Regresó a Roma después de treinta y cuatro años y lo primero que le vino en mente al salir a pasear por la Vía del Corso fue el recuerdo de aquella muchacha alegre que caminaba a su lado con la cabeza apoyada en su hombro. Entonces supo que en realidad no había regresado, que no regresaría nunca a Roma.
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