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26/11/21

HISTORIA CRIMINAL DEL TRUJILLATO (tercera parte)

(61-100)

Pedro Conde Sturla

Índice:
La bestia sigue a caballo (1)
La bestia sigue a caballo (2)
Los inmigrantes 
Meditaciones morales (1)
Meditaciones morales (2)
El círculo del poder (1)
El círculo del poder (2): El ascenso de Paulino
El círculo del poder (3): El ascenso de Paulino
El círculo del poder (4): El ascenso de Paulino
El círculo del poder (5): El derrumbe de Paulino
El círculo del poder (6): el derrumbe de Paulino
El círculo del poder (7): Vicisitudes y venturas de Paulino
El círculo del poder (8): La danza de los favoritos    
El círculo del poder (9): La danza de los favoritos
El círculo del poder (10): La danza de los favoritos 
El círculo del poder (11): la danza de los favoritos y la casa del cerro
El círculo del poder (12):La danza de los favoritos y la casa del cerro
El círculo del poder (13): La caída de Don Cucho y otros favoritos

La bestia sigue a caballo (1)

Pedro Conde Sturla

15 octubre, 2021


El día 15 de noviembre de 1940 quedó registrado en la historiografía trujilloniana como uno de los más grandes acontecimientos de la historia patria. En ese magna fecha se anunció la creación de un nuevo partido político que al parecer correspondía al más auténtico clamor de la nación dominicana: el Partido Trujillista.

6/11/21

51, 52 y 53

Pedro Conde Sturla

18 enero, 2017


En el pase de lista de aquel segundo teórico de la Escuela Normal de Varones Presidente Trujillo, los números 51, 52 y 53 correspondían a Federico Jovine Bermúdez, al autor de estas notas y a Miguel Guerrero, el mismo que escribe en las páginas de opinión de El Caribe todos los días y fiestas de guardar. El orden numérico era tan estricto que a cada alumno se le asignaba un pupitre en base al mismo, empezando por la primera hilera, y muchos de nosotros no nos conocíamos y no nos conocimos más que por el número, algo tan impersonal como el uniforme de caqui sin el cual no podíamos ni siquiera asomarnos a la puerta de entrada.

29/10/21

La embriaguez


 




Vivir en una burbuja


 

La revolución de la edad de piedra

Mucha gente no entiende la ironía ni el 
sarcasmo y ni siquiera la escritura, hay una
enorme cantidad de analfabetos funcionales, los maestros están graduados en docta
ignorancia y los estudiantes llegan a la
universidad sin saber leer con propiedad, son
ágrafos, no entienden la letra escrita y no
tienen más que una idea elemental del
mundo en que viven. Todo por culpa de
nuestro fatídico sistema educativo y el
teléfono celular que los convierte en zombis.
Parecería que todo forma parte de un
proyecto para reducirnos a la edad de piedra
mental. La gran revolución tecnológica y
científica de nuestra era conduce a la edad de
piedra.
pcs 

12/9/21

La voz profunda del arte

Pedro Conde Sturla 

Creo que el arte y la historia se relacionan y se complementan armónicamente a través de los siglos. Nada vive fuera de la historia, ni siquiera la historia misma. Y el arte, fuera del contexto histórico, carece de significado, carece de asidero.

Lo que me pregunto es si el arte es. O si más bien ha sido y sigue siendo muchas cosas. Un sistema complejo de producción social de sentido desde la época de las cavernas, un ritual mágico, un instrumento de transformación social o tal vez algo "completamente inútil" como decía hipócritamente Oscar Wilde... 


En la finalidad del arte nunca he creído. El arte, en cuanto arte, no tiene deberes. Se lo impone un sistema de clases o se lo propone cada artista a su manera.


Lo cierto, lo que me parece innegable es que el arte, como dice Walter Binni de la poesía, “no es una flor que adorna y conforta la prosaica casa de los hombres, sino una voz profunda de sus problemas totales”. 


El hombre primitivo no sólo necesitaba pieles. Las pinturas rupestres, el bisonte herido y los cazadores de la cueva de Altamira dicen que tenía necesidad del arte para conseguir pieles y carne.


4/9/21

Jaula de pájaros 1-2)

 Pedro Conde Sturla 


(1)

La gente me contaba que lo veía con cierta frecuencia bebiendo tragos dentro de una jaula de pájaros que había construido alrededor de un árbol, una jaula grande que arropaba el árbol y que al parecer era su sitio favorito para tomarse sus tragos. Allí permanecía durante horas, dentro de aquella jaula enorme, y a veces durante días soñando con la novia de quince años que había dejado en Arenzano. Era una jaula de tela metálica hexagonal, lo que llamábamos entonces alambre de gallinero, que había fabricado él solito cuando todavía tenía fuerzas y de la cual no volvió a salir desde la última vez que su mujer se fue para siempre, dejando el rancho con todas las puertas y las ventanas abiertas. A él no pareció importarle cuando la vió partir con sus baúles repletos de ropa francesa y un montón de cachivaches que nunca había desempacado. Ni siquiera le dijo adiós cuando ella lo miró para despedirse con aquella expresión de tristeza y reproche que tanto le conocía. Pensó que volvería como otras veces al cabo de pocos meses de haberse ido para siempre y no le dió mayor importancia. Pero ella no volvería. Se había cansado de volver.

Jaula de pájaros (2 de 2)

Pedro Conde Sturla

3 septiembre, 2021

La vida era un espacio vacío entre dos tragos. Era, como quien dice, un quedarse mirando la sabana todo el día, viendo sin ver las cosas, sumergido en su mundo de fantasmas cordiales y borrachos. Algo así como un limbo, un trasoñar continuo. Un sueño y un trasueño.

27/8/21

Jaula de pájaros

Pedro Conde Sturla

27 agosto, 2021

La gente me contaba que lo veía con cierta frecuencia bebiendo tragos dentro de una jaula de pájaros que había construido alrededor de un árbol, una jaula grande que arropaba el árbol y que al parecer era su sitio favorito para tomarse sus tragos. Allí permanecía durante horas, dentro de aquella jaula enorme, y a veces durante días soñando con la novia de quince años que había dejado en Arenzano. Era una jaula de tela metálica hexagonal, lo que llamábamos entonces alambre de gallinero, que había fabricado él solito cuando todavía tenía fuerzas y de la cual no volvió a salir desde la última vez que su mujer se fue para siempre, dejando el rancho con todas las puertas y las ventanas abiertas. A él no pareció importarle cuando la vió partir con sus baúles repletos de ropa francesa y un montón de cachivaches que nunca había desempacado. Ni siquiera le dijo adiós cuando ella lo miró para despedirse con aquella expresión de tristeza y reproche que tanto le conocía. Pensó que volvería como otras veces al cabo de pocos meses de haberse ido para siempre y no le dió mayor importancia. Pero ella no volvería. Se había cansado de volver.

10/7/21

Otra vez el espejo

Pedro Conde sturla

9 julio, 2021



Otra vez el espejo ha vuelto a moverse, lo he sentido a mis espaldas, he sentido su aliento, el aliento fétido de su alma podrida, su respiración rota, su respiración ronca y pausada, el olor que invade la habitación, casi toda la casa, sus mínimos intersticios. Y percibí el ademán que parecía amenazante.

12/6/21

Agua difunta

Pedro Conde Sturla
14-06-2021 00:03
Galería de los espejos del palacio de Versalles.
Almanzor Armando el Boteich, el conocido erudito y poliglómata entrebajeño, me advirtió muchas veces que no pasara frente a un espejo, que no me acercara ni siquiera a un metro de distancia, ni siquiera por detrás, y que tuviera cuidado con el agua que se escapaba por debajo. El agua difunta del espejo, como le llamó el poeta Víctor Villegas. Nuestro poeta Villegas. El caballero. No el prosaico español de mala fama.

30/5/21

Imaginario del 30 de nunca

Pedro Conde Sturla

La bestia había salido, como de costumbre, a pasear por el Malecón en compañía de sus fieles. Esa noche lo acompañaban, de acuerdo a informes dignos de crédito,   Miguel Ángel Báez Díaz, Arturo Espaillat, Rafael Paíno Pichardo, Jhonny Abbes García, Luis Rafael Trujilllo (Nene), Augusto Peignand Cestero, el general José René Román Fernández (Pupo), jefe de las Fuerzas Armadas, y su edecán militar, el coronel Marcos Jorge Moreno. Al grupo se uniría después Virgilio Álvarez Pina (alias Cucho). Un selecto grupo de sus mejores hombres, entre los que no faltaban matarifes, torturadores, aduladores, sicofantes…

22/5/21

This Afternoon I Saw the Rain

TranslationShort storyComment

This year marks the 60 anniversary of the assassination of Dominican dictator Rafael Leónidas Trujillo. It also marks the end of his brutal thirty-year regime (1930-1961). In commemoration of this important event, Esendom is publishing an English translation of a short story by Pedro Conde Sturla which he dedicated to the poet Ramón Tejera Rosas. The original in Spanish appears in the short story collection Los ritos ancestrales (2018). This short story also appeared in the online literary portal Letralia. This short story was translated with permission from the author.

The backdrop of “This Afternoon I Saw the Rain” (Esta tarde vi llover) is the Trujillio dictatorship itself. The short story takes its title from a popular bolero by Mexican lyricist Armando Manzanero. Like a bolero song, this allegorical snapshot of youth and everyday life under an oppressive regime fills the room with a slow-tempo melody. The music here is personal, open to interpretation. The story could easily be construed either as a meditation on teenage love, friendship and youthful mischief; or simply put, as a tender love letter full of heartbreak, nostalgia and good memories. 

 All throughout, rainfall plays a central role, a trope that pieces together the chronology of events as the past becomes a footnote of hurt and joy and at times, a meditation of the changing of the seasons. 

Read the short story in Spanish


Mochoxita/Esendom

This Afternoon I Saw the Rain by Pedro Conde Sturla

Translated by Amaury Rodriguez

I hardly remember having loved you. I hardly remember having loved you at all now that you carefully slip away from me now. That curling braided, yellow hair and the distant, whimsical smile. The black pupil in your eyes. That spark that lights the fire of nostalgia. The bonfire that sculpts and draws— and in the words of the poet— the smoke of your face.

Those were unfortunate rainy days. At that time of teenage rain, the dim light evenings bloomed in your braids like a sweet twisted rose. In those days, it hardly rained but I remember that I loved you, and I remember that, just like me, you loved rainy days; those delinquent and cordial days that in the smooth contour of things acquire a double presence in the water, and the air of the city feels dense, full of poetry.

In those days, there was an element of magic in the rainy city, a mysterious aura. The melancholic rain falling softly on the gentle April sunsets and the end of May. There was a contrast between the mournful mist, and the charm of the Venezuelan Oak trees in Bolivar Avenue, their colors brilliantly exploding in unison.

After May, there was, above all, in that bucolic and deceptively peaceful setting, a violent contrast with an almost sinister touch. The reserved air of certain luxury houses with shut windows, closed doors and large houses locked as though they were empty. There was a dense harrowing impression: The Terror. A metaphor: A metaphor of terror that pervaded the most intimate spaces. The sharp edge of a cold terror that cut like ice. Terror meant curfew, martial law and persecution. Terror. The soldiers of the dying regime knocking down doors and windows; arresting opponents, inflicting torture and carrying out summary executions. And after May, Terror laying on its deathbed.

And then it seemed like the world had suddenly gone mad, suddenly rejecting us with a brutality that we had not anticipated. There it was. The shrapnel and the gloomy night movement of state security forces…the barking of dogs.

From that time, I still preserve in my mind a tragic image of our farewell at the airport. In this image, your mother’s mourning arm is wrapping you. The mourning of your mother is wrapping you; your mother’s weep. Your big, red eyes. Glacial and empty eyes. Just a simple goodbye between teenagers. One of those episodes that, in all truth, mean nothing and yet, the mind records it for the future. And one day this image returns again and again when one is awake. And the image stays in one’s mind like a repeating loop during sleep.

Many years later, I went back to see you during a short trip when we almost were not friends. When we had almost forgotten one another. Our encounter turned out to be the opposite of a reunion. Sometimes, geographic distance and losing touch with one another— and even life itself— can lead to terrible things like this. Oftentimes, the abyss of time turns friends and lovers into strangers. By then, the echo of our platonic romance and our conversations in the living room of your house in Cervantes Street was an old memory. History. Our relationship was always confined to that abandoned space that is now for sale. The smoke in your face was as absent. We had nothing to say to one another except for trivial things.

You were no longer the girl with braids and you will never be again. I saw bitterness in your smile. Gone was the brightness of another era; the spark that ignited your words: I hear a disenchanted voice, a sad voice. Apart from some details, for someone who had not met you in your vast splendor, you looked the same. Not the same as before. More like autumn. Slightly faded. Fate was unkind to you and it turned your carmine-like face into a mask of loneliness, anointed with solitude. Perhaps these are the traces of an incurable love.

Now I'm back to see you again and you're not. Just thirty years have passed and you are not and will never be forever. Now that I see you so lost in the spaces of a sordid death, I think of those April days, I think of the rain; the memorable rain of our youth. I think of those meek April sunsets and all the times we swear that at sunset, just like the fall of life, we would see the rain falling from the windows of your house.

Pedro Conde Sturla (b.1945, Dominican Republic).—Pedro Conde Sturla is a literary critic and short story writer. He is an emeritus professor of the Universidad Autónoma de Santo Domingo (Autonomous University of Santo Domingo) and a former member of the Partido Socialista Popular (Socialist People’s Party), forerunner to the Dominican Communist Party. A sharp social critic, Sturla combines elements of satire, comedy and tragedy and at times, the absurd in his work. Sturla explores themes of social conflict and conservative, ideological reproduction. He is the author of Antología informal (1970), Notas sobre el «Enriquillo» (1978), «El chivo» de Vargas Llosa: una lectura política (2000), Los Cocodrilos (1984) Los Cuentos negros (2004) and Uno de estos días de abril (2014), a short historical novel on the 1965 revolution in the Dominican Republic. His latest book is the short story collection Los ritos ancestrales (2018).

3/5/21

La agencia (1-7) Serie completa

A manera de introducción 

Yo entonces trabajaba como creativo o copywriter en una agencia publicitaria en compañía de un dibujante y caricaturista, hoy famoso, y de un inventivo catalán de apellido paterno licencioso que no debo mencionar. Era época de elecciones como ahora y como casi siempre y los partidos políticos proliferaban como ratas. Un día, un prohombre del Partido Reformista, un fulano de los que mucho abundan en ese partido, patentizó un movimiento de 
apoyo y homenaje al caudillo de ese partido, que bautizó con 
el honroso nombre de “Lo que  diga Balaguer”. La creación hacía honor al creador y al creado.  
Yo andaba un poco aburrido en esos días y sólo por divertirme propuse a mis compañeros de trabajo una campaña para publicitar el glorioso movimiento. La idea contemplaba un  logotipo con la imagen del prohombre en pelotas y en posición cuadrúpeda, con el trasero mirando hacia el público y el equipo colgante pintado de rojo, a manera de adorno de arbolito navideño. En el titular, tan glorioso como el movimiento que había fundado, debía leerse: YUCA, BATATA FULANlTO EN CUATRO PATAS. Abajo, a la derecha, aparecería una simbólica cajita de vaselina sin marca, como logotipo del movimiento, y más abajo, al calce: LO QUE DIGA BALAGUER. No sé por qué el dibujante y el catalán desestimaron la idea. De hecho se hicieron cruces como espantando al demonio. Yo, en cambio, entendía que el 
prohombre se hubiera sentido orgulloso al ver su imagen en cuatro patas en un  afiche a todo color. Total, era esa la forma en que se ganaba la vida.

pcs, 12 de septiembre de 2007
https://acento.com.do/opinion/la-agencia-8923068.html

La agencia

Tres genios de la publicidad y no pueden con una campañita. ¡Qué desperdicio de dinero!

</strong>
Harold Priego en compañía de dibujantes publicitarios 

El catalán dijo que eran las once y media y no habíamos vendido ni una escoba. Eso quería decir —por lo menos en catalán—, que el negocio andaba mal. Y en términos publicitarios significaba que no habíamos parido ni una idea. La agencia publicitaria para la que trabajábamos se había comprometido a presentar para ese mismo día una campaña a uno de sus principales clientes y no habíamos vendido ni una escoba.

24/4/21

La agencia (6)

Pedro Conde Sturla

La agencia (6)

Mi marido está preso por un asunto de drogas y nos cerraron el prostíbulo...

Harold Priego

Algún tiempo más tarde, una despampanante delegación encabezada por la hermosa Jocelynda y otras ejecutivas hizo acto de presencia en el departamento de creatividad para darnos las condolencias. La verdad es que todos estábamos sinceramente condolidos y nos condolenciábamos recíprocamente los unos a los otros para aliviar la frustración.

16/4/21

La agencia (5)

La agencia (5)

Los médicos —según se dice y se sabe— mandan sus errores al cementerio, los abogados los mandan a la cárcel y  los publicistas a los diarios.

Harold Priego
Ver aHarold dibujando, y sobre todo dibujando y bromeando a la vez era un espectáculo, no sólo por la habilidad y facilidad con que creaba con unos pocos trazos las figuras y el ambiente del guión ilustrado de la campaña —el llamado

10/4/21

La agencia (4)

La agencia (4 )

Harold le preguntó a boca de jarro (o mejor dicho a boca de Harold) que por qué siempre compraba pantalones sin fundillos.

El licenciado presidente se marchó o fingió marcharse a eso de las nueve de la noche y nos dejó a cargo de la campaña de Sanadol, y a la media hora ya estaba de regreso. Había subido clandestinamente por el ascensor, abrió teatralmente de par en par las puertas del departamento de arte y se apareció con ropa de paisano, un suéter y un jeans que no le quedaban del todo bien, pero nadie le prestó mayor atención. Sin corbata ni saco, aunque con su misma cara de gendarme, su autoridad parecía disminuida y se veía más esmirriado y pequeño, casi indefenso, inofensivo, sólo aparentemente inofensivo.

27/3/21

La agencia (3)

La agencia (3)

Harold Priego era un excelente dibujante publicitario y hacía dibujos y caricaturas con una facilidad pasmosa, pero teníamos que asegurarnos de que no representara los personajes del storyboard con la apariencia de algún encopetado cliente o infiltrara algún detalle morboso.

Harold Priego
Harold Priego

En el departamento de arte se armó un molote —el acostumbrado molote- en cuanto subió la directora de tráfico a entregar al director la orden de trabajo correspondiente para dar inicio a la parte gráfica de la campaña de Sanadol: punto final al dolor.El departamento de arte ocupaba la mitad de un tercer piso y tenía un amplio ventanal por donde entraba la luz a raudales y se desparramaba alegremente sobre los dibujantes y las mesas de dibujo, pero cuando llegaba la directora de tráfico la mayoría de los dibujantes cambiaban de lugar, se iban al lado opuesto, se situaban a contraluz.

20/3/21

La agencia (2)

La agencia (2)

Los ojos de la colombiana se iluminaron, porque comprendió que el catalán había dado inconscientemente en el clavo.

Harold Priego

Al catalán se le cayó la mandíbula sobre el escritorio cuando vio el escobillón que había enviado el licenciado Biglietti. La colombiana, que estaba a punto de decir algo, se quedó con la palabra en la boca y estuvo a punto de tragársela, pero yo me quedé como quien dice frizado, en estado catatónico.

12/3/21

La agencia

La agencia

Tres genios de la publicidad y no pueden con una campañita. ¡Qué desperdicio de dinero!

</strong>
Harold Priego en compañía de dibujantes publicitarios 

El catalán dijo que eran las once y media y no habíamos vendido ni una escoba. Eso quería decir —por lo menos en catalán—, que el negocio andaba mal. Y en términos publicitarios significaba que no habíamos parido ni una idea. La agencia publicitaria para la que trabajábamos se había comprometido a presentar para ese mismo día una campaña a uno de sus principales clientes y no habíamos vendido ni una escoba.

El catalán se había aflojado el nudo de la corbata, que era su manera de desabotonarse la sesera y estimular la creatividad, pero no le dio resultado. Al cabo de un tiempo se quitó la corbata y se quitó también los zapatos y se puso la corbata en la cabeza, alrededor de la cabeza, con el nudo en la frente. Finalmente colocó ambas patotas sobre el escritorio y se reclinó plácidamente en su flamante sillón ejecutivo. Era un recurso extremo al que sólo acudía en casos graves, cuando la urgencia y la sequía de ideas lo ameritaba. Ya eran las once y media y no habíamos vendido ni una escoba

La creativa colombiana lo miraba con una mirada ambigua, entre aterrorizada y divertida. El licenciado presidente tenía poco sentido del humor: en cualquier momento podía hacer una de sus intempestivas visitas sorpresa y la escena no le habría parecido divertida, pero al catalán le daba tres pitos y mi me daba lo mismo que al catalán.

Era un catalán aplatanado de apellido sicalíptico. O mejor dicho, uno de esos apellidos que la gente malpensada tendía a retorcer por instinto y a convertir en algo pecaminoso, opuesto al mandato bíblico. Había llegado al país en plan de aventura, con el propósito de seguir viaje hacia Colombia o Brasil, internarse y perderse durante años en la inmensa jungla Amazónica, pero no pasó de Santo Domingo, sucumbió de inmediato al paisaje doméstico y se dedicó a la publicidad, a lo que sabía hacer desde antes de nacer. Se enamoró, se casó, se convirtió en padre, un padre de familia ejemplar que nunca colgaría los hábitos. Se dominicanizó, en fin de cuentas, se aplatanó, pero sin perder un ápice de su esencia catalana y su bizarro sentido del humor.

Allí estaba con sus patotas sobre el escritorio, exhibiendo una media de un color y otra de otro y en eso entró el licenciado Biglietti, que se quedó mirándolo estumefacto.

—¿Cómo va la campaña? —preguntó al cabo de un momento de indecisión.

Le dije que eran las once y media y no habíamos vendido ni una escoba.

El licenciado Biglietti sólo entendía el sentido literal de las cosas, cuando lo entendía, y paseó la vista por el departamento de creatividad buscando seguramente una escoba o algo que se le pareciera y luego me miró sorprendido. ¿De que escoba le estaba hablando?

La colombiana le dio o trató de darle una explicación en términos elementales, pero sólo consiguió que al licenciado se le confundieran más las ideas. No entendía que tenían que ver las escobas con la campaña publicitaria que teníamos pendiente y optó por marcharse casi enseguida. Pero dos minutos después sonó el teléfono del catalán. El licenciado presidente quería saber cómo iba la campaña y cuál era el problema que teníamos con las escobas en el departamento. El catalán mintió con toda la desfachatez de que era capaz y dijo que todo andaba viento en popa, y que en cuanto a las escobas ya habían barrido todo el piso y que sólo faltaba pasarle la aspiradora.

En ese momento entró Harold Priego, en representación del departamento de arte, y se echó a reír sin motivo aparente. De hecho, había intuido que el catalán le estaba metiendo un cuento a alguien y le pareció divertido.

En el departamento de arte estaban esperando la campaña para darle forma gráfica y todos estaban impacientes. Mientras más tarde empezaran, más tarde terminarían y esa noche tendrían y tendríamos probablemente que amanecer en la agencia.

—En que está la campaña —preguntó con su acostumbrada voz de trueno.

—La campaña no está —respondió el catalán—, simplemente no está.

Harold no dijo nada, se volvió para salir por donde había entrado, pero en el último momento preguntó que era lo que estaba pasando en el departamento con una escoba.

—Que son las once y media y todavía no hemos podido vender una escoba —dijo la colombiana con una media sonrisa dibujada en el rostro.

Harold se quedó perplejo y frunció el ceño. Entendió de inmediato que le estaban tomando el pelo y no quiso darse por aludido. Respondió con una frase sarcástica, una de sus típicas expresiones descarnadas y rudas.

—Tres genios de la publicidad y no pueden con una campañita. ¡Qué desperdicio de dinero!

En cuanto salió comenzó a cantar el brindis de La traviata, que se sabía un poco de memoria. Su estruendosa voz desentonada rompía los tímpanos, y los miembros del departamento de arte empezaron a protestar. Susy Gadea, la dibujante peruana, lo mandó por favor a callar, pero Harold no hizo caso y cuando acabó con el brindis de La traviata pasó a berrinchar el aria de El barbero de Sevilla. No entendía nada de lo que decía, pero lo decía con cierta corrección.

A mitad del concierto operístico la puerta del departamento de creatividad se abrió a todo lo ancho y apareció en el umbral la figura estatuaria del ejecutivo jumbo de la compañía, ejecutivo de cuentas o ejecutivo de cuentos, como le llamaba Harold a los ejecutivos.

El Jumbo era un tipo enorme, que alguna vez había sido un prospecto de las grandes ligas del béisbol, un tipo manso, apacible, pero del cual era prudente no estar muy cerca cuando perdía la paciencia.

De inmediato preguntó por la campaña y el asunto de las escobas y todos nos echamos a reír. Al Jumbo no le hizo gracia. Estaba preocupado por el retraso y dijo que le dolía la cabeza. El catalán le dijo que eso le pasaba por haber estado pensando más de un minuto seguido y el Jumbo lo miró torcido.

—Ustedes creen que son los únicos que piensan en esta compañía, pero tienen dos días tratando de armar una campaña y no dan pie con bola. ¿Qué es lo qué pasa?

—El problema es que no pasa nada —dijo la colombiana—, no se nos ocurre nada.

—Entonces —propuso el Jumbo— por qué no nos reunimos en el salón de conferencia.

—Eso sería peor —respondimos casi al unísono.

El tipo de reuniones que proponía el Jumbo tenía por propósito desatar lo que en publicidad se llama una tormenta de cerebros, pero la tormenta degeneraba casi siempre en una charla insulsa donde todos hablaban y nadie se escuchaba. Una pérdida de tiempo.

—Eso sería peor —repetimos casi al unísono.

El Jumbo tomó asiento y se quedó callado un largo rato. Dijo, apesadumbrado, que tendría que llamar al cliente, posponer la presentación de campaña, quedar mal. El catalán le dijo que todavía había tiempo, que sólo necesitábamos un slogan, un buen slogan, y después todo lo demás vendría por añadidura.

El Jumbo pareció convencido y decidió darnos el crédito de la duda, un poco de tiempo al tiempo. Después se incorporó lentamente y dio primero un paso, luego un segundo paso. Su enorme envergadura le impedía incorporarse súbitamente, necesitaba un par de metros para erguirse completamente, una especie de carreteo.

Se despidió en la puerta con una sonrisa amplia que equivalía a un voto de confianza y agachó la cabeza al salir para no golpearse con el dintel.

El catalán se puso serio, bien serio, dijo que teníamos que desabrocharnos el cerebro y ponerle punto final a esta vaina y los ojos de la colombiana se iluminaron. Estaba a punto de decir algo cuando se abrió de nuevo la puerta y apareció Ramoncito Lara. Era uno de los mensajeros internos y traía en la mano derecha un escobillón que entregó de inmediato a la colombiana. Luego dijo con cierto aire solemne:

—El licenciado Biglietti me dijo que trajera esa escoba al departamento de crastividá..

6/3/21

Patria


Pedro Conde Sturla

Pedro Mir, Manuel del Cabral, Juan Sánchez Lamouth,
 Franklin Mieses Burgos, Freddy Gatón Arce

Era una vez un país de verdad que era completamente imaginario. Los atardeceres se posaban en su lomo como un paisaje dulce y reposado y el sol tardaba siglos en ponerse. Los amaneceres eran tórridos, pateados, de una luminosidad fluvial, ensordecedora, y las montañas caían por los ríos, se despeñaban por los desfiladeros, corrían ríos amargos de azúcar y de alcohol.

28/2/21

Calle sin salida

Pedro Conde Sturla

Aquella suntuosa residencia en los alrededores de Puerta de Hierro tenía un encanto particular y nos sedujo al instante, sobre todo por su ubicación al final de esa arbolada y frondosa calle sin salida. Por eso no dejó de sorprendernos que el vendedor (tan aparentemente nervioso) estuviese  contento de desembarazarse de un inmueble de ese valor a  precio de vaca muerta. Se encontraba, eso sí, en un lugar retirado, prácticamente desolado, en las afueras de la ciudad, casi al lado del río Isabela, pero allí se respiraba aire puro y fresco a pleno pulmón y era un lugar apacible, extrañamente apacible en realidad.

27/2/21

Me dijeron que no entrara ahí, doctor

Pedro conde Sturla

26 febrero, 2021

Luis Buñuel, fotograma de El ángel exterminador (1962). 

Me dijeron que no entrara ahí, doctor, desde el primer día me lo dijeron. No me dieron explicación y ni siquiera me lo ordenaron ni me lo prohibieron, sólo me dijeron que no entrara ahí, que me abstuviera simplemente de entrar y de inmediato me dió curiosidad.