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18/8/23

La visita del general

Pedro Conde Sturla

19 agosto, 20023



Los cincos sobrevivientes del Catalina serían trasladados al poco tiempo a la capital, que desde 1936 se llamaba Ciudad Trujillo, la flamante Ciudad Trujillo que honraba al Padre de la Patria Nueva, o quizás viceversa.

12/8/23

Los aviones perdidos

Pedro Conde Sturla

11 agosto, 2023

Los restos de Gugú Henríquez y Manuel Calderón serían recuperados algún tiempo después del ajusticiamiento de la bestia gracias a los informes de unos campesinos que fueron testigos del fusilamiento, incluso de algunos de los que cavaron la fosa. Después serían llevados a Santo Domingo y sepultados junto a sus cuatro compañeros incinerados en la explosión del Catalina.

4/8/23

El cautiverio (2). La pistola de Gugú Henríquez

Pedro Conde Sturla 

4 agosto, 2023

Dice Tulio Arvelo que el camino de regreso a Luperón lo desandaron en apenas cuatro horas. Creían haberse alejado a una prudente distancia del poblado durante los dos días en que trataron de escapar en dirección a la frontera haitiana, pero no habían hecho más que andar en círculos.

28/7/23

El cautiverio

Pedro Conde Sturla

28 julio, 2023

Prisioneros de Luperón junto a las numerosas armas que trajeron en el Catalina

Cinco de los siete fugitivos habían sido capturados con vida y dos habían escapado, provisionalmente escapado. Los primeros minutos del cautiverio fueron de incertidumbre. Estaban vivos, por alguna razón estaban vivos, quizás por él momento vivos, quizás mientras tanto vivos, pero los soldados podían estar esperando instrucciones o poniéndose de acuerdo para ejecutar una matanza en regla. Torturarlos y matarlos probablemente, en el estilo acostumbrado. Quizás ya tenían las órdenes, tal vez sólo se estaban divirtiendo, jugando con los juguetes nuevos.

14/7/23

La captura

Pedro Conde Sturla 

14 julio, 2023

Los cincos expedicionarios de Luperón capturados con vida. De izquierda a derecha: Horacio Julio Ornes Coiscou, Tulio Hostilio Arvelo Delgado, José Rolando Martínez Bonilla, Miguel Ángel Feliú Arzeno y José Félix Córdoba Boniche (nicaragüense)

Durante un par de días estuvieron caminando en dirección a la frontera haitiana, o al menos eso creían. Más tarde descubrirían que la marcha hacia el oeste había sido más bien errática, que caminaban en círculos y en zigzag. Cuando cayeron finalmente en manos de los soldados de la bestia sólo estaban a cuatro horas de Luperón. Ese fue el tiempo que les tomaría, en calidad de prisioneros, el viaje de regreso.

7/7/23

La fuga hacia ninguna parte (2 de 2)

Pedro Conde Sturla 

7 julio, 2023


A la frontera con Haití nunca llegarían. Se pasaron la noche caminando, descansaron un rato al amanecer y se dirigieron hacia el oeste. Tenían cuarenta y ocho horas sin comer ni dormir y el agua de las cantimploras, de las dos únicas cantimploras, se agotó rápidamente y empezaron a sentir las punzadas de la sed. El cansancio, el hambre, el calor y la falta de sueño, pero sobre todo la sed.

30/6/23

La fuga hacia ninguna parte (1)

Pedro Conde Sturla 
30 junio, 2023

Fotos del Catalina después de la explosión y de los cuerpos calcinados de Hugo Kundhart, Alfonso Leyton, Alberto Ramírez y Salvador Reyes Valdés

Los expedicionarios sobrevivientes se despidieron del Catalina y de los restos de sus compañeros muertos con una mirada vacía, desangelada. Nadie dijo una palabra, nadie habló, rindieron un homenaje silente y se alejaron.

23/6/23

Desembarco en Luperón (3 de 3)

Pedro Conde Sturla 

23 junio, 2023

Estado en que quedó el hidroavión Catalina después de la explosión.

Apenas habían desembarcado y ya habían sido derrotados. Algunos no habían pasado ni siquiera del muelle, dos estaban heridos y uno estaba muerto y el comandante había ordenado la retirada. Sus palabras habían sido lapidarias: «Esto fracasó, nos vamos para Santiago de Cuba».

16/6/23

Desembarco en Luperón (2)

Pedro Conde Sturla

16 junio, 2023

El plan era sencillo. Transportar las armas del hidroavión al muelle con ayuda de la tripulación y unos cuantos voluntarios, mientras el comando de acción sometía a las autoridades, tomaba el pueblo, la oficina del telégrafo, que era lo más importante. A nadie se le ocurrió pensar que poco tiempo más tarde el grupo regresaría de manera atropellada y que el desembarco en Luperón se convertiría en un desastre monumental.