Pedro Conde Sturla
EL PAPA despertó ese día abrumado por un sueño de pesadillas en el que aún retumbaban las palabras de la noche anterior, y cuando quiso comenzar a decir sus oraciones sintió un sabor amargo como retama en el cielo de la boca. Durante algunos instantes tuvo la impresión de haberse despertado del sueño de la muerte, más que de un simple letargo, y por primera vez no pudo recordar los incidentes del partido entre Cagliari y Juventus, ni el nombre de la enfermera que le suministraba supositorios de quinina para paliar sus frecuentes accesos de malaria.