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Índice
Alucinaciones y espantaciones
Mecedoras
Galipotes
La rotonda
La yegua trotona
Calle sin salida
El espejo
El viento frío
La ciudad pérdida
Me dijeron que no entrara ahí, doctor
Agua difunta
Otra vez el espejo
Alucinaciones y espantaciones
20 de febrero de 2017
Confieso que Gógol me hace recordar episodios de la remota infancia pueblerina, veladas a la luz de velas y velones o temblorosas luces incandescentes amarillas, literatura oral, cuentos espeluznantes y espeleznudos en boca de personas que creían y te hacían creer al pie de la letra en lo que contaban, cuentos de galipotes, de muertos que salen o aparecen, del diablo en persona fumando cachimbo, echando fuego por la nariz, cuentos que te ponían los pelos de punta, la piel de gallina, te aflojaban el fulimiñín y te ponían a ver nimitas (admitiendo que existan esas palabras), convertían el corto e interminable camino de regreso a la casa en una dimensión desconocida…
Irreverencias y profanaciones de Mark Twain (1)
Pedro Conde Sturla
18 de noviembre de 1919
De todos los escritores del mundo, quizá sea Mark Twain quien más se haya divertido contando lo que quería contar. Por eso el lector disfruta tanto con su implacable versión de la estupidez, la arrogancia, la ostentación y el disparate generalizado de la humanidad.» (Chicago Sun Times).
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Dicen que Mark Twain decía que un banquero es un señor que te presta un paraguas en un día de sol y te lo quita en un día de lluvia.
Mark Twain era un irreverente que no sólo hablaba mal de los banqueros, sino también de la religión y de la Biblia en particular. Alguien que decía: “Cuando prohíben un libro mío en una biblioteca donde tienen la Biblia al alcance de cualquier joven indefenso, la ironía de la situación, en vez de irritarme, me divierte”. También decía que “La irreverencia es la campeona de la libertad, y su única defensa segura”.
Mark Twain tenía además una pésima opinión sobre los llamados seres humanos y de su propio país, era un disociador y un poco ateo, un enemigo jurado del colonialismo y el imperialismo, un lunático que decía que “Dios creó la guerra para que los estadounidenses aprendieran geografía” y que “la nueva bandera de los Estados Unidos debería ser con las rayas blancas pintadas de negro y las estrellas sustituidas por un cráneo y dos huesos cruzados”.
En general, se manifestó en sus escritos periodísticos como un antiimperialista radical, se pronunció a favor de las revueltas contra el despotismo zarista en Rusia, expresó las mayores simpatías por los chinos en la Guerra de los bóxers y dedicó críticas acerbas a la política imperial del monstruoso Leopoldo de Bélgica en el Congo.
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