El asesinato de Castillo Armas terminó convirtiéndose en una inextricable maraña de intriga, una urdimbre de misterio que cautivó la imaginación y que no fue nunca satisfactoriamente resuelto. Sólo el rapto y desaparición de Galíndez, entre los hechos que se atribuían a la bestia, había causado en la opinión pública un revuelo semejante.
Desde la muerte de Castillo Armas y el supuesto suicidio de Romeo Vásquez Sánchez, su supuesto matador, las cosas se habían ido complicando y se complicarían cada vez más a partir del asesinato de Narciso Escobar Carrillo: un asesinato que permitiría establecer un nexo indirecto con la bestia a través de Johnny Abbes y del mismo Escobar Carrillo. El hecho es que el vehículo en que viajaban los gatilleros que lo mataron estaba a nombre de un tal Carlos Gacel, un cubano. Gacel resultó ser un doble agente: trabajaba para los organismos de seguridad de Guatemala y para el gobierno de la bestia, igual que Narciso Escobar Carrillo. Escobar era un criminal, otro criminal, un hombre buscado en Cuba por haberse involucrado en un complot para matar al presidente Fulgencio Batista. El mismo Escobar que ahora, en Guatemala, había participado en un complot para matar a Castillo Armas.