Pedro Conde Sturla
24 mayo, 2024
El entrenamiento militar de las fuerzas armadas en la era de la bestia sometía a sus miembros a una feroz disciplina, a un régimen de terror y obediencia ciega que los convertía en autómatas, en máquinas de matar. Se los iniciaba, además, desde el primer día en un culto casi religioso, el culto a la bestia, el temor a la bestia. Había que alabar a la bestia sobre todas las cosas, darle vivas al Jefe en cualquier ocasión. El Jefe era el pan nuestro de cada día, el santo de todas las devociones. El cotidiano grito de guerra: ¡Rompan filas, viva el Jefe!