Pedro Conde Sturla
25 marzo, 2022
Al inicio de su fatídico gobierno, en la fatídica década de 1930, la bestia incorporó a su servicio a uno de los personajes más oscuros de la muy oscura era gloriosa, alguien que se destacó por su oscuridad entre los muchos tipejos oscuros del régimen tenebroso. No era un simple sicario, un verdugo, un torturador, un asesino vesánico, era un hombre instruido, tan malo como instruido, y respondía al nombre de Felix W. Bernardino. Orgullosamente Félix Wenceslao Bernardino Evangelista. Todo un Evangelista. Además le decían Buchilai, alias Buchilai o Buchilay.
Paradójicamente, en esos tempranos años de 1930, Bernardino había estudiado leyes como estudiante libre cuando estaba preso en la Fortaleza Ozama por haber dado muerte a un munícipe del Seibo llamado Amable Dalmasí, un miembro muy apreciado de una apreciada familia. Se había graduado, pues, de abogado en el sitio más impensado con un flamante título de la Universidad de Santo Domingo, pero el título lo utilizó, si acaso lo utilizó, mayormente como adorno en alguna pared de su casa. Las leyes sólo le interesaban para quebrantarlas y las quebrantó casi todas, al igual que los mandamientos de las tablas mosaicas, empezando por el sexto.
Bernardino también era músico, tocaba el piano y el clarinete, y aunque seguramente no se distinguía por su virtuosismo ni hizo carrera como músico, alguna vez se ganó la vida tocando decentemente en un prostíbulo de la zona este del río Ozama. Uno de esos lugares donde se armaban con cierta frecuencia balaceras y reyertas de pronóstico reservado.
La música lo llevó a Nueva York y en el momento más alto de su carrera musical llegó a tocar en una banda de cierta categoría. Pero la música, como la abogacía, tampoco era lo suyo.
Bernardino tenía inclinación para el mal en grado superlativo y al mal se dedicó en cuerpo y alma. Al servicio de la bestia y de sí mismo.
Dice Crassweller que era un hombre muy leído, muy inteligente y a la vez disoluto, inmoral, irresponsable. Era sin duda un tipo tétrico, retorcido, desalmado, escabroso, un hombre en el que predominaban la pasión animal y los bajos instintos. Y sobre todo violento. Era boxeador, era pendenciero, era abusador, alguien que se divertía vejando y maltratando a los más débiles, cometiendo por gusto cualquier tipo de atropello y sobre todo matando sin remordimiento. Era un perfecto sicópata, si es que por casualidad puede ser perfecto un sicópata.
Trujillo había trabajado en alguna ocasión con el padre y un tío de Bernardino en una plantación de caña del Distrito Nacional y Bernardino lo conocía o lo había visto varias veces desde que tenía once años. Trujillo dejó de trabajar con los Bernardino para convertirse en jefe de guardias campestres del central azucarero de Boca Chica y luego se enganchó a la guardia, al llamado Ejército Nacional que fundaron los yanquis durante la primera ocupación, pero mantuvo con la familia vínculos que se transmitirían a los hijos.
Desde la Fortaleza Ozama, donde guardaba prisión, Bernardino vio el cielo abierto cuando la bestia llegó al poder. A su debido tiempo le escribió una carta en la que presentaría sus credenciales y lo colmaba de elogios, le agradecía sin duda la oportunidad de haber podido estudiar, de graduarse de abogado en virtud del avanzado sistema carcelario que permitía la plena rehabilitación de los presos y su eventual y exitosa reincorporación a la sociedad. Ese fue el origen de una imperecedera relación.
Bernardino —como dice Crassweller— le prestaría a la bestia servicios inestimables, los de un criado eficiente y devoto en una extraordinaria variedad de funciones. Se desempeñó como diplomático, político y espía, trabajó en las Naciones Unidas, en turismo, y sobre todo como encargado de limpieza en sentido figurado, en el peor sentido figurado.
En el decenio de 1950 Bernardino fue cónsul en Nueva York, fue cónsul en La Habana y fue cónsul en Caracas, y durante todos esos consulados los enemigos de la bestia en el exterior fallecían como por encanto. Minervino era un maestro en el arte del sigilo y de seguro tenía vínculos con el crimen organizado. Bajo su atinada dirección desaparecieron o fueron ejecutados públicamente varios conocidos y rabiosos opositores.
Durante su fructífera estadía como cónsul en La Habana, el día 8 de diciembre de 1950 se produjo el secuestro y posterior asesinato y la desaparición de Mauricio Báez, el más grande dirigente sindical en la historia de la República Dominicana. Báez había sido el organizador de la huelga azucarera de 1946, la única que le hicieron a la bestia en su gobierno, y a raíz de la terrible represión que se desató había tenido que emprender la vía del exilio y en el exilio vivió hasta el día en que en su casa se presentaron unos agentes encubiertos y no volvió a saberse nada de él.
Otra de las víctimas de Bernardino (en colaboración con su hermana Minerva), fue el escritor Andrés Francisco Requena.
Bernardino era Cónsul General de la República Dominicana en Nueva York y el asesinato ocurrió en esa ciudad la noche del 2 de octubre de 1952 en la calle Madison del bajo Manhattan.
A Bernardino y su hermana Minerva también se le atribuyen participación en el secuestro y desaparición del escritor español Jesús de Galíndez Suárez, que tuvo lugar en su apartamento de la Quinta Avenida de Nueva York el 10 de octubre de 1956 y provocó un escándalo internacional.
Una de las grandes hazañas de Bernardino (esta vez en combinación con el luciferino Johnny Abbes García, jefe del Servicio de Inteligencia Militar de Trujillo), fue su participación en la trama para asesinar al presidente de Guatemala. Un asesinato que se realizó en la propia casa presidencial el 26 de julio de 1957 y que al parecer fue una venganza personal de la bestia por haberse negado el mandatario guatemalteco a concederle una distinción honorífica. La orden del Quetzal, que la bestia apetecía como un suculento bocado.
En la cúspide de su carrera, el nombre de Felix W Bernardino también sería asociado, junto al de Johnny Abbes, al atentado en el que estuvo a punto de perder la vida el presidente venezolano Rómulo Betancourt. El atentado, que se llevó a cabo el 24 de junio de1960 en la Avenida de Los Próceres, de Caracas, causó la muerte de un alto oficial y un estudiante, quemaduras en todo el cuerpo de primer y segundo grado a Betancourt, al ministro de defensa, a su esposa, al chofer del vehículo y otros más.
Betancourt quedó casi tuerto del ojo derecho y parcialmente sordo.
Las consecuencias, para el país y la bestia, fueron desastrosas. Esta vez la bestia se había extralimitado y perdería definitivamente el favor de sus amos.
(Historia criminal del trujillato [81])
Bibliografía:
Robert D. Crassweller, “The life and times of a caribbean dictator.
Dictador Trujillo fue subalterno de la familia del influyente Félix W. Bernardino
(https://almomento.net/el-temible-felix-w/ de d
https://elnacional.com.do/dictador-trujillo-fue-subalterno-de-la-familia-del-influyente-felix-w-bernardino/)
Naya Despradel, “Félix W. Bernardino”, (https://www.elcaribe.com.do/gente/cultura/felix-bernardino-4/)
Sebastián del Pilar Sánchez, “El temible Felix W”,(https://almomento.net/el-temible-felix-w/)
Santiago Estrella Veloz, “FELIX BERNARDINO ( BUCHILAY ) Y SU HERMANA , MINERVA BERNARDINO”, Historia Dominicana en Gráficas, (https://es-la.facebook.com/historiadominicanaengraficas/posts/felix-bernardino-buchilay-y-su-hermana-minerva-bernardinopor-santiago-estrella-v/355646504633839/)
Era mi vecino Y si era malo de vicio.
ResponderEliminarEn la calle Espaillat. Buen articulo!