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25/6/22

RUBIROSA (1–11)

(Serie completa)

Rubirosa (1)

Pedro Conde Sturla 

 

De izquierda a derecha Felix W.Bernardino, Trujillo, Manuel de Moya Alonzo, una persona no identificata y Porfirio Rubirosa 


Es difícil encontrar un personaje tan despreciable y repulsivo, tan inmoral y tan frívolo, y a la vez tan popular y admirado como Porfirio Rubirosa. Porfirio Rubirosa Ariza.

Rubirosa fue el más famoso cortesano de la era de la bestia, quizás el dominicano más vergonzosamente mencionado y glorificado de la historia. Quizás Porfirio Rubirosa, junto a Pedro Henríquez Ureña y Maximo Gómez (guardando, por supuesto, las insalvables diferencias), sean todavía hoy los dominicanos de mayor proyección internacional.


En Europa lo idolatraban, lo celebraban y lo celebran como el más grande play boy del siglo XX, como si fuera algo honroso, como si fuera admirable conquistar y desplumar mujeres ricas y además propinarles de vez en cuando golpizas. El hecho es que Rubirosa (o simplemente Rubí como le decían cariñosamente) aparecía en los noticieros, aparecía de refilón en algunas películas francesas, en las carreras de caballo y de autos, aparecía hasta en la ensalada. Los franceses bautizaron en honor a su miembro los grandes pimenteros de sus restaurantes de lujo con el nombre de Rubirosa, la prensa amarilla celebraba sus conquistas, celebraba al seductor irresistible, celebraba al jugador de polo, al piloto de carreras de autos, al hombre que según decía estaba demasiado ocupado para trabajar… Terminó convirtiendo al vulgar gigoló, al vulgar chulo, al infame prostituto, al detestable falócrata y vividor y maltratador y engañador de mujeres en una especie de modelo a seguir, en un personaje de culto.

De las bellaquerías que cometió en la misma Europa y de los asesinatos en que se vio envuelto al servicio de la bestia raramente se decía una palabra, si acaso se decía algo. Rubirosa estuvo involucrado en escándalos internacionales y en algunos de los peores crímenes que la bestia patrocinó en el extranjero, aparte de los que cometió por cuenta propia.

Por órdenes de la bestia, en el año de 1935 participó en la planificación y tentativa de asesinato del exiliado antitrujillista Ángel Morales, que vivía en Nueva York, y que culminó, por un azar del destino, con la muerte de Sergio Bencosme, hijo del hacendado Cipriano Bencosme, ultimado en 1930 por sicarios de la bestia. Sergio Bencosme se convertiría en la primera víctima de la bestia en el extranjero. El hombre que le quitó la vida era un primo de Porfirio, un desalmado gatillero llamado Chichí Rubirosa. Luis de la Fuente Rubirosa, alias Chichí.

Porfirio Rubirosa estuvo involucrado igualmente —junto a Felix y Minerva Bernardino y el general Arturo (Navajita) Espaillat— en el rapto de Galíndez y en tareas de espionaje y otras cosas sucias que muchos de sus admiradores prefieren no mencionar.

Durante la guerra civil española y el período anterior al estallido de la segunda gran carnicería mundial —amparado en su condición de diplomático— fueron numerosas las canalladas que cometió en perjuicio de exilados y fugitivos que buscaban salir desesperadamente de Europa y pagaban lo que fuera por un pasaporte o cualquier tipo de salvoconducto que les permitiera ponerse a salvo en algún país americano. Además, alguna vez fue mencionado, junto a otros diplomáticos dominicanos, en el robo y contrabando de valiosas piezas arqueológicas provenientes de Grecia. Se le menciona, por igual, en el asesinato de un polaco con el que viajó a España en busca de unas joyas durante la guerra civil, a finales de los años 1930.

Según se dice, el polaco y un joyero español se habían puesto de acuerdo con Rubirosa para que Rubirosa y el polaco fueran a rescatar lo que constituía prácticamente un tesoro, unas valiosas prendas que no habían podido sacar del territorio español. Era un viaje lleno de peligros que Rubirosa logró sortear viajando desde Francia en un automóvil con placas diplomáticas y con sus credenciales de diplomático, por supuesto. Rubirosa hizo el viaje de ida y vuelta y entregó al joyero español una parte del botín, quizás una parte insignificante.

El polaco en cambio desapareció o lo hizo desaparecer Rubirosa. También desapareció en los bolsillos de Rubirosa la mayor parte de las prendas. El polaco, desgraciadamente —de acuerdo con la versión de Rubirosa— fue víctima de la guardia fronteriza, al igual que el resto de las joyas, y Rubirosa no podía estar más compungido.

Lo cierto es que Rubirosa siempre tuvo problemas con las autoridades europeas y si salía bien librado era solo debido a su buena suerte y a su condición de diplomático. Incluso con la bestia tuvo problemas serios que pudieron costarle la vida. Trujillo mandaría a matarlo, supuestamente, para castigarlo por las golpizas que le había propinado a su hija Flor de Oro cuando estuvieron casados. Las golpizas y los cuernos. Rubirosa ya había sido despojado por la bestia de su condición de diplomático, pero sus amigos lo pondrían sobre aviso y se ocultaría durante un tiempo. Quizás no haya nada de cierto en esa historia, quizás se trató de una falsa alarma, pero con la bestia nunca se podía estar seguro.

Lo que sí es cierto es que estuvo a punto de perder la vida en 1946 —cuando recién había terminado la segunda guerra mundial—, por cortesía de unos miembros de la resistencia francesa que le metieron tres balazos en el cuerpo. Pero el blanco, o en este caso el trigueño, no era Rubirosa. Se trataba de un mal entendido, una equivocación o mejor dicho un lamentable accidente. Nadie quería eliminar a Rubirosa, sino a su reciente esposa, la bella actriz Danielle Darrieux, a quien se acusaba de colaboracionista. Rubirosa, según se dice y se repite, recibió heroicamente los balazos destinados a ella y le salvó la vida. Sin embargo, nada tendría de extraño que Rubirosa también fuera colaboracionista o simpatizante del nazismo. Lo extraño sería que no lo fuera. Lo más probable es que ambos eran colaboracionistas y filonazistas y que los erráticos balazos estaban dirigidos sin discriminación a uno y otra con la intención de poner fin a sus días, pero no cumplieron su cometido. Desafortunadamente las balas tuvieron mala suerte. 

(Historia criminal del trujillato [90])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3


Rubirosa (2)

Pedro Conde Sturla 

10 junio, 2022


La celebrada vida de Porfirio Rubirosa —la impresionante y fascinante vida de un seductor como la definieron y definen muchos escritores y periodistas—, fue la vida de un libertino, un tipo vacío, un hombre hueco, hinchado de vanidad, un narcisista poseído de sí mismo en grado extremo, que hacía el mal sin darse cuenta o sin pretender darse cuenta y que tomaba lo que al parecer creía que el mundo le debía. Alguien que tuvo acceso durante una infancia dorada a la mejor educación, a una existencia regalada y placentera, y que pudo ser una persona útil y eligió ser un parásito.


Porfirio Rubirosa Ariza y sus dos hermanos mayores (Ana y César) eran hijos de un general de la época de Concho Primo (Pedro María Rubirosa Rossi), que se cansó de tirar tiros y abrazó la carrera diplomática en cuanto se le presentó la oportunidad. Eso le permitió a la familia dejar atrás el escenario del caciquismo y la montonera, las casas con refugios soterrados donde los habitantes podían protegerse de los muy frecuentes tiroteos, la violencia endémica que se agravó a partir de la muerte de Lilís en 1899 y perduró durante los primeros dieciséis años del siglo XIX.

La diplomacia le permitió, en definitiva, al general Rubirosa partir con su familia hacia Saint Thomas en 1914 y luego establecerse como jefe de la delegación dominicana en París de Francia casi en el mismo momento en que estallaba la primera guerra mundial. Los Rubirosa pasaron, pues, del sartén al fuego, y por un período de más de cuatro años se convirtieron en espectadores de la más feroz carnicería que había conocido la humanidad.

En 1916, a los dos años de la llegada a Francia, se produjo la primera ocupación armada del imperio norteamericano en Santo Domingo, que se prolongaría por ocho años. Ese pudo haber sido el fin de la estadía de los Rubirosa Ariza en Europa, pero los servicios internacionales y las representaciones diplomáticas o consulares se mantuvieron a pesar de la ocupación en países como Francia e Inglaterra. En el gobierno de Horacio Vázquez, que sucedió al de los yanquis, el general Rubirosa fue confirmado en su cargo y posteriormente nombrado como embajador en Londres

De tal manera, la familia Rubirosa Ariza pudo permanecer en el viejo continente durante largo tiempo. Porfirio llegó a París cuando tenía seis años y regresaría contra su voluntad al país cuando tenia diecinueve, un tiempo después que sus padres y hermanos.

Como estudiante no sirvió para nada y ni siquiera pudo terminar la enseñanza media. Pero aprendió inglés y francés, probablemente sin acento, y aprendió según se dice algo de alemán y portugués. 
Aprendió a boxear, aprendió a bailar como un profesional, aprendió los más refinados modales, el arte de seducir, de engatusar, de engañar. Aprendió, además, el arte del desdoblamiento, el arte de la doble personalidad y doble moral. Podía ser el tipo más fino, el más atento, el más gentil y galante y podía propinar a una mujer una golpiza, matar por dinero o por órdenes de la bestia.

Lo más importante de todo es que aprendería a jugar polo y se convertiría en un notable jugador. Al polo se dedicaría toda la vida y llegó a tener su propio equipo, el equipo Cibao–La Pampa con el que cosecharía notables éxitos. Incluso llegó a ganar, en lo que sería el último día de su existencia, la Copa de Francia.

El polo le permitió relacionarse, desde su época de estudiante, con gente de alto postín, de un postín tan alto como el de Alí Khan, con el que entabló una especie de amistad que duró toda la vida. Ali Khan era hijo y sucesor de Aga Khan III, un líder religioso musulmán de la India, un tipo obeso, o por lo menos corpulento, al que sus fieles regalaban todos los años su peso en oro, a veces en diamantes, a veces en platino, quizás en piedras preciosas. Alí Khan, desde luego, estaba podrido en dinero y es muy probable que Rubirosa le ayudara con mucho gusto a gastarlo en incontables correrías, en fiestas, en prostitutas de lujo. La vida nocturna se convirtió para Rubirosa en la vida por excelencia, la verdadera vida. En algún momento decidió —si no lo había decidido desde siempre— dedicar su vida a la juerga, vivir de juerga en juerga, dedicarse a tiempo completo a la dolce vita, quizás la más divertida, superficial y estúpida manera de vivir.

Lo malo es que le faltaban los recursos. Su amigo Ali Khan había elegido el mismo estilo de vida y se convertiría con el tiempo en un famoso play boy y conquistaría muchas mujeres, pero a base de papeletas y no de muela, como Rubirosa. Rubirosa no gastaba dinero en mujeres, vivía de las mujeres, invertía en mujeres. Ali Khan se dio a conocer como mujeriego. Porfirio Rubirosa ganó fama como prostituto de alta sociedad. Dicen que un columnista llamado Taki Theodoracopulos decía que cuando Porfirio Rubirosa se emborrachaba, le echaba mano a la guitarra y cantaba “Soy sólo un chulo, soy sólo un chulo”.

En realidad era un poco más que eso. Atraía a las mujeres como dice Juan Luis Guerra, pero al revés: como el panal a la abeja. Como un imán. Pero un chulo era en esencia: un renombrado y exitoso chulo.Uno de esos extraños alborotadores de hormonas, un tipo feromonal. Un cuero macho.

Historia criminal del trujillato (91)

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”
(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)
Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)
Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)
PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)
pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)

Rubirosa (3)

Pedro Conde Sturla



Porfirio Rubirosa a la derecha y sus hermanos Ana y César

La familia Rubirosa Ariza —con excepción de Porfirio— dejó a Europa en 1928 y regresó al país en un momento de crisis, de gran incertidumbre. El gobierno de Horacio Vázquez se tambaleaba y la bestia preparaba el golpe de mano que lo llevaría al poder. Porfirio había demostrado ser un caso perdido, un bueno para nada, y ahora de repente había perdido el apoyo económico del cual había dependido toda la vida. Aún así decidió tratar de sobrevivir y sobrevivió en París durante un tiempo a base de sus encantos, de sus buenas y malas artes, echando mano a todos los recursos que tenia a su disposición y a otros que improvisaría sobre la marcha, haciendo de tripas corazón. Hay quien dice que se ganó el pan como miembro de un conjunto de baile, que se exhibió en clubes nocturnos de mala muerte y en las calles, como artista callejero, quizás cantando y tocando guitarra. Pero las cosas, y sobre todo las mujeres, no se le dieron tan fácil desde abajo, sin la cobertura y el pedestal y el brillo diplomáticos y fracasó en casi todo lo que intentó, incluso como seductor, como Don Juan y gigoló, y al cabo de un tiempo tiró el guante y decidió regresar al país, al paisaje que había conocido en su infancia y del cual posiblemente no conservaba memoria. Pero lo peor es que ni siquiera tenía dinero para regresar y regresó de contrabando, como polizonte, en un barco mercante que lo dejó en Puerto Plata.

Porfirio había nacido en 1909, se había ido como hijo de diplomático a Europa cuando apenas tenía seis años y ahora regresaba con una mano delante y otra atrás, a fines del gobierno de Horacio Vázquez, cuando tendría unos diecinueve. Para peor, la situación de la familia no era buena y tendía a empeorar. Se agravó definitivamente cuando el padre murió en 1930 en San Francisco de Macorís. El año en el que se estrenaba el régimen de la bestia.

La gente que conoció y trató a Porfirio Rubirosa en esa época cuenta que su situación económica no era nada halagüeña y que se vio obligado a desempeñar oficios humildes. Los sábados y domingos, sin embargo, vestía sus mejores galas y se reunía en el parque con los jóvenes del pueblo, trataba siempre de destacarse, exhibiendo sus finos modales, sus conocimientos de idiomas y de mundo. Haber ido a París era una profesión, como se decía en ese tiempo. Ser blanco también era una profesión. Pero Porfirio hablaba con amargura y desencanto de sus frustrados sueños. A más de un conocido le contó que la gran meta de su vida era conquistar una mujer rica, pero sabía que para lograrlo también tenía que ser rico o por lo menos aparentar cierto nivel de bonanza. Se sentía irrealizado, sentía que no tenía presente ni futuro y no encontró nada mejor que hacer que engancharse a la guardia. 

Obedecer y recibir órdenes, dormir en incómodas literas, levantarse de madrugada y someterse a una disciplina, a una casi dictadura castrense no era lo suyo. Pero la carrera militar le abriría la puerta de sus sueños.Lo que menos pensaba Rubirosa, en el momento en que se puso el uniforme, es que esa mujer rica que había estado persiguiendo en la imaginación, muy pronto estaría al alcance de sus manos.

A la bestia le gustaba rodearse de hombres buenos mozos y gallardos, de gente elegante, atildada, bien vestida, y muy pronto se fijaría en Rubirosa y ese sería el principio de una gran amistad. La bestia lo designó como miembro de su escolta personal y al poco tiempo ostentaba el grado de capitán. Pero no cualquier capitán. El uniforme de Rubirosa estaba hecho a la medida, estrictamente a la medida de Rubirosa, todo en Rubirosa parecía estar hecho a la medida. Rubirosa lo medía y calculaba todo, como si estuviera permanentemente al acecho de una presa. Como en efecto lo estaba.

De una presa, de una codiciada presa había oído hablar y murmurar varias veces, la había oído mencionar, casi en secreto, y de seguro estaba esperando el momento de conocerla, la oportunidad de saltar sobre ella cuando el momento fuera propicio. De hecho, le saltó arriba casi desde el momento en que la vio y el salto estuvo a punto de costarle la vida.

El nombre de la agraciada era Flor de Oro Trujillo Ledesma, la hija superviviente de las dos que había tenido la bestia con una mujer humilde de la cual ahora se avergonzaba, de la madre de la única hija que tenía en esos años. Su hija llamada primorosamente Flor de Oro, la que había estado estudiando en París y regresó en 1932, a los diecisiete años de edad, la flor de la edad.

Semejante acontecimiento no podía ser pasado por alto y la bestia ordenó un recibimiento digno de una princesa. El Puerto de Santo Domingo se llenó de funcionarios y una multitud de curiosos. Toda una comitiva de edecanes, militares y cortesanos (entre los que no podía faltar y no faltaba Porfirio Rubirosa), fueron a recibirla. Flor de Oro bajaría del barco entre aplausos y voces de bienvenida, desfilaría entre filas de admirados admiradores, abrazaría a su amante padre. El padre le presentaría a sus acompañantes. Rubirosa le hablaría en francés, la deslumbraría desde el primer momento. Rubirosa también sufriría o fingiría sufrir un deslumbramiento. Se intercambiarían miradas furtivas. Se comerían con los ojos uno a otro.

Poco tiempo después Rubirosa estaría preso, mal preso, sería dado de baja deshonrosamente y reenviado a San Francisco de Macorís en las más vergonzosas circunstancias. 

(Historia criminal del trujillato (92)

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

Porfirio Rubirosa. Mi vida como playboy (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

Pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ).

Rubirosa (4)

PedroConde Sturla 

24 junio, 2022



Mansión presidencial, en San José de las Matas, donde se casó Flor de Oro Trujillo con Porfirio Rubirosa en 1932

Hay que imaginar que desde que conoció a Flor de Oro —y quizás desde antes de conocerla—, Rubirosa no pensaría en otra cosa. La hija de la bestia no era muy agraciada, debía tener un genio de mil demonios (como demostrarían a la larga sus ocho o nueve matrimonios fallidos), era seguramente una engreída, era dientuda o dentona, pero no carecía de encantos, ciertos encantos secretos. Flor de Oro tenía -según decían las matronas de la época- su música por dentro. Tenía, además, en especial, un atractivo que la hacía irresistible a los ojos de Rubirosa, algo inefable que la convertía en la mujer más deseada, la mujer de sus sueños. Era hija de la bestia. Era la gallina de los huevos de oro, era la llave maestra que le abriría la puerta del futuro. La mujer de su vida.


De hecho Rubirosa se lo debería todo a la hija de la bestia, ella sería la más importante de todas sus conquistas, la que le permitiría despegar, volver al mundo de la diplomacia y convertirse en lo que se convirtió.

Lo qué pasó entre ellos desde el día en que se encontraron por primera vez en el puerto, dio origen a múltiples versiones, algunas de ellas sazonadas con una cierta dosis de romanticismo. Lo más probable es que empezarían a verse a escondidas y que la bestia se enteró y sufrió una rabieta. De acuerdo con otra versión más creativa, fue a Flor de Oro que se le ocurrió hacer público el noviazgo. Se presentó un día en el despacho de su padre con los galones de capitán de Porfirio Rubirosa y le pidió que se los regalara de cumpleaños con todo y capitán. Esta versión también termina con una rabieta de la bestia, una rabieta bestial.

A Flor de Oro le prohibieron volver a verlo, fue confinada a sus habitaciones, la harían sufrir y llorar como una Magdalena, le prohibirían sus paseos a caballo. La privarían en fin del equivalente del celular y la tarjeta de crédito.

A Rubirosa lo bajaron del pedestal al que se había subido, lo dieron de baja, lo desconsideraron, lo humillaron, lo encerraron en la Fortaleza Ozama, lo arrojaron más bien en una celda inmunda para que se lo comieran los piojos y las pulgas y allí se estuvo consumiendo durante un tiempo.

La gente que lo conocía cuenta que lo vieron regresar a San Francisco de Macorís en un vehículo militar, que lo bajaron a empujones y que estaba sucio, sucio maltratado y descalzo, sin sus lustrosas botas de oficial, vestido apenas con los pantalones y una camisa ripiosa, andrajosa. Hay quien afirma que parecía un espantajo y que se escurrió por las calles del pueblo y fue a buscar refugio a la finca de un tío y no se le volvió a ver en algún tiempo. También se corrió el rumor de que la bestia lo había mandado a matar con Ludovino.

Cuando reapareció en el parque, vestido de la mejor manera posible, Rubirosa parecía una sombra de sí mismo. Había recibido una paliza sicológica, amenazas y malos tratos. Estaba deprimido y triste, hablaba ahora amargamente de cómo había estado a punto de empezar a cumplir sus objetivos y de cómo todo se había echado a perder. Ahora se encontraba sin dinero, sin profesión y sin oficio y sin esperanzas y con miedo de que le pudiera pasar algo. Como en efecto pasó.

Pasó que un día, al improviso, corrió el rumor de que lo habían venido a buscar. Un rumor que no presagiaba nada bueno. Lo vinieron a buscar a la finca y lo invitaron a subir a un vehículo militar y se lo llevaron de vuelta para la capital y no volvió a saberse de él durante un tiempo. Después se supo que a Rubirosa le habían restituido sus galones, sus botas y su brillo y su uniforme, le habían restituido la sonrisa y la luz de sus ojos y que se iba a casar con su Flor de Oro.

Dicen que la bestia se oponía a la relación entre Flor de Oro y Rubirosa porque Rubirosa se había propasado, porque había traicionado su confianza y le había faltado al respecto, porque le había arruinado la mercancía. Dicen que se había opuesto en principio porque ambicionaba casar a Flor de Oro con una persona de alcurnia, igual que alguna vez pretendería —según dicen las malas lenguas—, casar a su hija Angelita con Juan Carlos I de España, que tanto se la merecía. Dicen que la mamá de Rubirosa intervino, que fue ella la que convenció a la bestia de que los jóvenes se amaban, de que se merecían uno al otro. Dicen que la bestia se hartó de los interminables berridos de Flor de Oro, que se le ablandó el corazón. El hecho es que cambió de parecer y dio el permiso o mejor dicho la orden para que la infeliz pareja se uniera en matrimonio y fuera aún más infeliz. Pero la mamá de Flor de Oro no asistiría al matrimonio, ni siquiera se la mencionaría. La bestia se había casado en 1927 con una distinguida dama de Montecristi llamada Bienvenida Ricardo (aunque ya andaba entrotado con María Martínez, que le había dado un hijo), y ella sería la madre oficial de Flor de Oro. Un anuncio de prensa muy escueto anunciaría que EL GENERAL RAFAEL LEONIDAS TRUJILLO MOLINA, Presidente de la República, y BIENVENIDA RICARDO DE TRUJILLO se complacían en participar a sus amistades el matrimonio de su hija FLOR DE ORO con el Señor PORFIRIO RUBIROSA, y que el acto se celebraría en la mansión Presidencial de San José de las Matas el 3 de diciembre del presente año de 1932 a las 4 de la tarde.

El matrimonio se realizó, en efecto, en el mismo pueblo donde la bestia había hecho matar dos años antes a Virgilio Martínez Reyna y su esposa embarazada Altagracia Almánzar.

Cayó por cierto un aguacero, un aguacero monumental (aunque no del tamaño del que cayó en el cuento Dos pesos de agua de Juan Bosch), y el torrente que corría por las calles tenía un tinte rojo que se desprendía de los adornos de papel que se usaron para engalanar las calles…, como si el cielo llorara de indignación.

(Historia criminal del trujillato [93]) 

Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Rubirosa (5)

Pedro Conde Sturla 

1 julio, 2022

El enlace de Flor de Oro con Porfirio Rubirosa fue magistralmente descrito con inigualable cursilería por un periodista, un redactor, un plumífero de antología del diario La Opinión de Santo Domingo. Todos los presentes eran caballeros, distinguidas damas, príncipes de la iglesia, y el paisaje era pastoral, idílico, paradisiaco. La pomposa ceremonia transcurrió en “un maravilloso paraje de trópico, sinfonía de luz, de colores y de aromas, que es como decir balada de amor”. Transcurrió en “San José de las Matas, la eglógica Villa de los Pinares, prestigiada con la residencia temporal del Primer Magistrado de la Nación y de la Primera Dama de la República”.


Desde la creación del mundo no parecía haber ocurrido algo tan importante en ese pueblo ni volvería a ocurrir. Se trataba en verdad de un “acontecimiento sin precedentes” y los habitantes de San José de las Matas serían testigos privilegiados. Para eso habían nacido. Para ver semejante prodigio tenían ojos en la cara. Las deslumbrantes bodas del “clubman” Porfirio Rubirosa y la inmaculada Flor de Oro Trujillo fueron un “acontecimiento apoteósico”. Se congregaron en ese lugar, por primera y única vez en la historia, “los más selectos representantes de la sociedad dominicana, las más altas autoridades civiles, militares, eclesiásticas y diplomáticas del país”, los más afamados cortesanos y matarifes, la crema y nata, la espuma del chocolate, las burbujas de la champaña, el bouquet de los más finos vinos.

Lo conmovedor del relato es la forma, la manera edulcorada y empalagosamente descriptiva en que el plumífero de La Opinión recrea el paisaje de la región o lo dibuja al son de una fanfarria de palabras altisonantes que pretenden ser poéticas, un lenguaraje de mal gusto al estilo de lo que estilaba Balaguer:
“Allí, donde canta Natura su himno de triunfo en la deslumbradora exuberancia tropical, celebráronse la última tarde sabática las regias bo­das del joven y caballeroso clubman, señor Porfirio Rubirosa, Secretario de Primera Clase de la Representación Diplomática de nuestro país ante la Corte de St. James, perteneciente a una significada familia dominica­na e hijo del fenecido general y diplomático, don Pedro María Rubiro­sa, con la gentilísima y encantadora señorita Flor de Oro Trujillo, toda hecha de delicadezas y aromas, flor por su nombre perfumado y por los madrigalescos encantos que en ella florecen, hija mimada del Jefe del Estado, General Rafael Leonidas Trujillo Molina, en cuya espléndida mansión veraniega ha tenido efecto este acto matrimonial de la mayor resonancia y en el cual se han congregado representaciones de cuanto vale y significa en todos los sectores de la vida nacional.

“De todo el país concurrieron prestantes caballeros y distinguidas da­mas que hicieron su parada en Santiago, ciudad ésta de donde salieron a medio día para estar a la hora indicada en aquel sitio delicioso que es San José de las Matas. San José de las Matas, que aquella tarde iba a perfumarse con las aromas nupciales de las bodas más suntuosas que ha registrado este año de 1932 en nuestro país.

“Cuatro y media de la tarde. La mansión veraniega del Presidente Trujillo y de la Primera Dama de la República, doña Bienvenida Ricar­do de Trujillo, luce magnífica de buen gusto en artísticos adornos para la celebración de estas bodas de la fina y exquisita Flor de Oro. Flor de Oro, que es poema de todas las delicadezas, verso de madrigal y que lleva en sus ojos todo el caudal de luz embriagante de nuestras maravillosas mañanitas. Guirnaldas, símbolo de triunfo, símbolo de alegría y felici­dad, de juventud y de amor adornaban el salón principal de la mansión donde se iba a celebrar la ceremonia”.


Las bodas se realizaron como tenían que realizarse, primero por lo civil y después por la iglesia, acorde con las buenas costumbres de la época. La parte civil se llevó a cabo en la llamada Mansión Presidencial, en una atmósfera recogida y serena, donde algunos de los presentes apenas se atrevían a respirar. Después el cortejo nupcial (o por lo menos aquellos que podían permitírselo) se trasladó por un difícil sendero a la distante iglesia parroquial. El prestigioso monseñor Adolfo Alejandro Nouel, ex presidente de la República, descendiente de la más rancia nobleza francesa y Arzobispo de Santo Domingo impartió la bendición a los novios.

Porfirio tenía veinticuatro años y Flor de Oro, “hija mimada del general Trujillo Molina”, apenas diecisiete. Ambos se veían nerviosos, temblorosos, emocionados y formaban una linda pareja, la más linda de todas las parejas.

“El enlace fue apadrinado por el general Trujillo, Bienvenida Ricardo, Primera Dama de la República; Hans Frederich Arthur Schoen­feld, Enviado Extraordinario y Minis­tro Plenipotenciario de los Estados Unidos, y por su esposa Mrs. Schoenfeld”.

A la mamá de Flor de Oro, Aminta Ledesma, no la dejaron acercarse aunque de seguro andaba por el lugar, pero el que sí estaba presente era el ilustre caballero don José Trujillo Valdez, el abuelo de la novia.
Cuando el cortejo regresaba desde la iglesia a la mansión presidencial cayó como de maldad un terrible aguacero que aguó literalmente la fiesta y todos llegaron empapados, ensopados en sus lujosos trajes, despeinados y sucios. Pero esto no lo cuenta el plumífero.

De lo que tampoco habla ni podía hablar el genial plumífero de La Opinión es de la noche de bodas, de la luna de miel y acíbar, del kamasutra en que se enfrascaron los amantes en la intimidad. La terrorífica noche de bodas de la inmaculada Flor de Oro Trujillo.

Quizás por suerte o simplemente por descuido, o por la razón que fuese, la pundonorosa Flor de Oro dejó en algún libro de memorias, o grabado en una cinta, un testimonio conmovedor, un relato exquisito de su traumática experiencia. El viacrucis, la dolorosa inmolación de la doncella.

La calumniada Flor de Oro (que según las malas lenguas había adquirido en Paris fama de licenciosa a la que fue fiel toda la vida), ofrece en un divertido relato otra versión de sí misma. Describe delicadamente su indefensión, el pudor que la invadía, el miedo a perder su virginidad, la impresión patibularia que le produjo ver a Rubirosa desnudo, con la bayoneta calada, el arma en ristre y apuntando hacia ella, los ojos encendidos de lujuria, las vueltas que dio alrededor del lecho nupcial para tratar de escapar del acoso del fauno, el daño que le hizo, el tiempo que tomó en recuperarse…

“Todavía llevaba puesto mi vestido de bodas para que mi madre pudiera verme con él antes de perder mi virginidad. Él me llevó al lecho nupcial. Estaba asustada con esa cosa apuntándome. Me asusté y corrí por toda la casa. Me costó una semana recuperarme de esa noche”.

(Historia criminal del trujillato [94])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso”

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)

La Opinión, 5 de diciembre 1932, “Constituyeron un acto social esplendoroso las bodas de los jóvenes Rubirosa-Trujillo” (http://pieroespinal.blogspot.com/2012/12/80-anos-de-las-bodas-de-porfirio.html

Lipe Collado – Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

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Rubirosa (6). El ascenso

Pedro Conde Sturla

Porfirio Rubirosa en el ring de su casa 

La familia de Rubirosa subió como la espuma a raíz de su matrimonio con Flor de Oro y superó rápidamente las estrecheces económicas. Varios parientes ocuparon puestos en la administración pública, se pusieron de moda, recuperaron su estatus, ascendieron socialmente. Rubirosa había dado lo que se llama un braguetazo, pero nunca pareció enterarse cabalmente de que estaba casado, no se dio cuenta, continuó con su vida de soltero, juntándose con sus amigotes, jugando juegos de azar, parrandeando, llegando a deshora a su casa con aliento alcohólico. Pronto empezó a tener problemas con la mujer, problemas en la milicia y con el suegro. Pero además Rubirosa seguía siendo pobre, no le alcanzaba el dinero y nunca le alcanzaría.

La bestia lo había nombrado subsecretario de estado de la presidencia, lo nombró presidente de su compañía de seguros, lo nombró en la Secretaría de relaciones exteriores, lo nombró diputado, lo había nombrado capitán de su cuerpo de ayudantes, pero tanto él como Flor de Oro incurrían en gastos que no podían solventar y se endeudaban cada vez más.

Para peor, en alguna ocasión Rubirosa tuvo la infeliz ocurrencia de probar su suerte en los negocios y salió mal parado, muy mal, parado. El hecho es que dispuso imprudentemente de la jugosa dote de cincuenta mil pesos que la bestia había dado a Flor de Oro y se metió en un negocio con un ingeniero puertorriqueño bisexual que estaba haciendo unos trabajos de dragado en el puerto, el célebre Félix Benítez Rexach. Rubirosa se metió también con la mujer del ingeniero en una extraña relación, engañó al ingeniero con la esposa, pero el ingeniero lo engañó a él con el dinero y lo perdió, lo perdió todo. Una pequeña fortuna en aquella época.

Rubirosa recurrió entonces a la peor amenaza, lo amenazó de muerte. El ingeniero tenía relaciones inmejorables con la bestia y fue a su despacho a quejarse. Rubirosa recibiría una dura reprimenda de parte de su suegro. La bestia le prohibió molestar al boricua y quizás también a la mujer del boricua, le prohibió ir al palacio, le prohibió hasta visitar su casa. Rubirosa se quedó sin pito, sin flauta, sin los cincuenta mil pesos de Flor de Oro.

En otra infausta ocasión Rubirosa y Flor de Oro decidieron ir a probar suerte a Nueva York. De común acuerdo abrieron, según cuenta Flor de Oro, un club nocturno llamado Do Re Mi que hubiera podido tener éxito. Sin embargo, por lo que dice la misma Flor, Rubirosa disponía liberalmente del flujo de caja del club, probablemente se lo jugaba o se lo bebía o lo gastaba con otras mujeres. No pasó, pues, mucho tiempo para que el club quebrara.

Fue en esa época —1934—, que la bestia nombró diputado a Rubirosa y lo hizo volver al país. Ya para entonces había calado a Rubirosa, sabía que su ambición no tenía límites y sabía para lo que daba o podía dar. Apenas un año después lo envió de vuelta a Nueva York con una delicada encomienda. 
Organizar o dirigir el asesinato de Ángel Morales, un incómodo exiliado que tenía relaciones con altos funcionarios del Departamento de Estado y se mostraba cada vez más influyente y activo.

Como es sabido, en vez de matar a Ángel Morales, el gatillero (que era primo de Rubirosa) mató por error a otro exiliado llamado Sergio Bencosme, pero la bestia demostraría su agradecimiento. Con Rubirosa se podía contar para lo que fuera necesario y la bestia retribuiría generosamente sus buenos servicios.

Finalmente, en el año 1936 las puertas del paraíso se abrieron de par en par para Rubirosa. La bestia lo envió a Alemania como tercer secretario de la embajada dominicana en Berlín y su llegada coincidió con la celebración de los Juegos Olímpicos. Según se dice, Flor de Oro y Rubirosa ocuparon un palco cercano al de su majestad Adolfo Hitler. Después lo mandarían a representar a la República Dominicana en la fastuosa coronación del rey George VI en Londres y posteriormente a París… De nuevo volvía estar Rubirosa en el lugar al que pertenecía o quería pertenecer.

Por desgracia, en el año 1937, mientras se encontraba en Francia, y en el momento en que su carrera despegaba, el matrimonio con Flor de Oro se fue a pique. Rubirosa era un desconsiderado. Maltrataba a la gallina de los huevos de oro. Parecía olvidarse que a ella y a su padre se lo debía todo y le robaba las prendas, disponía de las joyas de su sufrida esposa, de sus finas pulseras, las vendía o empeñaba, se gastaba el dinero o más bien lo dilapidaba. Lo vaporizaba. Y la golpeaba con frecuencia cuando se quejaba.

Cuentan que entonces Flor de Oro se desesperó, se cansó de las traiciones y malos tratos de su esposo, se cansó de su desprecio y lo abandonó y regresó al país y le contó a su papito lo que pasaba y papito se encolerizó o por lo menos se indignó.

Al igual que los había casado, la bestia los divorció, ordenó el divorcio y el matrimonio se disolvió, despojó a Rubirosa de las propiedades que hubieran podido tocarle y lo canceló. Le quitó su flamante cargo diplomático y supuestamente lo declaró persona no grata en el país. Hay quien dice que lo mandó a matar y que Rubirosa tuvo que esconderse.

Sin embargo, afirma Crassweller que el divorcio, que se efectuó en 1938, no disgustó a nadie, ni a Flor de Oro ni a Trujillo y mucho menos a Rubirosa, Pero lo cierto es que por esa o cualquier otra razón la bestia y Rubirosa se distanciaron,  Rubirosa se quedó de nuevo sin pito y sin flauta durante algo menos de un par de años en los que se dedicó a estafar judíos y otras cosas peores, mucho peores… Pero la providencia no tardaría en acudir en sus auxilio.

En el año 1939, durante la presidencia putativa de Jacinto Peynado, la bestia se tomó unas largas vacaciones y viajó a los Estados Unidos y viajó a Francia. Peynado lo había investido y revestido como Embajador extraordinario en misión especial ante los gobiernos de Francia e Inglaterra, pero los maleducados franceses y los gélidos ingleses no se dieron por aludidos. No obstante, en París le esperaba desde el día 10 de junio una adorable bebé, su casi recién nacida hija Angelita y su ahora adorable esposa María. María Martínez de Trujillo, a la que llamaban la españolita.

La estadía de la bestia en Francia pasó prácticamente desapercibida. Ni la prensa ni el gobierno se dieron realmente por enterados, no hubo recepciones ni agasajos oficiales, ni ceremonias conmemorativas. Los únicos que de verdad mostraron interés por su visita fueron unos izquierdistas revoltosos que se manifestaron frente a la embajada dominicana en su contra y que fueron sometidos al orden por una turba pagada por Porfirio Rubirosa. Quizás dirigida en persona por Rubirosa, que tomaría parte en la riña, luciéndose como boxeador. Ese acto heroico, según se dice, le permitió reconciliarse con el querido jefe. Rubirosa recibiría honores de héroe cuando regresó a Santo Domingo.

Todo lo demás vendría después por inercia. Los cargos diplomáticos, aunque con ciertas interrupciones y contratiempos, empezarían a lloverle casi hasta el fin de sus días. Muy pronto empezarían a lloverle las mujeres famosas y la riqueza.

(Historia criminal del trujillato [95])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

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Rubirosa (7). El ascenso a la cumbre

Pedro Conde Sturla 

15 julio, 2022

La millonaria Doris Duke y Porfirio Rubirosa 

Después de su reconciliación con la bestia, Rubirosa ocuparía todo tipo de cargos en las embajadas dominicanas de varios países europeos y sudamericanos. Alguna vez sería secretario de primera clase en París, consejero en Bélgica y Holanda y Francia, secretario de la legación en Francia y Bélgica, encargado de negocios en Francia, embajador en Argentina, encargado de negocios en Roma. embajador y ministro plenipotenciario en Roma, encargado de negocios en Francia, consejero de la embajada en Francia y ministro consejero, embajador en La Habana, inspector de embajadas y muchas otras cosas. Todo lo que se le pudiera antojar a la bestia.


Rubirosa —no se olvide nunca— estuvo siempre al servicio incondicional de la bestia y no sólo como diplomático. El sería su espía, un informante que siempre se declaró trujillista y se movía a sus anchas entre personas de alto vuelo, entre Nueva York y Miami y París y otras urbes europeas. Rubirosa era un delator, un desalmado que formaría parte del servicio secreto de la bestia y sería su cómplice en varios asesinatos. Una crápula.

Rubirosa—no se olvide nunca— estuvo a cargo de la planificación del atentado contra Ángel Morales en la ciudad de Nueva York, el mismo que culminó con el asesinato de Sergio Bencosme, y también estuvo involucrado en el rapto de Galíndez. El rapto y desaparición de Galíndez y muchas cosas sucias. También estuvo envuelto en escándalos internacionales y en algunos crímenes que cometió por cuenta propia. Nunca se olvide que a Rubirosa se le menciona junto a otros diplomáticos dominicanos en el robo y contrabando de valiosas piezas arqueológicas provenientes de Grecia. Se le acredita ciertamente el asesinato de un polaco con el que viajó a España en busca de unas joyas durante la guerra civil, a finales de los años1930. Para peor, durante la Segunda Guerra Mundial, mientras se desempeñaba como encargado de negocios en la Francia ocupada por los nazi, hizo grandes ganancias vendiéndoles visa a los judíos a precios onerosos, estafando y engañando a judíos fugitivos y a otros refugiados que huían del horror de la Alemania hitleriana. De hecho, Rubirosa traficó con numerosos judíos que intentaban escapar por España y en muchos casos posiblemente los traicionó. Rubirosa fue de hecho un colaboracionista, al igual que su esposa de esa época, la actriz Danielle Darrieux. Tanto así que —como bien se sabe— al final de la guerra unos miembros de la resistencia intentaron matarlos en un atentado en el que Rubirosa, y sólo Rubirosa, recibió infortunadamente apenas tres o cuatro heridas de bala en la espalda.

Danielle Darrieux y las demás mujeres, los cargos diplomáticos y el dinero llegaron prácticamente juntos. Dice Crassweller que Rubirosa siempre tuvo un talento especial, un natural instinto, una especie de sexto sentido para impresionar y engatusar mujeres tontas y superficiales y para deslumbrar a zánganos ricos con exceso de dinero y tiempo libre, y que además supo manejar la publicidad de una manera muy astuta, que fue un excelente relacionista público de sí mismo. Rubirosa aprovechó el favor de una cierta prensa que exaltaba sus hazañas amorosas y excusaba sus bellaquerías. De ahí surgió o se fabricó un poco en parte la leyenda del seductor irresistible. Rubirosa pasaba y posaba ante el mundo como el más consumado y consumido galán, como un galán que exhibía la más fina cortesía y refinamiento (aunque de vez en cuando se le pasara la mano con sus parejas), como un fauno perfectamente dotado con los mejores atributos sexuales. La prensa, en efecto, lo mimaba y celebraba y todavía celebra y se complace en celebrar hasta el descomunal tamaño de una hombría que Rasputín envidiaría. La misma que describió con especial delectación Truman Capote.

Después de su fructífero matrimonio con Flor de Oro, Rubirosa se procuró una mujer bonita y con dientes menos prominentes y mejor temperamento: la mencionada actriz y colaboracionista francesa Danielle Darrieux, con la que estuvo cinco años casado a su manera. Infielmente casado.

El matrimonio se realizó en 1942 y sobrevivió a duras penas, entre infidelidades y discordias, hasta que apareció en escena Doris Duke en Roma.

Doris Duke era supuestamente periodista, colaboradora de la muy sofisticada revista Harper’s Bazaar. Pero el periodismo era más bien un hobby. Doris Duke era millonaria de profesión. Su profesión era ser heredera de la multimillonaria firma American Tobacco. Era una de las mujeres más ricas del mundo y era también coleccionista. Doris Duke coleccionaba amantes. Era tan hombreriega como Rubirosa mujeriego.

Rubirosa y Danielle se establecieron en Roma en 1945 y poco tiempo después de su llegada la feliz consorte recibió una solicitud de Doris Duke para entrevistarla. La entrevista se llevó a cabo en el lujoso hotel en que los Rubirosa se hospedaban. Daniel Darrieux era una artista conocida y una película suya acaba de estrenarse. En cambio Rubirosa era prácticamente desconocido. Sin embargo, durante la entrevista parece que Doris Duke perdió todo interés en Daniel Darrieux y se concentró en Rubirosa. Sucumbió casi de inmediato a sus encantos, a sus halagos y fina cortesía, quizás a sus miradas insinuantes, a la curiosidad que despertaba el exótico trigueño caribeño. Dicen que ofreció comprarlo, que le ofreció un millón de dólares a Daniel Darrieux para que se divorciara o se lo vendiera y de alguna manera Daniel Darrieux se lo vendió o se lo cedió. Dos años después, en 1947, el matrimonio llegaba a su fin y Doris Duke se quedaba con Rubirosa. Estuvieron casados desde 1947 hasta 1951. Mundialmente casados.

Esta vez Rubirosa había dado, sin el menor esfuerzo, lo que se llama un golpe de suerte. Su fama de conquistador se elevaría de la noche a la mañana a pesar de haber sido él el conquistado. De hecho lo habían comprado por capricho como se compra un juguete, un oso de peluche. Lo habían adquirido por antojo, para probarlo y exhibirlo como un trofeo, pero a Rubirosa probablemente no le importaba. Probablemente estaba feliz y realizado. Muy realizado.

(Historia criminal del trujillato [96])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

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Rubirosa (8) En la cima del mundo

Pedro Conde Sturla

Doris Duke no era una mujer bonita como Daniel Darrieux y tampoco era artista. Era más bien una belleza atípica, alta, elegante, con facciones de tipo caballuno, ojos rasgados, sonrisa maliciosa y desafiante. Pero como inversión era inmejorable. La relación con Danielle Darrieux no le reportó a Rubirosa mayores beneficios, a excepción de unas joyas con las que dicen que se se quedó. En cambio el matrimonio (y sobre todo el divorcio) con Doris Duke lo convertirían en millonario, lo lanzarían además a la fama, la verdadera fama.


Mientras estuvieron casados, e incluso desde antes, Doris Duke no se cansaba de hacerle regalos, a los que Rubirosa correspondía en general con sus acostumbradas escapadas e infidelidades. Gracias a la fortuna de Doris Duke y a la generosidad con que la dispensaba, Rubirosa pudo adquirir su propio equipo de polo y sus lujosos Ferraris. Muy pronto se lo vería participando en carreras de autos, ocupando cada vez más lugar en las páginas de los diarios y en los noticieros, convirtiéndose en toda una estrella del jet set y engañando por supuesto a Doris Duke cada vez que se le presentaba la oportunidad.

Dicen que la bestia se sintió muy complacida con la publicidad que generó la boda de Porfirio con Doris Duke y le ofreció asignarlo como embajador en el país que quisiera y Rubirosa quiso que lo nombraran en Argentina por su afición al polo, un deporte en el que los jugadores de ese país sobresalían. También dicen que la bestia simplemente lo designó sin consultarlo para que organizara una red de espionaje y le enviara información sobre los exiliados dominicanos y el posible apoyo financiero que les daba el gobierno de Juan Domingo Perón. Lo cierto es que Rubirosa prefirió dedicar su valioso tiempo al juego de polo —ahora con su propio equipo Cibao-La Pampa— y a perseguir o dejarse perseguir por las mujeres. Además constantemente viajaba de Argentina a Francia, pero permanecía en Francia más tiempo que en Argentina y la bestia lo despojó de su cargo o amenazó con despojarlo. En general, cuando se molestaba con Rubirosa por motivos personales —por incumplimiento, como en este caso, o a causa de los escándalos mediáticos que provocaba su afición a las mujeres ajenas—, la bestia lo cancelaba y lo trasladaba a otro lugar, como hacen hoy en día con los curas pedofilos. Esta vez le ordenó volver al país, a Ciudad Trujillo, y Rubirosa volvió de inmediato, pero en compañía de Doris Duke —nada menos que la famosa millonaria Doris Duke— y la bestia quedó encantada. La bestia no se esperaba recibir una visita de tanta alcurnia y sufrió un deslumbramiento. Se le olvidaron de inmediato o le perdonó sus faltas a Rubirosa y los reproches que pensaba hacerle. Trató a la distinguida invitada como a una reina, se despidió finalmente de la pareja en los mejores términos, casi como familia, y el diplomático volvió a las andadas.

El comportamiento de Rubirosa no era algo que habría debido sorprender a la Duke. Si algo lo precedía era su fama de don Juan y vividor. Doris Duke era una mujer de mundo y de seguro sabía a qué atenerse, pero quizás en algún momento de credulidad pensó que podía domesticar a la fiera. Pensaría ingenuamente que Rubirosa no la traicionaría. Pero Rubirosa era un depredador. Otro hubiera besado devotamente la pródiga mano que lo alimentaba, pero Rubirosa la mordía, lo mordía todo, era un roedor incorregible, no tenía componte, no tenía arreglo. Doris Duke se exhibía orgullosamente con su marido trofeo, pero el trofeo le saldría caro en términos económicos y afectivos. Rubirosa no era ni quería ser un hombre discreto, a él le gustaba darle publicidad a sus conquistas y las conquistas se hacían públicas. La prensa se las restregaba en la cara a Doris Duke, la avergonzaba, avergonzaba y hacía rabiar a la pobre niña rica.

Doris Duke era más o menos igual a Rubirosa en muchos sentidos: amaba la vida bohemia, la aventura, las relaciones pasajeras. Doris Duke amaba —para decirlo en francés pedantemente—, su esprit de vivre, su joie de vivre. Amaba, por supuesto, su desenfrenado amor por lo que los italianos llaman dolce vita. Ella y Rubirosa parecían compatibles en extremo, parecían ser o poder ser la pareja perfecta. Pero ella le pagaba y le pagaba bien a Rubirosa para que Rubirosa le fuera fiel y Rubirosa ni siquiera era discreto, le ponía los cuernos —como ya se dijo— públicamente y con artistas famosas y mujeres muy conocidas, la humillaba públicamente.

La compatibilidad no solucionaba el problema, el problema consistía en que quizás eran en extremo compatibles. Paradójicamente tuvieron que separarse casi como quien dice por compatibilidad de caracteres, eran demasiado compatibles, demasiado concentrados cada uno en sí mismo, demasiado liberales, demasiado parecidos para que pudieran soportarse por mucho tiempo. Muy pronto Doris Duke no aguantaría más, se vería y se vio obligada a deshacerse de su juguete y el juguete se vendió caro.

El matrimonio se había efectuado en base a un contrato que establecía por supuesto la separación de bienes, pero Rubirosa cobraba caro por sus servicios y de seguro exigió una justa retribución. Además a Doris Duke le sobraba el dinero y lo despachó con las manos llenas, sin que su inmensa fortuna se viese afectada sensiblemente. Se dice y se repite que le regaló un millón de dólares, que le concedió una pensión por veinticinco mil dólares al año, que le dejó una mansión del siglo XVII en la Rue de Bellechasse, Paris, una flota de pesca en África, caballos de polo, autos de carrera y otras cosuchas. Le regaló incluso un bombardero B-25 (al que le pusieron por nombre La Gansa): un avión de guerra de la Segunda Guerra Mundial transformado en avión de pasajeros en el que estuvo a punto de matarse en un par de ocasiones. Se dice además que Doris Duke y Rubirosa siguieron siendo amigos, que ella pagaba el arreglo y mantenimiento del avión y que se reencontraron y refocilaron felizmente en varias ocasiones.

(Historia criminal del trujillato [97])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

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PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

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Rubirosa (9) Sobre las olas

Pedro Conde Sturla

29 julio, 2022

Durante casi dos meses, entre 1953 y 1954, Rubirosa estuvo informalmente casado con Barbara Hutton. Mientras duró el matrimonio (y antes y después de haberse matrimoniado), mantuvo una torrentosa relación con Zsa Zsa Gabor, que a su vez mantenía relaciones con su esposo y con amigos de ocasión. La impronunciable Zsa Zsa era una glamorosa y mala actriz húngara que se hizo famosa por su belleza, sus grandes ojos azules y sus numerosos enredos y escándalos amorosos. Era parte de un clan, el clan de las Gabor, al que también pertenecían sus dos hermanas, que eran también artistas o pretendían serlo. La jefa del clan era hasta cierto punto la madre, una ambiciosa mujer que había entrenado a las hijas en el más descarado arte de conquistar y desplumar a millonarios de edad avanzada y darse la gran vida. Zsa Zsa y sus hermanas estuvieron involucradas en por lo menos veinte matrimonios (de los cuales se le atribuyen nueve a Zsa Zsa) y nunca les faltaron pretendientes para seguir casándose, hasta que se retiraron de la profesión.

Dicen que Rubirosa amaba a su manera a Zsa Zsa Gabor, y que cuando se peleaban buscaba consuelo en una de sus hermanas. Zsa Zsa, según se decía, tal vez lo amaba desapasionadamente, pero a pesar de que se casó nueve veces nunca aceptó sus repetidas propuestas de matrimonio. Rubirosa no era suficiente viejo o suficientemente rico y de alguna manera no llenaba sus aspiraciones como marido, aunque las llenaba todas como amante. Zsa Zsa se conocía y lo conocía. Sabía que podía esperar de un esposo como Rubirosa y lo mantenía a raya, a la distancia, lo mantenía como amante. A pesar de lo mucho que decía quererlo, con él no cometería matrimonio.

Se habían conocido en la misma época en que Rubirosa se casó con Barbara Hutton, y pasaron varios años juntos, se divertían en grande, se separaban y se reconciliaban, reían, discutían, peleaban. Eran felices a su manera. En una ocasión Rubirosa le puso un ojo negro y Zsa Zsa declaró muy oronda y muy sonriente a la prensa que era una prueba de amor. Pero todo resultó ser un ardid publicitario.

Alguna vez Zsa Zsa tuvo la idea de introducirlo en el mundo del cine y escribió el guión de una película del oeste en la que ambos serían protagonistas, aunque ella sería la estrella. Incluso se hicieron los aprestos para filmarla. Rubirosa estaba feliz, hinchado de vanidad, ilusionado con lo que ya veía como una prometedora carrera de actor. Sin embargo, el mundo de repente se le puso en contra. En Hollywood se dispararon todas las alarmas. Había cosas que la severa moralina de la industria cinematográfica no se podía y no podía permitir. Rubirosa tenía fama —pero sobre todo mala fama—, hablaba una especie de inglés con acento francés y además era trigueño, “moreno de verde luna” como decía Lorca, indio lavado, muy lavado, discretamente mulato. Ocasionalmente la prensa amarilla preguntaba y se preguntaba con grandes titulares si “el más grande amante del mundo era negro”, y además lo señalaba por su supuesta complicidad en varios crímenes. Para la industria cinematográfica la pareja Rubirosa-Gabor sería étnicamente y éticamente inaceptable. En Estados Unidos Rubirosa era negro, además de asesino. Lo peor que se podía ser en ese país. Su carrera terminó, pues, antes de comenzar y la de Zsa Zsa estuvo a punto de zozobrar, sufrió un serio tropiezo. Pero Zsa Zsa Gabor tropezaba muy a menudo. Daba todo tipo de tropezones y seguía caminando.

Por lo demás , el matrimonio de Rubirosa con Barbara Hutton fue todo un éxito para Rubirosa. Durante los menos de dos meses que estuvieron casados se calcula que obtuvo ganancias no inferiores a los sesenta y seis mil dólares diarios.

Barbara Hutton estaba podrida en dinero y estaba arruinada emocionalmente. Era millonaria por parte de padre y parte de madre y el dinero contribuyó en cierta medida a labrar su desgracia.

La fortuna materna se la debía al abuelo Frank Winfield Woolworth, que se había enriquecido con una cadena de almacenes que vendían mercancías al precio de cinco y diez centavos. Los una vez famosos five-and-dime. Por eso a Bárbara Hutton la llamaban “la cinco y diez” y la llamaban con justa razón “pobre niña rica”. Había sucumbido a las drogas y al alcohol, había sucumbido a una infancia de pesadilla, había sucumbido primero al suicidio de la madre, al encuentro con el cadáver cuando tenía cinco años, había sucumbido al desamor y a la desatención de su padre y otros parientes, a una vida vacía, a la falta de amor y de amistad. Tuvo toda la vida trastornos de anorexia, bulimia, depresión y fue una derrochadora compulsiva.

Barbara Hutton era una coleccionista de fracasos, sobre todo fracasos matrimoniales y sentimentales. Con alguna excepción parecía sentirse atraída por hombres tóxicos y manipuladores, incluyendo uno que otro noble de baja ralea. Estuvo casada con tres príncipes, un conde, un barón, el famoso actor de cine Cary Grant, que era gay y que fue sin duda el mejor de todos sus maridos, y con Porfirio Rubirosa, que no fue el peor.

En los últimos años de su vida, la muerte de su único hijo acentuó su desequilibrio emocional, el alcoholismo, su condición bipolar autodestructiva. La mujer que una vez fue codiciada por multitud de pretendientes se había desquiciado, había tocado fondo. Ahora regalaba dinero a manos llenas a sus amantes de ocasión y hasta llegó a pagar por compañía masculina y alguna vez amaneció con desconocidos en su cama.

Cuando murió, en 1979, sola y enferma, Barbara Hutton había dilapidado o despilfarrado casi toda su fortuna, pero en la época en que se casó con Rubirosa era una de las mujeres más ricas del mundo. Competía, de hecho, con su amiga de infancia y ahora rival Doris Duke. Los celos y resentimientos entre ambas mujeres eran bien conocidos.

Según las malas lenguas, a Doris Duke le dió una pataleta cuando se enteró de que Barbara Hutton se había casado con su exmarido. Se puso histérica, se quejó de que Barbara Hutton se antojaba de todo lo que tenía. Pero el matrimonio, y sobre todo el divorcio, Barbara Hutton lo pagaría caro.

Durante los cincuenta y tres días que duró el matrimonio, Rubirosa no mostró el menor interés en mantener la relación. Como regalo de boda Barbara Hutton le dio un millón de dólares y posteriormente le obsequiaría un avión como el que le había regalado Doris Duke, otro B-25 mucho más moderno y lujoso. Después se enteraría de que Rubirosa tenía o seguía teniendo una fogosa relación con Zsa Zsa Gabor y que la llevaba a pasear en el avión y que con su propio dinero le regalaba joyas costosísimas, y le pidió de inmediato el divorcio que el play boy estaba esperando.

Rubirosa recibiría esta vez, como “compensación de divorcio” por sus cincuenta y tres días de servicio, dos millones y medio de dólares (cuando el dinero valía diez veces más), una plantación de café en La Vega, joyas y caballos de polo y otras cosas que sería prolijo enumerar.

(Historia criminal del trujillato [98])

Bibliografía: 

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
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Rubirosa (10) El principio del fin

Pedro Conde Sturla

5 agosto, 2022

El escandaloso idilio de Rubirosa y Zsa Zsa Gabor —salpicado con historias de adulterio, peleas a puñetazos entre un marido agraviado y su agraviador, demandas de divorcio por infidelidad—, hizo las delicias de los lectores de las revistas del corazón. La llamada prensa rosa o prensa amarilla, que se dedica a avivar la hoguera de las vanidades, a escarbar en la podredumbre, en los asuntos privados de los famosos, se dio banquete con los chismes, rumores o cotilleos a los que daba origen la relación de Porfirio y Zsa Zsa. Incluso hasta provocó que la bestia suspendiera durante un tiempo al conocido play boy del servicio diplomático.


A Rubirosa se le atribuían innumerables conquistas, aunque sin duda no tantas como las que se le atribuyen o se atribuye Julio Iglesias. Cualquier mujer que aparecía o había aparecido a su lado en una foto (Eva Perón, Ava Gardner, Dolores del Río, Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Joan Crawford, King Novak, Judy Garland) pasaba a ser parte de la lista y Rubirosa quizás no lo desmentía. No le interesaba desmentirlo. Si el rumor público le señalaba una nueva conquista, Rubirosa ejercía el derecho al silencio, un ambiguo silencio. Además, también había mujeres que se atribuían haber seducido o haber sido seducidas por el infame Rubirosa para obtener el divorcio.

Por fortuna, o por desgracia, lo de Zsa Zsa y Rubirosa terminó o empezó a terminar cuando Rubirosa conoció a Odile Rodín. En esa época tenía cuarenta y siete años. Ella tenía diecinueve y era todo un bombón. A Zsa Zsa Gabor no le hizo gracia, y con sobrada razón, el interés de Rubirosa por Odile. Difícilmente volvería a mirar Rubirosa en dirección a Zsa Zsa Gabor.

El apellido Rodin se lo había tomado prestado la deslumbrante Odile al famoso escultor Auguste Rodin: una alusión a la belleza de su cuerpo, por ser también ella una escultura. Además de bonita y escultórica parecía tener talento y una prometedora carrera en el cine. Hizo dos películas y en la segunda de ellas trabajó por casualidad con Danielle Darrieux, la que había sido esposa de Rubirosa hasta que se lo vendió a Doris Duke, si acaso es cierta la historia. La actuación y belleza de Odile no pasaron desapercibidas y en 1955 la revista Paris Match le dedicó la portada y todos quedaron prendados de sus encantos. Rubirosa quedaría prendado de sus encantos.

En la primera conversación que tuvieron, durante una partida de polo, Odile le dijo a Rubirosa que había oído decir muchas cosas de él y que ninguna era buena. Sin embargo, y a pesar de lo poco auspicioso del encuentro, Rubirosa lograría ablandar su corazón, inclinó poco a poco la balanza a su favor. Nadie sabe qué maña, que tipo de argucia o brujería empleó Rubirosa para conquistarla. Pero el hecho es que se empleó a fondo, tal vez como nunca en su vida, le hizo en definitiva una corte despiadada, le dio una muela cubana intensiva o algo semejante. El hecho es que en 1956 Odile Rodin abandonó su floreciente carrera para casarse con Rubirosa. Coincidencialmente —en el mismo año en que Rubirosa cortejaba a Odile—, participó activamente en el complot para raptar y desaparecer a Galíndez.

Esta vez no se había casado por dinero aunque es difícil saber sí se casó por amor. Lo cierto es que de Odile amaría por lo menos su juventud y belleza. Odile era una mujer para exhibir y exhibirse, sentirse orgulloso exhibiéndola. Una mujer trofeo igual que Danielle Darrieux, pero mucho más joven.

Dicen que en una o dos ocasiones vinieron de vacaciones al país. Dicen que alguna vez los vieron juntos en la Calle el Conde. Alguna vez un amigo de sus años mozos escuchó una voz de muchacha que decía mon amour en la Calle El Conde. Una belleza a la que muchos vieron con él en la calle El Conde y le decía mon amour. Odile era la muchacha que le decía mon amour, la que algunos de los viejos conocidos de Rubirosa vieron paseando con él en los últimos años de la tiranía, la que los dejó impresionados. Además, dicen que parecían felices.

Después de la luna de miel Rubirosa volvería como era de esperar a las andadas, siguió jugando polo, jugándose la vida en carreras de autos, moviéndose con Odile en los círculos diplomáticos, siendo infiel y pretendiendo ser fiel. Algunas cosas, como las que sucedían entre él y Zsa Zsa, no habían cambiado. Odile también pretendía ser fiel, pero lo cierto es que, según la mala prensa, ella se daba sus escapadas.

La carrera de Rubirosa iba, eso sí, en ascenso. Había conocido a Frank Sinatra y Sinatra lo había introducido en el exclusivo círculo de la familia Kennedy. Había entablado amistad o algo parecido con John Fitzgerald Kennedy, el que sería presidente de los Estados Unidos entre 1961 y 1963. Amistad espontánea entre dos depredadores sexuales, entre un depredador y un obseso.

En algún momento Rubirosa pensó sacar provecho de sus relaciones con Kennedy, sobre todo a favor de la bestia, pero al parecer fue todo lo contrario. Odile Rodin pasó a formar parte, con o sin el consentimiento de Porfirio Rubirosa, del variado repertorio de amantes de ocasión que se le acreditan a Kennedy.

En 1959, el año en que empezaron sus más grandes problemas —mientras se desempeñaba como diplomático, corredor de autos, jugador de polo y espía de la bestia en La Habana—, lo sorprendió la revolución cubana y pasó un mal rato. Se tuvo que refugiar con Odile Rodin en la embajada usamericana y no se sabe si pudo sacar del país su flamante Ferrari y sus caballos de polo, pero al menos pudo salir sin que le afeitaran el pescuezo.

Fulgencio Batista, el destronado dictador cubano, se aparecería al poco tiempo en busca de refugio en la República Dominicana, casi de la misma manera en que lo había hecho un año antes el derrocado dictador argentino Juan Domingo Perón… Ambos con maletas cargadas de dinero que la bestia se encargaría de aligerar alegremente.

Historia criminal del trujillato [99])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.

Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” 

(https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)

Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)

Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor (https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)

PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)

pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)



Rubirosa (11 de 11) El patético final

Pedro Conde Sturla 

12 agosto, 2022

Muchas otras cosas empezarían a salir mal para Rubirosa y la bestia a partir de la revolución cubana. En 1960, a raíz de un fallido atentado contra el presidente venezolano Rómulo Betancourt, el gobierno del tirano y el tirano mismo cayeron de la gracia de sus amos. Cayeron definitivamente en desgracia con el imperio. Los países de la OEA (la llamada Organización de Estados Americanos), rompieron relaciones diplomáticas con la República Dominicana e impusieron severas sanciones. Aislaron el territorio nacional como si se tratase de una especie de leprosario.


Para peor, la noche del 30 de mayo de 1961 un grupo de conjurados le partió el pescuezo a la bestia y el poder quedó en manos de un presidente títere llamado Joaquín Balaguer y del desquiciado Ramfis Trujillo, el desquiciado y sanguinario hijo mayor de la bestia, de quien Rubirosa era amigo y más que amigo un padrino.

Rubirosa interpuso inútilmente sus buenos oficios a favor del gobierno con el propósito de obtener el levantamiento de las sanciones. Se movió activamente entre los cabilderos, pagaría montañas de dinero a periodistas, tocó a las puertas de senadores y altos funcionarios y hasta trató de lograr un acercamiento con el presidente Kennedy, que había llegado al poder en el mismo año de la muerte de la bestia, pero los resultados fueron contraproducentes. Rubirosa había sido amigo del candidato y el candidato ya era presidente y se manejaba de otra manera. Por consejo de su hermano Robert había tomado prudente distancia de gente como Rubirosa y Frank Sinatra, ya no quería tratos con ellos. Los ingratos hermanos Kennedy rompieron por igual con Sam Giancana y otros conocidos gánsteres, los mismos que a solicitud del padre de los Kennedy habían comprado los ochenta mil votos que se necesitaron para ganar por un pelo las elecciones contra el abominable Richard Nixon.

Lo malo es que lo peor no había pasado todavía para Rubirosa. El glorioso y feliz día del 19 de noviembre de 1961 un alzamiento armado, el bien llamado levantamiento de los pilotos, puso fin a los treinta y un años de absolutismo, provocó la caída de los remanentes de la tiranía y la expulsión del hijo de la bestia y sus hermanos. De hecho, casi todos sus familiares se vieron forzados a abandonar el terruño, su paraíso terrenal. El taimado Joaquín Balaguer quedó al frente de un gobierno provisional, pero también sería expulsado por un movimiento de masas al cabo de unos meses: el día 7 de marzo de 1962. Rubirosa se quedaría, pues, sin pito y sin flauta. Un nuevo gobierno provisional lo despojó de su cargo de inspector de embajadas y de sus propiedades en el país. Pero lo grave no fue perder el cargo y las propiedades sino su inmunidad diplomática, la patente de corso que le garantizaba la impunidad. No mucho tiempo después Rubirosa sería requerido por el fiscal de Nueva York para ser interrogado en relación a los asesinatos de Sergio Bencosme en 1935 y de Jesús Galíndez en 1956. Pero de ahí no pasaría la cosa. Ni Rubirosa ni los Trujillo, con excepción de la bestia, pagarían por sus crímenes.

Rubirosa no tenía, o no debía tener en esa época, preocupaciones económicas. Con lo que le había sacado a Doris Duke y Barbara Hutton hubiera podido vivir varias vidas sin apremios pecuniarios, pero a él apenas le alcanzaría para vivir los pocos años que le quedaban.

Rubirosa era un botarate. Para mantener el ritmo de vida gastaba dinero alegremente, gastaba dinero a manos llenas, como si saliera de un surtidor, como si fuera agua que saliera de la llave de un grifo inagotable. Solamente en trajes, que a veces no se ponía más de una vez, consumía una fortuna. La manutención de los caballos de polo y su mansión de lujo costaba muchísimo dinero, el mantenimiento de los autos de carrera, su colección de Ferraris, costaba un chorro de dinero, el avión sangraba el dinero.
Llegó el día en que se vio obligado a vender la exquisita mansión parisina que le había dejado Doris Duke, las valiosas obras de arte, el avión que le había dejado Barbara Hutton. Igualmente vendió joyas y otra gran parte de sus bienes. El ingente patrimonio empezaba a menguar, quizás solo le quedaban uno o dos milloncejos. Además —no se olvide— vivía ya en el destierro diplomático.

También el mantenimiento de Odile salía caro, carísimo. Odile era una mujer de lujo a la que había colocado en una pedestal del que no podía bajarla sin temor a perderla. Odile fue para Rubirosa un poco lo mismo que Rubirosa había sido para sus ex esposas. Mucha gente dice que de alguna manera le hacía a él lo que él le hacía a otras mujeres. Rubirosa tenía más del doble de su edad aunque mantenía el vigor físico. Cuando cumplió cincuenta y seis años todavía jugaba polo, practicaba boxeo, participaba en carreras de autos, seguía siendo el mismo en apariencia, pero la vejez lo estaba alcanzando y sabía que muy pronto estaría en decadencia. Lo que significaría eso para un hombre que debía casi todo a su apariencia es fácil de imaginar.

Rubirosa se había retirado un poco a medias en la nueva y más modesta villa parisina que había adquirido en las afueras de París. Tal vez quería entregarse al reposo del guerrero y eso es algo que Odile seguramente habría consentido con poco entusiasmo. Ella lo había conocido en el mundo diplomático y Rubirosa ya no pertenecía a ese mundo y tenía que aceptarlo. Difícilmente, sin embargo, la joven y fogosa Odile aceptaría exilarse de la vida a la que estaba acostumbrada. No viviría en el destierro. Rubirosa vivía para Odile. Odile era su vida. Pero la joven y fogosa Odile seguramente creía en otra vida después de Rubirosa.

En esa época Rubirosa intentó darle un nuevo sentido a su existencia, se embarcó en varias empresas, varios negocios fallidos, empezó a escribir una mentirosa autobiografía que dejó inconclusa, se dedicó a buscar tesoros escondidos, se embarcó incluso en la venta de una especie de seudo viagra, un producto criollo para potenciar la virilidad al que se le hizo mucha publicidad en la República Dominicana. El una vez famoso “Pega Palo Fortidom, que pone a los viejos como un cañón”… Sin embargo, ninguna de sus ideas dieron frutos. En cambio empezó a insinuarse en su ánimo la depresión.

El 4 de junio de 1965, en lo que sería el penúltimo día de su vida (y mientras en la República Dominicana se batallaba contra la ocupación yanqui), al frente del equipo Cibao-La Pampa, Rubirosa ganó la copa de polo de Francia. En apariencia seguía siendo el mismo triunfador, pero ya estaba derrotado.

Al sonado triunfo siguió una bacanal, una celebración en regla hasta el amanecer, todo un acontecimiento que debía haber sido feliz para Rubirosa y no lo fue. Dicen que hablaba del terror que le inspiraba la vejez, la decadencia y la vejez. Dicen que decía que no quería llegar a viejo. Dicen que Odile desapareció de la fiesta. Dicen que Rubirosa la llamó un par de veces a su casa en las afueras de Paris para ver si estaba allí y Odile no estaba. Además dicen que Odile se había desaparecido de la fiesta en compañía de un joven jugador brasileño. Dicen que Rubirosa no paraba de tomar y que no permitió que un conductor designado lo llevara a su casa. Que se veía deprimido. Que a las siete de la mañana del 5 de junio de 1965 salió disparado en su Ferrari descapotable. Que iba a ciento sesenta kilómetros por hora en dirección a su casa y que al pasar por el bosque de Bolonia encontró un árbol que venía en vía contraria. El árbol contra el cual se estrelló o quiso estrellarse. 

(Historia criminal del trujillato [100])

Bibliografía:

Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.Henry Espinal, “Porfirio Rubirosa-Rubí. El playboy dominicano más famoso” (https://m.facebook.com/historiadominicanaengraficas/photos/a.267065323491958/1738755342989608/?type=3)Alí Khan (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Al%C3%AD_Khan)Lipe Collado - Porfirio Rubirosa. La Impresionante Vida de Un Seductor(https://es.scribd.com/doc/269366762/Lipe-Collado-Porfirio-Rubirosa-La-impresionante-vida-de-un-seductor-pdf)PORFIRIO RUBIROSA. MI VIDA COMO PLAYBOY (https://www.cuestalibros.com/5056218252)pablo Clase Hijo “Rubirosa: El primer playboy del mundo” (https://www.amazon.com/-/es/Pablo-Clase-Sanchez-ebook/dp/B0742FJHHQ)


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