Pedro Conde Sturla
15 septiembre, 2023
Pedro Conde Sturla
15 septiembre, 2023
Pedro Conde Sturla
26 mayo, 2023
El espíritu de aventura y la reciedumbre e idealismo que animaban a aquel grupo de hombres que se jugaban todo lo que tenían por el amor a la libertad es algo tan admirable como excepcional. Después de aterrizar –casi por milagro, al cabo de un azaroso viaje–, en el aeropuerto de Puerto Barrios, emprendieron un largo viaje en lancha hacia el lago Izabal, de donde partirían por fin a Santo Domingo.
Pedro Conde Sturla
Genovevo Pérez Damera, Jefe del estado mayor del ejercito de Cuba. |
La expedición de Cayo Confites, a pesar de todos los problemas que confrontaba, no fracasaría a causa de sus conflictos internos sino por culpa de una nefasta confluencia de factores externos. El imperio y la bestia, cada uno por su lado, conspiraban desde el principio contra el movimiento, movían todos los hilos, los infinitos recursos de que disponían para malograrlo, provocar un aborto, la disolución del mas grande y mejor equipado y entrenado ejército que alguna vez se organizó contra el régimen de la bestia, y terminaron saliéndose con la suya.
Pedro Conde Sturla
4 noviembre, 2022
Juancito Rodríguez y su esposa acompañados por un sonriente Mauricio Báez. La Habana, Cuba, década de1940. |
Juancito Rodríguez llegó a ser uno de los hombres más ricos del país, si acaso no el más rico. Dicen que llegó a tener mas de diez mil o quince mil cabezas de ganado, que los cerdos y las gallinas eran incontables, que tenía más de doce mil tareas sembradas de cacao y otras miles sembradas de café y otros productos agrícolas. Dicen que su finca, o más bien fincas, eran de las las mejores del área del Caribe. Dicen que producía millones de plátanos y guineos y víveres de todo tipo, que podía abastecer a toda la capital y que poseía una de las más acreditadas, quizás la más acreditada traba de gallos de lidia, finos caballos, una o varias cuadras de caballos de raza y paso fino, buenas casas, todo tipo de bienes a granel y mucho dinero…
Pedro Conde Sturla
11 noviembre, 2022
El camión lo asaltaron. Yo no tengo nada que ver, ninguno de nosotros tiene nada que ver. Nos encañonaron y nos dejaron amarrados en el suelo, nos patearon cuando estábamos en el suelo, eso es todo lo que sé. Nos dijeron que no intentáramos desamarrarnos, que ni siquiera intentáramos respirar y en eso llegaron ustedes. Llegaron los policías y nos cayeron a culatazos. Estábamos amordazados y amarrados por la espalda y nos cayeron a culatazos.
(63-100)
Pedro Conde Sturla
Índice:
La bestia sigue a caballo (1)
La bestia sigue a caballo (2)
Los inmigrantes
Meditaciones morales (1)
Meditaciones morales (2)
El círculo del poder (1)
El círculo del poder (2): El ascenso de Paulino
El círculo del poder (3): El ascenso de Paulino
El círculo del poder (4): El ascenso de Paulino
El círculo del poder (5): El derrumbe de Paulino
El círculo del poder (6): el derrumbe de Paulino
El círculo del poder (7): Vicisitudes y venturas de Paulino
El círculo del poder (8): La danza de los favoritos
El círculo del poder (9): La danza de los favoritos
El círculo del poder (10): La danza de los favoritos
El círculo del poder (11): La danza de los favoritos
El círculo del poder (12): La danza de los favoritos
El círculo del poder (13): La danza de los favoritos
El encanto indiscreto de Manuel de Moya Alonso (1)
El encanto indiscreto de Manuel de Moya Alonso (2 de 2)
Un monstruo llamado Bernardino.
Bernardino y Bernardina (1).
Bernardino y Bernardina (2).
El otro Bernardino.
La venganza de los Bernardino (1).
La venganza de los Bernardino (2)
La venganza de los Bernardino (3 de 3)
El monstruo en su madriguera (1)
El monstruo en su madriguera (2 de 2)
RUBIROSA (1–11)
La bestia sigue a caballo (1)
Pedro Conde Sturla
15 octubre, 2021
El día 15 de noviembre de 1940 quedó registrado en la historiografía trujilloniana como uno de los más grandes acontecimientos de la historia patria. En ese magna fecha se anunció la creación de un nuevo partido político que al parecer correspondía al más auténtico clamor de la nación dominicana: el Partido Trujillista.
Pedro Conde Sturla
28 octubre, 2022
Alguien dijo en alguna ocasión (quizás un poeta francés que debería recordar y no recuerdo), que hay seres que solo viven por la poesía, por la revolución y el amor. Gente que inspira y enseña, a veces sin proponérselo. Gente que ama los libros y las palabras y convierte una caminata, un paseo entre ruinas y marismas, en una cátedra de vida. Gente como él, gente como don Heriberto.
Pedro Conde Sturla
21 octubre, 2022
Sólo cuando visité el monumento a los héroes —enmohecido y desgajado por la incuria—, tuve plena conciencia de haber regresado. Entonces empecé a ver las cosas de la manera en que don Heriberto nos enseñó a ver las cosas, el significado de las cosas. Con un dejo de nostalgia recorrí los lugares donde solíamos reunirnos y pensé en él tristemente. En este pueblo nació don Heriberto, aquí nacieron sus padres y sus abuelos, nació su hijo único, el hijo que le mataron. Tenía raíces profundas en el lugar y muchas cicatrices en el alma.
Pedro Conde Sturla
14 octubre, 2022
oh despojos apenas
ingrato
viejo error…
sales para cultivar el verdín de la muerte
despojos despojos
Doradas Cenizas del fénix.
La gente ya ni recuerda que alguna vez era apenas un caserío que llamaban Las Cañitas, un paraje remoto en la arbolada geografía, encajonado al fondo, a un costado de la bahía: esa alucinación de aguas verdes y blancas y azules, ese tenaz deslumbramiento.
(Diálogo)
Alfredo Conde Pausas
[Pocos años antes de la segunda guerra mundial, la bahía de Samaná era visitada por buques de la marina de guerra alemana. Durante su estadía, los jóvenes marinos germanos, tripulando veloces lanchas de motor, desde la salida hasta la puesta del sol recorrían incansablemente toda la superficie de la bahía, sondeando sus profundidades; y bordeaban palmo a palmo todos los festones de la accidentada costa para reunir los datos tendientes al levantamiento de los planos y mapas que pudieran servirles en caso de guerra.
Pedro Conde Sturla
27 mayo, 2022
El nombre de Felix W. Bernardino, alias Buchilai, es algo que la gente del Este de cierta edad todavía recuerda con espanto. Mencionar a Buchilai —un apodo de carnicero— era como mencionar al diablo y verlo venir al mismo tiempo. La presencia de Buchilai en El Seibo y sus alrededores era tal vez más agobiante que la de Petán en Bonao. Es posible que —en comparación con Buchilai— para muchas personas Petán Trujillo podía parecer un angelito. Ni siquiera los Cocuyos de la Cordillera, la organización paramilitar que ideó Petán para combatir a los guerrilleros del 14 y 20 de junio tuvieron tan mala fama como los Jinetes del Este de Bernardino. Petán era por lo menos un abusador, y de seguro era capaz de matar o de mandar a matar y había matado, pero no era un asesino compulsivo como Buchilai, un torturador, un sádico, cuyo nombre todavía produce escalofríos. Y además tuvo, desdichadamente, mucho mejor suerte que Petán. Muy buena suerte.
La gente me contaba que lo veía con cierta frecuencia bebiendo tragos dentro de una jaula de pájaros que había construido alrededor de un árbol, una jaula grande que arropaba el árbol y que al parecer era su sitio favorito para tomarse sus tragos. Allí permanecía durante horas, dentro de aquella jaula enorme, y a veces durante días soñando con la novia de quince años que había dejado en Arenzano. Era una jaula de tela metálica hexagonal, lo que llamábamos entonces alambre de gallinero, que había fabricado él solito cuando todavía tenía fuerzas y de la cual no volvió a salir desde la última vez que su mujer se fue para siempre, dejando el rancho con todas las puertas y las ventanas abiertas. A él no pareció importarle cuando la vió partir con sus baúles repletos de ropa francesa y un montón de cachivaches que nunca había desempacado. Ni siquiera le dijo adiós cuando ella lo miró para despedirse con aquella expresión de tristeza y reproche que tanto le conocía. Pensó que volvería como otras veces al cabo de pocos meses de haberse ido para siempre y no le dió mayor importancia. Pero ella no volvería. Se había cansado de volver.
La gente me contaba que lo veía con cierta frecuencia bebiendo tragos dentro de una jaula de pájaros que había construido alrededor de un árbol, una jaula grande que arropaba el árbol y que al parecer era su sitio favorito para tomarse sus tragos. Allí permanecía durante horas, dentro de aquella jaula enorme, y a veces durante días soñando con la novia de quince años que había dejado en Arenzano. Era una jaula de tela metálica hexagonal, lo que llamábamos entonces alambre de gallinero, que había fabricado él solito cuando todavía tenía fuerzas y de la cual no volvió a salir desde la última vez que su mujer se fue para siempre, dejando el rancho con todas las puertas y las ventanas abiertas. A él no pareció importarle cuando la vió partir con sus baúles repletos de ropa francesa y un montón de cachivaches que nunca había desempacado. Ni siquiera le dijo adiós cuando ella lo miró para despedirse con aquella expresión de tristeza y reproche que tanto le conocía. Pensó que volvería como otras veces al cabo de pocos meses de haberse ido para siempre y no le dió mayor importancia. Pero ella no volvería. Se había cansado de volver.
Pedro Conde sturla
9 julio, 2021
Otra vez el espejo ha vuelto a moverse, lo he sentido a mis espaldas, he sentido su aliento, el aliento fétido de su alma podrida, su respiración rota, su respiración ronca y pausada, el olor que invade la habitación, casi toda la casa, sus mínimos intersticios. Y percibí el ademán que parecía amenazante.
Translation, Short storyComment
This year marks the 60 anniversary of the assassination of Dominican dictator Rafael Leónidas Trujillo. It also marks the end of his brutal thirty-year regime (1930-1961). In commemoration of this important event, Esendom is publishing an English translation of a short story by Pedro Conde Sturla which he dedicated to the poet Ramón Tejera Rosas. The original in Spanish appears in the short story collection Los ritos ancestrales (2018). This short story also appeared in the online literary portal Letralia. This short story was translated with permission from the author.
The backdrop of “This Afternoon I Saw the Rain” (Esta tarde vi llover) is the Trujillio dictatorship itself. The short story takes its title from a popular bolero by Mexican lyricist Armando Manzanero. Like a bolero song, this allegorical snapshot of youth and everyday life under an oppressive regime fills the room with a slow-tempo melody. The music here is personal, open to interpretation. The story could easily be construed either as a meditation on teenage love, friendship and youthful mischief; or simply put, as a tender love letter full of heartbreak, nostalgia and good memories.
All throughout, rainfall plays a central role, a trope that pieces together the chronology of events as the past becomes a footnote of hurt and joy and at times, a meditation of the changing of the seasons.
Read the short story in Spanish
This Afternoon I Saw the Rain by Pedro Conde Sturla
Translated by Amaury Rodriguez
I hardly remember having loved you. I hardly remember having loved you at all now that you carefully slip away from me now. That curling braided, yellow hair and the distant, whimsical smile. The black pupil in your eyes. That spark that lights the fire of nostalgia. The bonfire that sculpts and draws— and in the words of the poet— the smoke of your face.
Those were unfortunate rainy days. At that time of teenage rain, the dim light evenings bloomed in your braids like a sweet twisted rose. In those days, it hardly rained but I remember that I loved you, and I remember that, just like me, you loved rainy days; those delinquent and cordial days that in the smooth contour of things acquire a double presence in the water, and the air of the city feels dense, full of poetry.
In those days, there was an element of magic in the rainy city, a mysterious aura. The melancholic rain falling softly on the gentle April sunsets and the end of May. There was a contrast between the mournful mist, and the charm of the Venezuelan Oak trees in Bolivar Avenue, their colors brilliantly exploding in unison.
After May, there was, above all, in that bucolic and deceptively peaceful setting, a violent contrast with an almost sinister touch. The reserved air of certain luxury houses with shut windows, closed doors and large houses locked as though they were empty. There was a dense harrowing impression: The Terror. A metaphor: A metaphor of terror that pervaded the most intimate spaces. The sharp edge of a cold terror that cut like ice. Terror meant curfew, martial law and persecution. Terror. The soldiers of the dying regime knocking down doors and windows; arresting opponents, inflicting torture and carrying out summary executions. And after May, Terror laying on its deathbed.
And then it seemed like the world had suddenly gone mad, suddenly rejecting us with a brutality that we had not anticipated. There it was. The shrapnel and the gloomy night movement of state security forces…the barking of dogs.
From that time, I still preserve in my mind a tragic image of our farewell at the airport. In this image, your mother’s mourning arm is wrapping you. The mourning of your mother is wrapping you; your mother’s weep. Your big, red eyes. Glacial and empty eyes. Just a simple goodbye between teenagers. One of those episodes that, in all truth, mean nothing and yet, the mind records it for the future. And one day this image returns again and again when one is awake. And the image stays in one’s mind like a repeating loop during sleep.
Many years later, I went back to see you during a short trip when we almost were not friends. When we had almost forgotten one another. Our encounter turned out to be the opposite of a reunion. Sometimes, geographic distance and losing touch with one another— and even life itself— can lead to terrible things like this. Oftentimes, the abyss of time turns friends and lovers into strangers. By then, the echo of our platonic romance and our conversations in the living room of your house in Cervantes Street was an old memory. History. Our relationship was always confined to that abandoned space that is now for sale. The smoke in your face was as absent. We had nothing to say to one another except for trivial things.
You were no longer the girl with braids and you will never be again. I saw bitterness in your smile. Gone was the brightness of another era; the spark that ignited your words: I hear a disenchanted voice, a sad voice. Apart from some details, for someone who had not met you in your vast splendor, you looked the same. Not the same as before. More like autumn. Slightly faded. Fate was unkind to you and it turned your carmine-like face into a mask of loneliness, anointed with solitude. Perhaps these are the traces of an incurable love.
Now I'm back to see you again and you're not. Just thirty years have passed and you are not and will never be forever. Now that I see you so lost in the spaces of a sordid death, I think of those April days, I think of the rain; the memorable rain of our youth. I think of those meek April sunsets and all the times we swear that at sunset, just like the fall of life, we would see the rain falling from the windows of your house.
—
Pedro Conde Sturla (b.1945, Dominican Republic).—Pedro Conde Sturla is a literary critic and short story writer. He is an emeritus professor of the Universidad Autónoma de Santo Domingo (Autonomous University of Santo Domingo) and a former member of the Partido Socialista Popular (Socialist People’s Party), forerunner to the Dominican Communist Party. A sharp social critic, Sturla combines elements of satire, comedy and tragedy and at times, the absurd in his work. Sturla explores themes of social conflict and conservative, ideological reproduction. He is the author of Antología informal (1970), Notas sobre el «Enriquillo» (1978), «El chivo» de Vargas Llosa: una lectura política (2000), Los Cocodrilos (1984) Los Cuentos negros (2004) and Uno de estos días de abril (2014), a short historical novel on the 1965 revolution in the Dominican Republic. His latest book is the short story collection Los ritos ancestrales (2018).
A manera de introducción
Harold Priego en compañía de dibujantes publicitarios |
El catalán dijo que eran las once y media y no habíamos vendido ni una escoba. Eso quería decir —por lo menos en catalán—, que el negocio andaba mal. Y en términos publicitarios significaba que no habíamos parido ni una idea. La agencia publicitaria para la que trabajábamos se había comprometido a presentar para ese mismo día una campaña a uno de sus principales clientes y no habíamos vendido ni una escoba.
Harold Priego |
Algún tiempo más tarde, una despampanante delegación encabezada por la hermosa Jocelynda y otras ejecutivas hizo acto de presencia en el departamento de creatividad para darnos las condolencias. La verdad es que todos estábamos sinceramente condolidos y nos condolenciábamos