían colaborado en tramas criminales en el país y en el exterior, y tenían en sus manos la sangre de Mauricio Báez y muchos otros. Eran probablemente dos perfectos sicópatas. Dos consumados delatores.

Fue, incidentalmente, y sin que nadie se lo propusiera, una delación, una denuncia de Minerva contra Jesús de Galíndez la que hizo posible la venganza de los Bernardino.

Galíndez era un exiliado vasco que había venido al país en el año de 1939 y había servido a la bestia y también al FBI como informante de las actividades falangistas y comunistas de sus propios compatriotas. Al cabo de seis años, cuando llegó a conocer las interioridades del régimen, empezó a temer por su salud y en 1946 decidió prudentemente abandonar esta tierra y establecerse en Nueva York. No hizo más que llegar para ingresar a la nómina de informantes del FBI, el FBI del tenebroso Hoover, John Edgar Hoover.

Aparte de su labor de informante —informante a sueldo, asalariado, dedicado a suministrar incontables reportes sobre actividades comunistas o procomunistas de varias organizaciones—, Galíndez se desempeñó como catedrático de Derecho Público Hispanoamericano e Historia de la Civilización Iberoamericana en la Universidad de Columbia.

Pero el espía estaba siendo espiado por el servicio de inteligencia de la bestia. Ciertas actividades y contactos con exiliados dominicanos lo habían puesto en la mira, lo vigilaban, lo estudiaban, pero nadie lo molestó hasta que no empezó a escribir una tesis titulada “La Era de Trujillo: Un estudio casuístico de dictadura hispanoamericana”. Su tesis doctoral para la Universidad de Columbia.

La redacción y el contenido de la tesis no pasó y no podía pasar desapercibido. En la obra se decían cosas terribles que llegaron a los oídos de los agentes de la bestia y llegaron a oídos de Minerva Bernardino.

Entre muchas otras cosas, Galíndez afirmaba que el primogénito de la bestia —el niño de sus ojos, el mimado Ramfis Trujillo Martínez—, no era hijo de la bestia.

Minerva Bernardino dio la voz de alarma, escribió un informe poniendo a la bestia en conocimiento de las labores curriculares y extracurriculares de Galíndez y la bestia se encabritó. Quizás pataleó, daría berridos de indignación. Había sufrido en lo más hondo una afrenta que no quedaría impune. Esta vez se atrevería a hacer algo que nunca había hecho y que pondría en peligro sus relaciones con el imperio. Pero lo hizo.

Una operación, en el más puro estilo mafioso o gansteril —con el propósito de raptar a Galíndez—, se puso en marcha poco tiempo después. En la misma jugaron un papel protagónico Felix Bernardino, el escalofriante Arturo Espaillat, alias Navajita, la entusiasta Minerva y un selecto grupo de sicarios. También participaron de alguna manera el prestigioso presbítero Oscar Robles Toledano, que se encontraba en Nueva York en esa época, y hasta el mismo Porfirio Rubirosa, que algún día sería interrogado por el Fiscal del Distrito de Nueva York en relación al hecho.


(Historia criminal del trujillato [85])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Tony Raful

La venganza fue de “espanto y brinco” (2) (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2015/03/24/361032/la-venganza-fue-de-espanto-y-brinco) “Tavito y Antonio de la Maza… principio y fin” (https://hoy.com.do/tavito-y-antonio-de-la-maza-principio-y-fin/)

Juan Daniel Balcácer,

El caso Galíndez- Murphy: Una crónica de terror (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2019/08/14/578159/el-caso-galindez-murphy-una-cronica-de-terror)

José del Castillo Pichardo

El Sino Trágico de Galíndez

(https://www.diariolibre.com/opinion/columnistas/2022/04/14/a-la-pluma-de-galindez-se-debe-la-era-de-trujillo/1770330)



7/5/22

La venganza de los Bernardino (2)

Pedro Conde Sturla

6 mayo, 2022


Galíndez nunca vio venir el terrible golpe que le deparaba el destino, o mejor dicho la bestia. El 12 de marzo de 1956 desapareció de la faz de la tierra. Una hermosa mujer lo engatusó, le tendió una trampa en su propio apartamento de Manhattan. El apartamento donde lo drogaron y de donde lo llevaron al aeropuerto. El aeropuerto donde lo esperaba un avión que lo trajo drogado a Montecristi, haciendo escala en Miami. El avión que pilotaba el joven Gerald Murphy. El avión en que también viajaba el médico Miguel Rivera, el médico que drogó a Galíndez y lo mantuvo drogado durante el vuelo. El vuelo en que además venía el inefable Felix W. Bernardino.

Desde Montecristi Galíndez fue trasladado en ambulancia u otro tipo de vehículo adecuado al fronterizo pueblo de Dajabón y desde Dajabón a Ciudad Trujillo en un avión de la CDA, la célebre compañía dominicana de aviación.

Según se sabe, el piloto Murphy, de apenas 22 años, había sido contratado, comisionado discretamente para que trajera a un supuesto enfermo terminal a Montecristi, y Octavio de la Maza, aliasTavito, había sido enviado a buscarlo a Dajabón, a buscar “un paquete”. Eso fue lo que les dijeron. Eso era todo lo que sabían o creían saber. Ninguno de ellos tuvo conocimiento de lo que estaba ocurriendo.

Cuando Galíndez recuperó la lucidez tenía 41 años de edad y estaba en el infierno, quizás en Hacienda María, en manos de la bestia, la bestia que lo encaraba y lo encuadraba, la bestia con sus ojos de fiera y su sonrisa de hiena. La bestia que lo devoraba con la mirada, como hacen las lechuzas con sus presas antes de consumirlas. El hombre que lo había irrespetado, desconsiderado y calumniado estaba a sus pies. Con él se tomaría su tiempo, todo el tiempo del mundo, lentamente, sin prisa... Le quebraría el alma antes que el cuerpo.

Dicen que le hizo comer un ejemplar de la tesis que habían encontrado en su apartamento de Manhattan o por lo menos unas cuantas hojas. dicen que probablemente lo sometieron a todos los horrores imaginables, dicen que lo desollaron, dicen que lo quemaron a fuego lento, dicen que le sacaron las uñas y que le sacaron los ojos y que le habrían aplicado picanas en los genitales, dicen o pueden decir que le arrancaron la lengua, que le machacaron los testículos, y que le fueron rompiendo los huesos despacito, uno por uno, todos los huesos del cuerpo, desde los pies a la cabeza, pulverizándolos más bien uno por uno.

Dicen que finalmente lo echaron a los tiburones cuando todavía estaba quien sabe si medio vivo o medio muerto.

Crassweller afirma que la desaparición de Galíndez pasó varios días inadvertida y que cuando los primeros investigadores visitaron su apartamento encontraron que todo estaba en orden y que las pesquisas no señalaban en ninguna dirección. Cualquiera podía haber sido el culpable. Pero al poco tiempo empezaron a encenderse las alarmas y aunque lo que se sabía o sospechaba no podía ser demostrado, la opinión pública apuntaba en una dirección, señalaba a un responsable.

El escándalo que se armó en Estados Unidos y otros países fue algo parecido a un estallido, un estallido de indignación y cólera que sorprendió al gobierno de la bestia. Otras veces habían matado a un exiliado dominicano en ese país (empezando por Sergio Bencosme en 1935), y la prensa y las organizaciones democráticas habían protestado, algún funcionario se había pronunciado en contra de la bestia, pero en poco tiempo la noticia desaparecía de los titulares y el hecho no tenía mayores consecuencias. Quizás una amonestación, una advertencia de los altos mandos para que el SOB favorito del imperio mantuviera la compostura.

Pero Galíndez no era dominicano y tenía dolientes en el FBI y la CIA y a nivel del aparato gubernamental, y los medios de prensa no parecían agotar su caudal de noticias y empezó a cundir el nerviosismo entre los que tenían hecha y tenían sospechas.

Entonces la bestia ordenó que se realizara una operación de limpieza, un chapeo bajito, como se decía por estos rumbos, y en el curso de unos meses empezaron a desaparecer y morir en el país y en el extranjero algunos de los implicados en el rapto que menos confianza merecían. Unos siete u ocho en total.

Eliminaron, en primer lugar, según informes del FBI, a la persona que le echó gasolina en un aeropuerto de Long Island a la avioneta en que se llevaron a Galíndez. Eliminaron, en un accidente de tráfico en las cercanías de Villa Altagracia, a la criolla que había seducido y conducido a Galíndez a la trampa mortal.

En otro accidente de tráfico, ocurrido también en el país, eliminaron y desaparecieron a un demoníaco, un personaje que llamaban el Cojo, un cojo y bizco, con un ojo averiado, un oscuro delincuente internacional, un matón que estaba al servicio de Trujillo, un paisano de Galíndez que se hacía pasar por su amigo y jugó un papel de primer orden en el rapto.

El médico que lo drogó también murió de muerte innatural. No murió, sin embargo, en un accidente. Se optó por el suicidio con cianuro, algo más creativo.

Otro de los esbirros, un coronel cubano que sabía demasiado, optó asimismo por el suicidio. Se suicidó de varios disparos en su despacho.

El joven piloto Gerald Lester Murphy fue igualmente víctima de la pandemia de accidentes de tráfico y desapariciones. El día 3 de diciembre de 1956 su automóvil Ford, aparentemente abandonado, fue encontrado cerca de unos acantilados, en el malecón, a poca distancia del matadero municipal, pero de su cadáver todavía se ignora el paradero.

(Historia criminal del trujillato [85])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Tony Raful

La venganza fue de “espanto y brinco” (2) (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2015/03/24/361032/la-venganza-fue-de-espanto-y-brinco) “Tavito y Antonio de la Maza… principio y fin” (https://hoy.com.do/tavito-y-antonio-de-la-maza-principio-y-fin/)

Juan Daniel Balcácer

El caso Galíndez- Murphy: Una crónica de terror (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2019/08/14/578159/el-caso-galindez-murphy-una-cronica-de-terror)

Juan Daniel Balcácer

¿Por qué mataron al piloto Murphy? (y II) | Listín Diario (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2019/07/31/576234/por-que-mataron-al-piloto-murphy-y-ii)

José del Castillo Pichardo

El Sino Trágico de Galíndez (https://www.diariolibre.com/opinion/columnistas/2022/04/14/a-la-pluma-de-galindez-se-debe-la-era-de-trujillo/1770330)

Tony Pina

El asesinato de Galíndez provocó otros crímenes - Noticiario Barahona (http://www.noticiariobarahona.com/2011/05/el-asesinato-de-galindez-provoco-otros.html)

Secuestro y asesinato de Jesús de Galíndez — El Nacional (https://elnacional.com.do/secuestro-y-asesinato-de-jesus-de-galindez/)

La trágica historia de Jesús Galíndez. Portal Carta de España. Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones (https://www.inclusion.gob.es/cartaespana/es/noticias/Noticia_0349.htm).


La venganza de los Bernardino (3 de 3)

Pedro Conde Sturla

13 mayo, 2022


El asesinato de Murphy permitió a los servicios de seguridad del imperio establecer al poco tiempo una conexión con el rapto de Galíndez y empezar a atar cabos. Muy pronto —siguiendo el rastro de sangre— comenzarían los investigadores a relacionar con el mismo caso las demás muertes y procederían a armar el rompecabezas y a señalar al culpable con nombres y apellidos y se complicó mucho más la situación. La bestia quedó envuelta en su propia telaraña.

Además, ahora era culpable de la muerte de dos ciudadanos estadounidenses. Ahora la indignación de la prensa iba en aumento, numerosas voces exigían justicia y pedían una sanción ejemplar. El escándalo y las acusaciones le saldrían muy caras a la bestia en términos contantes y sonantes. No se sabe cuánto tuvo que pagar en sobornos o coimas para tratar de acallar a la prensa, aparte de lo que pagaba a ciertos funcionarios, diputados, senadores y periodistas, pero el dinero corrió olímpicamente.

Aún así, varios congresistas, junto a la novia y al padre y familiares de la víctima y hasta el mismo gobierno, el gobierno de Eisenhower, tomaron cartas en el asunto y no dejaban de presionar y la bestia no toleraba presiones.

Había, pues, que fabricar una solución, encontrar con carácter de urgencia un culpable y no fue difícil encontrarlo. Dicen que Felix Bernardino pidió a Octavio de la Maza, alias Tavito, y la bestia no pudo negárselo.

Sin embargo, Crassweller afirma que fue William Pheiffer, el embajador usamericano en el país, quien por primera vez involucró a Tavito en el espinoso asunto. Si lo hizo de buena o mala fe (quizás por iniciativa propia o en combinación con la bestia), no es algo que pueda establecerse. Muchos creen que el embajador cayó en una trampa, aunque no se puede descartar que él mismo haya tendido la trampa, que se haya plegado a la bestia por razones de simpatía pecuniaria o tal vez por órdenes superiores.

El hecho es que que el embajador sugirió, se limitó a sugerir de alguna manera que tenía conocimiento de que entre Murphy y Tavito había rencillas y rencores y una supuesta enemistad que convertía a Tavito en sospechoso y justificaba una investigación. Pidió una investigación.

A la bestia y a Bernardino les encantó la idea, por supuesto, una idea que facilitaba muchísimo las cosas, y acogieron la petición de inmediato. Había que complacer al señor embajador. No faltaba más.

Tavito y Murphy trabajaban como pilotos en la CDA, tenían por lo tanto una relación armoniosa o conflictiva, pero tenían una relación y Tavito tenía un antecedente funesto. Había una vez dado muerte a un compañero de trabajo que lo había acosado y baleado sexualmente y la historia en parte se repetiría. Le endosarían un expediente similar y lo acusarían de la muerte de Murphy.

Tavito fue arrestado el 17 de diciembre, el mismo día que el embajador presentó su petición, y no saldría vivo de la cárcel. Se le exigiría, en principio, que se declarase culpable, que confesara algo así como que Murphy lo había molestado y en forma probablemente agresiva y que él se había limitado a defenderse, que le había dado muerte, que lo había arrojado al mar, que los tiburones habrían dispuesto de sus restos. Es probable que si Tavito hubiese cedido a las presiones, si se hubiera reconocido culpable del crimen que no había cometido, hubiera sido condenado formalmente, lo habrían encarcelado durante algunos años en condiciones privilegiadas hasta que el caso se enfriara y entonces recobraría su libertad.

A Tavito, sin embargo, no le hizo gracia la propuesta y la rechazó vigorosamente. Empezaron entonces a presionarlo de la manera en que los esbirros de la bestia acostumbraban presionar a los prisioneros, pero Tavito no cedió. Se dice que Ramfis Trujillo, el hijo mayor de la bestia, había intervenido en su defensa cuando se produjo la muerte de Luis Bernardino en Londres, unos tres años antes, y volvió a intervenir en esta ocasión. Tavito pertenecía a la fuerza aérea, de la cual Ramfis era comandante y además era su amigo, su jefe y su amigo, pero su intervención no sirvió de nada. El día 7 de enero de 1957, Octavio de la Maza, alias, Tavito, a los 38 años de edad, amaneció sin vida en su celda del cuartel central de la Policía Nacional. Se había ahorcado, según la versión oficial, con un mosquitero, extrañamente un mosquitero, y había dejado una nota de suicidio donde lo confesaba todo.

El montaje no podía haber sido más burdo, burdo y descarado, desfachatado, y prácticamente nadie se lo creyó. Incluso el mismo FBI consideró que era falso, pero por lo menos se había cumplido con las formalidades de rigor. La versión oficial era esa, la que defendería el gobierno de la bestia cínicamente.

El asesinato de Murphy había puesto, pues, incidentalmente, en manos de los Bernardino la suerte de Tavito. Es posible que la bestia se sintiera compelido a saldar con ellos una deuda de gratitud o se sintiera irritado por la tozudez del inculpado, pero el hecho es que terminó permitiendo a los diabólicos hermanos consumar su venganza. Dicen que un sicario llamado Cesar Oliva García mató a Tavito de uno o varios tubazos en la nuca. Otros aseguran -y eso es lo más probable—que fue Félix Bernardino quien se dio ese gusto.

Paradójicamente, el crédito por el rapto no le corresponde solamente a Felix Bernardino (y quizás, sobre todo, al célebre Navajita) y al servicio secreto de la bestia. Hay quien opina —como Carlos Piera Ansuátegui— que Jesús de Galíndez no fue simplemente raptado, sino entregado en manos de bestia, “sacrificado en el altar mayor de la guerra fría cuando el peligro comunista sustituyó como fantasma al derrotado nazismo y el Gobierno norteamericano pactó con el régimen de Franco en un elocuente ejercicio de la máxima: ‘”El enemigo de mi enemigo es mi amigo’”. (1)

Una opinión parecida e igualmente desoladora sostiene José Luis Barbería:

“A estas alturas parece ya evidente que si Jesús Galíndez fue entregado a los esbirros trujillistas el 12 de marzo de 1956 en el centro de Manhatan no fue sólo para satisfacer la conocida vesania criminal de su jefe, sino también para eliminar a un testigo incómodo, un obstáculo en el espectacular giro estratégico que llevó a Estados Unidos a quebrar su actitud frente al régimen de Franco. En el documental Galíndez, el abogado norteamericano Stuart A. McKeever, viejo investigador del caso, apuntala la teoría de que su desaparición fue una operación urdida por gentes vinculadas a los servicios secretos norteamericanos. Los policías que investigaron el caso y los fiscales que intervinieron en la vista contra los agentes norteamericanos implicados comparten ese juicio”. (2)

(Historia criminal del trujillato [87])

NOTAS:

(1) Carlos Piera Ansuátegui, “La trágica historia de Jesús Galíndez”. (https://www inclusión Govea/cartaespana/es/noticias/Noticia_0349.htm)

(2) Jose Luis barbería “Las últimas verdades sobre el agente Galíndez”| Domingo | EL PAÍS (https://elpais.com/diario/2002/09/22/domingo

Bibliografía: por

Robert D. Crassweller, “The se hay and times of a caribbean dictator



El monstruo en su madriguera (1)



Pedro Conde Sturla

20 mayo, 2022


La bestia no lo sabía entonces ni tenía porque saberlo, pero la venganza de los Bernardino terminaría costándole finalmente la vida. Había permitido o propiciado la muerte de Octavio de la Maza para complacer a la familia Bernardino y había tenido la cachaza de darle formalmente el pésame a la familia De la Maza. Dicen que llamó a Antonio, hermano de Octavio, para expresarle sus condolencias y hacerlas extensivas a todos sus deudos. Para afrentarlo más bien, escarnecerlo, mofarse de su dolor y desafiarlo impunemente. La bestia estaba acostumbraba a humillar e injuriar a sus súbditos sin temer a las consecuencias, pero esta vez habría consecuencias. Esta vez la bestia se había extralimitado. La bestia había firmado, sin saberlo, su sentencia de muerte.


En los años finales de la tiranía la bestia estaba fuera de sus cabales, fuera de control. Tenía serios problemas de próstata, tenía incontinencia urinaria y alguna vez se orinó en los pantalones cuando participaba en una fiesta. Su hombría estaba comprometida, comenzaba a fallar y le fallaba con más frecuencia, pero su instinto criminal, su naturaleza de fiera enardecida iba en aumento.

Algunos de sus más cercanos colaboradores —como Cucho Álvarez, por ejemplo— dan cuenta de que en esos años la bestia se había vuelto más difícil que nunca de tratar. “Tanto a Anselmo como a mí –dice Don Cucho en sus memorias—nos tocó lidiar un toro bravo”. Sin embargo, “sólo a algunos pocos nos tocó lidiar al toro herido en los albores de su agonía”. Varias de las más abominables atrocidades (aunque ninguna de la magnitud de la matanza de haitianos) las cometería la bestia en esa época, incluyendo el exterminio casi total de los 198 expedicionarios del 14 y 20 de junio de 1959, el atentado del 24 de junio de 1960 contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt (que finalmente lo indispuso con sus amigos del imperio), la brutal represión a que fueron sometidos los integrantes del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, el brutal asesinato de las hermanas Mirabal el 25 de noviembre de 1960… Añádase a lo anterior el incremento de la intolerancia, el espionaje, el ensañamiento contra el pueblo durante esos últimos años del gobierno de la bestia.

Fue en el inicio de ese período, cuando el escándalo por la muerte de Galíndez estaba en su apogeo, que Bernardino consideró prudente regresar al país y colgar los hábitos diplomáticos. Había vivido en las entrañas del imperio y conocía mejor que nadie los juegos pesados de sus servicios de seguridad y los peligros a que estaba expuesto. El también podía desaparecer o podrirse en una cárcel o caer en malas manos.

Bernardino gozaba de un inmenso desprestigio y era objeto de repudio, un soterrado y público repudio, tanto en Estados Unidos como en Latinoamérica y su propio país. Pero en su país estaría más seguro, toda la vida estaría seguro en su país, antes y después de la muerte de Trujillo, sin que nadie le tocara prácticamente un pelo.

Para desgracia de sus habitantes el monstruoso personaje se estableció en las cercanías de El Seibo, se enrocó, como quien dice, en una propiedad a la que fue añadiendo nuevas tierras que dedicó a la ganadería y a la siembra de caña y que llegó a tener más de treinta mil tareas. Treinta mil tareas que de seguro adquirió con malas artes y probablemente con ayuda del demonio.

En el lugar construyó una confortable residencia, una especie de madriguera, propia de un señor casi feudal, y se convirtió en poco tiempo en uno de los más ricos e importantes hacendados del lugar, en una especie de líder o cacique de los ganaderos y granjeros, un poderoso y temido señor de horca y cuchilla que durante años daría rienda suelta a sus instintos criminales y cometería todo tipo de desmanes y fechorías. Alguien odiado, aborrecido, y sobre todo temido.

En sus tierras utilizaba principalmente braceros y peones haitianos a los que pagaba, por supuesto, un salario miserable y dispensaba un trato de esclavos. Haitianos y dominicanos a los que amarraba de un poste y torturaba y azotaba con fuetes mojados y marcaba con hierro candente de marcar ganado cuando le salía de los forros y de cuyas vidas disponía a voluntad. A sus vecinos, eventualmente, también les reservaba un trato vejatorio. Disfrutaba —como ya se ha dicho en otra ocasión— ejerciendo la crueldad, abusando de los débiles y no tan débiles. Incluso los grandes hacendados tenían que andar con cuidado y con recelo. Era un azote. Un azote del diablo. Se le atribuía el envenenamiento de una vecina y otros asesinatos. A un infeliz limpiabotas lo machacó a golpes porque supuestamente se le atravesó, se le puso delante del caballo.

Uno de los mayores motivos de orgullo del monstruoso Bernardino fue la creación de un grupo paramilitar que llamó Jinetes del Este, del cual formaban parte agricultores, ganaderos, comerciantes, profesionales, periodistas y también sus matones e informantes. A Bernardino le encantaba pavonearse y al frente de los Jinetes del Este se pavoneaba todo el tiempo. El grupo surgió a raíz de las expediciones guerrilleras del 14 y 20 de junio de 1959 y tenia supuestamente como propósito la defensa del gobierno de la bestia, del hombre a quien Bernardino siempre llamaba mi generalísimo. Para lo que sirvió fue para que Bernardino se luciera y luciera sus caballos de raza al frente de sus jinetes y para que muchos de sus miembros cometieran abusos.

No todos los participantes eran voluntarios ni se habían adherido de buena gana a los jinetes de Bernardino. Tampoco eran voluntarios todos los que tomaron parte en una agotadora marcha que se inventó Bernardino para exhibirse ante su querido generalísimo con el pretexto de rendirle homenaje o pleitesía en el día de su cumpleaños, que también era día de su santo. La larga marcha a caballo desde el Seibo a Ciudad Trujillo, llenó de terror a muchos de los jinetes, pero el miedo que le tenían a Bernardino era más grande y le sirvió de incentivo a los indecisos.

La organización del evento había sido traumática desde el inicio, desde que Bernardino se molestó por la tardanza de los asistentes a la primera reunión. Bernardino había llegado puntualmente al lugar a la hora señalada y en cuanto pasaron unos minutos sin que se presentaran todos los invitados se le metió el diablo en el cuerpo, si acaso alguna vez salía. Montó en cólera, un cólera profundo, y montó raudo en su caballo. Los retrasados estaban en un restaurante, terminando de desayunar, y al restaurante se metió Bernardino con todo y caballo y causó destrozos, le tiró encima el caballo a los desayunantes, atropelló a varias personas, incluyendo un honorable senador y quizás un gobernador.

La marcha fue todo un éxito a pesar de que muchos se desmayaron y llegaron a la capital más muertos que vivos. Otros no resistieron el viaje y algunos trataron de evadirla y la evadieron. Mandaron en su lugar a un sustituto e hicieron la mayor parte del viaje en automóvil. Al llegar a las cercanías de la capital subieron a sus monturas y llegaron muy orondos al malecón y empezaron a desfilar con los demás jinetes en dirección al lugar donde pasarían con la frente alta frente a la bestia. Pero los chivatos de Bernardino los habían chivateado. Bernardino se había enterado y los hizo detener, los hizo apear vergonzosamente de sus caballos en presencia de la multitud que aplaudía y los veía ahora caminando con el rabo entre las piernas. 


(Historia criminal del trujillato [88])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Sebastián del Pilar Sánchez
“El temible Félix W”
(https://almomento.net/el-temible-felix-w/)
El libro de Don Cucho Álvarez
(https://hoy.com.do/el-libro-de-don-cucho-alvarez/)
Chichi de Js. Reyes
“Los jinetes del Este” (El Nacional, Imágenes de nuestra historia).













28/5/22

El monstruo en su madriguera (2 de 2)


Pedro Conde Sturla

27 mayo, 2022


El nombre de Felix W. Bernardino, alias Buchilai, es algo que la gente del Este de cierta edad todavía recuerda con espanto. Mencionar a Buchilai —un apodo de carnicero— era como mencionar al diablo y verlo venir al mismo tiempo. La presencia de Buchilai en El Seibo y sus alrededores era tal vez más agobiante que la de Petán en Bonao. Es posible que —en comparación con Buchilai— para muchas personas Petán Trujillo podía parecer un angelito. Ni siquiera los Cocuyos de la Cordillera, la organización paramilitar que ideó Petán para combatir a los guerrilleros del 14 y 20 de junio tuvieron tan mala fama como los Jinetes del Este de Bernardino. Petán era por lo menos un abusador, y de seguro era capaz de matar o de mandar a matar y había matado, pero no era un asesino compulsivo como Buchilai, un torturador, un sádico, cuyo nombre todavía produce escalofríos. Y además tuvo, desdichadamente, mucho mejor suerte que Petán. Muy buena suerte.


Bernardino maltrataba a los trabajadores de su hacienda, a los cuales profesaba al parecer un instintivo odio visceral, y maltrataba a sus vecinos y a todo aquel que se le pusiera en el camino. Al estilo de Trujillo y de los hermanos de Trujillo y de los generales de Trujillo, se apropiaba de la tierra, el ganado y todo lo que podía interesarle por los medios más expeditivos y brutales. Con tal de conseguir lo que quería (y a veces quizás simplemente por gusto) recurría al asesinato, a la coerción, a la más desalmada tortura. Bernardino robaba, incendiaba, asolaba, mataba rutinariamente con armas blancas o de fuego, envenenaba, ahorcaba, colgaba a sus víctimas de pies o de cabeza, los hacia despellejar a fuetazos, les metía mangueras por la boca o por el ano, las marcaba con los hierros de marcar ganado, como si fueran de su propiedad, arrasaba con sus cosechas, les sacaría las uñas y los ojos si acaso se le antojaba... No había límites para la maldad de ese demonio.

Sólo el ajusticiamiento de la bestia en 1961 y el llamado proceso de destrujillizacion, que llevó a cabo el Consejo de Estado entre 1962 y 1963, pondría un alto temporal a sus desmanes. Durante este gobierno de transición sucedió algo que muchos habían soñado y todos creían imposible: los asesinos de las hermanas Mirabal y otros cancerberos fueron sometidos a la justicia y condenados a penas de treinta y veinte años de prisión y encerrados en la Fortaleza Ozama (hasta que fueron puestos en libertad por el Coronel Manuel de Jesús Montes Arache durante la revuelta constitucionalista de 1965). Bernardino también sería sometido por una serie de horrorosos crímenes, pero no sería condenado ni sufriría muchas penas.

Al monstruoso Bernardino se le acusaba, entre muchas otras cosas, de haber asesinado a los hermanos Héctor y Pedro Díaz, a Demetrio Castro, a José Báez a Héctor Barón García, a Elías Kelly, a Clemente de la Cruz, a Gervasio Franco, y muchos más. Se le acusaba asimismo del envenenamiento de por lo menos una vecina que respondía al nombre de Ana María Padua, se le acusaba de haber infligido heridas y otros daños corporales a numerosas personas, se le acusaba de haber torturado a más gente de las que posiblemente podía recordar. Entre sus víctimas innumerables se mencionaba a Agustín Lagué, a Marcelino Cordones, a Isidro Morla, a Chichí José, a Domingo Guerrero, a Aquilino Valdez, a Celestino Sarmiento Messina, a José Safí, a Silvestre Sarmiento Messina y quien sabe cuántos otros… Pero igualmente se le acusaba de haber dado muerte en publico (en el momento en que sus compañeros celebraban y lo cargaban en hombros) al joven lanzador de un equipo local de pelota que había derrotado al equipo por el cual apostaba.

Las acusaciones parecían no tener fin. Se le imputaba a Bernardino el incendio de varias casas, el persistente robo de tierras y ganado, los asesinatos sistemáticos. Era un pirómano, un abigeo, un sicópata, un ser humano retorcido y brutal.

Todos en la región celebraron y suspiraron con alivio cuando por fin fue apresado en el mes de febrero del año 1962 y retenido durante varias semanas en una cárcel del El Seibo. De ahí sería trasladado y encarcelado en condiciones inmejorables en la penitenciaria de La Victoria, a poca distancia de la ciudad de Santo Domingo, que ya había recobrado su histórico nombre.
Bernardino no parecía sentirse a disgusto en aquella situación, al poco tiempo empezó a comportarse como si fuera el dueño de la cárcel, hacía galas de un tétrico buen humor, disfrutaba de una cierta libertad de movimientos y de la selecta compañía de los asesinos de las hermanas Mirabal y otros personajes demoniacos.

El proceso judicial y las vacaciones. carcelarias de Bernardino durarían unos cinco años, un período en el cual fue requerido de manera habitual en el llamado Palacio de Justicia, interrogado cientos de veces, visitado por agentes del FBI en relación al caso Galíndez.
Finalmente (el 24 de enero de 1966), fue descargado. Los inefables jueces de la Corte de Apelación de San Cristóbal desestimaron las acusaciones. Bernardino había actuado en todos los casos en permanente estado de locura. La víctima era él.

La farsa judicial culminó en 1966 con la ratificación de la sentencia, la liberación de todos los cargos contra Félix W. Bernardino por insuficiencia de pruebas. La excarcelación de Bernardino. La inmensa indignación y frustración, la manifestación de impotencia del pueblo dominicano.

Los cuantiosos bienes de Bernardino, sin embargo, habían sido confiscados y luego repartidos en 1963 por el Instituto Agrario Dominicano entre los campesinos de la región, pero no por mucho tiempo. Su amigo Joaquín Balaguer llegó al poder en el mismo año de su absolución y liberación y le devolvió todas sus riquezas. Bernardino también había llegado o había vuelto junto con Balaguer al poder, volvería a sus predios de El Seibo y volvería a las andadas bajo un manto habitual de impunidad. Muy pronto se vería envuelto en un escándalo internacional por la tortura y asesinato de un grupo de haitianos. Lo peor es que moriría en su cama, o por lo menos en una cama de los Estados Unidos, el 18 de marzo de 1982.

(Historia criminal del trujillato [89])

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Sebastián del Pilar Sánchez

“El temible Félix W”
(https://almomento.net/el-temible-felix-w/)

El libro de Don Cucho Álvarez
(https://hoy.com.do/el-libro-de-don-cucho-alvarez/)

Chichi de Js. Reyes
“Los jinetes del Este” (El Nacional, Imágenes de nuestra historia).



RUBIROSA (1–11)

(Serie completa)

Rubirosa (1)


Pedro Conde Sturla 

3 junio, 2022 



De izquierda a derecha Felix W.Bernardino, Trujillo, Manuel de Moya Alonzo, una persona no identificata y Porfirio Rubirosa 



Es difícil encontrar un personaje tan despreciable y repulsivo, tan inmoral y tan frívolo, y a la vez tan popular y admirado como Porfirio Rubirosa. Porfirio Rubirosa Ariza.


Rubirosa fue el más famoso cortesano de la era de la bestia, quizás el dominicano más vergonzosamente mencionado y glorificado de la historia. Quizás Porfirio Rubirosa, junto a Pedro Henríquez Ureña y Maximo Gómez (guardando, por supuesto, las insalvables diferencias), sean todavía hoy los dominicanos de mayor proyección internacional.





En Europa lo idolatraban, lo celebraban y lo celebran como el más grande play boy del siglo XX, como si fuera algo honroso, como si fuera admirable conquistar y desplumar mujeres ricas y además propinarles de vez en cuando golpizas. El hecho es que Rubirosa (o simplemente Rubí como le decían cariñosamente) aparecía en los noticieros, aparecía de refilón en algunas películas francesas, en las carreras de caballo y de autos, aparecía hasta en la ensalada. Los franceses bautizaron en honor a su miembro los grandes pimenteros de sus restaurantes de lujo con el nombre de Rubirosa, la prensa amarilla celebraba sus conquistas, celebraba al seductor irresistible, celebraba al jugador de polo, al piloto de carreras de autos, al hombre que según decía estaba demasiado ocupado para trabajar… Terminó convirtiendo al vulgar gigoló, al vulgar chulo, al infame prostituto, al detestable falócrata y vividor y maltratador y engañador de mujeres en una especie de modelo a seguir, en un personaje de culto.


De las bellaquerías que cometió en la misma Europa y de los asesinatos en que se vio envuelto al servicio de la bestia raramente se decía una palabra, si acaso se decía algo. Rubirosa estuvo involucrado en escándalos internacionales y en algunos de los peores crímenes que la bestia patrocinó en el extranjero, aparte de los que cometió por cuenta propia.


Por órdenes de la bestia, en el año de 1935 participó en la planificación y tentativa de asesinato del exiliado antitrujillista Ángel Morales, que vivía en Nueva York, y que culminó, por un azar del destino, con la muerte de Sergio Bencosme, hijo del hacendado Cipriano Bencosme, ultimado en 1930 por sicarios de la bestia. Sergio Bencosme se convertiría en la primera víctima de la bestia en el extranjero. El hombre que le quitó la vida era un primo de Porfirio, un desalmado gatillero llamado Chichí Rubirosa. Luis de la Fuente Rubirosa, alias Chichí.


Porfirio Rubirosa estuvo involucrado igualmente —junto a Felix y Minerva Bernardino y el general Arturo (Navajita) Espaillat— en el rapto de Galíndez y en tareas de espionaje y otras cosas sucias que muchos de sus admiradores prefieren no mencionar.


Durante la guerra civil española y el período anterior al estallido de la segunda gran carnicería mundial —amparado en su condición de diplomático— fueron numerosas las canalladas que cometió en perjuicio de exilados y fugitivos que buscaban salir desesperadamente de Europa y pagaban lo que fuera por un pasaporte o cualquier tipo de salvoconducto que les permitiera ponerse a salvo en algún país americano. Además, alguna vez fue mencionado, junto a otros diplomáticos dominicanos, en el robo y contrabando de valiosas piezas arqueológicas provenientes de Grecia. Se le menciona, por igual, en el asesinato de un polaco con el que viajó a España en busca de unas joyas durante la guerra civil, a finales de los años 1930.


Según se dice, el polaco y un joyero español se habían puesto de acuerdo con Rubirosa para que Rubirosa y el polaco fueran a rescatar lo que constituía prácticamente un tesoro, unas valiosas prendas que no habían podido sacar del territorio español. Era un viaje lleno de peligros que Rubirosa logró sortear viajando desde Francia en un automóvil con placas diplomáticas y con sus credenciales de diplomático, por supuesto. Rubirosa hizo el viaje de ida y vuelta y entregó al joyero español una parte del botín, quizás una parte insignificante.


El polaco en cambio desapareció o lo hizo desaparecer Rubirosa. También desapareció en los bolsillos de Rubirosa la mayor parte de las prendas. El polaco, desgraciadamente —de acuerdo con la versión de Rubirosa— fue víctima de la guardia fronteriza, al igual que el resto de las joyas, y Rubirosa no podía estar más compungido.


Lo cierto es que Rubirosa siempre tuvo problemas con las autoridades europeas y si salía bien librado era solo debido a su buena suerte y a su condición de diplomático. Incluso con la bestia tuvo problemas serios que pudieron costarle la vida. Trujillo mandaría a matarlo, supuestamente, para castigarlo por las golpizas que le había propinado a su hija Flor de Oro cuando estuvieron casados. Las golpizas y los cuernos. Rubirosa ya había sido despojado por la bestia de su condición de diplomático, pero sus amigos lo pondrían sobre aviso y se ocultaría durante un tiempo. Quizás no haya nada de cierto en esa historia, quizás se trató de una falsa alarma, pero con la bestia nunca se podía estar seguro.


Lo que sí es cierto es que estuvo a punto de perder la vida en 1946 —cuando recién había terminado la segunda guerra mundial—, por cortesía de unos miembros de la resistencia francesa que le metieron tres balazos en el cuerpo. Pero el blanco, o en este caso el trigueño, no era Rubirosa. Se trataba de un mal entendido, una equivocación o mejor dicho un lamentable accidente. Nadie quería eliminar a Rubirosa, sino a su reciente esposa, la bella actriz Danielle Darrieux, a quien se acusaba de colaboracionista. Rubirosa, según se dice y se repite, recibió heroicamente los balazos destinados a ella y le salvó la vida. Sin embargo, nada tendría de extraño que Rubirosa también fuera colaboracionista o simpatizante del nazismo. Lo extraño sería que no lo fuera. Lo más probable es que ambos eran colaboracionistas y filonazistas y que los erráticos balazos estaban dirigidos sin discriminación a uno y otra con la intención de poner fin a sus días, pero no cumplieron su cometido. Desafortunadamente las balas tuvieron mala suerte. 


(Historia criminal del trujillato [90])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3


Rubirosa (2)


Pedro Conde Sturla 

10 junio, 2022



La celebrada vida de Porfirio Rubirosa —la impresionante y fascinante vida de un seductor como la definieron y definen muchos escritores y periodistas—, fue la vida de un libertino, un tipo vacío, un hombre hueco, hinchado de vanidad, un narcisista poseído de sí mismo en grado extremo, que hacía el mal sin darse cuenta o sin pretender darse cuenta y que tomaba lo que al parecer creía que el mundo le debía. Alguien que tuvo acceso durante una infancia dorada a la mejor educación, a una existencia regalada y placentera, y que pudo ser una persona útil y eligió ser un parásito.


Porfirio Rubirosa Ariza y sus dos hermanos mayores (Ana y César) eran hijos de un general de la época de Concho Primo (Pedro María Rubirosa Rossi), que se cansó de tirar tiros y abrazó la carrera diplomática en cuanto se le presentó la oportunidad. Eso le permitió a la familia dejar atrás el escenario del caciquismo y la montonera, las casas con refugios soterrados donde los habitantes podían protegerse de los muy frecuentes tiroteos, la violencia endémica que se agravó a partir de la muerte de Lilís en 1899 y perduró durante los primeros dieciséis años del siglo XIX.



La diplomacia le permitió, en definitiva, al general Rubirosa partir con su familia hacia Saint Thomas en 1914 y luego establecerse como jefe de la delegación dominicana en París de Francia casi en el mismo momento en que estallaba la primera guerra mundial. Los Rubirosa pasaron, pues, del sartén al fuego, y por un período de más de cuatro años se convirtieron en espectadores de la más feroz carnicería que había conocido la humanidad.

En 1916, a los dos años de la llegada a Francia, se produjo la primera ocupación armada del imperio norteamericano en Santo Domingo, que se prolongaría por ocho años. Ese pudo haber sido el fin de la estadía de los Rubirosa Ariza en Europa, pero los servicios internacionales y las representaciones diplomáticas o consulares se mantuvieron a pesar de la ocupación en países como Francia e Inglaterra. En el gobierno de Horacio Vázquez, que sucedió al de los yanquis, el general Rubirosa fue confirmado en su cargo y posteriormente nombrado como embajador en Londres

De tal manera, la familia Rubirosa Ariza pudo permanecer en el viejo continente durante largo tiempo. Porfirio llegó a París cuando tenía seis años y regresaría contra su voluntad al país cuando tenia diecinueve, un tiempo después que sus padres y hermanos.

Como estudiante no sirvió para nada y ni siquiera pudo terminar la enseñanza media. Pero aprendió inglés y francés, probablemente sin acento, y aprendió según se dice algo de alemán y portugués.
Aprendió a boxear, aprendió a bailar como un profesional, aprendió los más refinados modales, el arte de seducir, de engatusar, de engañar. Aprendió, además, el arte del desdoblamiento, el arte de la doble personalidad y doble moral. Podía ser el tipo más fino, el más atento, el más gentil y galante y podía propinar a una mujer una golpiza, matar por dinero o por órdenes de la bestia.

Lo más importante de todo es que aprendería a jugar polo y se convertiría en un notable jugador. Al polo se dedicaría toda la vida y llegó a tener su propio equipo, el equipo Cibao–La Pampa con el que cosecharía notables éxitos. Incluso llegó a ganar, en lo que sería el último día de su existencia, la Copa de Francia.

El polo le permitió relacionarse, desde su época de estudiante, con gente de alto postín, de un postín tan alto como el de Alí Khan, con el que entabló una especie de amistad que duró toda la vida. Ali Khan era hijo y sucesor de Aga Khan III, un líder religioso musulmán de la India, un tipo obeso, o por lo menos corpulento, al que sus fieles regalaban todos los años su peso en oro, a veces en diamantes, a veces en platino, quizás en piedras preciosas. Alí Khan, desde luego, estaba podrido en dinero y es muy probable que Rubirosa le ayudara con mucho gusto a gastarlo en incontables correrías, en fiestas, en prostitutas de lujo. La vida nocturna se convirtió para Rubirosa en la vida por excelencia, la verdadera vida. En algún momento decidió —si no lo había decidido desde siempre— dedicar su vida a la juerga, vivir de juerga en juerga, dedicarse a tiempo completo a la dolce vita, quizás la más divertida, superficial y estúpida manera de vivir.

Lo malo es que le faltaban los recursos. Su amigo Ali Khan había elegido el mismo estilo de vida y se convertiría con el tiempo en un famoso play boy y conquistaría muchas mujeres, pero a base de papeletas y no de muela, como Rubirosa. Rubirosa no gastaba dinero en mujeres, vivía de las mujeres, invertía en mujeres. Ali Khan se dio a conocer como mujeriego. Porfirio Rubirosa ganó fama como prostituto de alta sociedad. Dicen que un columnista llamado Taki Theodoracopulos decía que cuando Porfirio Rubirosa se emborrachaba, le echaba mano a la guitarra y cantaba “Soy sólo un chulo, soy sólo un chulo”.

En realidad era un poco más que eso. Atraía a las mujeres como dice Juan Luis Guerra, pero al revés: como el panal a la abeja. Como un imán. Pero un chulo era en esencia: un renombrado y exitoso chulo.Uno de esos extraños alborotadores de hormonas, un tipo feromonal. Un cuero macho.

Historia criminal del trujillato (91)

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”
(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)
Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)
Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)
PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)
pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)

Rubirosa (3)


Pedro Conde Sturla

17 junio, 2022




La familia Rubirosa Ariza —con excepción de Porfirio— dejó a Europa en 1928 y regresó al país en un momento de crisis, de gran incertidumbre. El gobierno de Horacio Vázquez se tambaleaba y la bestia preparaba el golpe de mano que lo llevaría al poder. Porfirio había demostrado ser un caso perdido, un bueno para nada, y ahora de repente había perdido el apoyo económico del cual había dependido toda la vida. Aún así decidió tratar de sobrevivir y sobrevivió en París durante un tiempo a base de sus encantos, de sus buenas y malas artes, echando mano a todos los recursos que tenia a su disposición y a otros que improvisaría sobre la marcha, haciendo de tripas corazón. Hay quien dice que se ganó el pan como miembro de un conjunto de baile, que se exhibió en clubes nocturnos de mala muerte y en las calles, como artista callejero, quizás cantando y tocando guitarra. Pero las cosas, y sobre todo las mujeres, no se le dieron tan fácil desde abajo, sin la cobertura y el pedestal y el brillo diplomáticos y fracasó en casi todo lo que intentó, incluso como seductor, como Don Juan y gigoló, y al cabo de un tiempo tiró el guante y decidió regresar al país, al paisaje que había conocido en su infancia y del cual posiblemente no conservaba memoria. Pero lo peor es que ni siquiera tenía dinero para regresar y regresó de contrabando, como polizonte, en un barco mercante que lo dejó en Puerto Plata.

Porfirio había nacido en 1909, se había ido como hijo de diplomático a Europa cuando apenas tenía seis años y ahora regresaba con una mano delante y otra atrás, a fines del gobierno de Horacio Vázquez, cuando tendría unos diecinueve. Para peor, la situación de la familia no era buena y tendía a empeorar. Se agravó definitivamente cuando el padre murió en 1930 en San Francisco de Macorís. El año en el que se estrenaba el régimen de la bestia.

La gente que conoció y trató a Porfirio Rubirosa en esa época cuenta que su situación económica no era nada halagüeña y que se vio obligado a desempeñar oficios humildes. Los sábados y domingos, sin embargo, vestía sus mejores galas y se reunía en el parque con los jóvenes del pueblo, trataba siempre de destacarse, exhibiendo sus finos modales, sus conocimientos de idiomas y de mundo. Haber ido a París era una profesión, como se decía en ese tiempo. Ser blanco también era una profesión. Pero Porfirio hablaba con amargura y desencanto de sus frustrados sueños. A más de un conocido le contó que la gran meta de su vida era conquistar una mujer rica, pero sabía que para lograrlo también tenía que ser rico o por lo menos aparentar cierto nivel de bonanza. Se sentía irrealizado, sentía que no tenía presente ni futuro y no encontró nada mejor que hacer que engancharse a la guardia. 

Obedecer y recibir órdenes, dormir en incómodas literas, levantarse de madrugada y someterse a una disciplina, a una casi dictadura castrense no era lo suyo. Pero la carrera militar le abriría la puerta de sus sueños.Lo que menos pensaba Rubirosa, en el momento en que se puso el uniforme, es que esa mujer rica que había estado persiguiendo en la imaginación, muy pronto estaría al alcance de sus manos.

A la bestia le gustaba rodearse de hombres buenos mozos y gallardos, de gente elegante, atildada, bien vestida, y muy pronto se fijaría en Rubirosa y ese sería el principio de una gran amistad. La bestia lo designó como miembro de su escolta personal y al poco tiempo ostentaba el grado de capitán. Pero no cualquier capitán. El uniforme de Rubirosa estaba hecho a la medida, estrictamente a la medida de Rubirosa, todo en Rubirosa parecía estar hecho a la medida. Rubirosa lo medía y calculaba todo, como si estuviera permanentemente al acecho de una presa. Como en efecto lo estaba.

De una presa, de una codiciada presa había oído hablar y murmurar varias veces, la había oído mencionar, casi en secreto, y de seguro estaba esperando el momento de conocerla, la oportunidad de saltar sobre ella cuando el momento fuera propicio. De hecho, le saltó arriba casi desde el momento en que la vio y el salto estuvo a punto de costarle la vida.

El nombre de la agraciada era Flor de Oro Trujillo Ledesma, la hija superviviente de las dos que había tenido la bestia con una mujer humilde de la cual ahora se avergonzaba, de la madre de la única hija que tenía en esos años. Su hija llamada primorosamente Flor de Oro, la que había estado estudiando en París y regresó en 1932, a los diecisiete años de edad, la flor de la edad.

Semejante acontecimiento no podía ser pasado por alto y la bestia ordenó un recibimiento digno de una princesa. El Puerto de Santo Domingo se llenó de funcionarios y una multitud de curiosos. Toda una comitiva de edecanes, militares y cortesanos (entre los que no podía faltar y no faltaba Porfirio Rubirosa), fueron a recibirla. Flor de Oro bajaría del barco entre aplausos y voces de bienvenida, desfilaría entre filas de admirados admiradores, abrazaría a su amante padre. El padre le presentaría a sus acompañantes. Rubirosa le hablaría en francés, la deslumbraría desde el primer momento. Rubirosa también sufriría o fingiría sufrir un deslumbramiento. Se intercambiarían miradas furtivas. Se comerían con los ojos uno a otro.

Poco tiempo después Rubirosa estaría preso, mal preso, sería dado de baja deshonrosamente y reenviado a San Francisco de Macorís en las más vergonzosas circunstancias. 

(Historia criminal del trujillato (92)

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

Porfirio Rubirosa. Mi vida como playboy (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

Pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ).

Rubirosa (4)


PedroConde Sturla 

24 junio, 2022




Hay que imaginar que desde que conoció a Flor de Oro —y quizás desde antes de conocerla—, Rubirosa no pensaría en otra cosa. La hija de la bestia no era muy agraciada, debía tener un genio de mil demonios (como demostrarían a la larga sus ocho o nueve matrimonios fallidos), era seguramente una engreída, era dientuda o dentona, pero no carecía de encantos, ciertos encantos secretos. Flor de Oro tenía -según decían las matronas de la época- su música por dentro. Tenía, además, en especial, un atractivo que la hacía irresistible a los ojos de Rubirosa, algo inefable que la convertía en la mujer más deseada, la mujer de sus sueños. Era hija de la bestia. Era la gallina de los huevos de oro, era la llave maestra que le abriría la puerta del futuro. La mujer de su vida.


De hecho Rubirosa se lo debería todo a la hija de la bestia, ella sería la más importante de todas sus conquistas, la que le permitiría despegar, volver al mundo de la diplomacia y convertirse en lo que se convirtió.


Lo qué pasó entre ellos desde el día en que se encontraron por primera vez en el puerto, dio origen a múltiples versiones, algunas de ellas sazonadas con una cierta dosis de romanticismo. Lo más probable es que empezarían a verse a escondidas y que la bestia se enteró y sufrió una rabieta. De acuerdo con otra versión más creativa, fue a Flor de Oro que se le ocurrió hacer público el noviazgo. Se presentó un día en el despacho de su padre con los galones de capitán de Porfirio Rubirosa y le pidió que se los regalara de cumpleaños con todo y capitán. Esta versión también termina con una rabieta de la bestia, una rabieta bestial.


A Flor de Oro le prohibieron volver a verlo, fue confinada a sus habitaciones, la harían sufrir y llorar como una Magdalena, le prohibirían sus paseos a caballo. La privarían en fin del equivalente del celular y la tarjeta de crédito.


A Rubirosa lo bajaron del pedestal al que se había subido, lo dieron de baja, lo desconsideraron, lo humillaron, lo encerraron en la Fortaleza Ozama, lo arrojaron más bien en una celda inmunda para que se lo comieran los piojos y las pulgas y allí se estuvo consumiendo durante un tiempo.


La gente que lo conocía cuenta que lo vieron regresar a San Francisco de Macorís en un vehículo militar, que lo bajaron a empujones y que estaba sucio, sucio maltratado y descalzo, sin sus lustrosas botas de oficial, vestido apenas con los pantalones y una camisa ripiosa, andrajosa. Hay quien afirma que parecía un espantajo y que se escurrió por las calles del pueblo y fue a buscar refugio a la finca de un tío y no se le volvió a ver en algún tiempo. También se corrió el rumor de que la bestia lo había mandado a matar con Ludovino.


Cuando reapareció en el parque, vestido de la mejor manera posible, Rubirosa parecía una sombra de sí mismo. Había recibido una paliza sicológica, amenazas y malos tratos. Estaba deprimido y triste, hablaba ahora amargamente de cómo había estado a punto de empezar a cumplir sus objetivos y de cómo todo se había echado a perder. Ahora se encontraba sin dinero, sin profesión y sin oficio y sin esperanzas y con miedo de que le pudiera pasar algo. Como en efecto pasó.


Pasó que un día, al improviso, corrió el rumor de que lo habían venido a buscar. Un rumor que no presagiaba nada bueno. Lo vinieron a buscar a la finca y lo invitaron a subir a un vehículo militar y se lo llevaron de vuelta para la capital y no volvió a saberse de él durante un tiempo. Después se supo que a Rubirosa le habían restituido sus galones, sus botas y su brillo y su uniforme, le habían restituido la sonrisa y la luz de sus ojos y que se iba a casar con su Flor de Oro.


Dicen que la bestia se oponía a la relación entre Flor de Oro y Rubirosa porque Rubirosa se había propasado, porque había traicionado su confianza y le había faltado al respecto, porque le había arruinado la mercancía. Dicen que se había opuesto en principio porque ambicionaba casar a Flor de Oro con una persona de alcurnia, igual que alguna vez pretendería —según dicen las malas lenguas—, casar a su hija Angelita con Juan Carlos I de España, que tanto se la merecía. Dicen que la mamá de Rubirosa intervino, que fue ella la que convenció a la bestia de que los jóvenes se amaban, de que se merecían uno al otro. Dicen que la bestia se hartó de los interminables berridos de Flor de Oro, que se le ablandó el corazón. El hecho es que cambió de parecer y dio el permiso o mejor dicho la orden para que la infeliz pareja se uniera en matrimonio y fuera aún más infeliz. Pero la mamá de Flor de Oro no asistiría al matrimonio, ni siquiera se la mencionaría. La bestia se había casado en 1927 con una distinguida dama de Montecristi llamada Bienvenida Ricardo (aunque ya andaba entrotado con María Martínez, que le había dado un hijo), y ella sería la madre oficial de Flor de Oro. Un anuncio de prensa muy escueto anunciaría que EL GENERAL RAFAEL LEONIDAS TRUJILLO MOLINA, Presidente de la República, y BIENVENIDA RICARDO DE TRUJILLO se complacían en participar a sus amistades el matrimonio de su hija FLOR DE ORO con el Señor PORFIRIO RUBIROSA, y que el acto se celebraría en la mansión Presidencial de San José de las Matas el 3 de diciembre del presente año de 1932 a las 4 de la tarde.


El matrimonio se realizó, en efecto, en el mismo pueblo donde la bestia había hecho matar dos años antes a Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada Altagracia Almánzar.


Cayó por cierto un aguacero, un aguacero monumental (aunque no del tamaño del que cayó en el cuento Dos pesos de agua de Juan Bosch), y el torrente que corría por las calles tenía un tinte rojo que se desprendía de los adornos de papel que se usaron para engalanar las calles…, como si el cielo llorara de indignación.


(Historia criminal del trujillato [93]) 

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Rubirosa (5)


Pedro Conde Sturla 

1 julio, 2022


El enlace de Flor de Oro con Porfirio Rubirosa fue magistralmente descrito con inigualable cursilería por un periodista, un redactor, un plumífero de antología del diario La Opinión de Santo Domingo. Todos los presentes eran caballeros, distinguidas damas, príncipes de la iglesia, y el paisaje era pastoral, idílico, paradisiaco. La pomposa ceremonia transcurrió en “un maravilloso paraje de trópico, sinfonía de luz, de colores y de aromas, que es como decir balada de amor”. Transcurrió en “San José de las Matas, la eglógica Villa de los Pinares, prestigiada con la residencia temporal del Primer Magistrado de la Nación y de la Primera Dama de la República”.


Desde la creación del mundo no parecía haber ocurrido algo tan importante en ese pueblo ni volvería a ocurrir. Se trataba en verdad de un “acontecimiento sin precedentes” y los habitantes de San José de las Matas serían testigos privilegiados. Para eso habían nacido. Para ver semejante prodigio tenían ojos en la cara. Las deslumbrantes bodas del “clubman” Porfirio Rubirosa y la inmaculada Flor de Oro Trujillo fueron un “acontecimiento apoteósico”. Se congregaron en ese lugar, por primera y única vez en la historia, “los más selectos representantes de la sociedad dominicana, las más altas autoridades civiles, militares, eclesiásticas y diplomáticas del país”, los más afamados cortesanos y matarifes, la crema y nata, la espuma del chocolate, las burbujas de la champaña, el bouquet de los más finos vinos.


Lo conmovedor del relato es la forma, la manera edulcorada y empalagosamente descriptiva en que el plumífero de La Opinión recrea el paisaje de la región o lo dibuja al son de una fanfarria de palabras altisonantes que pretenden ser poéticas, un lenguaraje de mal gusto al estilo de lo que estilaba Balaguer:

“Allí, donde canta Natura su himno de triunfo en la deslumbradora exuberancia tropical, celebráronse la última tarde sabática las regias bo­das del joven y caballeroso clubman, señor Porfirio Rubirosa, Secretario de Primera Clase de la Representación Diplomática de nuestro país ante la Corte de St. James, perteneciente a una significada familia dominica­na e hijo del fenecido general y diplomático, don Pedro María Rubiro­sa, con la gentilísima y encantadora señorita Flor de Oro Trujillo, toda hecha de delicadezas y aromas, flor por su nombre perfumado y por los madrigalescos encantos que en ella florecen, hija mimada del Jefe del Estado, General Rafael Leonidas Trujillo Molina, en cuya espléndida mansión veraniega ha tenido efecto este acto matrimonial de la mayor resonancia y en el cual se han congregado representaciones de cuanto vale y significa en todos los sectores de la vida nacional.


“De todo el país concurrieron prestantes caballeros y distinguidas da­mas que hicieron su parada en Santiago, ciudad ésta de donde salieron a medio día para estar a la hora indicada en aquel sitio delicioso que es San José de las Matas. San José de las Matas, que aquella tarde iba a perfumarse con las aromas nupciales de las bodas más suntuosas que ha registrado este año de 1932 en nuestro país.


“Cuatro y media de la tarde. La mansión veraniega del Presidente Trujillo y de la Primera Dama de la República, doña Bienvenida Ricar­do de Trujillo, luce magnífica de buen gusto en artísticos adornos para la celebración de estas bodas de la fina y exquisita Flor de Oro. Flor de Oro, que es poema de todas las delicadezas, verso de madrigal y que lleva en sus ojos todo el caudal de luz embriagante de nuestras maravillosas mañanitas. Guirnaldas, símbolo de triunfo, símbolo de alegría y felici­dad, de juventud y de amor adornaban el salón principal de la mansión donde se iba a celebrar la ceremonia”.



Las bodas se realizaron como tenían que realizarse, primero por lo civil y después por la iglesia, acorde con las buenas costumbres de la época. La parte civil se llevó a cabo en la llamada Mansión Presidencial, en una atmósfera recogida y serena, donde algunos de los presentes apenas se atrevían a respirar. Después el cortejo nupcial (o por lo menos aquellos que podían permitírselo) se trasladó por un difícil sendero a la distante iglesia parroquial. El prestigioso monseñor Adolfo Alejandro Nouel, ex presidente de la República, descendiente de la más rancia nobleza francesa y Arzobispo de Santo Domingo impartió la bendición a los novios.

Porfirio tenía veinticuatro años y Flor de Oro, “hija mimada del general Trujillo Molina”, apenas diecisiete. Ambos se veían nerviosos, temblorosos, emocionados y formaban una linda pareja, la más linda de todas las parejas.

“El enlace fue apadrinado por el general Trujillo, Bienvenida Ricardo, Primera Dama de la República; Hans Frederich Arthur Schoen­feld, Enviado Extraordinario y Minis­tro Plenipotenciario de los Estados Unidos, y por su esposa Mrs. Schoenfeld”.

A la mamá de Flor de Oro, Aminta Ledesma, no la dejaron acercarse aunque de seguro andaba por el lugar, pero el que sí estaba presente era el ilustre caballero don José Trujillo Valdez, el abuelo de la novia.
Cuando el cortejo regresaba desde la iglesia a la mansión presidencial cayó como de maldad un terrible aguacero que aguó literalmente la fiesta y todos llegaron empapados, ensopados en sus lujosos trajes, despeinados y sucios. Pero esto no lo cuenta el plumífero.

De lo que tampoco habla ni podía hablar el genial plumífero de La Opinión es de la noche de bodas, de la luna de miel y acíbar, del kamasutra en que se enfrascaron los amantes en la intimidad. La terrorífica noche de bodas de la inmaculada Flor de Oro Trujillo.

Quizás por suerte o simplemente por descuido, o por la razón que fuese, la pundonorosa Flor de Oro dejó en algún libro de memorias, o grabado en una cinta, un testimonio conmovedor, un relato exquisito de su traumática experiencia. El viacrucis, la dolorosa inmolación de la doncella.

La calumniada Flor de Oro (que según las malas lenguas había adquirido en Paris fama de licenciosa a la que fue fiel toda la vida), ofrece en un divertido relato otra versión de sí misma. Describe delicadamente su indefensión, el pudor que la invadía, el miedo a perder su virginidad, la impresión patibularia que le produjo ver a Rubirosa desnudo, con la bayoneta calada, el arma en ristre y apuntando hacia ella, los ojos encendidos de lujuria, las vueltas que dio alrededor del lecho nupcial para tratar de escapar del acoso del fauno, el daño que le hizo, el tiempo que tomó en recuperarse…

“Todavía llevaba puesto mi vestido de bodas para que mi madre pudiera verme con él antes de perder mi virginidad. Él me llevó al lecho nupcial. Estaba asustada con esa cosa apuntándome. Me asusté y corrí por toda la casa. Me costó una semana recuperarme de esa noche”.

(Historia criminal del trujillato [94])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

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La Opinión, 5 de diciembre 1932, “Constituyeron un acto social esplendoroso las bodas de los jóvenes Rubirosa-Trujillo” (http://pieroespinal.blogspot.com/2012/12/80-anos-de-las-bodas-de-porfirio.html

Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

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Rubirosa (6). El ascenso


Pedro Conde Sturla

8 julio, 2022


La familia de Rubirosa subió como la espuma a raíz de su matrimonio con Flor de Oro y superó rápidamente las estrecheces económicas. Varios parientes ocuparon puestos en la administración pública, se pusieron de moda, recuperaron su estatus, ascendieron socialmente. Rubirosa había dado lo que se llama un braguetazo, pero nunca pareció enterarse cabalmente de que estaba casado, no se dio cuenta, continuó con su vida de soltero, juntándose con sus amigotes, jugando juegos de azar, parrandeando, llegando a deshora a su casa con aliento alcohólico. Pronto empezó a tener problemas con la mujer, problemas en la milicia y con el suegro. Pero además Rubirosa seguía siendo pobre, no le alcanzaba el dinero y nunca le alcanzaría.

La bestia lo había nombrado subsecretario de estado de la presidencia, lo nombró presidente de su compañía de seguros, lo nombró en la Secretaría de relaciones exteriores, lo nombró diputado, lo había nombrado capitán de su cuerpo de ayudantes, pero tanto él como Flor de Oro incurrían en gastos que no podían solventar y se endeudaban cada vez más.

Para peor, en alguna ocasión Rubirosa tuvo la infeliz ocurrencia de probar su suerte en los negocios y salió mal parado, muy mal, parado. El hecho es que dispuso imprudentemente de la jugosa dote de cincuenta mil pesos que la bestia había dado a Flor de Oro y se metió en un negocio con un ingeniero puertorriqueño bisexual que estaba haciendo unos trabajos de dragado en el puerto, el célebre Félix Benítez Rexach. Rubirosa se metió también con la mujer del ingeniero en una extraña relación, engañó al ingeniero con la esposa, pero el ingeniero lo engañó a él con el dinero y lo perdió, lo perdió todo. Una pequeña fortuna en aquella época.

Rubirosa recurrió entonces a la peor amenaza, lo amenazó de muerte. El ingeniero tenía relaciones inmejorables con la bestia y fue a su despacho a quejarse. Rubirosa recibiría una dura reprimenda de parte de su suegro. La bestia le prohibió molestar al boricua y quizás también a la mujer del boricua, le prohibió ir al palacio, le prohibió hasta visitar su casa. Rubirosa se quedó sin pito, sin flauta, sin los cincuenta mil pesos de Flor de Oro.

En otra infausta ocasión Rubirosa y Flor de Oro decidieron ir a probar suerte a Nueva York. De común acuerdo abrieron, según cuenta Flor de Oro, un club nocturno llamado Do Re Mi que hubiera podido tener éxito. Sin embargo, por lo que dice la misma Flor, Rubirosa disponía liberalmente del flujo de caja del club, probablemente se lo jugaba o se lo bebía o lo gastaba con otras mujeres. No pasó, pues, mucho tiempo para que el club quebrara.

Fue en esa época —1934—, que la bestia nombró diputado a Rubirosa y lo hizo volver al país. Ya para entonces había calado a Rubirosa, sabía que su ambición no tenía límites y sabía para lo que daba o podía dar. Apenas un año después lo envió de vuelta a Nueva York con una delicada encomienda.
Organizar o dirigir el asesinato de Ángel Morales, un incómodo exiliado que tenía relaciones con altos funcionarios del Departamento de Estado y se mostraba cada vez más influyente y activo.

Como es sabido, en vez de matar a Ángel Morales, el gatillero (que era primo de Rubirosa) mató por error a otro exiliado llamado Sergio Bencosme, pero la bestia demostraría su agradecimiento. Con Rubirosa se podía contar para lo que fuera necesario y la bestia retribuiría generosamente sus buenos servicios.

Finalmente, en el año 1936 las puertas del paraíso se abrieron de par en par para Rubirosa. La bestia lo envió a Alemania como tercer secretario de la embajada dominicana en Berlín y su llegada coincidió con la celebración de los Juegos Olímpicos. Según se dice, Flor de Oro y Rubirosa ocuparon un palco cercano al de su majestad Adolfo Hitler. Después lo mandarían a representar a la República Dominicana en la fastuosa coronación del rey George VI en Londres y posteriormente a París… De nuevo volvía estar Rubirosa en el lugar al que pertenecía o quería pertenecer.

Por desgracia, en el año 1937, mientras se encontraba en Francia, y en el momento en que su carrera despegaba, el matrimonio con Flor de Oro se fue a pique. Rubirosa era un desconsiderado. Maltrataba a la gallina de los huevos de oro. Parecía olvidarse que a ella y a su padre se lo debía todo y le robaba las prendas, disponía de las joyas de su sufrida esposa, de sus finas pulseras, las vendía o empeñaba, se gastaba el dinero o más bien lo dilapidaba. Lo vaporizaba. Y la golpeaba con frecuencia cuando se quejaba.

Cuentan que entonces Flor de Oro se desesperó, se cansó de las traiciones y malos tratos de su esposo, se cansó de su desprecio y lo abandonó y regresó al país y le contó a su papito lo que pasaba y papito se encolerizó o por lo menos se indignó.

Al igual que los había casado, la bestia los divorció, ordenó el divorcio y el matrimonio se disolvió, despojó a Rubirosa de las propiedades que hubieran podido tocarle y lo canceló. Le quitó su flamante cargo diplomático y supuestamente lo declaró persona no grata en el país. Hay quien dice que lo mandó a matar y que Rubirosa tuvo que esconderse.

Sin embargo, afirma Crassweller que el divorcio, que se efectuó en 1938, no disgustó a nadie, ni a Flor de Oro ni a Trujillo y mucho menos a Rubirosa, Pero lo cierto es que por esa o cualquier otra razón la bestia y Rubirosa se distanciaron,  Rubirosa se quedó de nuevo sin pito y sin flauta durante algo menos de un par de años en los que se dedicó a estafar judíos y otras cosas peores, mucho peores… Pero la providencia no tardaría en acudir en sus auxilio.

En el año 1939, durante la presidencia putativa de Jacinto Peynado, la bestia se tomó unas largas vacaciones y viajó a los Estados Unidos y viajó a Francia. Peynado lo había investido y revestido como Embajador extraordinario en misión especial ante los gobiernos de Francia e Inglaterra, pero los maleducados franceses y los gélidos ingleses no se dieron por aludidos. No obstante, en París le esperaba desde el día 10 de junio una adorable bebé, su casi recién nacida hija Angelita y su ahora adorable esposa María. María Martínez de Trujillo, a la que llamaban la españolita.

La estadía de la bestia en Francia pasó prácticamente desapercibida. Ni la prensa ni el gobierno se dieron realmente por enterados, no hubo recepciones ni agasajos oficiales, ni ceremonias conmemorativas. Los únicos que de verdad mostraron interés por su visita fueron unos izquierdistas revoltosos que se manifestaron frente a la embajada dominicana en su contra y que fueron sometidos al orden por una turba pagada por Porfirio Rubirosa. Quizás dirigida en persona por Rubirosa, que tomaría parte en la riña, luciéndose como boxeador. Ese acto heroico, según se dice, le permitió reconciliarse con el querido jefe. Rubirosa recibiría honores de héroe cuando regresó a Santo Domingo.

Todo lo demás vendría después por inercia. Los cargos diplomáticos, aunque con ciertas interrupciones y contratiempos, empezarían a lloverle casi hasta el fin de sus días. Muy pronto empezarían a lloverle las mujeres famosas y la riqueza.

(Historia criminal del trujillato [95])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

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Rubirosa (7). El ascenso a la cumbre


Pedro Conde Sturla 

15 julio, 2022



Después de su reconciliación con la bestia, Rubirosa ocuparía todo tipo de cargos en las embajadas dominicanas de varios países europeos y sudamericanos. Alguna vez sería secretario de primera clase en París, consejero en Bélgica y Holanda y Francia, secretario de la legación en Francia y Bélgica, encargado de negocios en Francia, embajador en Argentina, encargado de negocios en Roma. embajador y ministro plenipotenciario en Roma, encargado de negocios en Francia, consejero de la embajada en Francia y ministro consejero, embajador en La Habana, inspector de embajadas y muchas otras cosas. Todo lo que se le pudiera antojar a la bestia.


Rubirosa —no se olvide nunca— estuvo siempre al servicio incondicional de la bestia y no sólo como diplomático. El sería su espía, un informante que siempre se declaró trujillista y se movía a sus anchas entre personas de alto vuelo, entre Nueva York y Miami y París y otras urbes europeas. Rubirosa era un delator, un desalmado que formaría parte del servicio secreto de la bestia y sería su cómplice en varios asesinatos. Una crápula.


Rubirosa—no se olvide nunca— estuvo a cargo de la planificación del atentado contra Ángel Morales en la ciudad de Nueva York, el mismo que culminó con el asesinato de Sergio Bencosme, y también estuvo involucrado en el rapto de Galíndez. El rapto y desaparición de Galíndez y muchas cosas sucias. También estuvo envuelto en escándalos internacionales y en algunos crímenes que cometió por cuenta propia. Nunca se olvide que a Rubirosa se le menciona junto a otros diplomáticos dominicanos en el robo y contrabando de valiosas piezas arqueológicas provenientes de Grecia. Se le acredita ciertamente el asesinato de un polaco con el que viajó a España en busca de unas joyas durante la guerra civil, a finales de los años1930. Para peor, durante la Segunda Guerra Mundial, mientras se desempeñaba como encargado de negocios en la Francia ocupada por los nazi, hizo grandes ganancias vendiéndoles visa a los judíos a precios onerosos, estafando y engañando a judíos fugitivos y a otros refugiados que huían del horror de la Alemania hitleriana. De hecho, Rubirosa traficó con numerosos judíos que intentaban escapar por España y en muchos casos posiblemente los traicionó. Rubirosa fue de hecho un colaboracionista, al igual que su esposa de esa época, la actriz Danielle Darrieux. Tanto así que —como bien se sabe— al final de la guerra unos miembros de la resistencia intentaron matarlos en un atentado en el que Rubirosa, y sólo Rubirosa, recibió infortunadamente apenas tres o cuatro heridas de bala en la espalda.


Danielle Darrieux y las demás mujeres, los cargos diplomáticos y el dinero llegaron prácticamente juntos. Dice Crassweller que Rubirosa siempre tuvo un talento especial, un natural instinto, una especie de sexto sentido para impresionar y engatusar mujeres tontas y superficiales y para deslumbrar a zánganos ricos con exceso de dinero y tiempo libre, y que además supo manejar la publicidad de una manera muy astuta, que fue un excelente relacionista público de sí mismo. Rubirosa aprovechó el favor de una cierta prensa que exaltaba sus hazañas amorosas y excusaba sus bellaquerías. De ahí surgió o se fabricó un poco en parte la leyenda del seductor irresistible. Rubirosa pasaba y posaba ante el mundo como el más consumado y consumido galán, como un galán que exhibía la más fina cortesía y refinamiento (aunque de vez en cuando se le pasara la mano con sus parejas), como un fauno perfectamente dotado con los mejores atributos sexuales. La prensa, en efecto, lo mimaba y celebraba y todavía celebra y se complace en celebrar hasta el descomunal tamaño de una hombría que Rasputín envidiaría. La misma que describió con especial delectación Truman Capote.


Después de su fructífero matrimonio con Flor de Oro, Rubirosa se procuró una mujer bonita y con dientes menos prominentes y mejor temperamento: la mencionada actriz y colaboracionista francesa Danielle Darrieux, con la que estuvo cinco años casado a su manera. Infielmente casado.


El matrimonio se realizó en 1942 y sobrevivió a duras penas, entre infidelidades y discordias, hasta que apareció en escena Doris Duke en Roma.


Doris Duke era supuestamente periodista, colaboradora de la muy sofisticada revista Harper’s Bazaar. Pero el periodismo era más bien un hobby. Doris Duke era millonaria de profesión. Su profesión era ser heredera de la multimillonaria firma American Tobacco. Era una de las mujeres más ricas del mundo y era también coleccionista. Doris Duke coleccionaba amantes. Era tan hombreriega como Rubirosa mujeriego.


Rubirosa y Danielle se establecieron en Roma en 1945 y poco tiempo después de su llegada la feliz consorte recibió una solicitud de Doris Duke para entrevistarla. La entrevista se llevó a cabo en el lujoso hotel en que los Rubirosa se hospedaban. Daniel Darrieux era una artista conocida y una película suya acaba de estrenarse. En cambio Rubirosa era prácticamente desconocido. Sin embargo, durante la entrevista parece que Doris Duke perdió todo interés en Daniel Darrieux y se concentró en Rubirosa. Sucumbió casi de inmediato a sus encantos, a sus halagos y fina cortesía, quizás a sus miradas insinuantes, a la curiosidad que despertaba el exótico trigueño caribeño. Dicen que ofreció comprarlo, que le ofreció un millón de dólares a Daniel Darrieux para que se divorciara o se lo vendiera y de alguna manera Daniel Darrieux se lo vendió o se lo cedió. Dos años después, en 1947, el matrimonio llegaba a su fin y Doris Duke se quedaba con Rubirosa. Estuvieron casados desde 1947 hasta 1951. Mundialmente casados.


Esta vez Rubirosa había dado, sin el menor esfuerzo, lo que se llama un golpe de suerte. Su fama de conquistador se elevaría de la noche a la mañana a pesar de haber sido él el conquistado. De hecho lo habían comprado por capricho como se compra un juguete, un oso de peluche. Lo habían adquirido por antojo, para probarlo y exhibirlo como un trofeo, pero a Rubirosa probablemente no le importaba. Probablemente estaba feliz y realizado. Muy realizado.


(Historia criminal del trujillato [96])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

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Rubirosa (8) En la cima del mundo


Pedro Conde Sturla

22 julio, 2022


Doris Duke no era una mujer bonita como Daniel Darrieux y tampoco era artista. Era más bien una belleza atípica, alta, elegante, con facciones de tipo caballuno, ojos rasgados, sonrisa maliciosa y desafiante. Pero como inversión era inmejorable. La relación con Danielle Darrieux no le reportó a Rubirosa mayores beneficios, a excepción de unas joyas con las que dicen que se se quedó. En cambio el matrimonio (y sobre todo el divorcio) con Doris Duke lo convertirían en millonario, lo lanzarían además a la fama, la verdadera fama.


Mientras estuvieron casados, e incluso desde antes, Doris Duke no se cansaba de hacerle regalos, a los que Rubirosa correspondía en general con sus acostumbradas escapadas e infidelidades. Gracias a la fortuna de Doris Duke y a la generosidad con que la dispensaba, Rubirosa pudo adquirir su propio equipo de polo y sus lujosos Ferraris. Muy pronto se lo vería participando en carreras de autos, ocupando cada vez más lugar en las páginas de los diarios y en los noticieros, convirtiéndose en toda una estrella del jet set y engañando por supuesto a Doris Duke cada vez que se le presentaba la oportunidad.


Dicen que la bestia se sintió muy complacida con la publicidad que generó la boda de Porfirio con Doris Duke y le ofreció asignarlo como embajador en el país que quisiera y Rubirosa quiso que lo nombraran en Argentina por su afición al polo, un deporte en el que los jugadores de ese país sobresalían. También dicen que la bestia simplemente lo designó sin consultarlo para que organizara una red de espionaje y le enviara información sobre los exiliados dominicanos y el posible apoyo financiero que les daba el gobierno de Juan Domingo Perón. Lo cierto es que Rubirosa prefirió dedicar su valioso tiempo al juego de polo —ahora con su propio equipo Cibao-La Pampa— y a perseguir o dejarse perseguir por las mujeres. Además constantemente viajaba de Argentina a Francia, pero permanecía en Francia más tiempo que en Argentina y la bestia lo despojó de su cargo o amenazó con despojarlo. En general, cuando se molestaba con Rubirosa por motivos personales —por incumplimiento, como en este caso, o a causa de los escándalos mediáticos que provocaba su afición a las mujeres ajenas—, la bestia lo cancelaba y lo trasladaba a otro lugar, como hacen hoy en día con los curas pedofilos. Esta vez le ordenó volver al país, a Ciudad Trujillo, y Rubirosa volvió de inmediato, pero en compañía de Doris Duke —nada menos que la famosa millonaria Doris Duke— y la bestia quedó encantada. La bestia no se esperaba recibir una visita de tanta alcurnia y sufrió un deslumbramiento. Se le olvidaron de inmediato o le perdonó sus faltas a Rubirosa y los reproches que pensaba hacerle. Trató a la distinguida invitada como a una reina, se despidió finalmente de la pareja en los mejores términos, casi como familia, y el diplomático volvió a las andadas.


El comportamiento de Rubirosa no era algo que habría debido sorprender a la Duke. Si algo lo precedía era su fama de don Juan y vividor. Doris Duke era una mujer de mundo y de seguro sabía a qué atenerse, pero quizás en algún momento de credulidad pensó que podía domesticar a la fiera. Pensaría ingenuamente que Rubirosa no la traicionaría. Pero Rubirosa era un depredador. Otro hubiera besado devotamente la pródiga mano que lo alimentaba, pero Rubirosa la mordía, lo mordía todo, era un roedor incorregible, no tenía componte, no tenía arreglo. Doris Duke se exhibía orgullosamente con su marido trofeo, pero el trofeo le saldría caro en términos económicos y afectivos. Rubirosa no era ni quería ser un hombre discreto, a él le gustaba darle publicidad a sus conquistas y las conquistas se hacían públicas. La prensa se las restregaba en la cara a Doris Duke, la avergonzaba, avergonzaba y hacía rabiar a la pobre niña rica.


Doris Duke era más o menos igual a Rubirosa en muchos sentidos: amaba la vida bohemia, la aventura, las relaciones pasajeras. Doris Duke amaba —para decirlo en francés pedantemente—, su esprit de vivre, su joie de vivre. Amaba, por supuesto, su desenfrenado amor por lo que los italianos llaman dolce vita. Ella y Rubirosa parecían compatibles en extremo, parecían ser o poder ser la pareja perfecta. Pero ella le pagaba y le pagaba bien a Rubirosa para que Rubirosa le fuera fiel y Rubirosa ni siquiera era discreto, le ponía los cuernos —como ya se dijo— públicamente y con artistas famosas y mujeres muy conocidas, la humillaba públicamente.


La compatibilidad no solucionaba el problema, el problema consistía en que quizás eran en extremo compatibles. Paradójicamente tuvieron que separarse casi como quien dice por compatibilidad de caracteres, eran demasiado compatibles, demasiado concentrados cada uno en sí mismo, demasiado liberales, demasiado parecidos para que pudieran soportarse por mucho tiempo. Muy pronto Doris Duke no aguantaría más, se vería y se vio obligada a deshacerse de su juguete y el juguete se vendió caro.


El matrimonio se había efectuado en base a un contrato que establecía por supuesto la separación de bienes, pero Rubirosa cobraba caro por sus servicios y de seguro exigió una justa retribución. Además a Doris Duke le sobraba el dinero y lo despachó con las manos llenas, sin que su inmensa fortuna se viese afectada sensiblemente. Se dice y se repite que le regaló un millón de dólares, que le concedió una pensión por veinticinco mil dólares al año, que le dejó una mansión del siglo XVII en la Rue de Bellechasse, Paris, una flota de pesca en África, caballos de polo, autos de carrera y otras cosuchas. Le regaló incluso un bombardero B-25 (al que le pusieron por nombre La Gansa): un avión de guerra de la Segunda Guerra Mundial transformado en avión de pasajeros en el que estuvo a punto de matarse en un par de ocasiones. Se dice además que Doris Duke y Rubirosa siguieron siendo amigos, que ella pagaba el arreglo y mantenimiento del avión y que se reencontraron y refocilaron felizmente en varias ocasiones.


(Historia criminal del trujillato [97])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor(https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)



Rubirosa (9) Sobre las olas



Pedro Conde Sturla

29 julio, 2022


Durante casi dos meses, entre 1953 y 1954, Rubirosa estuvo informalmente casado con Barbara Hutton. Mientras duró el matrimonio (y antes y después de haberse matrimoniado), mantuvo una torrentosa relación con Zsa Zsa Gabor, que a su vez mantenía relaciones con su esposo y con amigos de ocasión. La impronunciable Zsa Zsa era una glamorosa y mala actriz húngara que se hizo famosa por su belleza, sus grandes ojos azules y sus numerosos enredos y escándalos amorosos. Era parte de un clan, el clan de las Gabor, al que también pertenecían sus dos hermanas, que eran también artistas o pretendían serlo. La jefa del clan era hasta cierto punto la madre, una ambiciosa mujer que había entrenado a las hijas en el más descarado arte de conquistar y desplumar a millonarios de edad avanzada y darse la gran vida. Zsa Zsa y sus hermanas estuvieron involucradas en por lo menos veinte matrimonios (de los cuales se le atribuyen nueve a Zsa Zsa) y nunca les faltaron pretendientes para seguir casándose, hasta que se retiraron de la profesión.

Dicen que Rubirosa amaba a su manera a Zsa Zsa Gabor, y que cuando se peleaban buscaba consuelo en una de sus hermanas. Zsa Zsa, según se decía, tal vez lo amaba desapasionadamente, pero a pesar de que se casó nueve veces nunca aceptó sus repetidas propuestas de matrimonio. Rubirosa no era suficiente viejo o suficientemente rico y de alguna manera no llenaba sus aspiraciones como marido, aunque las llenaba todas como amante. Zsa Zsa se conocía y lo conocía. Sabía que podía esperar de un esposo como Rubirosa y lo mantenía a raya, a la distancia, lo mantenía como amante. A pesar de lo mucho que decía quererlo, con él no cometería matrimonio.


Se habían conocido en la misma época en que Rubirosa se casó con Barbara Hutton, y pasaron varios años juntos, se divertían en grande, se separaban y se reconciliaban, reían, discutían, peleaban. Eran felices a su manera. En una ocasión Rubirosa le puso un ojo negro y Zsa Zsa declaró muy oronda y muy sonriente a la prensa que era una prueba de amor. Pero todo resultó ser un ardid publicitario.


Alguna vez Zsa Zsa tuvo la idea de introducirlo en el mundo del cine y escribió el guión de una película del oeste en la que ambos serían protagonistas, aunque ella sería la estrella. Incluso se hicieron los aprestos para filmarla. Rubirosa estaba feliz, hinchado de vanidad, ilusionado con lo que ya veía como una prometedora carrera de actor. Sin embargo, el mundo de repente se le puso en contra. En Hollywood se dispararon todas las alarmas. Había cosas que la severa moralina de la industria cinematográfica no se podía y no podía permitir. Rubirosa tenía fama —pero sobre todo mala fama—, hablaba una especie de inglés con acento francés y además era trigueño, “moreno de verde luna” como decía Lorca, indio lavado, muy lavado, discretamente mulato. Ocasionalmente la prensa amarilla preguntaba y se preguntaba con grandes titulares si “el más grande amante del mundo era negro”, y además lo señalaba por su supuesta complicidad en varios crímenes. Para la industria cinematográfica la pareja Rubirosa-Gabor sería étnicamente y éticamente inaceptable. En Estados Unidos Rubirosa era negro, además de asesino. Lo peor que se podía ser en ese país. Su carrera terminó, pues, antes de comenzar y la de Zsa Zsa estuvo a punto de zozobrar, sufrió un serio tropiezo. Pero Zsa Zsa Gabor tropezaba muy a menudo. Daba todo tipo de tropezones y seguía caminando.


Por lo demás , el matrimonio de Rubirosa con Barbara Hutton fue todo un éxito para Rubirosa. Durante los menos de dos meses que estuvieron casados se calcula que obtuvo ganancias no inferiores a los sesenta y seis mil dólares diarios.


Barbara Hutton estaba podrida en dinero y estaba arruinada emocionalmente. Era millonaria por parte de padre y parte de madre y el dinero contribuyó en cierta medida a labrar su desgracia.


La fortuna materna se la debía al abuelo Frank Winfield Woolworth, que se había enriquecido con una cadena de almacenes que vendían mercancías al precio de cinco y diez centavos. Los una vez famosos five-and-dime. Por eso a Bárbara Hutton la llamaban “la cinco y diez” y la llamaban con justa razón “pobre niña rica”. Había sucumbido a las drogas y al alcohol, había sucumbido a una infancia de pesadilla, había sucumbido primero al suicidio de la madre, al encuentro con el cadáver cuando tenía cinco años, había sucumbido al desamor y a la desatención de su padre y otros parientes, a una vida vacía, a la falta de amor y de amistad. Tuvo toda la vida trastornos de anorexia, bulimia, depresión y fue una derrochadora compulsiva.


Barbara Hutton era una coleccionista de fracasos, sobre todo fracasos matrimoniales y sentimentales. Con alguna excepción parecía sentirse atraída por hombres tóxicos y manipuladores, incluyendo uno que otro noble de baja ralea. Estuvo casada con tres príncipes, un conde, un barón, el famoso actor de cine Cary Grant, que era gay y que fue sin duda el mejor de todos sus maridos, y con Porfirio Rubirosa, que no fue el peor.


En los últimos años de su vida, la muerte de su único hijo acentuó su desequilibrio emocional, el alcoholismo, su condición bipolar autodestructiva. La mujer que una vez fue codiciada por multitud de pretendientes se había desquiciado, había tocado fondo. Ahora regalaba dinero a manos llenas a sus amantes de ocasión y hasta llegó a pagar por compañía masculina y alguna vez amaneció con desconocidos en su cama.


Cuando murió, en 1979, sola y enferma, Barbara Hutton había dilapidado o despilfarrado casi toda su fortuna, pero en la época en que se casó con Rubirosa era una de las mujeres más ricas del mundo. Competía, de hecho, con su amiga de infancia y ahora rival Doris Duke. Los celos y resentimientos entre ambas mujeres eran bien conocidos.


Según las malas lenguas, a Doris Duke le dió una pataleta cuando se enteró de que Barbara Hutton se había casado con su exmarido. Se puso histérica, se quejó de que Barbara Hutton se antojaba de todo lo que tenía. Pero el matrimonio, y sobre todo el divorcio, Barbara Hutton lo pagaría caro.


Durante los cincuenta y tres días que duró el matrimonio, Rubirosa no mostró el menor interés en mantener la relación. Como regalo de boda Barbara Hutton le dio un millón de dólares y posteriormente le obsequiaría un avión como el que le había regalado Doris Duke, otro B-25 mucho más moderno y lujoso. Después se enteraría de que Rubirosa tenía o seguía teniendo una fogosa relación con Zsa Zsa Gabor y que la llevaba a pasear en el avión y que con su propio dinero le regalaba joyas costosísimas, y le pidió de inmediato el divorcio que el play boy estaba esperando.


Rubirosa recibiría esta vez, como “compensación de divorcio” por sus cincuenta y tres días de servicio, dos millones y medio de dólares (cuando el dinero valía diez veces más), una plantación de café en La Vega, joyas y caballos de polo y otras cosas que sería prolijo enumerar.


(Historia criminal del trujillato [98])

Bibliografía: 

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”
(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)
Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)
Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)
PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)
pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ).


Rubirosa (10) El principio del fin



Pedro Conde Sturla

5 agosto, 2022


El escandaloso idilio de Rubirosa y Zsa Zsa Gabor —salpicado con historias de adulterio, peleas a puñetazos entre un marido agraviado y su agraviador, demandas de divorcio por infidelidad—, hizo las delicias de los lectores de las revistas del corazón. La llamada prensa rosa o prensa amarilla, que se dedica a avivar la hoguera de las vanidades, a escarbar en la podredumbre, en los asuntos privados de los famosos, se dio banquete con los chismes, rumores o cotilleos a los que daba origen la relación de Porfirio y Zsa Zsa. Incluso hasta provocó que la bestia suspendiera durante un tiempo al conocido play boy del servicio diplomático.


A Rubirosa se le atribuían innumerables conquistas, aunque sin duda no tantas como las que se le atribuyen o se atribuye Julio Iglesias. Cualquier mujer que aparecía o había aparecido a su lado en una foto (Eva Perón, Ava Gardner, Dolores del Río, Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Joan Crawford, King Novak, Judy Garland) pasaba a ser parte de la lista y Rubirosa quizás no lo desmentía. No le interesaba desmentirlo. Si el rumor público le señalaba una nueva conquista, Rubirosa ejercía el derecho al silencio, un ambiguo silencio. Además, también había mujeres que se atribuían haber seducido o haber sido seducidas por el infame Rubirosa para obtener el divorcio.


Por fortuna, o por desgracia, lo de Zsa Zsa y Rubirosa terminó o empezó a terminar cuando Rubirosa conoció a Odile Rodín. En esa época tenía cuarenta y siete años. Ella tenía diecinueve y era todo un bombón. A Zsa Zsa Gabor no le hizo gracia, y con sobrada razón, el interés de Rubirosa por Odile. Difícilmente volvería a mirar Rubirosa en dirección a Zsa Zsa Gabor.


El apellido Rodin se lo había tomado prestado la deslumbrante Odile al famoso escultor Auguste Rodin: una alusión a la belleza de su cuerpo, por ser también ella una escultura. Además de bonita y escultórica parecía tener talento y una prometedora carrera en el cine. Hizo dos películas y en la segunda de ellas trabajó por casualidad con Danielle Darrieux, la que había sido esposa de Rubirosa hasta que se lo vendió a Doris Duke, si acaso es cierta la historia. La actuación y belleza de Odile no pasaron desapercibidas y en 1955 la revista Paris Match le dedicó la portada y todos quedaron prendados de sus encantos. Rubirosa quedaría prendado de sus encantos.


En la primera conversación que tuvieron, durante una partida de polo, Odile le dijo a Rubirosa que había oído decir muchas cosas de él y que ninguna era buena. Sin embargo, y a pesar de lo poco auspicioso del encuentro, Rubirosa lograría ablandar su corazón, inclinó poco a poco la balanza a su favor. Nadie sabe qué maña, que tipo de argucia o brujería empleó Rubirosa para conquistarla. Pero el hecho es que se empleó a fondo, tal vez como nunca en su vida, le hizo en definitiva una corte despiadada, le dio una muela cubana intensiva o algo semejante. El hecho es que en 1956 Odile Rodin abandonó su floreciente carrera para casarse con Rubirosa. Coincidencialmente —en el mismo año en que Rubirosa cortejaba a Odile—, participó activamente en el complot para raptar y desaparecer a Galíndez.


Esta vez no se había casado por dinero aunque es difícil saber sí se casó por amor. Lo cierto es que de Odile amaría por lo menos su juventud y belleza. Odile era una mujer para exhibir y exhibirse, sentirse orgulloso exhibiéndola. Una mujer trofeo igual que Danielle Darrieux, pero mucho más joven.


Dicen que en una o dos ocasiones vinieron de vacaciones al país. Dicen que alguna vez los vieron juntos en la Calle el Conde. Alguna vez un amigo de sus años mozos escuchó una voz de muchacha que decía mon amour en la Calle El Conde. Una belleza a la que muchos vieron con él en la calle El Conde y le decía mon amour. Odile era la muchacha que le decía mon amour, la que algunos de los viejos conocidos de Rubirosa vieron paseando con él en los últimos años de la tiranía, la que los dejó impresionados. Además, dicen que parecían felices.


Después de la luna de miel Rubirosa volvería como era de esperar a las andadas, siguió jugando polo, jugándose la vida en carreras de autos, moviéndose con Odile en los círculos diplomáticos, siendo infiel y pretendiendo ser fiel. Algunas cosas, como las que sucedían entre él y Zsa Zsa, no habían cambiado. Odile también pretendía ser fiel, pero lo cierto es que, según la mala prensa, ella se daba sus escapadas.


La carrera de Rubirosa iba, eso sí, en ascenso. Había conocido a Frank Sinatra y Sinatra lo había introducido en el exclusivo círculo de la familia Kennedy. Había entablado amistad o algo parecido con John Fitzgerald Kennedy, el que sería presidente de los Estados Unidos entre 1961 y 1963. Amistad espontánea entre dos depredadores sexuales, entre un depredador y un obseso.


En algún momento Rubirosa pensó sacar provecho de sus relaciones con Kennedy, sobre todo a favor de la bestia, pero al parecer fue todo lo contrario. Odile Rodin pasó a formar parte, con o sin el consentimiento de Porfirio Rubirosa, del variado repertorio de amantes de ocasión que se le acreditan a Kennedy.


En 1959, el año en que empezaron sus más grandes problemas —mientras se desempeñaba como diplomático, corredor de autos, jugador de polo y espía de la bestia en La Habana—, lo sorprendió la revolución cubana y pasó un mal rato. Se tuvo que refugiar con Odile Rodin en la embajada usamericana y no se sabe si pudo sacar del país su flamante Ferrari y sus caballos de polo, pero al menos pudo salir sin que le afeitaran el pescuezo.


Fulgencio Batista, el destronado dictador cubano, se aparecería al poco tiempo en busca de refugio en la República Dominicana, casi de la misma manera en que lo había hecho un año antes el derrocado dictador argentino Juan Domingo Perón… Ambos con maletas cargadas de dinero que la bestia se encargaría de aligerar alegremente.

Historia criminal del trujillato [99])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)



Rubirosa (11 de 11) El patético final



Pedro Conde Sturla 

12 agosto, 2022


Muchas otras cosas empezarían a salir mal para Rubirosa y la bestia a partir de la revolución cubana. En 1960, a raíz de un fallido atentado contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt, el gobierno del tirano y el tirano mismo cayeron de la gracia de sus amos. Cayeron definitivamente en desgracia con el imperio. Los países de la OEA (la llamada Organización de Estados Americanos), rompieron relaciones diplomáticas con la República Dominicana e impusieron severas sanciones. Aislaron el territorio nacional como si se tratase de una especie de leprosario.


Para peor, la noche del 30 de mayo de 1961 un grupo de conjurados le partió el pescuezo a la bestia y el poder quedó en manos de un presidente títere llamado Joaquín Balaguer y del desquiciado Ramfis Trujillo, el desquiciado y sanguinario hijo mayor de la bestia, de quien Rubirosa era amigo y más que amigo un padrino.


Rubirosa interpuso inútilmente sus buenos oficios a favor del gobierno con el propósito de obtener el levantamiento de las sanciones. Se movió activamente entre los cabilderos, pagaría montañas de dinero a periodistas, tocó a las puertas de senadores y altos funcionarios y hasta trató de lograr un acercamiento con el presidente Kennedy, que había llegado al poder en el mismo año de la muerte de la bestia, pero los resultados fueron contraproducentes. Rubirosa había sido amigo del candidato y el candidato ya era presidente y se manejaba de otra manera. Por consejo de su hermano Robert había tomado prudente distancia de gente como Rubirosa y Frank Sinatra, ya no quería tratos con ellos. Los ingratos hermanos Kennedy rompieron por igual con Sam Giancana y otros conocidos gánsteres, los mismos que a solicitud del padre de los Kennedy habían comprado los ochenta mil votos que se necesitaron para ganar por un pelo las elecciones contra el abominable Richard Nixon.


Lo malo es que lo peor no había pasado todavía para Rubirosa. El glorioso y feliz día del 19 de noviembre de 1961 un alzamiento armado, el bien llamado levantamiento de los pilotos, puso fin a los treinta y un años de absolutismo, provocó la caída de los remanentes de la tiranía y la expulsión del hijo de la bestia y sus hermanos. De hecho, casi todos sus familiares se vieron forzados a abandonar el terruño, su paraíso terrenal. El taimado Joaquín Balaguer quedó al frente de un gobierno provisional, pero también sería expulsado por un movimiento de masas al cabo de unos meses: el día 7 de marzo de 1962. Rubirosa se quedaría, pues, sin pito y sin flauta. Un nuevo gobierno provisional lo despojó de su cargo de inspector de embajadas y de sus propiedades en el país. Pero lo grave no fue perder el cargo y las propiedades sino su inmunidad diplomática, la patente de corso que le garantizaba la impunidad. No mucho tiempo después Rubirosa sería requerido por el fiscal de Nueva York para ser interrogado en relación a los asesinatos de Sergio Bencosme en 1935 y de Jesús Galíndez en 1956. Pero de ahí no pasaría la cosa. Ni Rubirosa ni los Trujillo, con excepción de la bestia, pagarían por sus crímenes.


Rubirosa no tenía, o no debía tener en esa época, preocupaciones económicas. Con lo que le había sacado a Doris Duke y Barbara Hutton hubiera podido vivir varias vidas sin apremios pecuniarios, pero a él apenas le alcanzaría para vivir los pocos años que le quedaban.


Rubirosa era un botarate. Para mantener el ritmo de vida gastaba dinero alegremente, gastaba dinero a manos llenas, como si saliera de un surtidor, como si fuera agua que saliera de la llave de un grifo inagotable. Solamente en trajes, que a veces no se ponía más de una vez, consumía una fortuna. La manutención de los caballos de polo y su mansión de lujo costaba muchísimo dinero, el mantenimiento de los autos de carrera, su colección de Ferraris, costaba un chorro de dinero, el avión sangraba el dinero.

Llegó el día en que se vio obligado a vender la exquisita mansión parisina que le había dejado Doris Duke, las valiosas obras de arte, el avión que le había dejado Barbara Hutton. Igualmente vendió joyas y otra gran parte de sus bienes. El ingente patrimonio empezaba a menguar, quizás solo le quedaban uno o dos milloncejos. Además —no se olvide— vivía ya en el destierro diplomático.


También el mantenimiento de Odile salía caro, carísimo. Odile era una mujer de lujo a la que había colocado en una pedestal del que no podía bajarla sin temor a perderla. Odile fue para Rubirosa un poco lo mismo que Rubirosa había sido para sus ex esposas. Mucha gente dice que de alguna manera le hacía a él lo que él le hacía a otras mujeres. Rubirosa tenía más del doble de su edad aunque mantenía el vigor físico. Cuando cumplió cincuenta y seis años todavía jugaba polo, practicaba boxeo, participaba en carreras de autos, seguía siendo el mismo en apariencia, pero la vejez lo estaba alcanzando y sabía que muy pronto estaría en decadencia. Lo que significaría eso para un hombre que debía casi todo a su apariencia es fácil de imaginar.


Rubirosa se había retirado un poco a medias en la nueva y más modesta villa parisina que había adquirido en las afueras de París. Tal vez quería entregarse al reposo del guerrero y eso es algo que Odile seguramente habría consentido con poco entusiasmo. Ella lo había conocido en el mundo diplomático y Rubirosa ya no pertenecía a ese mundo y tenía que aceptarlo. Difícilmente, sin embargo, la joven y fogosa Odile aceptaría exilarse de la vida a la que estaba acostumbrada. No viviría en el destierro. Rubirosa vivía para Odile. Odile era su vida. Pero la joven y fogosa Odile seguramente creía en otra vida después de Rubirosa.


En esa época Rubirosa intentó darle un nuevo sentido a su existencia, se embarcó en varias empresas, varios negocios fallidos, empezó a escribir una mentirosa autobiografía que dejó inconclusa, se dedicó a buscar tesoros escondidos, se embarcó incluso en la venta de una especie de seudo viagra, un producto criollo para potenciar la virilidad al que se le hizo mucha publicidad en la República Dominicana. El una vez famoso “Pega Palo Fortidom, que pone a los viejos como un cañón”… Sin embargo, ninguna de sus ideas dieron frutos. En cambio empezó a insinuarse en su ánimo la depresión.


El 4 de junio de 1965, en lo que sería el penúltimo día de su vida (y mientras en la República Dominicana se batallaba contra la ocupación yanqui), al frente del equipo Cibao-La Pampa, Rubirosa ganó la copa de polo de Francia. En apariencia seguía siendo el mismo triunfador, pero ya estaba derrotado.


Al sonado triunfo siguió una bacanal, una celebración en regla hasta el amanecer, todo un acontecimiento que debía haber sido feliz para Rubirosa y no lo fue. Dicen que hablaba del terror que le inspiraba la vejez, la decadencia y la vejez. Dicen que decía que no quería llegar a viejo. Dicen que Odile desapareció de la fiesta. Dicen que Rubirosa la llamó un par de veces a su casa en las afueras de Paris para ver si estaba allí y Odile no estaba. Además dicen que Odile se había desaparecido de la fiesta en compañía de un joven jugador brasileño. Dicen que Rubirosa no paraba de tomar y que no permitió que un conductor designado lo llevara a su casa. Que se veía deprimido. Que a las siete de la mañana del 5 de junio de 1965 salió disparado en su Ferrari descapotable. Que iba a ciento sesenta kilómetros por hora en dirección a su casa y que al pasar por el bosque de Bolonia encontró un árbol que venía en vía contraria. El árbol contra el cual se estrelló o quiso estrellarse. 


(Historia criminal del trujillato [100])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” (https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor(https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)



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