Pedro Conde Sturla

A raíz del escándalo que provocó el rapto y asesinato de Jesús de Galíndez parecía sensato pensar que la bestia había escarmentado, que había aprendido una lección y que no volvería a aventurarse en semejantes empresas. Raptar a un extranjero en un país extranjero (en la misma ciudad de Nueva York) tenía serias consecuencias. Había desafiado al imperio y el imperio había mostrado su disgusto. O por lo menos fingió disgustarse. Sacó los dientes, emitió un gruñido. Pero la bestia no se lo tomó muy en serio. Lo de Galíndez fue sólo el comienzo, una especie de ensayo. Apenas un año después estaba tramando cosas peores.