Pedro Conde Sturla
14 enero, 2022
Paulino no lo podía creer, estaba claro que no lo podía creer. El querido Jefe lo había invitado, le había pedido que se pusiera su elegante uniforme de mayor general provisional, le había dicho que fuera a las siete en punto, lo había tratado con deferencia, habían conversado, habían pasado un tiempo juntos y en ningún momento el querido Jefe le había dado una señal, una muestra de disgusto, se habían separado amigablemente y habían quedado en verse al día siguiente y ahora no era nadie, peor que nadie: se había convertido en el enemigo público número uno del país.