Seguidores

6/11/21

51, 52 y 53

Pedro Conde Sturla

18 enero, 2017


En el pase de lista de aquel segundo teórico de la Escuela Normal de Varones Presidente Trujillo, los números 51, 52 y 53 correspondían a Federico Jovine Bermúdez, al autor de estas notas y a Miguel Guerrero, el mismo que escribe en las páginas de opinión de El Caribe todos los días y fiestas de guardar. El orden numérico era tan estricto que a cada alumno se le asignaba un pupitre en base al mismo, empezando por la primera hilera, y muchos de nosotros no nos conocíamos y no nos conocimos más que por el número, algo tan impersonal como el uniforme de caqui sin el cual no podíamos ni siquiera asomarnos a la puerta de entrada.

29/10/21

La embriaguez


 




Vivir en una burbuja


 

La revolución de la edad de piedra

Mucha gente no entiende la ironía ni el 
sarcasmo y ni siquiera la escritura, hay una
enorme cantidad de analfabetos funcionales, los maestros están graduados en docta
ignorancia y los estudiantes llegan a la
universidad sin saber leer con propiedad, son
ágrafos, no entienden la letra escrita y no
tienen más que una idea elemental del
mundo en que viven. Todo por culpa de
nuestro fatídico sistema educativo y el
teléfono celular que los convierte en zombis.
Parecería que todo forma parte de un
proyecto para reducirnos a la edad de piedra
mental. La gran revolución tecnológica y
científica de nuestra era conduce a la edad de
piedra.
pcs 

12/9/21

La voz profunda del arte

Pedro Conde Sturla 

Creo que el arte y la historia se relacionan y se complementan armónicamente a través de los siglos. Nada vive fuera de la historia, ni siquiera la historia misma. Y el arte, fuera del contexto histórico, carece de significado, carece de asidero.

Lo que me pregunto es si el arte es. O si más bien ha sido y sigue siendo muchas cosas. Un sistema complejo de producción social de sentido desde la época de las cavernas, un ritual mágico, un instrumento de transformación social o tal vez algo "completamente inútil" como decía hipócritamente Oscar Wilde... 


En la finalidad del arte nunca he creído. El arte, en cuanto arte, no tiene deberes. Se lo impone un sistema de clases o se lo propone cada artista a su manera.


Lo cierto, lo que me parece innegable es que el arte, como dice Walter Binni de la poesía, “no es una flor que adorna y conforta la prosaica casa de los hombres, sino una voz profunda de sus problemas totales”. 


El hombre primitivo no sólo necesitaba pieles. Las pinturas rupestres, el bisonte herido y los cazadores de la cueva de Altamira dicen que tenía necesidad del arte para conseguir pieles y carne.