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10/7/22

El acoso de los Bencosme

Cipriano Bencosme

El acoso de los Bencosme (1)

Pedro Conde Sturla 


19 de noviembre1930
(primera parte)

El general Cipriano Bencosme sobresale hasta cierto punto en la historia dominicana como un defensor de causas perdidas.

En 1911, a raíz del alevoso asesinato de su amigo y presidente Ramón Cáceres en los alrededores de Güibia, incursiona por primera vez en la lucha armada: toma parte en la llamada guerra o Revolución de los Quiquises, apoyando a Horacio Vázquez y Desiderio Arias contra los Victoria, que se habían establecido en el poder (aprovechando el vacío dejado por Cáceres) y pretendían de seguro quedarse por tiempo indefinido.

Durante este episodio a Bencosme le fue mal, peor que mal. Los partidarios de los Victoria o Quiquises le quemaron la casa y un hijo pequeño se esfumó y lo dieron por muerto, hasta qué apareció al cabo de un año en brazos de la niñera que se había escondido todo ese tiempo prudentemente.

La sangrienta contienda se decidió a favor de los intereses del imperio que intervino directamente para ponerle fin mediante presiones económicas y militares. Estas dieron origen a una Comisión Pacificadora que eligió como presidente al oportunista y servil Arzobispo Nouel en 1912 por un periodo de dos años que no llegó a cumplir.

Bencosme no escarmentó y, otra vez en alianza con el general Desiderio Arias y Horacio Vázquez, del cual era incondicional, se levantó contra el arzobispo presidente, pero las fuerzas de los insurrectos fueron sitiadas y tuvieron que capitular.

Un año más tarde acompañaría a Horacio Vásquez en un nuevo levantamiento, esta vez contra el gobierno de José Bordas Valdez, pero con Desiderio Arias en contra (la llamada Revolución del ferrocarril), y fueron otra vez derrotados, aunque algún tiempo después lograron echarlo del poder, lo que dio paso a un gobierno provisional de Ramón Báez, seguido por otro de Juan Isidro Jiménez y luego por otro de ocho años impuesto por las cañoneras del fatídico imperio del norte.

Con la misma entereza y el mismo valor que había demostrado toda su vida, protestó Bencosme contra las tropas yanquis que ocuparon el país entre 1916 y 1924, y llegó incluso a confabularse con un grupo de patriotas para llevar a cabo unas acciones que no llegarían a materializarse. Cipriano  Bencosme sería traicionado, delatado, apresado e incluso maltratado en prisión por la soldadesca interventora. 

Se dedicó después o, mejor dicho, volvió a dedicarse a las labores del campo que eran su medio de vida. Bencosme, oriundo de Moca, era un rico terrateniente que se había casado con una prima más terrateniente que él y se convirtió en uno de los principales hacendados del país. Llegó a poseer un emporio agrícola de miles de tareas en el que según se afirma, con cierta exageración, trabajaban más de quinientas personas. 

Dice Rufino Martinez que era un hombre espléndido que no le negaba protección o asilo en sus tierras a ningún perseguido, un hombre pródigo que a nadie negaba los frutos de la tierra que necesitaran.

Ahora bien, cuando no estaba sembrando o participando en levantamientos militares, Cipriano Bencosme se dedicaba a hacer muchachos. Su apetito sexual incurable lo llevó a tener una inmensa prole de veintisiete   descendientes directos con diez mujeres.


Cuando las tropas del imperio abandonaron el país, si acaso alguna vez lo han hecho, cuando pareció restablecerse la soberanía nacional -un espejismo-, se realizaron elecciones y su cancachán Horacio Vázquez se convirtió en presidente y él en diputado. Pero Bencosme subió sin hambre al poder y se desempeñó, según se dice, con ecuanimidad.

Renacieron viejas esperanzas y se fortaleció la fe en el progreso. Pero todo era una ficción, pura apariencia. El reloj de la historia marchaba de nuevo hacia atrás. 

Después de cuatro años de gobierno corrupto como pocos, Horacio Vázquez descubrió que un solo periodo en la presidencia era muy corto para llevar a cabo su magna obra de gobierno y decidió prolongar su estadía en el poder con un par de años más, una extensión de dos años probablemente renovable. Luego trataría de reelegirse y se armaría la pelotera.

Era la oportunidad que la bestia esperaba agazapada, la compuerta que abrió las aguas del pandemonio.

Horacio confiaba ingenuamente en la bestia, lo había ascendido a teniente Coronel, a brigadier, a general de brigada, lo había convertido en el hombre fuerte más fuerte del país. Cuando Rafael Estrella Ureña abandonó las filas del gobierno para organizar -contra los propósitos reeleccionistas de Horacio- un movimiento de desobediencia cívico militar que estremeció el Cibao, éste acudió a la bestia para que le sacara las castañas del fuego. Pero la bestia y Estrella estaban confabulados. Coludidos.

Estrella Ureña había apoyado a Horacio en las elecciones de 1924 y había sido nombrado en el ministerio de Justicia e instrucción pública hasta que las veleidades continuistas de Horacio lo llevaron a conspirar con Trujillo, que era Jefe de las fuerzas armadas, su hombre de confianza.

Horacio Vázquez trató entonces de detener el golpe de Trujillo y Estrella Ureña nombrando a última hora a Sergio Bencosme, hijo de Cipriano, como Secretario de Defensa, un cargo que ya resultaba ser poco menos que honorífico

Una vez derrocado Horacio, Estrella Ureña ocupó la presidencia provisional y organizó unas elecciones para mantenerse más o menos legítimamente en el cargo. Estrella tal vez creía haber utilizado a Trujillo, pero era todo lo contrario. En las elecciones de 1930 iría como candidato a la vicepresidencia y Trujillo a la presidencia, y ganarían por una abrumadora mayoría de fraudes condimentados con una buena dosis de represión y terror. 

Las relaciones entre ambos mandatarios se deterioraron de forma tan violenta que Estrella Ureña se vio obligado a viajar fuera del país en 1932 y anunció desde Cuba su renuncia por supuestos motivos de salud.

Se desempeñó luego como juez de la Suprema corte de justicia, hasta que un día se vió obligado a someterse a una operación quirúrgica de la que no sobrevivió, posiblemente por consejo de Trujillo a los médicos.

Cipriano Bencosme -ya se dijo- era incondicional de Horacio Vázquez, lo acompañó en todos sus levantamientos, con él estuvo en las buenas y en las malas, 
estuvo con él cuando se le ocurrió extender en dos años el periodo de gobierno y lo secundó en la aventura de la fracasada reelección, en todas las circunstancias le brindó, en fin, un apoyo sin fisuras. Lo seguiría hasta la última consecuencia, hasta que la muerte los separó. La muerte de Bencosme.

Historia criminal del trujillano (4)
Bibliografía:




Federico D. Marco Didiez, “Los primeros crímenes de Trujillo”,

Jorge Zorrilla Ozuna, “Cipriano Bencosme ”, http://hoy.com.do/cipriano-bencosme-2/

Rufino Martínez, “Diccionario biográfico-histórico dominicano, 1821-1930”

El acoso de los Bencosme (2)
Pedro Conde Sturla 

19 de noviembre1930
(segunda parte)

Bencosme le tenía ojeriza a Trujillo por la deslealtad que había mostrado a Horacio  Vásquez, quien había sido su benefactor,  por no haberlo apoyado en su proyecto de perpetuarse en la presidencia y por traidor, por haberlo, en una palabra, reemplazado y porque ahora comenzaba a perfilarse como el monarca sin corona que sería durante más de treinta años y por los métodos brutales que estrenaba en el ejercicio del poder, incluso antes de la toma de posesión y durante la campaña electoral.

La época de las revoluciones, o mejor dicho, de los levantamientos de la montonera, ya había perdido su base de sustentación desde que los invasores comenzaron a desarmar a la población civil y a crear un ejército que suplantaría al de los tiempos de Mon Cáceres. El que se forjó en parte -como dice Rufino Martínez- bajo el mando de Alfredo Victoria a base de rigurosa disciplina, el cuerpo militar más acabado que tuvo la República, el último ejército netamente dominicano.

Ahora había un ejército más moderno con hombres mal pagados, como de costumbre, bien armados y entrenados, uniformados y fanatizados, pero al servicio de intereses foráneos 

(...se desvanecía con ello -dice Rufino Martínez- el espíritu del honor militar...).

La mayoría de los revolucionarios de profesión estaban sin empleo o estaban muertos o jubilados, y con los pocos que quedaban  no era posible organizar un movimiento armado que pudiera dar directamente el frente a la guardia nueva que ahora custodiaba los intereses de la nación norteamericana.

Quizás por eso Bencosme cogió el monte, el monte que de seguro conocía al dedillo, se alzó el 26 de junio en las lomas de El Mogote, cerca de Moca, casi dos meses antes de que la bestia tomara posesión, se levantó en armas por última vez en su propio territorio con un puñado de seguidores (entre los cuales había no pocos peones de su finca), tratando de crear un foco guerrillero que no llegó a prender.

En compañía de Bencosme se alzaron hombres de gran carisma y relieve militar  como el temerario Domingo Peguero, un coronel tan horacista y decidido como él, alguien que se había ganado el rango y un enorme prestigio a sangre y fuego en la sangrienta revolución de los quiquises, pero el movimiento no pudo aglutinar a las menguadas huestes horacistas y fue perdiendo fuerza, la poca que tenía, ante el acoso de las tropas del gobierno. 

En torno al levantamiento de Bencosme se han hecho numerosas conjeturas y edificado montones de fábulas. Que Trujillo conocía las intenciones de Bencosme y fue dos veces a visitarlo para hacerlo cambiar de opinión, que envío a Estrella Ureña varias veces con el mismo fallido propósito, que Bencosme contaba en principio con un total de quinientos hombres, que organizó la sublevación confiando en la promesa de un envío de armas que nunca se materializó, que Trujillo se vio precisado a pedir unos aviones prestados al dictador Machado de Cuba para sofocar a los insurrectos.

Lo poco que se saca en claro es que el movimiento guerrillero no prosperó en ningún sentido y  que al final Bencosme se vió acorralado, aislado, casi solo y luego se vio obligado a buscar refugio en una finca de Jamao, Puerto Plata, la finca de un tal Luis D’Orville, que supuestamente lo delató.También es posible que haya sido delatado por sus compañeros de armas, los pocos que le quedaban, los que habían caído presos y hablado bajo tortura.


Se sabe que lo perseguían con la rabia de perros rabiosos. Se sabe que el 19 de noviembre de 1930 reposaba en una hamaca, se dice que sacó la cabeza al escuchar un ruido,  que le dieron un balazo en la cabeza o en un ojo, que lo enterraron y desenterraron, que lo llevaron de Puerto Plata a Moca en parihuela para avergonzar su cadáver, que lo expusieron al público como un trofeo de caza. Todo un poco quizás a la manera de lo que hicieron con los restos de aquel héroe troyano, aquel famoso Héctor de La ilíada, el domador de caballos.

...como si hubiera sido un malhechor, -dice Rufino Martínez-, su cadáver, casi profanado, tuvo una mala sepultura. Todo Moca, donde era apreciado por la mayoría de los moradores y estaba emparentado con buen número de ellos, rumió su dolor, inmersa en el silencio más angustioso.

La propiedades de Bencosme fueron saqueadas, devastadas, la familia cayó en la ruina, descendió bruscamente del bienestar a la pobreza, fue reducida a la miserable condición de paria.

Así le escribía, de rodillas, el día 14 de octubre de 1930, la suplicante Ana Bencosme a la bestia:

Nos está vedado todo. Los intereses de mi padre están en poder del comandante de Moca, el teniente Pérez. El café lo cogen y lo venden verde en la casa "Rojas", de Las Lagunas de Moca; no podemos contar con nada; animales...gallinas, caballos, mulos... víveres… Por eso vengo a arrodillarme ante Usted...

xxx

28 de abril 1935

Las tribulaciones de la familia Bencosme no terminarían con la muerte de Cipriano y la devastación de sus propiedades, sólo  estaban empezando. El segundo en la lista de difuntos sería Sergio y luego Donato, el menor y más conocido de sus hijos, a los que se sumarían Alejandro y Boíl. Cuatro de los veintisiete que tuvo.

Sergio Bencosme, aquel que Horacio Vasquez nombró Secretario de Defensa en su vano intento de parar el golpe de Trujillo, se había asilado en Estados Unidos, junto a otros cientos de dominicanos, y se supone que lo mataron por error. 

El asesino, un conocido sicario llamado Luis de La Fuente Rubirosa, alias Chichí, intentaba matar, silenciar para siempre a Ángel Morales, un archienemigo del régimen, y al parecer se confundió, confundió al joven Sergio con Ángel Morales, y lo ultimó a balazos, según dicen, en su propio apartamento de Nueva York. Probablemente no hubo tal confusión y Ángel Morales se salvó simplemente porque no estaba en el apartamento que compartía con su amigo cuando el verdugo llegó a cumplir lo que parecía ser una doble encomienda.

En las oscuras circunstancias del hecho, el asesino logró escapar a Santo Domingo, donde la bestia lo recibiría, si acaso lo recibió, con todos los honores que el miserable merecía.

El tal Chichí era sobrino de un oscuro personaje que había tenido a su cargo la coordinación de las labores de inteligencia para ubicar a Ángel Morales, y que ya se había manchado y se mancharía las manos y el alma de sangre al servicio de la bestia. Era Porfirio Rubirosa, una especie de crápula que más tarde brillaría con luz propia en el firmamento de las grandes estrellas del jet set, un play boy, un vividor, un parasito glorificado.

Otro personaje que intervino en la planificación del crimen fue el abominable Félix W. Bernardino, el cónsul dominicano en  Nueva York, uno de los planificadores del rapto y desaparición de Mauricio Baéz en cuba, un señor de horca y cuchilla en sus tierras de este, un sicópata  bilioso, siempre sediento de sangre, que moriría de viejo pacíficamente en su cama.

Mientras tanto, al joven Sergio Bencosme le cupo el triste honor de ser el primer enemigo de Trujillo asesinado en el extranjero. El primero de una larga serie que sería alcanzado en el exterior por el brazo largo de la bestia

Historia criminal del trujillano (5) 
Bibliografía
Cipriano Becosme Comprés, https://www.ecured.cu/Cipriano_Bencosme_Compr%C3%A9s
Cipriano Bencosme, http://mocanos.typepad.com/my_weblog/2008/11/cipriano-bencosme.html
El general Cipriano Bencosme entra en la corriente…, https://www.diariolibre.com/opinion/lecturas/el-general-cipriano-bencosme-entra-en-la-corriente-JODL350229
Federico D. Marco Didiez, “Los primeros crímenes de Trujillo”,
http://unojotacuatro.blogspot.com/2011/11/los-primeros-crimenes-de-trujillo.html
Jorge Zorrilla Ozuna, “Cipriano Bencosme”, http://hoy.com.do/cipriano-bencosme-2/
Rufino Martínez, “Diccionario biográfico-histórico dominicano, 1821-1930”.


El acoso de los Bencosme (3)
Pedro Conde Sturla 

18 de febrero 1957

Donato Bencosme había heredado de su padre la figura de recio galán, el carácter rebelde, insumiso, la pasión por las mujeres y unos ojos azules que lo hacían, según se decía, irresistible.

Fortuna, buenos modales, galanura y otras muchas cualidades garantizaban su éxito con las mujeres, aparte del envidiable arte o artificio para convivir con varias en extraña armonía. De hecho, llegó a tener relaciones con seis al mismo tiempo y tuvo en total treinta y dos hijos, cinco más que los que se le conocían a su progenitor.

Por lo demás, había reconstruido y tal vez acrecentado el patrimonio familiar y vivía como un potentado, como lo que era, un hombre rico, laborioso, culto y refinado que había estudiado en Europa y conocía varios idiomas, un hombre de mundo que se daba todos los lujos y se complacía en hacer ostentación de ellos. 

En especial tenía debilidad por los automóviles y era el feliz propietario de una flamante colección, una flotilla, ocho en total, y cada uno con su garage designado, aparte de habitación privada con baño para cada chofer.

Donato Bencosme no medraba, pues, a la sombra del padre, se había construido su propia leyenda, pero la sombra del padre gravitaba ominosamente sobre su cabeza, era un hombre marcado por el odio de la bestia para morir de mala muerte.

A ello contribuía una actitud desafiante o quizás fatalista, la de quién sabía que no iba a poder evadir para siempre las trampas del destino y respondía a las amenazas patentes y latentes con extrema dignidad.

El esplendor y boato en que vivía constituía sin duda una afrenta para sus enemigos políticos y un motivo de rencilla para todos los envidiosos. Pero no hubo contra él durante mucho tiempo una hostilidad manifiesta.

Donato había servido a la bestia en el cargo de gobernador en un par de ocasiones, había sido presidente del Partido Dominicano, el partido único, el de la bestia, y en alguna de sus propiedades había un letrero que ensalzaba la obra de gobierno, la de la misma bestia. También se cuenta el cuento de que en  una ocasión denunció un complot para eliminarla.

Nada, pues, enturbiaba la fidelidad o aparente fidelidad de Bencosme a Trujillo. El mismo Bencosme quizás pensaba que se había producido una reconciliación desde el momento en que la bestia le había permitido rehacer la fortuna familiar y hacerse cargo de sus hermanos y hermanas. Pensaba quizás ingenuamente que le habían otorgado el perdón por la rebeldía del padre y del hermano. Pensó que podía disimular, seguir disimulando, hacerse el muertito, guardar las apariencias, pensaría quizás que su propia fortuna demostraba que gozaba del favor de la bestia o que un hombre de su posición social era intocable.

De hecho, logró mantener su estatus durante más de dos décadas, hasta los años finales de la tiranía, hasta que la paranoia de la bestia se desató de forma incontrolable.

Las relaciones de la bestia con sus enemigos tenían muchas veces un carácter cíclico en el que se alternaban los castigos y los premios. De la cárcel se podía pasar a un cargo público y del cargo al cementerio. Algo rutinario. 

Donato no había sufrido ningún castigo y la bestia lo había premiado o premiaría con honrosos nombramientos que no podían ser rechazados, pero la suerte se le estaba agotando.

En el momento quizás menos pensado, Donato Bencosme fue objeto de un Foro público en el que se lo acusaba de que tenía en su poder las armas que nunca llegaron a manos de su padre y que se aprestaba para tumbar al gobierno en cualquier momento.

El Foro público, la gloriosa creación de Panchito Pratz Ramirez, era una columna diaria de difamación e injuria que se publicaba en ElCaribe y generalmente anunciaba quién estaba o iba a caer en desgracia con el régimen.

Donato Bencosme protestó públicamente contra la acusación y en medio del revuelo que se armó o quizás al final del mismo fue inconsultamente nombrado gobernador de la  Provincia Espaillat. 

El juego del gato y el ratón había empezado.

Siendo gobernador empezó a tener una racha de tropiezos, una serie de desencuentros con prominentes figuras del régimen, empezando por el llamado Pipí Trujillo, a quien acusó de malandrín y cuatrero, lo que en efecto era, y se lo ganó de enemigo. Más adelante se enemistó con el general Pupo Román, que era jefe del ejército, a causa de un accidente de tránsito, y luego se granjeó el odio del tenebroso Coronel Ludovino Fernández, a quien echó de su casa por haberse presentado en compañía de una querida. Para peor, se dice que en alguna ocasión encolerizó a la misma bestia por un asunto en relación con una candidata a reina de belleza.

Aparte de esas minucias, su familia estaba fichada, etiquetada como enemiga del gobierno. Se decía que Donato financiaba los proyectos subversivos de Toribio y Ramón Camilo Bencosme en el exterior, que juraba entre sus íntimos que algún día tomaría venganza por la muerte de su padre y de su hermano.

De la noche a la mañana precipitaron los acontecimientos y empezaron a 
acosarlo, a perseguirlo, lo botaron del cargo, lo volvieron a poner, lo acusaron 
de atentar contra el orden y la paz, lo condenaron a prisión, lo multaron, le concedieron una precaria libertad. Pero ya era hombre muerto. Definitivamente muerto.

Andaba siempre con Rafael Camacho, su chofer, su guardaespaldas, su más leal y fiero servidor. Y un día, por fin, un fatídico día los detuvieron en Piedra Blanca, los trasladaron al palacio de la policía de Santiago. Allí los esperaban Pipí Trujillo, Ludovino y otros matarifes, los ofendieron seguramente de palabra y maltrataron, le clavaron un punzón a Rafael Camacho en el pescuezo, le cayeron a palos a Donato Bencosme, lo masacraron, lo machacaron a palos sin el menor asomo de piedad. Después los metieron en sacos, los metieron en el baúl del Opel en que andaban cuando los capturaron en Piedra Blanca, los arrojaron a un Barranco, un precipicio en la llamada Cumbre de Puerto Plata, los apalearon y despeñaron como harían años más tarde con las tres hermanas Mirabal y su chofer Rufino de La Cruz.

Era el 18 de febrero de 1957 y Donato Bencosme tenía cuarenta y nueve años de edad.

“Fue una muerte muy anunciada -dice su hijo Cipriano-. Los que nos acompañaron fueron  los pobres y mendigos. Nosotros fuimos repudiados por Moca entera”.

Las noticias del trágico accidente, “debido a la rotura de la varilla del guía”, repercutieron en los escasos medios de prensa y provocó una soterrada conmoción.

Todos sabían quién era el autor “intelectual” del accidente. Sólo el poeta Joaquín Balaguer no pareció enterarse nunca:

“¿Quién le dio muerte a Donato?/ ¿Es verdad que conspiraba?/ ¿O algún amante celoso le tendió vil emboscada?”

1959

A la familia Bencosme le faltaba pagar todavía un nuevo y pesado tributo de sangre y lo pagó dos años después con las vidas de Ramón Camilo Bencosme y el doctor Toribio Bencosme en el amargo episodio de la repatriación armada del 14 de junio de 1959.

Alguien dice que murieron en combate y otros dicen que fueron como la mayoría capturados, puntualmente torturados, sometidos a una secuela de horrores inenarrables.

Historia criminal del trujillano  (6)
Bibliografía:
Angela Peña, Donato Bencosme, La muerte anunciada de un coloso que recuperó la herencia que parecía perdida, http://hoy.com.do/donato-bencosme-la-muerte-anunciada-de-un-coloso-que-recupero-la-herencia-que-parecia-perdida-2/
José Abigail Cruz Infante, 50 años de la muerte de Donato Bencosme, https://listindiario.com/puntos-de-vista/2007/2/17/3557/50-anos-de-la-muerte-de-Donato-Bencosme
TANIA MOLINA, Vivió como un sultán y murió con honor, https://www.diariolibre.com/noticias/vivi-como-un-sultn-y-muri-con-honor-DLdl126746


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