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31/5/25

Nicolás (5 de 5): De abril en adelante

Pedro Conde Sturla

31 mayo, 2025

Después de la victoria del Puente Duarte y la caída de la Fortaleza Ozama comenzaron a llegar noticias aciagas… El aparato represivo que el imperio había creado durante la primera intervención armada (la de 1916 a 1924), parecía que colapsaría ante el empuje de las fuerzas constitucionalistas y parecía que la rebelión cívico militar se extendería por todo el país. Sin embargo, en horas de la tarde del 28 de abril empezaron a desembarcar los primeros marines en el puerto de Haina. Un segundo desembarco se produjo después en la base de San Isidro y con el correr de los días el número de integrantes de la fuerza de ocupación se contaba por miles. Se anunció de inmediato que venían a salvar vidas.

24/5/25

Nicolás (4): En la refriega

Pedro Conde Sturla

24 mayo, 2025

En cuanto se produjo el avance de los tanques y la infantería del CEFA sobre el Puente Duarte, los feroces cascos blancos que patrullaban la ciudad intramuros entraron en acción. Habían estado rondando durante unos días, desplazándose amenazantes entre los manifestantes a bordo de las llamadas perreras antimotines, manteniendo una supuesta neutralidad, hasta que recibieron la orden de abrir fuego.

17/5/25

Nicolás (3): Días de abril

Pedro Conde Sturla

17 mayo, 2025

Conocer a los hermanos Pichardo no fue tarea fácil. Parecía que estuvieran siempre, como en una película antigua, en movimiento, y a pesar del parecido familiar no había uno que fuera igual a otro. Estaban cortados por distintas tijeras, sobre todo en lo que respecta a personalidad. Además, uno de ellos era comunista y otro tenía vocación de cura y entre ambos extremos había un músico. Otros serían ingenieros y uno se dedicaría a contabilidad y finanzas.

De mayor a menor, si no me equivoco, respondían a los nombres de Miguel, Nicolás, Carlos, José, Jesús, Juan, Jacinto y Bernardo.

14/5/25

Artilugio


Nunca pensé que alguna vez iba a andar con un aparato en el bolsillo que es a la vez un radio, una televisión, un telégrafo, una maquinilla de escribir, una grabadora, un reloj, un despertador, un traductor, una cámara fotográfica y de video, una enciclopedia, una biblioteca, una discoteca, una galería de arte, un museo, un medio de comunicación, un periódico, un localizador, un GPS, un delator, un espía, un dispositivo de vigilancia planetaria… Ah, y también un teléfono… Un artilugio de prestaciones infinitas. Un extraño instrumento que puede servir para ensanchar tus conocimientos o convertirte en un idiota o en un esclavo.

10/5/25

Nicolás (2). Los años de la fragua

Pedro Conde Sturla

10 mayo, 2025

Nicolás y yo nunca fuimos apresados en ninguno de los micromítines en que participamos. Ambos éramos zanquilargos, pertenecíamos al género zancudo, es decir, estábamos dotados de unas patas bien largas y en la huida poníamos rápidamente distancia de los temidos cascos blancos. La velocidad, sin embargo, no era todo. Entre los cascos blancos había siempre policías de la llamada secreta, policías vestidos de civil que se delataban por el bulto del arma en la cintura y teníamos que estar atentos, muy atentos. Observar los detalles antes de comenzar a vociferar y lanzar volantes, echar de inmediato a correr.

6/5/25

UNO DE ESOS DÍAS DE ABRIL

  


La viuda Pichardo era una de las mujeres más cojonudas que he conocido. Tenía que serlo desde el momento en que se atrevió a parir ocho varones, ocho machos en fila, uno tras otro, en busca de la hembrita que no vino. Tenía que serlo desde que se atrevió a quedarse viuda, jovencita, viuda y sola al frente de la prole. La inmensa prole en cierne.
Vivía allí, en el caserón republicano de la Santomé 48, donde todavía viven y vivirán de alguna manera los Pichardo: una amplia sala abarrotada de muebles de caoba, vitrinas abarrotadas de libros de derecho, armarios abarrotados de cachivaches, un espacio discreto a manera de oficina, un pasillo con piano, un corredor con balaustrada que comunica por afuera las habitaciones contiguas de paredes ciegas. Al frente, un patiecito español, con fuente y pecera y malas yerbas, un comedor al fondo, al lado de la cocina, y más al fondo otro patio y la carbonera en desuso todavía más al fondo y, de repente, en dirección opuesta, una empinada escalera de hierro que daba al techo, y un perro prieto, cínico y apático que por allí subía y bajaba como en un número de circo.
Aparte del mobiliario y las habitaciones igualmente repletas de cachivaches, la casa de la viuda -nuestro lugar preferido de encuentro- estaba siempre invadida por multitud de gente. Junto a los hijos pululaban los parientes de los hijos multiplicados por los amigos de los hijos, los camaradas de los hijos, las novias de los hijos y de los camaradas de los hijos. La casa de la viuda –convertida en comando de la viuda- era un lugar surrealista semejante a un andén, una estación de tren o de aeropuerto, recinto militar donde muchos entraban y salían frecuentemente armados y a deshora en aquellos días de la guerra.

3/5/25

Nicolás (1)

Pedro Conde Sturla

3 mayo, 2025

A Nicolás lo conocí como quien dice en otra vida o por lo menos en otro siglo, en aquel lejano año (cada vez más lejano) de 1963. Fue el mismo año de mi ingreso a la carrera de química de la UASD y del golpe de Estado contra el gobierno de Juan Bosch cuando apenas cumplía siete meses. Fue el fin de un período de grandes ilusiones y el inicio de otro de grandes inquietudes y grandes luchas.
El estudiantado, al igual que la sociedad de esa época, estaba, en efecto, muy politizado, casi nadie era indiferente. Una mayoría de estudiantes militaba o simpatizaba con organizaciones de izquierda o de centro o de derecha. Los socialcristianos y los comunistas se disputaban el control del cogobierno de la universidad en reñidas elecciones y algunas veces se enfrentaban a balazos.

25/4/25

Después que nos besamos

Pedro Conde Sturla

26 abril, 2025

Luis Enrique Gatica Silva, conocido artísticamente como Lucho Gatica, el «rey del bolero» (Chile, 1928-México, 2018)

Gatica cantaba con la boca llena, cariño como el nuestro era un castigo, y yo me castigaba, me pellizcaba los labios –los de abajo—, me arañaba los muslos, gemía su nombre, Lucho, Luchito, Luchote, él estaba en la gloria de mi intimidad, en lo más íntimo, lo más salvaje, olvidando decir que me amaba, ¿me amaba?, quien no amara no dijera nunca que vivió jamás.
Mayra Montero
«La ultima noche que pasé contigo»
¡Qué le dijo el gato a la gata?
Por ti lucho, gatica


No lo podía creer, pero era cierto, terriblemente cierto. Me dijo crudamente que borrara su nombre de mi cuaderno, que ya no soportaba este infierno, que no aguantaba este invierno de nuestro amor fracasado. Me dijo terminantemente que la dejara libre para que pudiera seguir nuevos caminos en busca de otros cariños, que borráramos definitivamente nuestro pasado. Que me dejara en fin de lloriquearías y me portara como un hombre, que toda quimera se esfuma como blancura de espuma que se desmaya en la arena.

11/4/25

Andancias románticas y semióticas

Pedro Conde Sturla

12 abril, 2025 

a dinápoles soto bello

En cuanto le dije lo que tenía que decirle la muchacha empezó a ponerse de un color incipiente, entre tumebárico y prurriginoso. Me dijo que no entendía mis palabras. Ni yo tampoco, en verdad.

Me dijo que sólo sabía hablar burrundangueras y adoptó de inmediato una expresión epifenótica. Le dije que no me chicolizara, que bien que le gustaba el chiquitoneo. Me dijo que no me pusiera plebeyo y tenía razón. He sido un Conde plebeyo toda la vida.