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El intervalo comunista (texto completo)

(1-6)

Los vaivenes del poder

Pedro Conde Sturla

19 agosto, 2022


El tercer gobierno de la bestia como presidente de la República (1942-1947) fue un período de bonanza para la clase dominante y también de grandes descontentos y agitaciones políticas y sociales. El precio de la materia prima, productos agrícolas y agroindustriales y minerales se disparó a causa de la segunda guerra mundial y permitió consolidar las empresas del tirano y de su familia, que operaban generalmente en régimen de monopolio. Los negocios de María Martínez de Trujillo subieron como la espuma y los ingenios azucareros se convirtieron en la primera fuente de divisas del país, es decir, del tirano.

Soplaban, al mismo tiempo, vientos de fronda, vientos de rebeldía y rebelión que en alguna manera recordaban y reeditaban los sucesos de 1934 en Santiago y la feroz represión que desencadenaron.

Durante años la bestia recibió el apoyo y la simpatía de los más encumbrados funcionarios del imperio. Su amigo y canchanchán, su compinche Cordell Hull, el secretario de estado Corder Hull, lo consentía y lo protegía, y de la bestia seguramente recibía en metálico grandes muestras de afecto. Fue él quien tuvo la cachaza de decir: Trujillo es un SOB (un HDP, un hijo de puta ), pero es nuestro SOB. La misma expresión se le atribuye a Franklin Delano Roosevelt en referencia al dictador nicaragüense Tacho Somoza y es posible que así sea. Total, los dos pensaban igual y cualquiera pudo haber dicho lo mismo. Al fin y al cabo casi todos los dictadores latinoamericanos eran sus hijos de puta.


Trujillo, sin embargo, era probablemente el hijo de puta favorito. El más favorito de todos los posibles hijos de puta. Rooselvelt lo demostró cuando lo recibió en la Casa Blanca en 1939, dos años después del pavoroso escándalo de la matanza haitiana, y lo demostraron los diputados que le hicieron un recibimiento a su llegada a Nueva York y lo demostró el general George C. Marshall, que lo trató a cuerpo de rey.


Muy pocos funcionarios habían manifestado o manifestaban su animadversión a tal política de complacencia y al gobierno de la bestia. En 1931, desde casi el inicio de la infame era gloriosa, el entonces ministro Charles Curtis lo había definido como el jefe de una banda de gánsteres, y el subsecretario de estado Somner Welles siempre había mantenido con él una relación muy fría y distante y tenía cierta amistad o por lo menos contacto con miembros del exilio dominicano, entre ellos Ángel Morales, el hombre que la bestia mandó a matar con Rubirosa en el fallido atentado de 1935. Sin embargo las opiniones de estos prominentes personajes caían siempre en saco roto y no representaban la línea política del Departamento de Estado.


Como dice Crassweller, las buenas relaciones entre el imperio y el régimen de la bestia permanecieron cordiales desde el principio de manera ininterrumpida y el único tropiezo se produjo en 1937 a raíz de la masacre haitiana, que fue un episodio pasajero. Un acontecimiento al que en realidad no se le dio tanta importancia y que muy pronto recibió cristiana sepultura.


En opinión de Corder Hull —la opinión prevaleciente en el Departamento de Estado y del mismo Roosevelt—, gran parte de los primeros quince años de la era de Trujillo merecían una valoración positiva. Los campesinos dominicanos nunca habían disfrutado de tanta libertad, y lo que se había pagado por la estabilidad y la tranquilidad y el orden se había conseguido a muy alto precio, pero había valido la pena, según Cordell Hull.


Sin embargo, una vez terminada la segunda guerra empezaron a producirse en la política del Departamento de Estado ciertos cambios que a la larga resultaron ser retóricos, cosméticos, pero que durante un tiempo le causaron problemas a la bestia. Se empezó a hablar de la necesidad de una renovación, de la necesidad de destronar a todos los dictadores latinoamericanos. Voces críticas contra la tiranía de la bestia empezaron a escucharse en boca de altos funcionarios del imperio. En Venezuela y Brasil colapsaron en 1945 los regímenes militares y la bestia empezó a verse con nerviosismo en ese espejo.


Las cosas comenzaron a complicarse cuando su complaciente amigo Nelson Rockefeller —subsecretario de estado para asuntos latinoamericanos— fue sustituido en 1945 por Spruille Braden en el gobierno de Harry Truman. Braden era el principal impulsor de la nueva política y tenía pocas simpatías por el gobierno de la bestia.Trujillo trató de congraciarse con Braden proponiendo al congreso que bautizara a Dajabón (el epicentro de la matanza haitiana) con el nombre del fallecido presidente Roosevelt. Braden rechazó la envenenada propuesta con indignación y la bestia recibió el rechazo con una de sus acostumbradas rabietas. Se pondría furioso como el diablo. Como lo que era.


Pero lo peor no había ocurrido todavía.


Dice Crassweller que en el mes de noviembre de 1945 el gobierno dominicano solicitó una licencia para la compra de un gran cargamento de armas y municiones en los Estados Unidos. Era el procedimiento habitual en esos casos, un procedimiento rutinario que se se efectuaba rutinariamente. Sólo que esta vez la respuesta fue negativa y la bestia no podía creerlo. Una negativa con fecha del 28 de diciembre de 1945. Todo un desaire.


Además, el desaire venía acompañado de lo que suele llamarse un aide-mémoire, un recordatorio que contenía los lineamientos de la política de Braden. Una nota bien agria y urticante.


Decía más o menos en la nota (muy poco diplomáticamente), que el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos profesaban un gran sentimiento de amistad y un más grande deseo de cooperar con aquellos gobiernos que permiten el ejercicio de la libertad. Decía que el gobierno de los Estados Unidos había observado durante los años pasados al gobierno de la República Dominicana y no había sido capaz de percibir la existencia de principios democráticos ni en la teoría ni en la práctica, que no había libertad de prensa ni libertad de expresión, que la oposición política y los partidos habían sido suprimidos, con excepción de un partido único. Proporcionar, en consecuencia, armas y municiones a un país con semejante sistema podía ser considerado como una intervención en los asuntos internos del país y un apoyo a su política represiva.


En conclusión, decía al final del documento, existían sobradas razones para negarle al gobierno dominicano la enorme provisión de armas y municiones requeridas y colorín colorado.


Dice Crassweller que el lenguaje era rígido y descortés (y descaradamente hipócrita además) y que Emilio García Godoy, el embajador dominicano, se puso lívido mientras lo traducía, por no decir que se estaba evacuando literalmente.



(Historia criminal del trujillato [101])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

El intervalo comunista(1)

Pedro Conde Sturla

26 agosto, 2022



Trujillo no podía estar más furioso y desconcertado. El tal Braden —el insignificante subsecretario Spruille Braden—, le había negado a él, precisamente a él un permiso para la compra de un cargamento de armas: se lo había negado al gobernante que con sobrada razón se proclamaba y proclamarían “El campeón del anticomunismo en América”. Al hombre que defendía los intereses del imperio como si fueran suyos, al que mantenía la paz y el orden en un país que pocos años atrás era un desorden institucionalizado, al preclaro gobernante que había terminado con el caos de la montonera y conducido a la república por la ruta del progreso. Al generalísimo y perínclito y padre de la patria nueva, a don Rafael Leónidas Trujillo Molina. Al prócero personaje cuyas iniciales eran sinónimo de Rectitud, Libertad, Trabajo y Moralidad.


El perínclito ardía de justa indignación. Con una injuria, una afrenta, pagaban sus buenos servicios, pero el perínclito se vengaría, sí, muy pronto vengaría la ofensa. Braden quería democracia, quería libertad, y la bestia le daría lo que quería y le daría un susto además, pondría a temblar al imperio. Le daría rienda suelta a los revoltosos, legalizaría incluso a los comunistas, les permitiría regresar del exilio, les pagaría el viaje si era necesario. Tantearía las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Se inclinaría a la izquierda, de ser preciso, peligrosamente a la izquierda. Coquetearía con el comunismo ateo y disociador. Se aliaría con el diablo, se aliaría con todos los diablos comunistas si fuera necesario para vengarse del maldito Braden y el fatídico imperio.


Ya en esa época la bestia se estaba preparando para la reelección en 1947, y para demostrar sus buenas intenciones, su firme determinación de democratizar el país, permitiría la participación de partidos de oposición, la participación plural de diferentes organizaciones que a favor o en contra formarían parte del más amplio espectro electoral.

Para dar inicio al ejemplar proceso democrático, en 1945 el gobierno de la bestia solicitó a conocidas figuras políticas formar y refundar partidos de oposición. Entre todos los llamados y todos los elegidos ninguno fue tan entusiasta y tan ingenuo como Rafael Estrella Ureña. Algunos de los más serviles e incondicionales servidores de la bestia —en lo que Crassweller llama una parodia de indulgencia o pantomima liberal— formaron partidos y organizaciones políticas, incluso sin renunciar a la membrecía o membresía del partido oficial. Sólo Estrella Ureña (a quien Trujillo había rescatado del exilio unos años antes con fines inconfesables), se tomó en serio la propuesta, renunció a un cargo judicial y se entregó de lleno a la organización de un partido y de inmediato empezaron a lloverle oprobios, lo sepultaron vivo en un cenagal de difamación e injuria. Lamentablemente, Estrella Ureña cayó enfermo al poco tiempo o lo enfermaron, lo sometieron a un procedimiento quirúrgico rutinario y falleció el 25 de mayo de 1945. Falleció al parecer de causas naturales, sospechosas causas naturales, con la inestimable ayuda de la bestia. El condolido mandatario declaró tres días de luto oficial y despidió el duelo con aparatosas honras fúnebres.

El sainete electoral siguió su curso. En 1946 el director del periódico “La opinión” fue invitado a publicar artículos contra el gobierno. Dice Crassweller que el director se resistió, se puso chivo en grado superlativo, entró en sospechas. Hay que imaginar que no le gustó la idea y que a lo peor pensaría que le estaban poniendo una trampa, una carnada o mejor dicho un gancho, como se decía en ese época, para probar su lealtad y agarrarlo asando batatas. De modo que pidió confirmación personal de parte de la bestia y la bestia le prometió que su vida, su libertad de acción estaban garantizadas y que el gobierno le daría, como en efecto le dio, seguridad y asesoría y financiamiento para que por fin aceptara la idea y dirigiera una campaña contra el gobierno orquestada por el gobierno. Cuando por fin el director se convenció o lo convencieron comenzaron a aparecer en “La opinión” unos cautelosos artículos contra la bestia y las honorables Fuerzas Armadas. Por desgracia, el director se tomó demasiado en serio lo de la libertad de prensa y publicó un carta de José Antonio Bonilla Atiles, vicerrector de la única universidad, en la que éste explicaba sus razones para no firmar un manifiesto a favor de la reelección de la bestia en 1947 y ahí terminó todo, ahí fue Troya. Bonilla Atiles fue despedido de sus cargos, fue acosado, perseguido y finalmente obligado a tomar la ruta del exilio. La bestia compró o se apoderó de las acciones de “La Opinión” y sus dueños igualmente consideraron prudente abandonar el país al poco tiempo. “La Opinión” se convirtió entonces en un vocero del reeleccionismo y desapareció del mapa no mucho después.

En el mismo año de 1946 empezó lo que Crassweller llama otro aspecto de la mascarada, la mascarada liberal. Un doble juego entre Trujillo y los comunistas en el que uno trató de sacar provecho de los otros y viceversa. Trujillo saldría ganando por supuesto, pero lo cierto es que en un primer momento fue mucho mayor el provecho que sacaron los comunistas que el que sacó la bestia. De hecho, la situación llegó a descontrolarse, amenazó con salir de su cauce y la bestia tuvo que ponerle freno drásticamente.

Todo terminaría como terminaban las cosas con la bestia, con un baño de sangre y una violenta represión, pero mientras tanto se había construido una fachada para demostrarle al imperio y al mundo que en el país se estaba instalando una verdadera democracia a pesar de los peligros que representaba la democracia. El peligro comunista entre ellos. Y el de la clase obrera.

En esa época el gobierno aprobó o modificó leyes que regulaban los contratos de trabajo, se creó la Secretaría de Trabajo y Economía y se reorganizó la flamante Confederación de Trabajadores Dominicanos (CTD), que había sido fundada durante el breve gobierno de Estrella Ureña en 1929. Al frente de esta última puso a Panchito Prats Ramírez, uno de sus más fieles y reptantes cortesanos. Esa medida y todas las demás demostraban o querían demostrar la preocupación de la bestia por la situación de la clase obrera.

Asimismo se dió rienda suelta a la creación de sindicatos, o mejor dicho a la proliferación de un falso sindicalismo que promovía huelgas y actos de sabotaje y puso los pelos de punta a los propietarios y gerentes y accionistas de los ingenios azucareros que pertenecían a los gringos.

Por si todo esto fuera poco, el gobierno de la bestia intentó o fingió tratar de establecer relaciones diplomáticas con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Nada más alarmante, sin embargo que el peligroso doble juego entre la bestia y los comunistas. Los comunistas del Partido Socialista Popular, que se encontraban en Cuba en su mayoría.

Un emisario de la bestia, muy calificado, el escritor Ramón Marrero Aristi, firmó o estableció de alguna manera un acuerdo con la dirección de este partido. El acuerdo estipulaba entre otras cosas la liberación de los presos políticos, que eran muchos, y la legalización del PSP en la República Dominicana, aparte de las necesarias garantías para que esto fuera posible.

En agosto de 1946, acogiéndose a las garantías que nadie garantizaba, regresaron los primeros temerarios dirigentes:

Fredy Valdez, Roberto McCabe, Ramón Grullón, Mauricio Báez, Héctor Ramírez, Rafael Ovenedit, Luis Escoto, Antonio Soto.

(Historia criminal del trujillato [102])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Gabriel Atilio, “Los comienzos de la lucha política de clases en la República Dominicana” (https://www.marxist.com/republica-dominicana-origenes-socialismo.htm

El intervalo comunista (2)

Pedro Conde Sturla

2 septiembre, 2022

Entre los comunistas más conocidos de aquella época había uno al que le decían Chito, Francisco Henríquez Vásquez, y había uno al que llamaban Periclito, Pericles Franco Ornes. Dos compañeros de ideales que se iniciaron a muy temprana edad en la lucha contra el gobierno de la bestia. La meta que perseguían, sin embargo, no contemplaba el simple derrocamiento del tirano sino la revolución social.

De Pericles Franco Ornes se dijo durante mucho tiempo que había ido a Chile a estudiar medicina y se había graduado de comunista. Lo cierto es que ya había contraído el virus en el país antes de salir al exilio y viajar a Chile, el primer exilio y el primer Chile. De hecho, Pericles era un comunista contagioso. Tenía un don, un magnetismo, un talento natural para atraer, organizar y dirigir, congregar simpatizantes en derredor, y se convertiría en un connotado dirigente en el escenario nacional y en el extranjero.

Tanto él como Francisco Henríquez se cuentan entre los principales fundadores de un movimiento clandestino surgido en 1942 que dio origen al Partido Democrático Revolucionario Dominicano (PDRD). Dice Roberto Cassá que en esta organización —que se definía imprudentemente socialista, marxista, leninista y estalinista—, ejercieron una función centralizadora, crearon y organizaron y también integraron y aglutinaron grupos dispersos de revolucionarios y antitrujistas. Fue el inicio del movimiento precursor de las luchas por el socialismo en la República Dominicana. Un movimiento que contó desde el principio con figuras de tan alto relieve como el dirigente obrero Freddy Valdez (uno de sus fundadores), amén de estudiantes e intelectuales.


Era en extremo difícil y arriesgado crecer y multiplicarse en un medio tan represivo y con un programa socialista tan avanzado y agresivo como el que enarbolaba el PDRD. Aún así llegó a tener cierta presencia en el ámbito nacional. Llegó a formar células, minúsculos organismos políticos en Santiago y en La Vega y en Barahona, pero se dejó sentir principalmente en la ciudad capital, que desde 1936 ya se llamaba Ciudad Trujillo.


Con el propósito de atraer más militantes y simpatizantes el PDRD creó dos frentes de carácter más abierto: la Juventud Revolucionaria (JR) y el Frente de Liberación Nacional (FLN). En la JR se congregaron los antitrujillistas sin distinción de credo político y protagonizaron, junto al PDRD, uno de los más sonados episodios de la fatídica era gloriosa. Generalmente hacían lo que se podía hacer bajo la dictadura: repartían volantes, hablaban y se reunían, ganaban adeptos, adquirieron fama como entusiastas agitadores, pero a la larga el entusiasmo los perdió. El exceso de entusiasmo.


En el mes de mayo de 1945 circuló la noticia de que los soviéticos y sus aliados habían aplastado a la Alemania nazi, que Hitler estaba muerto y que Mussolini estaba muerto y colgado por los pies junto a su amante Clara Petacci y otros fieles en una plaza de Milán, y entonces empezó a correr por el mundo un entusiasmo visceral. Los miembros de las organizaciones antitrujillistas quisieron ver a la bestia en ese espejo y emprendieron una muy agresiva y casi suicida campaña de denuestos contra el régimen: empezaron a repartir y a meter por debajo de las puertas de las casas volantes en los que pedían colgar a Trujillo por los pies igual que a Mussolini, aparecieron pancartas anunciando el fin de la era, reclamando la libertad de los presos políticos y el cese de los abusos y las matanzas de haitianos en la frontera, pedían elecciones libres, pintaban letreros antigobiernistas en las paredes…


Acciones tan temerarias produjeron una extraordinaria sacudida, toda una convulsión política en el país y en el gobierno, y no se quedarían, por supuesto, sin respuesta. Los aparatos de seguridad del estado identificaron en poco tiempo a los responsables y se puso de inmediato en marcha un minucioso operativo, una feroz cacería que terminó con los huesos de numerosos militantes del PDRD y de la Juventud Revolucionaria en la cárcel, quizás más de un centenar de ellos. Muchos fueron puntualmente apaleados, torturados, martirizados, sometidos a la feroz rutina carcelaria del régimen. Otros no tuvieron tanta suerte y fueron ejecutados. Asesinados, desaparecidos.


Para salvar el pellejo, algunos de los principales dirigentes tuvieron que buscar asilo y lograron asilarse casi por puro milagro, con los esbirros de la bestia pisándoles los talones. Pericles Franco y los hermanos Juan y Felix Servio Ducoudray se asilaron en la embajada de Colombia. Chito Henríquez, junto a su padre Enriquillo Henríquez, recibieron asilo en la embajada de Venezuela. La bestia no les facilitó la salida del país, por supuesto. Los mantuvo durante un buen tiempo en un angustioso estado de incertidumbre, hasta que por fin cedió. Les permitió marchar al exilio y se marcharon. Pero no tardarían mucho tiempo en regresar.


El PDRD y la JR quedaron desarticulados, pero algunos militantes, sobre todo estudiantes y obreros, se negaron a aceptar la derrota y persistieran en la labor de agitación, hasta que finalmente la bestia estableció el orden, la pax romana. Lo cierto es que por primera vez la bestia había sido desafiada y enfrentada públicamente por un movimiento político intransigente que no le daría tregua durante varios años. No todo estaba pues bajo el control del régimen brutal. Un grupo de valientes, en un acto de heroísmo ciego, se había atrevido a ejercer la libertad de palabra y la volvería a ejercer de nuevo poco tiempo después, aunque el precio que pagaría sería oneroso. Además, un mayor desafío contra el régimen se produciría el día 7 de enero de 1946. La huelga obrera organizada por un grupo de sindicalistas, entre los cuales se encontraban Mauricio Báez y Justino José del Orbe, dos destacados miembros del PDRD.


Lamentablemente lo primero que hizo el PDRD al llegar al exilio en Cuba fue dividirse, escindirse, como acostumbran a hacer tan a menudo los partidos de izquierda, y de esa escisión surgió el Partido Socialista Popular (PSP), una copia al carbón del PSP cubano, con el cual mantuvo vínculos muy estrechos. Fue a través del PSP cubano que se negoció el acuerdo con el gobierno de la bestia (representado, como se ha dicho, por el escritor Ramón Marrero Aristi), un acuerdo mediante el cual se permitiría a los comunistas dominicanos regresar al país y ejercer públicamente sus labores proselitistas. Marrero era todo un personaje, un intelectual con sólida formación, del cual se sospechaba que alguna vez había nutrido simpatías por el marxismo y el socialismo y que terminaría siendo una de las tantas víctimas de la bestia.


Poco tiempo después de la firma del acuerdo muchos de los exilados y de los recientemente exilados empezaron a regresar. Los primeros ocho en llegar publicaron un manifiesto y el Partido Socialista Popular salió descaradamente a la luz.


Hacia falta estar un poco loco o quizás un poco más que loco para embarcarse en esa empresa, una extraordinaria firmeza de convicciones, una extraordinaria dosis de temeridad.




(Historia criminal del trujillato [103])

Bibliografía 

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator. 

Gabriel Atilio, “Los comienzos de la lucha política de clases en la República Dominicana” (https://www.marxist.com/republica-dominicana-origenes-socialismo.htm). 

Roberto Cassá, “Movimiento Obrero y Lucha Socialista en Republica Dominicana”. Bernardo Vega, “Un interludio de tolerancia”.


El intervalo comunista (3). Mauricio Báez


Pedro Conde Sturla

12-09-2022 


El día 7 de enero de 1946 estalló en el este, en la La Romana, en el corazón de la industria azucarera, la más grande y larga huelga de obreros que alguna vez sufrió el régimen de la bestia. Pocas veces, en toda la historia patria, había estado un movimiento de oposición a la bestia en manos de dirigentes tan capaces como audaces. Había en sus filas un activo, el Fer más valioso de todos: dirigentes obreros que le permitirían influir y accionar de manera determinante entre los trabajadores de la industria azucarera. Uno de ellos era Mauricio Báez, el más emblemático sindicalista en la historia de la República.


A Mauricio le habían salido los dientes en la lucha sindical, aunque también llegó a trabajar como obrero en el corte de caña. Empezó a batallar desde los años treinta, desde el inicio mismo de la era y muy pronto se dio a conocer por su carácter fogoso, insobornable. Sobresalía por “su alta estampa de negro formidable”, un negro perfilado y elegante al que gustaba usar traje y sombrero blancos. No tenía una educación formal, pero era dueño de una inteligencia despejada y de un talento y vocación de periodista, y era temible como orador, un orador de barricada, que recorría los muelles de San Pedro de Macorís y los numerosos locales de los trabajadores de la caña con sus palabras incendiarias, despotricando contra la injusticia y abogando por la unidad de la clase obrera. Organizó sindicatos, organizó y participó en numerosas huelgas y actos de protesta.

En torno a él, aparte de su inseparable correligionario Justino José del Orbe (el inolvidable Viejo Justo), se agruparon Héctor Porfirio Quezada, Julio Aníbal García Dickson, Alberto Laracuent Polanco, Hernando Hernández (padre de Homero Hernández Vargas), Benjamin Carela, Mario Julio Cuevas, Ismael Paulino y otros bragados dirigentes sindicales. Varios de ellos morirían de mala muerte en poco tiempo, asesinados por esbirros de la bestia, pero no sin haber logrado organizar numerosos gremios y una federación en la región, más una huelga de resonancia nacional.

Dice Crassweller que en esa época había en el este unas ciento cincuenta organizaciones laborales, aunque la mayoría obedecía a los intereses de la bestia. Se habían producido, sin embargo, varias huelgas (e incluso actos de sabotaje que incluían incendios provocados y descarrilamientos), y existía un auténtico fermento de rebeldía en la clase obrera.

El hecho es que al cabo unos meses de intenso trabajo organizativo se produjo, precisamente al inicio de la zafra, la madre de todas las huelgas en La Romana. Una huelga que —al decir de Crassweller— se extendió ampliamente, espontáneamente, hasta San Pedro de Macorís y que el aparato represivo de la bestia no fue capaz de detener con la fuerza de las armas, o que la bestia no se atrevió a detener a sangre y fuego por temor a las consecuencias, al posible entorpecimiento del proceso productivo. Fue la única huelga verdaderamente importante y exitosa que se le hizo al gobierno de la bestia y duró en total unas dos semanas y recibió —como dice Crassweller— la atención personalizada de los más altos funcionarios del gobierno.

Los acuerdos posteriores dieron a los obreros lo que habían buscado, un aumento sustancial del salario, que duplicaba lo que hasta el momento recibían los cortadores de caña y jornadas de ocho horas diarias. Además no hubo violencia durante la huelga ni hubo represalias mientras duró.

Lo que vino después fue, sin embargo, terrible, como era de esperar. Toda una ola o un tsunami represivo. Varios dirigentes serían burdamente asesinados y después acusados de cometer suicidio. Docenas serían encarcelados y otros se refugiarían en la embajada de México. 

La actitud desafiante de Mauricio y el enrarecimiento de la situación política lo llevaron primero a la cárcel y lo obligaron después a tomar la vía del exilio, del cual regresaría no mucho tiempo después con sus compañeros del PDRD que ahora se llamaba PSP. 

Desde que volvió a poner pie en la isla volvió a las andadas. Retomó de inmediato su labor de organizador y agitador en la región este, en el corazón de la industria azucarera, pero muy pronto se vería otra vez obligando a tomar la vía del exilio.

Mauricio Báez, el prominente líder comunista y sindicalista, volvería otra vez al exilio. El exilio en Cuba. Pero la bestia ya lo había sentenciado.

Mauricio no abandonó la lucha contra la bestia en el país ni en el extranjero. Denunciaba por la radio sus crímenes y atropellos y denunciaba la presencia de los espías y sicarios que importunaban la vida de los exiliados. Contra uno de ellos, el monstruoso Felix W. Bernardino, que era cónsul en La Habana, dirigía con frecuencia sus cañones. Lo acusaba abiertamente por los abusos y asesinatos que Bernardino había cometido en sus tierras del Este de la República Dominicana. El mismo monstruoso Bernardino a quien se le atribuye la planificación de su desaparición y muerte.

En varias ocasiones, su compañero Justino José del Orbe le había advertido del peligro que corría al exponerse públicamente de forma tan temeraria y de la necesidad de tomar precauciones. El día 9 de diciembre de 1950 se lo advertiría por última vez. En esa ocasión se trataba de una amenaza concreta. Justino era portador de un mensaje de la exiliada Genoveva Ramírez Alcántara, en la que esta le decía que había llegado a La Habana un grupo de sicarios de la bestia con el propósito de darle muerte a él y otros dos dirigentes del exilio. Pero todo fue inútil.

Uno o dos días más tarde Mauricio Báez recibió la visita de tres individuos con los que se le vio conversando en la calle, como si fuesen amigos o conocidos, se montó con ellos en un automóvil y desapareció para siempre.

De los horrores que sufriría solo es posible hacerse una idea, una pálida idea.

(Historia criminal del trujillato [104]).                                               Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator. Gabriel Atilio, “Los comienzos de la lucha política de clases en la República Dominicana” (https://www.marxist.com/republica-dominicana-origenes-socialismo.htm).

Roberto Cassá, “Movimiento Obrero y Lucha Socialista en Republica Dominicana”. Bernardo Vega, “Un interludio de tolerancia”. José Abigail Cruz Infante, “Un líder sindical asesinado” (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2008/09/21/74536/un-lider-sindical-asesinado)


El intervalo comunista (4). Juventud Democrática y Partido Socialista Popular


Pedro Conde Sturla

16 septiembre, 2022


El 27 de agosto de 1946, en un histórico manifiesto —firmado por Fredy Valdez, Roberto MacCane, Ramón Grullón, Mauricio Báez, Héctor Ramírez, Rafael Ovenedit, Luis Escoto, Antonio Soto— el Partido Socialista Popular anunciaba su presencia en el país y su decisión de lanzarse a la lucha política. Sus dirigentes habían dejado el exilio, habían salido de la clandestinidad, se habían atrevido a regresar, acogiéndose a un quebradizo pacto con la bestia, y muy pronto su presencia se haría sentir en el escenario nacional.

Una de las primeras cosas que harían los dirigentes del PSP fue reactivar la Juventud Revolucionaria, la JR, con el nombre de Juventud Democrática, el frente amplio destinado a captar y aglutinar a la oposición sin distinción de credo político. Otra cosa, quizás más importante, fue encauzar el trabajo de masas hacia las organizaciones de obreros, infiltrarse en la Confederación de Trabajadores Dominicanos, CTD.


La bestia nunca pudo prever el estado de zozobra en que los comunistas del PSP y los miembros de la JD pondrían al aparato estatal. El doble juego con los comunistas nunca estuvo bajo su control. De hecho, la criada le salió respondona. Muy pronto se producirían movilizaciones y protestas de cierta consideración en la capital y Santiago, se crearía un estado de agitación permanente. Durante poco menos de un año, entre agosto de 1946 y abril de 1947, los miembros del Partido Socialista Popular y la Juventud Democrática se embarcaron en un frenético activismo político que durante los primeros meses se tradujo en numerosas jornadas de agitación y manifestaciones de masa, venta de periódicos y distribución de volantes. Entre la gente que sacó la cara y se afilió en la JD, dándose a conocer públicamente como antitrujillista, había hijos y parientes de altos funcionarios del gobierno. Otros opositores asumirían sin tapujos la militancia comunista y formarían parte de los más de treinta miembros del PSP que se inmolaron, muchos años después, en la expedición del 14 y 20 de junio de 1959.

Por lo demás, algunos activistas se entremezclaban y eran miembros de ambas organizaciones. La fiebre antitrujillista y revolucionaria contagiaba y unía por igual a personas de las más variadas inquietudes políticas. Nombres conocidos y desconocidos de los protagonistas de ese histórico episodio —que sólo es posible mencionar a título de ejemplo— llenarían las páginas de un libro infinito.



En ese ambiente de rebeldía prosperaron los dirigentes de Juventud Democrática: Manuel Mena Blonda, Virgilio Díaz Grullón, José Ramón Martínez Burgos, Juan Ducoudray, (quien también pertenecía al PSP), Josefina Padilla Deschamps. Al mismo tiempo surgieron órganos de prensa como “El Popular”, del PSP, y “Juventud Democrática de la JD. Por primera vez, desde el inicio de la tiranía, un frente político de oposición se atrevería a llamar a la gente a una manifestación antigobiernista y por primera vez acudiría gente, mucha gente al llamado.


La ciudad capital y Santiago, principalmente, fueron el escenario de grandes concentraciones, manifestaciones de masa convocadas por el PSP o la JD en las que se escucharon las voces de Mauricio Báez, Salvador García Agüero, Ramón Grullón, Poncio Pou, Fellín Moore y hasta Tiberio Castellanos en su mejor época. Una época en la que Tiberio se destacó como el mejor vendedor de periódicos de la Juventud Democrática y Hugo Tolentino Dipp cayó preso en una ocasión por repartir volantes de la misma agrupación junto a Virgilio Díaz Grullón, y en la que conocidos poetas e intelectuales como Máximo Avilés Blonda, Rafael Valera Benítez, Lupo Hernández Rueda y José Aníbal Sánchez Fernández hablaban alegremente contra el gobierno desde una peña literaria en la cafetera.


Sin embargo, el mal llamado interludio de tolerancia llegaría bien pronto a su fin. No duró mucho tiempo la bestia en darse cuenta de que había creado una especie de Frankenstein.Todavía no se había producido la huelga de los trabajadores de la caña en La Romana y San Pedro de Macorís, que tendría lugar en enero de 1947, pero se veía claro que los jóvenes activistas del PSP y de la JD ganaban cada día más adeptos y emprendían acciones más osadas.


Las manifestaciones del PSP en la ciudad capital, Ciudad Trujillo, habían sido tan exitosas que se decidió ponerle un alto.


Hasta el momento las fuerzas represivas habían actuado, a regañadientes, con cierta moderación, se limitaban a amenazar, a entorpecer, a tratar de que la gente no tomara parte en los actos. Sin embargo, el día 26 de octubre de 1946 el Partido Socialista Popular y la Juventud Democrática convocaron a un mitin en el Parque Colón que fue violentamente reprimido.


Al parecer la convocatoria superó las expectativas. Millares de personas acudieron al llamado, inundaron literalmente el lugar. Se dice que el gentío, desbordó la plaza y las bocacalles aledañas. Al gentío se sumarían las voces libertarias, los aplausos atronadores, y provocaron la ira de las llamadas fuerzas del orden.


Una banda de facinerosos, de policías vestidos de civil, embistió contra la muchedumbre repartiendo macanazos, disparando, hiriendo a numerosas personas, y dispersaron en poco tiempo a los manifestantes. Muchos fueron apresados y otros buscaron asilo en la Embajada de México. Pero Trujillo fue esta vez generoso. El escándalo que provocó la violenta represión lo obligó a ser generoso y ordenó soltar a los presos y ofreció garantías a los que se habían asilado para que abandonaran la embajada.


Los opositores, por supuesto, no escarmentaron. El domingo 24 del mes de noviembre de 1946, la Juventud Democrática realizó sin mayores contratiempos otro mitin en la Plaza Rubén Darío de Ciudad Nueva.


El mayor de todos, con una participación estimada en cinco mil personas, fue el que se realizó en el parque de La Joya, en Santiago, el domingo 1 de diciembre de 1946. En esa ocasión se escucharon las voces, —“las voces emocionadas”— de Gustavo Adolfo Patiño (miembro de una familia que por su oposición a la bestia fue casi exterminada), habló además Virgilio Díaz Grullón, habló Jose Manuel de Peña hijo, habló Rafael Moore Garrido y habló también —para variar— una valiente mujer llamada Gilda Pérez (la que sería esposa de Pericles Franco Ornes).


La participación de Gilda Pérez —una de las pocas mujeres de la época que se aventuraron en política y se atrevían a hablar en público—, no habría tenido mayor relevancia si no fuera por un dato, una anécdota que recuerdan algunos memoriosos. Al parecer Gilda Pérez fue amenazada. Recibió amenazas muy explícitas por parte de agentes del servicio secreto para que no hablara en el multitudinario encuentro. La amenazaron concretamente con quitarle la ropa, con despojarla de todas sus prendas si se atrevía a tomar la palabra. Gilda Pérez respondió que tendría entonces el honor de ser la primera mujer dominicana que hablara desnuda en un mitin. El hecho es que Gilda habló y nunca la desnudaron. Los tenebrosos agentes que rodeaban el parque no se atrevieron a desnudar a la desafiante Gilda Pérez y es posible que muchas personas se sintieran defraudadas.


El hostigamiento contra los manifestantes no era sólo verbal, no se reducía a simples amenazas. De acuerdo a una información publicada en el Núm. 3 de “Juventud Democrática”, correspondiente al 7 de diciembre de 1946, “Altos funcionarios del Estado y otros señores siguen llamando a su despacho al que fué a un mitin, al hermano del que asistió a un mítin, al padre o a cualquier otro familiar del que presenció un mitin; si es empleado público, la destitución es indefectible…”. Es decir, no se penalizaba solamente a los que participaban. Muchas veces los que perdían el empleo no eran nada más los que asistían sino los familiares. 


(Historia criminal del trujillato [105])


Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Gabriel Atilio, “Los comienzos de la lucha política de clases en la República Dominicana” (https://www.marxist.com/republica-dominicana-origenes-socialismo.htm). Roberto Cassá, “Movimiento Obrero y Lucha Socialista en Republica Dominicana”. Bernardo Vega, “Un interludio de tolerancia”. José Abigail Cruz Infante, “Un líder sindical asesinado” (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2008/09/21/74536/un-lider-sindical-asesinado). Ángela Peña, “Luchador antitrujillista y locutor destacado”(https://almomento.net/luchador-antitrujillista-y-locutor-destacado/)

El intervalo comunista (5 de 5). Pericles Franco y Freddy Valdez


 Pedro Conde Sturla 

23 septiembre, 2022


Durante el año de 1946 el gobierno de la bestia enfrentó algunos de sus más grandes desafíos, empezando por la gran huelga de los obreros en La Romana y San Pedro de Macorís, la histórica huelga del 7 de enero que fue el más grande de todos los desafíos.

De hecho la gran huelga obrera y las manifestaciones de la Juventud Democrática y el Partido Socialista Popular sacudieron los cimientos del régimen y desataron, como era de esperar, una reacción en sentido contrario, una oleada represiva que volvió a poner las cosas en sus lugar. La ley mordaza volvería a campear por sus fueros, todos los fueros.


A consecuencia de la violenta represión que tuvo lugar desde los primeros meses de 1947 el Partido Socialista Popular y la Juventud Democrática sufrieron un desplome, un colapso, y sus actividades políticas se redujeron a la mínima expresión, se produjo una estampida, un sálvese quien pueda. El doble juego estaba llegando a su fin, la supuesta fase de tolerancia estaba terminando y habían comenzado las detenciones masivas, las ejecuciones sumarias, el cierre de los escasos locales y medios de prensa de la oposición, la persecución de los dirigentes políticos, la elaboración de extensas listas con los nombres de los posibles enemigos del régimen, incluso de sus familiares. Los que pudieron asilarse se asilaron en las embajadas disponibles y otros cayeron presos, mal presos.


La bestia allanó de esta manera los obstáculos que perturbaban el proceso electoral, el proyecto reeleccionista en el que estaba embarcado. Ahora podía concentrarse en la campaña. La bestia estaba en campaña y competía contra dos partidos que había mandado a crear. Competía por la presidencia de la República contra dos aguerridos contendientes. Competía contra el reptante cortesano Francisco Panchito Prats Ramírez, al frente del Partido Laborista, y competía contra el Partido Nacional Democrático, presidido por el no menos reptante y cortesano Rafael A. Espaillat, y ganaría por supuesto las elecciones del 16 de mayo de 1947.


Como dice Crassweller, todo el proceso fue rutinario, a excepción del conteo de los votos, que fueron divididos en tres partes. Panchito Prats Ramírez obtuvo 29,186 y el otro Panchito recibió 29,765, lo suficiente para demostrar que hubo una cierta aunque poco reñida oposición. En cambio la bestia fue beneficiado con 781,389 votos. Además el número de votantes registrados resultó ser el mismo que el número de votos emitidos. Nadie —como dice Crassweller—absolutamente nadie en todo el país habría dejado de ir a votar.


El verdadero cierre oficial del doble juego entre la bestia y los comunistas se produjo, una vez pasadas las elecciones, en el mes de junio. El Congreso declaró ilegal al Partido Socialista Popular, declaró ilegales las actividades comunistas y se creó una comisión de investigación de actividades antidominicanas. El período de postguerra había terminado, había comenzado la guerra fría y todo lo que olía a socialismo o liberalización olía mal. Spruille Braden, el alto funcionario que había irritado tanto a la bestia, el crítico de los gobiernos militaristas, el que se había negado a venderle un cargamento de armas, fue retirado de su cargo en el Departamento de Estado en el mismo año de 1947. En lo sucesivo volvería a prevalecer la política de tolerancia, de colaboración con el tirano, con todos los tiranos y tiranuelos de América. Muy pronto los dirigentes y muchos otros miembros de la oposición estarían muertos, en el exilio o en la cárcel. Entre los encarcelados se encontraban Pericles Franco y Freddy Valdez, dos de los fundadores del PSP.


Pericles Franco Ornes había regresado al país en uno de los momentos más difíciles y asumiendo un riesgo quizás mayor que el de sus compañeros de lucha. Y además había recibido una bienvenida especial, algo que probablemente le tenían reservado desde algún tiempo.


Durante su primer exilio Pericles Franco había pasado por Cuba y Colombia y finalmente había ido a parar a Chile, donde empezó a estudiar medicina, pero también sacó tiempo para escribir un libro contra el desgobierno de la bestia (un análisis de la tiranía de Trujillo) y para relacionarse con ateos y disociadores y otra gentuza. Entre ellos el poeta Pablo Neruda. Además participó en una Conferencia Mundial de la Juventud que tuvo lugar en noviembre de 1945 y en la que se alzaron voces de los delegados de sesenta y cuatro países contra el gobierno de la bestia.


El libro de Pericles, “La tragedia dominicana”, publicado en 1946 por la Federación de Estudiantes de Chile (con prólogo de Pablo Neruda) fue muy leído y comentado y difundido. Muy pronto la fama del libro y el mismo libro llegaron a oídos y a manos de la bestia y como la bestia no podía en ese momento ponerle la mano a Pericles Franco hijo, le echó mano al papá, al Pericles Franco padre, a pesar de que el padre era un funcionario y colaborador del régimen. Es decir, lo usó como chivo expiatorio, lo despojó de sus cargos, dejó sin empleo a su esposa y a sus hijas, y a pesar de su edad lo metió preso, lo retuvo durante un tiempo desconsiderado en la Fortaleza Ozama. Lo maltrató, lo vejó.


Pericles se vio obligado a permanecer en el exilio, no pudo regresar con sus compañeros en 1946 y decidió, por precaución no permitir que se reimprimiera su libro.


Regresó, sin embargo, imprudentemente a finales de marzo de 1947, según se deduce de un informe de la embajada norteamericana del 1 de abril. Es decir dos meses antes de que se consumara la farsa electoral.


Por lo que dice el informe, Pericles había regresado recientemente y no lo habían molestado, lo dejaron que se ambientara, le permitieron que paseara y se mostrara por las calles, que visitará quizás a sus familiares, compañeros y relacionados, que empezara a sentirse confiado. Entonces, sin previo aviso, lo metieron tres días preso y después lo soltaron sin acusarlo ni interrogarlo, pero sin dejar más adelante de hostigarlo y vigilarlo permanentemente.


Poco tiempo después volvería a la prisión con la mayoría de los dirigentes del partido y allí permanecería hasta el año 1949. Después lo indultaron, lo liberaran, la bestia empezó a jugar con él al juego del gato y el ratón, que no presagiaba nada bueno. Pericles vivió en zozobra, en permanente zozobra, hasta que logró asilarse en la embajada mexicana en 1950 y salir después hacia Cuba. Se estableció en 1951 en Guatemala, al servicio del gobierno progresista de Jacobo Árbenz, que fue derrocado por la CIA en 1954. El exiliado Pericles cruzó la frontera, optó por reexiliarse en México


Freddy Valdez constituye un caso aparte. Él fue otro de los muchos que ingresaron a la cárcel en 1947 y en la cárcel permanecería hasta 1950. La cárcel de la fortaleza de San Francisco de Macorís. Entonces la bestia le ofreció el indulto a cambio de que firmara una carta de gratitud, de sumisión al régimen, pero Freddy Valdez era un temerario, un hombre de valor suicida. Dijo que sólo usaría su mano para escribir o disparar contra la bestia y firmó su sentencia de muerte. Dicen que la bestia ordenó que le descoyuntaran las manos, que le infligieran toda clase de torturas antes de colgarlo en el patio de la fortaleza el día 27 de enero de 1950.


En ese mismo año se produjo la desaparición, el rapto y asesinato de Mauricio Báez en La Habana.



(Historia criminal del trujillato [106])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.                Gabriel Atilio, “Los comienzos de la lucha política de clases en la República Dominicana” (https://www.marxist.com/republica-dominicana-origenes-socialismo.htm).                                   

Roberto Cassá, “Movimiento Obrero y Lucha Socialista en Republica Dominicana”.                                   

Bernardo Vega, “Un interludio de tolerancia”.                                              José Abigail Cruz Infante, “Un líder sindical asesinado” (https://listindiario.com/puntos-de-vista/2008/09/21/74536/un-lider-sindical-asesinado)

Miguel Aponte, “A los 72 AÑOS DEL VIL ASESINATO DEL FUNDADOR DEL PARTIDO SOCIALISTA POPULAR (PSP) DE REPÚBLICA DOMINICANA” (https://nuevoperiodismord.com/a-72-anos-del-vil-asesinato-del-fundador-del-partido-socialista-popular-psp-de-republica-dominicana/)


1 comentario:

  1. wao... que manera de volver a ver la historia. Con nombres y apellidos. Hice, hace ya muchos años una investigación la cual culminó con una obra teatral que se llamó "Mi Primera Manifestación" en la que el protagonistas fue Mauricio Báez. ¿Qué dentro de este relato que hace significó la primera huelga? ¿Cuál es su enfoque de ese acontecimiento?
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