Pedro Conde Sturla
27 mayo, 2022
El nombre de Felix W. Bernardino, alias Buchilai, es algo que la gente del Este de cierta edad todavía recuerda con espanto. Mencionar a Buchilai —un apodo de carnicero— era como mencionar al diablo y verlo venir al mismo tiempo. La presencia de Buchilai en El Seibo y sus alrededores era tal vez más agobiante que la de Petán en Bonao. Es posible que —en comparación con Buchilai— para muchas personas Petán Trujillo podía parecer un angelito. Ni siquiera los Cocuyos de la Cordillera, la organización paramilitar que ideó Petán para combatir a los guerrilleros del 14 y 20 de junio tuvieron tan mala fama como los Jinetes del Este de Bernardino. Petán era por lo menos un abusador, y de seguro era capaz de matar o de mandar a matar y había matado, pero no era un asesino compulsivo como Buchilai, un torturador, un sádico, cuyo nombre todavía produce escalofríos. Y además tuvo, desdichadamente, mucho mejor suerte que Petán. Muy buena suerte.